X. ELUCIDACIÓN
La voz era la de un Profesor; no había duda. También era indudable el hecho de que Nils Kruger iba a tener que revisar unas cuantas de sus ideas. Ni siquiera la raza que tenía su cuartel general en el casquete polar y ciudades dispersas por la mayoría del planeta tenía radios, por lo que sabía. ¿Podía este ser haber aprendido más sobre electricidad de lo que parecía posible, a deducir por la ciudad desierta?
— ¿Por qué me estaba esperando? — preguntó el chico —. Yo mismo no esperaba volver.
¿O es que piensa usted que necesito un encendedor con tanta urgencia para dejarlo demasiado tiempo abandonado?
— Estaba seguro de que Dar Lang Ahn volvería a por sus libros; conozco demasiado a su gente para dudarlo. Después supe que tú vendrías con él.
— ¿Cómo lo supo?
— Me lo dijeron. Te explicaré esto en su debida forma. Puede ser que no me creas, pero a pesar de todo lo hecho por mí de lo que tú puedas resentirte, no soy enteramente tu enemigo. Estoy deseando permitirte vivir tanto como tu naturaleza te deje, satisfechas unas ciertas condiciones.
— ¿Y si no se satisfacen? — Kruger, naturalmente, se resentía de las palabras del oculto ser.
— Entonces seguirán sucediendo accidentes. No podrás escapar a todos.
Poco a poco, el significado de esto empezó a asustar al chico.
— ¿Quiere decir que los desprendimientos de tierra en la ciudad y en el agujero fueron hechos a propósito?
— Efectivamente. También quiero decir que una cierta puerta no se cerró por accidente y que una trampilla fue dejada sin guarda y sin cerrar con un propósito, y que un cierto géiser expulsó su contenido en lugar de emitir sólo calor. Sé sensato, Kruger; sabes muy poco sobre este planeta y yo demasiado.
— Pero usted no podía… — Kruger no siguió; el hecho de que esta cosa supiera los sucesos en las Murallas de Hielo hacía ridícula su objeción. Cambió de conversación —.
¿Cómo se enteró? ¿Es usted uno de los Profesores de allí?
— Hablo con ellos a menudo.
— Entonces, ¿causaron ellos estos accidentes a petición suya, o querían librarse de mí ellos solos? ¿O lo hizo usted a pesar de ellos?
— Fueron provocados a una orden mía. No querían que fueras destruido; desde un punto de vista puramente personal tampoco yo. Por desgracia, cooperas demasiado.
— ¿En qué sentido? ¿Y por qué tenía que ser ése un factor en contra mía?
— Te hice muchas preguntas mientras que eras un prisionero aquí, no sólo acerca de ti, sino acerca de los conocimientos técnicos que posees. Las respondiste todas diciendo la verdad y, por lo que puedo saber, correctamente. Yo no soy electricista, pero sé lo suficiente para seguir la mayor parte de lo que dijiste.
— ¿Cuál es su objeción a eso?
— Si me lo dices a mí, en quien no tienes ninguna razón para confiar, se lo dirás presumiblemente también a la gente de Dar Lang Ahn. No tengo ninguna objeción al estado de civilización en el cual se encuentran ahora, pero hay buenas y suficientes razones por las que no queremos que igualen la tecnología de su gente.
— ¿Cómo sabe usted cuál es nuestro nivel técnico?
— Me dijiste lo suficiente con el simple hecho de estar aquí.
— ¿Cuál es su objeción a que aprendan nuestra tecnología, si usted también la aprende?
— Principalmente porque no queremos que abandonen este planeta. Los necesitamos aquí.
Kruger empezó a tener una fuerte sospecha en este punto y formuló una pregunta para comprobarlo.
— ¿Qué pasa con esa gente que estaba aquí en el pueblo? ¿Se opondría a que la aprendieran ellos?
— Mucho. Son más fáciles de controlar así.
— ¿Cómo es que se atreve a decirme todo esto con Dar Lang Ahn escuchando la conversación?
— Sus Profesores ya lo saben. No querían ayudarme a librarme de ti, pero yo podía aguantar una cierta presión. Cuando fracasaron sus intentos hice que te mandaran a ti para persuadirte si fuera posible y destruirte en caso contrario.
Kruger, convencido de que su idea era correcta, se inclinó hacia adelante y habló con más miedo del que nunca en su vida había tenido.
— Eso concuerda. No son ustedes de la misma raza que la gente de Dar o que la gente que vivía en este poblado. Hacen que los habitantes del poblado trabajen en labores cotidianas cuanto ustedes desean, e incluso también en asuntos más complicados. No sé si son ustedes o ellos los habitantes originarios de este mundo, pero veo claramente por qué no quieren que se vayan de él ahora. ¡Tendrían ustedes que hacer parte de su propio trabajo! ¿No es eso? — Kruger estaba tan furioso en el momento que acabó su discurso que resultó extraño que el oculto ser le pudiera entender, pero al parecer lo hizo.
— Tienes parcialmente razón — respondió con calma.
— ¡Parcialmente! Tengo razón de los pies a la cabeza. ¡Le reto a que me deje verle!
— Me temo que eso no es ahora posible.
— ¿Por qué? ¿Teme que le quite su sitio?
— No es eso. Sin embargo, si nos encontráramos bajo las mismas condiciones uno de los dos moriría. Yo no puedo sobrevivir en tu medio ambiente y estoy seguro de que tú tampoco en el mío; al menos Dar Lang Ahn no podría.
— Entonces es él y no usted uno de los nativos de este mundo. ¡Ustedes vinieron y lo conquistaron!
— No sé lo suficiente sobre el pasado para refutar esa creencia, pero tengo razones para dudarlo.
— Es suficientemente claro.
— Sacas una conclusión extremadamente positiva con realmente muy pocos datos. ¿Me prometerías no revelar ningún conocimiento a la gente de Dar Lang Ahn, excepto lo que aprobemos nosotros…?
— ¡No!
— Déjame terminar… ¿Hasta que hayas aprendido lo suficiente sobre nosotros para formarte una opinión equilibrada?
— ¿Quién decide si mi opinión es equilibrada?
— Estaría de acuerdo en librarte de tu promesa cuando lo pidieras, dando por entendido que yo podría entonces encontrar oportuno o necesario acabar contigo.
— ¿Cómo sabe que me sentiré atado por una promesa obtenida bajo semejantes condiciones?
— No te aconsejaría que hicieras o dijeras algo que me diera motivo para dudar del valor de tu palabra. Estoy seguro que entiendes la razón.
— ¿Qué pasa con Dar?
— Como dije, puede decir lo que quiera mientras viva. No sabe nada que me oponga a que comparta con su gente.
— Me oyó hablar con usted sobre electricidad.
— Lo recuerdo.
— De acuerdo, no diré nada sin advertirle previamente; pero le aseguro que será difícil convencerme — algo muy parecido a un suspiro de alivio vino del que preguntaba.
— Mucho mejor así — fue la respuesta —. Lo creas o no, me gustaría estar en las Mismas relaciones contigo que Dar Lang Ahn parece estar.
— Después de estos accidentes preparados necesitaré hechos para creerlo.
— Tus palabras me hacen comenzar a preguntarme si tu raza puede ser una que nunca comete errores. La mía sí los comete. Sin embargo, mejor será que te lo explique.
En primer lugar, tu idea de que simplemente utilizamos a la raza de Dar Lang Ahn para trabajar es bastante errónea. Sería prácticamente imposible para nosotros hacer eso, ya que no podemos vivir bajo las mismas condiciones que ellos. Su muerte dentro de unos pocos años señalará el momento en que podamos vivir normalmente en este mundo.
— Quiere decir que ustedes viven cuando ellos mueren, y…
— Y la mayoría de nosotros mueren cuando ellos viven. Eso es correcto.
— ¡Entonces la ciudad que hay entre los volcanes fue construida por su gente!
— Sí. Se mantiene durante nuestra época de muerte con poca gente, entre los cuales me encuentro yo.
— Entonces es por eso que había electricidad en aquel edificio.
— ¿Cuándo? ¿Ahora mismo?
— Sí, cuando estábamos en la ciudad, poco antes de venir — una sucesión de sonidos imposibles de imitar por las cuerdas vocales humanas salió del que hablaba, seguida de un breve silencio. Entonces la criatura invisible habló de nuevo.
— Gracias. Tuve que poner en marcha el sistema de energía hace algún tiempo para mover una válvula de vapor, sospecho que debido a alguna acción tuya, y se me olvidó apagarlo otra vez. Me temo que ya pasó la época dorada de mi vida.
— ¿Quiere decir que aquella cosa en el cráter, pasada la ciudad…, la manejaba usted…?
— Al principio no; es automática. El vapor procede de la misma fuente subterránea caliente que alimenta los géiseres. El calor es virtualmente inagotable, pero no así el agua. Tuve que cerrar la válvula manualmente porque la pérdida de vapor estaba amenazando la mayor parte de nuestra otra maquinaria, y creo sospechar que tú eres la causa de esta molestia.
— Me temo que sí — Kruger contó la historia al tiempo que le volvía su buen humor.
— Entiendo — dijo el otro al final —. Confío en que pierdas un poco de tiempo en quitar esas piedras antes de volver al casquete polar. Podría hacer que lo hiciera mi gente, supongo, pero hay razones por las que no quiero que vayan todavía allí.
— Lo haré mientras su válvula manual esté cerrada — replicó Kruger.
— Parece que empezamos a confiar el uno en el otro — fue la respuesta —. Sin embargo, volvamos al tema. Como dije, somos diferentes de tus amigos; vivimos bajo condiciones diferentes, usamos herramientas, edificios y; comidas diferentes. En resumen, no competimos con ellos; podíamos casi también vivir en un planeta diferente.
— Entonces, ¿cuál es su objeción a que ellos vivan en un planeta diferente, o por lo menos a que puedan hacerlo?
— Eso les interesa tanto a ellos como a nosotros, como te podría decir cualquiera de sus Profesores. Si dejaran este planeta, ¿qué probabilidad tendrían de encontrar otro igual?
— No lo sé; debe haber muchos. Hay cantidad de ellos en la galaxia.
— Pero muy pocos, si es que hay alguno, que les matara en el momento adecuado. He deducido que tú no sabes cuándo vas a morir, y que te gusta que sea así. ¿Has intentado alguna vez enterarte de cómo se sentiría tu amigo Dar bajo tales circunstancias? — Kruger estaba callado; había deducido ya que Dar más bien sentía lástima por el estado humano de eterna incertidumbre. Entonces recordó una de sus numerosas teorías favoritas.
— Admito que Dar ha sido educado toda su vida en la idea de que morir en un momento determinado es natural e inevitable, pero parece ser un simple asunto de educación; a algunos de su raza parece agradarles la idea de una vida más larga.
— No te dijeron eso en las Murallas de Hielo — Kruger eligió interpretar esta respuesta como un reconocimiento de que tenía razón.
— No tenían que hacerlo; no estoy ciego. Toda la gente de Dar Lang Ahn, incluso su familia aquí, tienen el mismo tamaño… y la misma edad. Sus Profesores son también del mismo tamaño, aunque mucho mayores que Dar. No hacía falta ser un genio para interpretar la historia: o esta gente crece durante sus vidas o ese momento de la muerte de que habla usted les llega antes de completar totalmente su crecimiento. Algunos sobreviven ese momento y siguen creciendo. Son los Profesores.
— Tienes bastante razón en los temas principales, pero creo que tus insinuaciones acerca de la actitud de los Profesores de prolongar sus vidas deben ser supuestas.
¿Preguntaste realmente a alguien en las Murallas de Hielo quiénes serán sus Profesores durante la próxima época de vida?
— ¿Qué quiere decir? Hablé con muchos de sus Profesores.
— ¡Pero seguro que no crees que el presente grupo de Profesores sobrevivirá este momento de muerte! El hecho de que sean todos del mismo tamaño, como dijiste, debe demostrártelo. El próximo grupo saldrá de entre la gente que empezó a vivir en el mismo momento que Dar Lang Ahn.
— Pero ¿cómo se les eligió? ¿Por qué no puede Dar ser de ellos?
— Puede, pero estoy seguro de que no lo desea. Las Murallas de Hielo son el único lugar de Abyormen donde los de su clase pueden vivir en el tiempo que mi gente domina el planeta. Simplemente, no pueden dar acomodo a toda la raza; hay que hacer alguna selección. Como hace falta un largo entrenamiento, se les selecciona cuando son jóvenes.
— Usted sugirió que los elegidos no están muy contentos. Encuentro eso difícil de creer.
— Un Profesor elegido lo acepta por sentido del deber. Vivir más del tiempo natural es un castigo; viste que los Profesores en las Murallas de Hielo se movían despacio, si es que lo hacían. No los viste a todos; tres de cada cuatro, en este momento, están virtualmente impedidos. Su tamaño aumenta, pero su fuerza no guarda relación con él.
Sus articulaciones se entumecen, su digestión es pesada. Los males físicos aparecen de forma que convierten la vida más en una carga que en un placer. Aceptan esto porque si no lo hicieran cada nuevo grupo de su gente tendría que empezar desde el principio, y este mundo, durante el tiempo de su vida, estaría habitado sólo por animales salvajes.
— ¿Vale esto lo mismo para los Profesores de su raza?
— Efectivamente. Sin embargo, no estoy tan cerca del final de mi deber como los del casquete polar; debo durar casi durante todo el próximo período de vida de mi gente. De momento, la vida no es demasiado mala para mí.
— Pero ¿cuáles son en concreto las diferencias entre sus razas? ¿Cuál es el cambio de condiciones que mata a una y hace crecer a la otra? ¿Afecta esto a alguna otra forma de vida en el planeta?
— La primera pregunta es difícil de responder, a menos que podamos dar por supuestos algunos puntos de mi aspecto, y no veo cómo sería posible. Mi medio tendría que ser separado del tuyo para permitirnos a los dos vivir, y no sé ninguna barrera a través de la cual nos podamos ver — Kruger empezó a sugerir cristal o cuarzo, pero se dio cuenta de que no sabía la palabra para designar ninguna de ambas substancias. Antes de que pudiera inventar una frase para describirlas, la voz siguió — : El cambio de condiciones está casi acabado, pero el factor más importante es la temperatura. Hace mucho más calor — Kruger silbó suavemente — y el aire cambia.
— ¿Respira usted aire o agua, o ambos? — preguntó el chico —. Su ciudad, ¿se extiende dentro del océano?
— Sólo de momento. Cuando vivimos, el océano desaparece casi por completo.
Supongo que viajará en forma de vapor a esa parte de Abyormen donde no brilla ningún sol y que se precipitará en forma líquida o sólida. Por razones bastante obvias, no hemos podido explorar tales regiones, pero el conocimiento de las condiciones de las Murallas de Hielo da validez a esta teoría.
— Pero el sol llamado Arren brilla en las Murallas durante la mayor parte del tiempo.
— En este momento sí; la región mencionada está a un cuarto de planeta del lugar de que hablabas.
— Empiezo a comprender la situación — dijo Kruger —. Ya me había dado cuenta de que Abyormen seguía una órbita bastante excéntrica alrededor de Theer; si lo que dice es correcto, el mismo Theer hace algo parecido alrededor de Arren.
— Eso hemos deducido, aunque el tamaño y forma precisas de su ruta no son aún conocidos con certeza. No hemos sido capaces de crear instrumentos de medida para obtener los valores necesarios. Sin embargo, estamos seguros de que ambos soles son mucho mayores que Abyormen y que están muy lejanos de él, así que parece razonable suponer que es más bien Abyormen y no los soles quien se mueve.
— Puedo ver lo que tiene que pasar en este lugar; supongo que mi última pregunta era innecesaria, ya que si la temperatura cambia como dijo, tiene que afectar a toda la vida del planeta. Me había preguntado la razón de que la mayoría de los árboles y animales de ciertas especies fueran aproximadamente del mismo tamaño; ahora lo veo bastante razonable. La mayoría de ellos deben haber empezado a crecer en el mismo momento, más o menos.
— Supongo que no es éste el caso de tu mundo — estas palabras fueron una especie de pregunta. Kruger pasó algún tiempo describiendo los cambios estacionales de la Tierra y la forma en que las diferentes formas de vida se adaptaban a ellos.