Mientras desayunaban, Marcial, como si estuviese respondiendo a una pregunta, informó de que había telefoneado a los padres para decirles que un trabajo urgente le impediría almorzar con ellos, Marta, a su vez, opinó que el transporte de loza no debería empezar hoy, Así pasaríamos el día juntos, es de suponer que teniendo dos semanas la diferencia de un día no será tan grave, Cipriano Algor observó que también lo había pensado, sobre todo debido al jefe del departamento, que podría telefonear a cualquier hora, Y es necesario que esté aquí para atenderlo. Marta y Marcial se cruzaron una mirada de duda, y él dijo con cautela, Si yo me encontrase en su lugar y sabiendo cómo funciona el Centro, no estaría tan confiado, Acuérdate de que fue él mismo quien admitió la posibilidad de darme la respuesta hoy, Aun así, podían haber sido sólo palabras dichas con la boca pequeña, de esas a las que no se da mucha importancia, No se trata de estar confiado o no, cuando el poder de decidir está en las manos de otras personas, cuando moverlas en un sentido o en otro no depende de nosotros, lo único que resta es aguantar. No tuvieron que esperar mucho tiempo, el teléfono sonó cuando Marta quitaba la mesa. Cipriano Algor se precipitó, tomó el auricular con una mano que temblaba, dijo, Alfarería Algor, al otro lado alguien, secretaria o telefonista, preguntó, Es el señor Cipriano Algor, El mismo, Un momento, le paso al señor jefe de departamento, durante un arrastradísimo minuto el alfarero tuvo que escuchar la música de violines con que se rellenan, con maníaca insistencia, estas esperas, iba mirando a la hija, pero era como si no la viese, al yerno, pero era como si no estuviese allí, de súbito la música cesó, la comunicación se había realizado, Buenos días, señor Algor, dijo el jefe del departamento de compras, Buenos días, señor, ahora mismo le estaba diciendo a mi hija, y a mi yerno, es su día libre, que, habiéndolo prometido, usted no dejaría de telefonear hoy, De las promesas cumplidas conviene hablar mucho para hacer olvidar las veces que no se cumplieron, Sí señor, Estuve estudiando su propuesta, consideré los diversos factores, tanto los positivos como los negativos, Perdone que le interrumpa, creo haber oído hablar de factores negativos, No negativos en el sentido riguroso del término, mejor diré factores que, siendo en principio neutros, podrán llegar a ejercer una influencia negativa, Tengo cierta dificultad en entender, si no le importa que se lo diga, Me estoy refiriendo al hecho de que su alfarería no tiene ninguna experiencia conocida en la elaboración de los productos que propone, Es verdad, señor, pero tanto mi hija como yo sabemos modelar y, puedo decirle sin vanidad, modelamos bien, y si es cierto que nunca nos dedicamos industrialmente a ese trabajo, ha sido porque la alfarería se orientó a la fabricación de loza desde el principio, Comprendo, pero en estas condiciones no era fácil defender la propuesta, Quiere decir, si me autoriza la pregunta y la interpretación, que la defendió, La defendí, sí, Y la decisión, La decisión tomada fue positiva para una primera fase, Ah, muchas gracias, señor, pero tengo que pedirle que me explique eso de la primera fase, Significa que vamos a hacerle un encargo experimental de doscientas figuras de cada modelo y que la posibilidad de nuevos encargos dependerá obviamente de la manera en que los clientes reciban el producto, No sé cómo se lo podré agradecer, Para el Centro, señor Algor, el mejor agradecimiento está en la satisfacción de nuestros clientes, si ellos están satisfechos, es decir, si compran y siguen comprando, nosotros también lo estaremos, vea lo que sucedió con su loza, se dejaron de interesar por ella, y, como el producto, al contrario de lo que ha sucedido en otras ocasiones, no merecía el trabajo ni la inversión de convencerlos de que estaban errados, dimos por terminada nuestra relación comercial, es muy simple, como ve, Sí señor, es muy simple, ojalá estas figurillas de ahora no tengan la misma suerte, La tendrán más tarde o más pronto, como todo en la vida, lo que ha dejado de tener uso se tira, Incluyendo a las personas, Exactamente, incluyendo a las personas, a mí también me tirarán cuando ya no sirva, Usted es un jefe, Soy un jefe, claro, pero sólo para quienes están por debajo de mí, por encima hay otros jueces, El Centro no es un tribunal, Se equivoca, es un tribunal, y no conozco otro más implacable, Verdaderamente, señor, no sé por qué gasta su precioso tiempo hablando de estos asuntos con un alfarero sin importancia, Le observo que está repitiendo palabras que oyó de mí ayer, Creo recordar que sí, más o menos, La razón es que hay cosas que sólo pueden ser dichas hacia abajo, Y yo estoy abajo, No he sido yo quien lo ha puesto, pero está, Por lo menos todavía tengo esa utilidad, pero si su carrera progresa, como sin duda sucederá, muchos más quedarán debajo de usted, Si tal ocurre, señor Cipriano Algor, para mí se volverá invisible, Como dijo usted hace poco, así es la vida, Así es la vida, pero por ahora todavía soy yo quien firmará el encargo, Señor, tengo una cuestión que someter a su criterio, Qué cuestión es ésa, Me refiero a la retirada de la loza, Eso ya está decidido, le he dado un plazo de quince días, Es que se me ha ocurrido una idea, Qué idea, Como nuestro interés, el nuestro y el del Centro, está en despachar el encargo lo más rápidamente posible, ayudaría mucho que pudiésemos alternar, Alternar, Quiero decir, una semana para sacar de ahí la loza, otra para trabajar en las estatuillas, y así sucesivamente, Pero eso significaría que tardaría un mes en limpiarme el almacén, en vez de quince días, Sí, sin embargo, ganaríamos tiempo para ir adelantando el trabajo, Dijo una semana loza, otra semana estatuillas, Sí señor, Hagámoslo entonces de otra manera, la primera semana será para las figuras, la siguiente para la loza, en el fondo es una cuestión de psicología aplicada, construir siempre es más estimulante que destruir, No me atrevía a pedirle tanto, señor, es mucha bondad la suya, Yo no soy bueno, soy práctico, cortó el jefe de compras, Tal vez la bondad también sea una cuestión práctica, murmuró Cipriano Algor, Repita, no he entendido bien lo que ha dicho, No haga caso, señor, no era importante, Sea como sea, repita, Dije que tal vez la bondad sea también una cuestión práctica, Es una opinión de alfarero, Sí señor, pero no todos los alfareros la tendrían, Los alfareros se están acabando, señor Algor, Opiniones de éstas, también. El jefe del departamento no respondió en seguida, estaría pensando si valdría la pena seguir divirtiéndose con esta especie de juego del gato y el ratón, pero su posición en el mapa orgánico del Centro le recordó que las configuraciones jerárquicas se definen y se mantienen por y para ser escrupulosamente respetadas, y nunca excedidas o pervertidas, sin olvidar que tratar a los inferiores o subalternos con excesiva confianza siempre va minando el respeto y acaba en licencias, o, queriendo usar palabras más explícitas, sin ambigüedad, insubordinación, indisciplina y anarquía. Marta, que desde hace algunos momentos porfiaba en atraer la atención del padre sin conseguirlo, tan absorto estaba en la disputa verbal, garabateó velozmente en un papel dos preguntas en grandes letras y ahora se las ponía delante de la nariz, Cuáles, Cuántas. Al leerlas, Cipriano Algor se llevó la mano desocupada a la cabeza, su distracción no tenía disculpa, mucho hablar por hablar, mucho argumentar y contraargumentar, y de lo que realmente le interesaba saber sólo conocía una parte, y eso porque el jefe del departamento lo había dicho, a saber, que serían doscientas figuras de cada modelo las encargadas. El silencio no duró tanto cuanto probablemente estará pareciendo, pero hay que volver a recordar que en un instante de silencio, incluso más breve que éste, pueden ocurrir muchas cosas, y cuando, como en el caso presente, es necesario enumerarlas, describirlas, explicarlas para que se llegue a comprender algo que valga la pena del sentido que tengan cada una por sí y todas juntas, en seguida aparecerá alguien esgrimiendo que es imposible, que no cabe el mundo por el ojo de una aguja, cuando lo cierto es que cupo el universo, y mucho más cabría, por ejemplo, dos universos. Pero, usando un tono circunspecto, para que el despertar del dragón durmiente no sea demasiado brusco, es ya tiempo de que Cipriano Algor murmure, Señor, tiempo también de que el jefe del departamento de compras ponga punto final y remate una conversación de la que mañana, por las razones arriba expuestas, tal vez venga a arrepentirse y quiera dar por no sucedida, Bueno, estamos de acuerdo, pueden comenzar el trabajo, la hoja de pedido sale hoy mismo, y, finalmente, tiempo de que Cipriano Algor diga que falta por resolver todavía un pormenor, Y qué pormenor es ése, Cuáles, señor, Cuáles, qué, habló de un pormenor, no de varios, Cuáles de las seis figuras va a encargar, es eso lo que me falta saber, Todas, respondió el jefe de compras, Todas, repitió estupefacto Cipriano Algor, pero el otro ya no lo oía, había colgado. Aturdido, el alfarero miró a la hija, después al yerno, Nunca esperé, he oído lo que he oído y no lo creo, dice que va a encargar doscientas de todas, De las seis, preguntó Marta, Creo que sí, fue eso lo que dijo, todas. Marta corrió hacia el padre y lo abrazó con fuerza, sin una palabra. Marcial también se aproximó al suegro, Las cosas, a veces, van mal, pero después llega un día que sólo trae noticias buenas. Si estuviese Cipriano Algor apenas un pelín más interesado en lo que se decía, si no lo distrajese la alegría del trabajo ahora garantizado, ciertamente no dejaría de querer saber de qué otra u otras buenas noticias había sido este día portador. Por otra parte, el pacto de silencio hace pocas horas acordado entre los prometidos padres casi se rompe allí, de eso se dio cuenta Marta al mover los labios como para decir, Padre, me parece que estoy embarazada, sin embargo consiguió retener las palabras. No lo percibieron Marcial, firme en el compromiso asumido, ni Cipriano, inocente de cualquier sospecha. Es verdad que una tal revelación sólo podría ser obra de quien, además de saber leer los labios, habilidad relativamente común, fuese también capaz de prever lo que ellos van a pronunciar cuando la boca apenas comienza a entreabrirse. Tan raro es este mágico don como aquel otro, en otro lugar hablado, de ver el interior de los cuerpos a través del saco de piel que los envuelve. Pese a la seductora profundidad de ambos temas, propicia a las más suculentas reflexiones, tenemos que abandonarlos inmediatamente para prestar atención a lo que Marta acaba de decir, Padre, haga las cuentas, seis veces doscientos son mil doscientos, vamos a tener que entregar mil doscientas figuras, es mucho trabajo para dos personas y poquísimo tiempo para hacerlo. Lo exagerado del número empalideció la otra buena noticia del día, la probabilidad de un hijo de Marcial y Marta, tenida por cierta, perdió de súbito fuerza, volvió a ser la simple posibilidad de todos los días, el efecto ocasional o intencionado de haberse reunido sexualmente, por vías que llamamos naturales y sin tomar precauciones, un hombre y una mujer. Dijo el guarda interno Marcial Gacho, medio serio medio jocoso, Presiento que a partir de ahora desapareceré del paisaje, espero que al menos no se olviden de que existo, Nunca exististe tanto, respondió Marta, y Cipriano Algor dejó durante un momento de pensar en los mil doscientos muñecos para preguntarse a sí mismo qué estaría queriendo ella decir.
Así que los que viven en el Centro también mueren, dijo Cipriano Algor al entrar en casa con el perro detrás después de haber llevado al yerno a sus obligaciones, Supongo que nadie se habrá imaginado alguna vez lo contrario, respondió Marta, todos sabemos que tienen dentro su propio cementerio, El cementerio no se ve desde la calle, pero el humo, sí, Qué humo, El del crematorio, En el Centro no hay crematorio, No había, pero ahora hay, Quién lo ha dicho, Tu Marcial, cuando entramos en la avenida vi humo saliendo del tejado, era algo de lo que se venía hablando, y se ha cumplido, Marcial me dijo que empezaban a tener problemas de espacio, Lo que me extraña es el humo, casi apostaría a que la tecnología actual ya lo había eliminado, Estarían haciendo experimentos, quemando otras cosas, tal vez cachivaches pasados de moda, como nuestros platos, Deje de pensar en los platos, tenemos mucho trabajo a la espera, He venido lo más deprisa posible, sólo fue dejar a Marcial en la puerta y volver, respondió Cipriano Algor. Omitía el pequeño desvío que le había permitido pasar por delante de la casa de Isaura Estudiosa y no se percataba de que sus palabras sonaban a justificación improvisada, o quizá sabiendo que lo eran, no conseguía evitarlo. Es cierto que le faltó coraje para detener la furgoneta y llamar a la puerta de la viuda de Joaquín Estudioso, pero ésa no fue la única razón por la que, usando una expresión fuerte, se acobardó, lo que temió sobre todo fue el ridículo de encontrarse delante de la mujer sin saber qué decirle y, como tabla de salvación, acabar preguntándole por el cántaro. Una importante duda quedará sin aclaración para siempre jamás, esto es, si Cipriano Algor, en el caso de haber podido hablar aunque fuera dos minutos con Isaura Estudiosa, hubiera entrado en casa hablando de muertos, humos y crematorios, o si, al contrario, el placer de una amena conversación entre puertas habría hecho acudir a su espíritu algún tema más apacible, como el regreso de las golondrinas o la abundancia de flores que ya se observa en los campos. Marta dispuso sobre la mesa de la cocina los seis diseños de la última fase preparatoria, por orden de elección, el bufón, el payaso, la enfermera, el esquimal, el mandarín, el asirio de barbas, iguales en todo a aquellos que fueron conducidos al tribunal del jefe del departamento, una u otra diferencia de pormenor, ligerísimas, no bastan para considerarlos versiones diferentes de las mismas propuestas. Marta empujó una silla para que el padre se sentase, pero él se quedó de pie. Apoyaba las manos en la tabla de la mesa, miraba las figuras una tras otra, finalmente dijo, Es una pena que no tengamos también la visión de perfil, Para qué, Nos daría una noción más precisa de cómo los debemos fabricar, Mi idea, recuerde, fue modelarlos desnudos y después vestirlos, No creo que sea una buena solución, Por qué, Estás olvidando que son mil doscientos, Sí, lo sé, son mil doscientos, Modelar mil doscientas estatuillas desnudas y luego vestirlas una por una sería hacer y volver a hacer, significaría el doble de trabajo, Tiene razón, fui una estúpida por no haberlo pensado, Si vamos a eso, fui tan estúpido como tú, creíamos que el Centro no escogería más que tres o cuatro figuras, y ni se nos pasó por la cabeza que el primer encargo fuese tan abultado, Por tanto, sólo tenemos una manera, dijo Marta, Exactamente, Modelar los seis muñecos que servirán para los moldes, cocerlos, hacer las cajas, decidir si vamos a trabajar con barbotina de relleno o con lecho de barro, Para la barbotina no me creo que tengamos experiencia suficiente, saber teóricamente cómo se hace no basta, aquí siempre trabajamos a dedo, dijo Cipriano Algor, Sea entonces a dedo, En cuanto a las cajas, se encargan a un carpintero, Hay que dibujar los perfiles, dijo Marta, y también los dorsos, claro está, Vas a tener que inventar, No será complicado, bastarán algunas líneas simples que guíen lo esencial del modelado. Eran dos generales pacíficos estudiando el mapa de operaciones, elaborando la estrategia y la táctica, calculando los costos, evaluando los sacrificios. Los enemigos que abatir son estos seis muñecos, medio serios medio grotescos, hechos de papel pintado, habrá que forzarlos a la rendición por las armas del barro y del agua, de la madera y del yeso, de las pinturas y del fuego, y también por el mimo incansable de las manos, que no sólo para amar se necesitan ellas y él. Entonces Cipriano Algor dijo, Hay una cosa a la que tendremos que prestar atención, que el molde tenga sólo dos táceles, uno más nos complicaría el trabajo, Creo que dos serán suficientes, estas figurillas son simples, frente y espalda, y ya está, no quiero ni imaginar las dificultades si tuviéramos que atrevernos con el alabardero o el maestro de esgrima, con el labrador o el flautista, o el lancero a caballo, o el mosquetero con sombrero de plumas, dijo Marta, O el esqueleto con alas y guadaña, o la santísima trinidad, dijo Cipriano Algor, Tenía alas, A cuál de los dos te refieres, Al esqueleto, Tenía, aunque no comprendo por qué diablo la representan alada si está en todas partes, incluso en el Centro, como esta mañana se ha visto, Supongo que es de su tiempo, señaló Marta, el dicho de que quien habla de barcos quiere embarcar, Ése no es de mi tiempo, es del tiempo de tu bisabuelo, que nunca vio el mar, si el nieto habla tanto de barco es para no olvidarse de que no quiere viajar en él, Tregua, señor padre, No veo la bandera blanca, Aquí la tiene, dijo Marta y le dio un beso. Cipriano Algor reunió los diseños, el plan de batalla estaba trazado, no faltaba nada más que tocar el cornetín y dar la orden de asalto, Adelante, manos a la obra, pero en el último instante vio que le faltaba un clavo a la herradura de un caballo del estado mayor, bien pudiera suceder que la suerte de la guerra acabe dependiendo de ese caballo, de esa herradura y de ese clavo, es sabido que un caballo cojo no lleva recados, o, si los lleva, se arriesga a dejarlos por el camino. Todavía hay otra cuestión, y espero que sea la última, dijo Cipriano Algor, Qué se le ha ocurrido ahora, Los moldes, Ya hablamos de los moldes, Hablamos de las madres de los moldes, sólo de las madres, y ésas son para guardar, de lo que se trata es de los moldes de uso, no se puede pensar en moldear doscientos muñecos con un solo molde, no aguantaría mucho tiempo, comenzaríamos con un payaso sin barba y acabaríamos con una enfermera barbuda. Marta desvió los ojos al oír las primeras palabras, sentía que la sangre le estaba subiendo a la cara y que nada podía hacer para obligarla a regresar a la espesura protectora de las venas y de las arterias, ahí donde la vergüenza y el pudor se disfrazan de naturalidad y ligereza, la culpa la tenía aquella palabra, madre, y las otras que de ella nacen, maternidad, materno, maternal, la culpa la tenía su silencio, Por ahora no le hablaremos de esto a mi padre, dijera, y ahora no podía quedarse callada, es cierto que un atraso de dos días, o tres, contando con éste, no es nada para la mayoría de las mujeres, pero ella siempre había sido exacta, matemática, regularísima, un péndulo biológico, por así decirlo, si albergase la más mínima duda en su espíritu no se lo habría comunicado en seguida a Marcial, y ahora qué hacer, el padre está a la espera de una respuesta, el padre la está mirando con aire de extrañeza, ni siquiera había sonreído a su chiste sobre la enfermera barbuda, simplemente no lo oyó, Por qué te sonrojas, imposible responderle que no es verdad, que no está sonrojándose, dentro de poco, sí, podría decirlo, porque de súbito empalidecerá, contra esta sangre delatora y sus maneras opuestas de acusar no hay otro amparo que una confesión completa, Padre, creo que estoy embarazada, dijo, y bajó los ojos. Las cejas de Cipriano Algor se irguieron de golpe, la expresión del rostro pasó de la extrañeza a una perplejidad sorprendida, a la confusión, luego pareció que buscaba las palabras más adecuadas a la circunstancia, pero sólo encontró éstas, Por qué me lo dices ahora, por qué me lo dices así, claro que ella no va a responder Me he acordado de pronto, para fingimientos ya basta, Porque ha dicho la palabra madre, He dicho esa palabra, Sí, hablando de los moldes, Es verdad, tienes razón. El diálogo se deslizaba rápidamente hacia el absurdo, hacia lo cómico, Marta sentía unas ganas locas de reír, pero de repente se le saltaron las lágrimas, los colores le volvieron al rostro, no es inusual que dos temblores tan opuestos, tan contradictorios como éstos, tengan modos parecidos de manifestarse, Creo que sí, padre, creo que estoy embarazada, Todavía no tienes la certeza, Sí, tengo la certeza, Por qué dices entonces que crees, Qué sé yo, perturbación, nerviosismo, es la primera vez que me sucede, Marcial ya lo sabe, Se lo dije cuando llegó, Por eso estabais tan diferentes de lo habitual ayer por la mañana, Qué ocurrencia, eso fue una impresión suya, estábamos como siempre, Si te figuras que tu madre y yo nos quedamos como siempre en tu primer día, Claro que no, perdone. La interrogación que Marta veía aproximarse desde el principio de la conversación acabó llegando, Y por qué no me lo habías dicho antes, Preocupaciones, padre, ya tiene, y de sobra, Me ves con cara de preocupado ahora que ya lo sé, preguntó Cipriano Algor, Tampoco parece muy contento, observó Marta, intentando desviar el curso de la fatalidad, Estoy contento por dentro, muy contento incluso, pero seguro que no esperas que me ponga a bailar, no es mi estilo, Le he hecho daño, Me has hecho daño, sí, pero si no hubiese usado la palabra madre, cuánto tiempo seguiría ignorando que mi hija está embarazada, durante cuánto tiempo te miraría sin saber que, Padre, por favor, Probablemente hasta que se te notase, hasta que comenzases a tener náuseas, entonces sería yo quien te preguntaría si estás-enfer-ma-andas-con-la-barriga-hinchada, y tú responderías qué-disparate-padre-estoy-embarazada-no-se-lo- había-dicho-porque-se-me-olvidó, Padre, por favor, repitió Marta ya llorando, hoy no debería ser un día de lágrimas, Tienes razón, estoy siendo egoísta, No es eso, Estoy siendo egoísta, pero por mucho que me esfuerce no consigo entender por qué no me lo dijiste, hablaste de preocupaciones, mis preocupaciones son igualitas que las tuyas, la loza, las figurillas, el futuro, quien comparte una cosa también comparte la otra. Marta se pasó rápidamente los dedos por las mejillas mojadas, Había una razón, dijo, pero fue una niñería mía, imaginar sentimientos que lo más probable es que no existan, y si existen no tengo que meterme donde no soy llamada, Qué historia es ésa, qué quieres decir, preguntó Cipriano Algor, pero el tono de su voz se había alterado, la alusión a unos indefinidos sentimientos de cuya existencia ora se duda, ora se cree, lo perturbaba, Hablo de Isaura Estudiosa, avanzó Marta como si estuviese empujándose a sí misma a un baño de agua fría, Qué, exclamó el padre, Pensé que si está interesado en ella, como a veces me parece, llegar diciéndole que está esperando un nieto podría, comprendo que es un escrúpulo absurdo, pero no pude evitarlo, Podría, qué, No sé, hacerle caer en la cuenta, quizá hacerle notar que, Que es imbécil y ridículo, Esas palabras son suyas, no mías, Dicho con otros términos, el vejestorio viudo que andaba por ahí exhibiéndose, echándole miradas tiernas a una mujer viuda como él, pero de las jóvenes, y de pronto aparece la hija del vejestorio dándole la noticia de que va a ser abuelo, que es como quien dice acaba con eso, tu tiempo ya no da para más, limítate a pasear al nietito y a alzar las manos al cielo por haber vivido tanto, Oh, padre, Será muy difícil que me convenzas de que no había algo parecido a esto tras la decisión de callarte lo que me deberías haber contado en seguida, Por lo menos, no tuve mala intención, Sólo faltaba que la tuvieses, Le pido perdón, murmuró Marta hundida, y el llanto regresó irreprimible. El padre le pasó despacio las manos por el pelo, dijo, Déjalo, el tiempo es un maestro de ceremonias que siempre acaba poniéndonos en el lugar que nos compete, vamos avanzando, parando y retrocediendo según sus órdenes, nuestro error es imaginar que podemos buscarle las vueltas. Marta tomó la mano que se retiraba, la besó, apretándola con fuerza contra los labios, Disculpe, disculpe, repetía, Cipriano Algor quiso consolarla, pero las palabras que le salieron, Déjalo, en el fondo nada tiene importancia, no fueron seguramente las más adecuadas para su propósito. Salió a la explanada confundido por el inevitable pensamiento de que había sido injusto con la hija, y, más todavía, consciente de que acababa de decir de sí mismo sólo lo que hasta hoy se había negado a admitir, que su tiempo de hombre llegaba a su fin, que durante estos días la mujer llamada Isaura Estudiosa no había sido sino una fantasía de su cabeza, un engaño voluntariamente aceptado, una última invención del espíritu para consuelo de la triste carne, un efecto abusivo de la desmayada luz crepuscular, un soplo efímero que pasa y no deja rastro, la gota minúscula de lluvia que cae y en breve se seca. El perro Encontrado notó que otra vez el dueño no estaba en el mejor de los ánimos, todavía ayer, cuando fue a buscarlo al horno, se extrañó de la expresión ausente de quien considera agradable pensar en cosas que cuesta entender. Le tocó la mano con la nariz fría y húmeda, alguien ya debería haber enseñado a este animal primitivo a levantar la pata delantera como acaban siempre haciendo con naturalidad los perros instruidos en preceptos sociales, además, no se conoce otra manera de evitar que la amada mano del amo huya bruscamente al contacto, prueba final de que no todo está resuelto en la relación entre las personas humanas y las personas caninas, tal vez esa humedad y esa frialdad despierten viejos miedos en la parte más arcaica de nuestros cerebros, la viscosidad indeleble de una babosa gigante, el gélido y ondulante deambular de una serpiente, el aliento glacial de una gruta poblada por seres de otro mundo. Tanto es así que Cipriano Algor retiró con presteza la mano, aunque el hecho de haber acariciado en seguida la cabeza de Encontrado, siendo obviamente una petición de disculpa, deba ser interpretado como señal de que tal vez un día deje de reaccionar así, suponiendo, claro está, que el tiempo de vida en común de ambos venga a ser tan dilatado que pueda convertir en hábito lo que por ahora todavía se manifiesta como instintiva repulsión. El perro Encontrado está incapacitado para comprender estos melindres, el uso que hace de la nariz es algo instintivo, que le viene de la naturaleza, luego más saludablemente auténtico que los apretones de manos de los hombres, por muy cordiales que nos parezcan a la vista y al tacto. Lo que el perro Encontrado quiere saber es adonde irá el dueño cuando se decida a salir de la inmovilidad medio absorta en que lo ve. Para hacerle comprender que está esperando una decisión, repite el toque de nariz, y como Cipriano Algor, a continuación, comenzó a andar hacia el horno, el espíritu animal, que, por mucho que se proteste, es el más lógico de cuantos espíritus se encuentran en el mundo, hizo que Encontrado concluyera que en la vida de los humanos una vez no basta. Mientras Cipriano Algor se sentaba pesadamente en el banco de piedra, el perro se dedicó a olfatear la piedra gruesa bajo la que apareció la lagartija, pero las transparentes preocupaciones del dueño tuvieron más poder en su ánimo que la seducción de una dudosa caza, por eso no tardó mucho en tumbarse delante de él, preparado para una interesante conversación. La primera palabra que el alfarero pronunció, Se acabó, precisa y lacónica como una sentencia sin considerandos, no parecía enunciar desenlaces ulteriores, sin embargo, en casos de éstos, lo más productivo para un perro es siempre mantenerse en silencio durante el tiempo necesario hasta que el silencio de los dueños se canse, los perros saben perfectamente que la naturaleza humana es parlanchina por definición, imprudente, indiscreta, chismosa, incapaz de cerrar la boca y dejarla cerrada. En realidad nunca lograremos imaginar la profundidad abisal que puede alcanzar la introspección de un animal de éstos cuando se pone a mirarnos, creemos que está haciendo simplemente eso, mirarnos, y no nos damos cuenta de que sólo parece estar mirándonos, cuando lo cierto es que nos ha visto y después de habernos visto se ha marchado, dejándonos braceando como idiotas en la superficie de nosotros mismos, salpicando de explicaciones falaces e inútiles el mundo. El silencio del perro y aquel famoso silencio del universo al que en otra ocasión se hizo teológica referencia, pareciendo de comparación imposible por ser tan desproporcionadas las dimensiones materiales y objetivas de uno y de otro, son, a fin de cuentas, igualitos en densidad y peso específico a dos lágrimas, la diferencia está en el dolor que las hizo brotar, resbalar y caer. Se acabó, volvió a decir Cipriano Algor, y Encontrado ni siquiera pestañeó, demasiado bien sabía él que lo que había acabado no era el abastecimiento de cacharrería al Centro, eso ya pasó a la historia, el caso de ahora tiene que ver con faldas, y no pueden ser otras que las de aquella Isaura Estudiosa que había visto desde la furgoneta cuando el dueño le llevó el cántaro, mujer bonita tanto de cara como de figura, aunque deba observarse que esta opinión no la formuló Encontrado, eso de feo y bonito son cosas que no existen para él, los cánones de belleza son ideas humanas, Incluso siendo el más feo de los hombres, diría el perro Encontrado de su dueño, si hablase, tu fealdad no tendría ningún sentido para mí, sólo te extrañaría si tuvieras otro olor, o pasaras de otra manera la mano por mi cabeza. El inconveniente de las divagaciones está en la facilidad con que pueden distraer por caminos desviados al divagante, haciéndole perder el hilo de las palabras y de los acontecimientos, como le acaba de suceder a Encontrado, que alcanzó la frase siguiente de Cipriano Algor cuando ya iba por la mitad, ésa es la razón, como se va a notar, de que le falte la mayúscula, no la buscaré más, remató el alfarero, claro está que no se refería a la dicha mayúscula, ya que no las usa cuando habla, sino a la mujer llamada Isaura Estudiosa, con quien, a partir de este momento, renunció a tener trato de cualquier especie, Andaba procediendo como un niño tonto, a partir de ahora no la buscaré más, ésta fue la frase completa, pero el perro Encontrado, sin atreverse a dudar de lo poco que había oído, no puede dejar de percibir que la melancolía de la cara del dueño contrariaba abiertamente la determinación de las palabras, aunque nosotros sabemos que la decisión de Cipriano Algor es firme, Cipriano Algor no buscará más a Isaura Estudiosa, Cipriano Algor está agradecido a la hija por hacerle ver la luz de la razón, Cipriano Algor es un hombre hecho, rehecho y todavía no deshecho, no uno de esos adolescentes alocados que, porque están en la edad de los entusiasmos irreflexivos, se pasan el tiempo corriendo detrás de fantasías, nieblas e imaginaciones, y no desisten de ellas ni siquiera cuando se dan con la cabeza y los sentimientos que creían tener contra el muro de los imposibles. Cipriano Algor se levantó del banco de piedra, parecía que le costaba izar su propio cuerpo de allí, no es de extrañar, que no es lo mismo el peso que el hombre siente y el que la mecánica de la balanza registraría, unas veces de más, otras veces de menos. Cipriano Algor va a entrar en casa, pero, al contrario de lo que quedó anunciado antes, no agradecerá a la hija que le hiciera ver la luz de la razón, no se puede pedir tanto a un hombre que acaba de renunciar a un sueño, aunque sea de tan poco alcance como era éste, una simple vecina viuda, dirá, sí, que va a encargar las cajas al carpintero, no es que sea lo más urgente que hay que hacer, pero algún tiempo se adelantará, que en materia de plazos nunca los carpinteros ni los sastres han sido de fiar, por lo menos era así en el tiempo antiguo, con la ropa de confección y el hágalo-usted-mismo el mundo ha cambiado mucho. Todavía está enfadado conmigo, preguntó Marta, No me he enfadado, fue sólo una pequeña decepción, pero no vamos a quedarnos hablando de este asunto el resto de la vida, Marcial y tú vais a tener un hijo, yo voy a tener un nieto, y todo irá bien, cada cosa en su lugar, ya era hora de que se acabaran las fantasías, cuando vuelva nos sentamos a planificar el trabajo, tendremos que aprovechar al máximo esta semana, la próxima estaré ocupado con el transporte de la loza, por lo menos una buena parte del día, Llévese la furgoneta, dijo Marta, evítese el cansancio, No merece la pena, la carpintería no está lejos. Cipriano Algor llamó al perro, Vamos, bicho, y Encontrado fue detrás, Puede ser que la encuentre, pensaba. Los perros son así, cuando les da por tal, piensan por cuenta de los dueños.