Que dificil es ser Dios - Стругацкие Аркадий и Борис 4 стр.


— ?Alto-o-o-o-o! ?Quien va-a-a-a? ?Vo-o-s, noble Do-o-on!

Rumata, con la barbilla desdenosamente levantada, siguio adelante sin mirarlo siquiera.

— …pero si su lengua no lame la bota que debe — prosiguio en voz alta -, entonces hay que cortarla, pues ha sido dicho: «tu lengua es mi enemigo».

Kiun iba escondiendose tras la grupa del caballo y andando a grandes zancadas. Rumata veia con el rabillo del ojo como su calva estaba perlada de sudor.

— ?Alto, he dicho-o-o-o-o! — volvio a gritar el miliciano.

Inmediatamente se le oyo rodar por las escaleras, armando gran estrepito con el hacha y lanzando votos a Dios, al diablo y a toda la noble canalla.

Seran unos cinco, penso Rumata mientras tiraba de sus punos. Son unos borrachos carniceros. Es absurdo.

Dejaron atras el albergue y torcieron hacia el bosque.

— Si es necesario, puedo ir mas aprisa — dijo Kiun, con acento falsamente decidido.

— ?Absurdo! — repitio Rumata en voz alta, deteniendo el caballo -. Seria absurdo haber cabalgado tantos kilometros sin entablar combate ni una sola vez. ?Tu nunca sientes deseos de pelear, Kiun?

— No, noble Don. Nunca he sentido ese deseo.

— Eso es lo malo — murmuro Rumata, mientras hacia dar media vuelta al animal y se ajustaba tranquilamente los guantes.

Por la curva aparecieron dos jinetes, que al verlo se detuvieron en seco.

— ?Hey, vos, noble Don! — empezaron a gritar -. ?Mostrad vuestro salvoconducto!

— ?Patanes! — replico Rumata con voz cristalina -. ?Para que quereis mi salvoconducto, si sois analfabetos? — apreto con las rodillas al caballo y, al trote, fue al encuentro de los milicianos. Estan acobardados, penso: titubean. Al menos les dare un par de guantazos… No, no vale la pena. Aunque me gustaria desahogar un poco el odio que he ido acumulando durante todo el dia. Pero no vale la pena. Hay que seguir siendo humano, hay que saber perdonar y permanecer tranquilo, como los dioses. Que hieran y profanen si quieren: nosotros seguiremos tan tranquilos, como los dioses. Los dioses no tienen por que apresurarse, disponen ante si de toda la eternidad.

Con estos pensamientos llego al lugar donde estaban los milicianos. Estos levantaron sus hachas, confusos y retrocedieron.

— ?Y bien? — pregunto Rumata lentamente.

— ?Oh! Sois vos — dijo el primer soldado, indeciso -. No os habiamos reconocido. ?Sois realmente el noble don Rumata?

El segundo soldado hizo dar media vuelta a su caballo y huyo al galope. El primero seguia retrocediendo, tras bajar el hacha.

— Os pedimos mil perdones, noble Don — dijo rapidamente -. Nos equivocamos. Fue un error. Los chicos han bebido un poco y estan deseando… ya sabeis… — empezo a alejarse, haciendo andar a su animal de costado -. Vos comprendereis… los tiempos son malos…Tenemos que dar caza a los ilustrados que huyen… No querriamos que el noble Don presentara una queja…

Rumata le volvio la espalda.

— ?Llevad buen viaje, noble Don! — le deseo el miliciano, como si se quitara un peso de encima.

Cuando se hubo alejado lo suficiente, Rumata llamo a media voz:

— ?Kiun!

Nadie respondio.

— ?Eh, Kiun!

Tampoco esta vez recibio respuesta. Entonces aguzo el oido y, entre el incesante zumbar de los mosquitos, distinguio un susurro entre los arbustos. Seguramente Kiun se estaba abriendo paso apresuradamente hacia el oeste, donde a unos treinta kilometros de alli se hallaba la frontera irukana. Y esto es todo, se dijo Rumata. Se acabo la conversacion. Siempre ocurre lo mismo. Un control, un prudente intercambio de parabolas de doble sentido… Uno pierde semanas enteras en charlas triviales con toda esa chusma, y cuando tropieza con un hombre de verdad no puede cambiar con el dos palabras.

Hay que protegerlo, salvarlo, mandarlo a sitio seguro… Y lo mas triste es que uno lo ve marchar sin que el otro haya acabado de comprender si fue realmente un amigo el que lo ayudo o tan solo un degenerado engreido. Y lo mismo le ocurre a uno, que se queda tambien sin saber nada de el, de lo que realmente quiere, de lo que puede hacer, de lo que persigue en su vida.

Recordo las noches de Arkanar. En las calles principales se ven buenas mansiones de piedra. Un farol acogedor brilla sobre la puerta de una taberna. Dentro de ella hay unos tenderos placidos y bien alimentados que beben cerveza sentados ante unos veladores limpios, y razonan sobre lo bien ordenado que esta el mundo; baja el precio del pan, sube el de las armaduras, las conspiraciones se descubren a tiempo, los hechiceros y los intelectuales sospechosos son empalados, el Rey se muestra majestuoso y sereno como siempre, y Don Reba infinitamente listo y siempre alerta. «Parece mentira las cosas que inventan. ?Dicen que el mundo es redondo! Por mi, como si quieren que sea cuadrado. Pero por favor, que no vayan por ahi turbando los animos.» «?La lectura, la lectura es la que tiene culpa de todo esto, amigos! La felicidad, dicen, no esta en el dinero; los plebeyos son tan seres humanos como los nobles; y asi cada vez mas, hasta que llegan a los panfletos y luego a las revueltas…» «?Hay que empalarlos a todos, amigos! ?Sabeis lo que haria yo? Yo preguntaria sin rodeos: ?Sabes leer? ?Si? ?Pues al palo! ?Haces versos? ?Al palo! ?Sabes la tabla? ?Al palo, sabes demasiado!» «?Hey, tu, gordinflona, trae tres jarras y una racion de conejo asado!». Mientras, por la empedrada calle se oye el resonar de las botas claveteadas de los muchachos de las camisas grises, con el rostro encendido y las pesadas hachas al hombro. «?Amigos, ahi van nuestros defensores! ?Van ellos a consentir que pase algo? ?Nunca en su vida! ?Miren al mio alla, en el flanco derecho! Ayer le di la ultima paliza. ?Si, amigos mios, se acabaron los tiempos agitados! ?Vivan las Milicias Grises! ?Viva la seguridad del trono, el bienestar, la tranquilidad inalterable y la justicia! ?Viva Don Reba! ?Viva el Rey, nuestro Senor! ?Ah, que vida tan magnifica!»

Y mientras, por las negras llanuras del reino de Arkanar iluminadas por las llamas de los incendios, por caminos y veredas, comidos por los mosquitos, con los pies ensangrentados, sudorosos y cubiertos de polvo, extenuados, atemorizados, desesperados, pero aferrados a su unico ideal, huyen, caminan, se arrastran, burlando los puestos de vigilancia, centenares de infelices declarados fuera de la ley por saber y querer ensenar y curar a su pueblo, agotado por las enfermedades y sumido en la ignorancia; por saber hacer de piedras y barro, como si fueran dioses, una nueva naturaleza que pueda adornar la vida de un pueblo que no sabe lo que es la belleza; por querer descubrir los secretos de la naturaleza para ponerlos al servicio de su pueblo, torpe y atemorizado por antiguas historias demoniacas. Son gente indefensa, generosa, poco practica quiza, cuyo unico delito ha sido adelantarse mucho a su epoca.

— ?Adelante, viejo penco! — le grito en ruso al caballo -. ?Parece que estes muerto!

Cuando llego al bosque era ya medianoche.

Nadie podia decir exactamente de donde le venia su nombre al Bosque Hiposo. No obstante, existia una tradicion oficial segun la cual, hacia trescientos anos, los ejercitos del mariscal imperial Totz, luego proclamado primer Rey de Arkanar, cuando se abrian paso a traves de la saiva persiguiendo a las hordas de barbaros bronceados, preparaban en aquel bosque, durante sus acampadas, una bebida hecha con la corteza de los arboles blancos que producia un hipo irrefrenable. Esa misma tradicion aseguraba que el mariscal Totz, una manana

— que estaba pasando revista al campamento, fruncio su aristocratica nariz y exclamo: «?Esto es insoportable! ?Todo el bosque hipa y apesta a ese condenado brebaje!». Al parecer, de ahi vino el origen de su extrano nombre.

Sea como fuere, aquel no era un bosque ordinario. En el crecian arboles enormes, de troncos duros y blancos, como no habia otros ni en el Imperio ni en el ducado de Irukan, ni mucho menos en la Republica Mercantil de Soan, que desde hacia tiempo habia empleado todos sus bosques en construir barcos. Se decia que habia bosques como aquel mas alla de la Cordillera Roja del Norte, en el pais de los barbaros; pero se decian tantas cosas de aquel ignoto pais…

El bosque era atravesado por una carretera abierta dos siglos atras. Aquella carretera conducia a unas minas de plata que, por derecho feudal, eran propiedad de los barones de Pampa, descendientes de unos de los companeros del mariscal Totz. El derecho feudal de los barones de Pampa le costaba a los reyes de Arkanar doce arrobas de plata pura anuales, por lo que cada nuevo Rey, apenas era coronado, reunia un ejercito y lo lanzaba contra el castillo de Bau, nido de los barones. Pero los muros del castillo eran solidos y los barones audaces, y cada campana costaba mas de treinta arrobas de plata. Por esta razon, cuando el ejercito regresaba derrotado, los reyes de Arkanar se veian obligados a ratificar el derecho feudal de los Pampa, y a concederles ademas otros privilegios como por ejemplo hurgarse las narices en presencia del rey, cazar al oeste de Arkanar o llamar a los principes por sus nombres, sin mencionar titulos ni dignidades.

El Bosque Hiposo estaba lleno de misterios. Durante el dia pasaban por la carretera los convoyes de mineral enriquecido, pero por la noche estaba desierta, ya que eran pocos los valientes que se decidian a andar por ella a la luz de las estrellas. Corrian rumores de que, por las noches, desde el Arbol Padre, graznaba el pajaro Siu, que nadie habia visto ni podia ver, pues no era un ave ordinaria. Tambien se hablaba de unas aranas peludas que saltaban desde las ramas de los arboles a los cuellos de las caballerias y en un instante les roian los tendones y se ahogaban en su sangre. Se decia que por el bosque andaba una enorme bestia arcaica llamada Pej, que tenia el cuerpo cubierto de escamas, se reproducia una vez cada doce anos, y arrastraba tras de si doce colas que rezumaban veneno. Y algunos habian visto en pleno dia como el jabali pelado cruzaba grunendo la carretera. Este jabali habia sido maldito por San Miki y era un animal muy fiero, invulnerable al hierro, pero que podia ser herido con armas de hueso.

Alli se podia topar uno con un esclavo profugo marcado entre los omoplatos, tan callado e impecable como las aranas peludas, y con un hechicero retorcido que recogia misteriosos hongos para hacer infusiones magicas, con las cuales las personas se podian volver invisibles, transformarse en ciertos animales o adquirir una segunda sombra. De noche deambulaban por la carretera los hombres del terrible Vaga Koleso, y los fugitivos de las minas de plata, que tenian las pahuas de las manos negras y las caras transparentes. Los curanderos se reunian alli para pasar sus veladas, y los cazadores furtivos del baron de Pampa asaban en los pocos claros que tenia el bosque los bueyes robados, ensartados enteros en el asador.

En lo mas intrincado del bosque, a mas de un kilometro de la carretera, habia un arbol gigantesco reseco por los anos. Bajo sus ramas, y rodeada por una renegrida empalizada, se hallaba una retorcida isba, hecha de gruesos troncos redondos. Aquella isba se hallaba alli desde tiempos inmemoriales. Su puerta no se abria nunca, y junto al cobertizo habia unos idolos tallados en troncos de arboles. Aquella casa era el sitio mas temible de todo el Bosque Hiposo. Se decia que aquel era precisamente el sitio donde iba cada doce anos la arcaica bestia Pej a dar a luz a sus crias, tras lo cual se arrastraba debajo de la casa y moria, de tal modo que los sotanos de la isba estaban repletos de veneno negro. Cuando aquel veneno rebosase fuera, seria el fin. Tambien se hablaba de que en las noches de tormenta los idolos se arrancaban a si mismos de la tierra e iban hasta la carretera para hacer senas, y que de tarde en tarde se encendian luces ultraterrenas en las muertas ventanas de la isba, se oian ruidos, y por la chimenea surgia un humo que ascendia directamente hacia el mismisimo cielo.

No hacia mucho, al tonto Irma Higa, de la aldea Bienabierta (que la gente conoce con el nombre de Ganades), se le ocurrio por pura estupidez acercarse una noche a la citada isba y mirar por una ventana. Cuando regreso a su casa estaba idiota perdido, pero despues de serenarse un poco conto que en la isba ardia una luz muy clara, y que junto a una mesa ordinaria estaba sentado con los pies sobre un banco un hombre que bebia directamente de un barrilito sujetandolo con una sola mano. Aquel individuo tenia la cara llena de manchas y bolsas que le colgaban hasta casi la cintura. Sin duda era el mismisimo San Miki antes de convertirse a la fe, cuando, como es bien sabido, era poligamo, borracho y blasfemo. Para mirarlo habia que dominar el miedo. Por la ventana salia un olor dulzon que angustiaba, y por los arboles de alrededor de la isba danzaban sombras. De todo el distrito vino gente a escuchar lo que contaba el tonto, hasta que por fin un dia vinieron los milicianos, le retorcieron los brazos hasta ponerle los codos junto a los omoplatos, y se lo llevaron consigo a Arnakar. A pesar de esto no se dejo de hablar de la isba, que desde entonces comenzo a ser llamada la Guarida del Borracho.

Rumata, tras abrirse paso a traves de las matas de helechos gigantes, desmonto junto al cobertizo de la Guarida del Borracho y ato las bridas a uno de los idolos. En la casa habia luz, y la entreabierta puerta pendia de un solo gozne. El padre Kabani estaba sentado ante la mesa, completamente postrado. La habitacion apestaba a alcohol y en la mesa, entre huesos roidos y trozos de nabo cocidos, se destacaba una enorme jarra de arcilla.

— Buenas noches, padre Kabani — dijo Rumata, cruzando el umbral.

— Bienvenido — respondio el padre Kabani con voz ronca, que parecia salir de lo mas profundo de un cuerno de caza.

Rumata se acerco a la mesa haciendo sonar las espuelas, tiro los guantes sobre el banco y volvio a mirar al padre Kabani. Este seguia sentado sin moverse, con el rostro apoyado en las manos. Sus peludas cejas entrecanas colgaban sobre sus carrillos lo mismo que la hierba seca sobre un acantilado. Cada vez que respiraba, las ventanas de su abultada nariz daban salida a un aire saturado de alcohol no asimilado.

— ?Yo lo invente, yo! — dijo de pronto, haciendo esfuerzos por levantar la ceja derecha y mirando a Rumata con un ojo nublado -. ?Yo mismo! ?Y para que? — Extrajo la mano derecha de debajo de su mejilla y agito un peludo indice -. Y, a pesar de todo, no tengo la culpa… Yo lo invente… pero no tengo la culpa… ?Eh? De acuerdo, de acuerdo, he fallado, asi que no inventemos nada mas, que nadie tenga nuevas ideas y… ?Oh, al diablo con todo!…

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