La hora del Diablo - Pessoa Fernando 2 стр.


"La más alta iniciación acaba con la pregunta encarnada de si hay algo que exista. El más alto amor es un gran sueño, como aquel en que amamos dormir. A veces yo mismo, que debiera ser un alto iniciado, pregunto, a lo que en mí hay de más allá de Dios, si todos estos dioses y todos estos astros no serán más que sueños de sí mismos, grandes olvidos del abismo.

"No se asombre de que así le hable. Soy naturalmente poeta, porque soy la verdad hablando por error, y toda mi vida, al fin y al cabo, es un sistema especial de moral velado en alegoría e ilustrado por símbolos [19].

– No (dijo ella riendo) siempre ha de haber una religión verdadera… Sí (riendo más) o entonces son todas falsas.

– Señora mía, todas las religiones son verdaderas, por más opuestas que parezcan entre sí. Son símbolos diferentes de la misma realidad, son como la misma frase dicha en vanas lenguas; de suerte que no se entienden entre sí los que están diciendo lo mismo. Cuando un pagano dice Júpiter y un cristiano dice Dios, están poniendo la misma emoción en términos diversos de la inteligencia: están pensando de manera diferente la misma intuición. El reposo de un gato al sol es lo mismo que la lectura de un libro. Un salvaje mira la tormenta del mismo modo que un judío a Jehová; un salvaje mira el sol del mismo modo que un cristiano a Cristo. ¿Y por qué, señora mía? Porque trueno y Jehová, sol y cristiano, son símbolos diversos de lo mismo [20].

"Vivimos en este mundo de los símbolos, en el mismo templo claro y oscuro… tiniebla visible, por así decir [21], y cada símbolo es una verdad sustituible a la verdad hasta que el tiempo y las circunstancias restituyan la verdadera [22].

– Corrompo pero ilumino [23]. Soy la Estrella Brillante de la Mañana… frase, además, que se aplicó dos veces, no sin criterio o entendimiento, a otro que no parece yo [24].

– Mi marido me dijo una vez que Cristo era el símbolo del sol…

– Sí, señora mía. ¿Y por qué no será verdad lo contrario: que el sol es el símbolo de Cristo?

– Pero usted da vuelta todo…

– Es mi deber, señora mía. No soy, como dijo Goethe, el espíritu que niega, sino el espíritu que contraría.

– Contrariar es feo…

– Contrariar actos, sí… Contrariar ideas, no.

– ¿Y por qué?

– Porque contrariar actos, por malos que sean, es estorbar el giro del mundo, que es acción. Pero contrariar ideas es hacer que nos abandonen, y se caiga en el desaliento y de allí en el sueño, y por lo tanto se pertenezca al mundo [25].

– Hay, señora mía, con respecto a lo que sucede en este mundo, tres teorías distintas: que todo es obra del Azar, que todo es obra de Dios, y que todo es obra de varias cosas, combinadas o entrecruzadas. Pensamos, en general, en función de nuestra sensibilidad, y por eso todo se nos vuelve un problema del bien y del mal; hace mucho que yo mismo sufro grandes calumnias a causa de esa interpretación. Parece que todavía no se le ha ocurrido a nadie que las relaciones entre las cosas… suponiendo que haya cosas y relaciones… son demasiado complicadas para que algún dios o diablo las explique, o las expliquen ambos [26].

– Soy el maestro lunar de todos los sueños, el músico solemne de todos los silencios. ¿Recuerda lo que ha pensado cuando, sola, está ante un gran paisaje de arboledas y de luz de luna? No recuerda, porque pensó en mí, y, debo decirlo, en verdad no existo. Si existe algo, no sé.

"Las aspiraciones vagas, los deseos fútiles, los tedios de lo vulgar, aun cuando lo amamos, los odios por lo que no odia… todo eso es obra mía, nacida de cuando, echado a la orilla de grandes ríos del abismo, pienso que tampoco sé nada. Entonces mi pensamiento desciende, efluvio vago, a las almas de los hombres, y ellos se sienten diferentes de sí mismos.

"Soy el eterno Diferente, el eterno Aplazado, el Superfluo del Abismo. Quedé fuera de la Creación. Soy el Dios de los mundos que fueron antes del Mundo; los reyes de Edom que reinaron poco antes de Israel. Mi presencia en este universo es la de quien no fue invitado. Traigo conmigo memorias de cosas que no llegaron a ser pero que estuvieron por ser. (Entonces la faz no veía la faz, y no había equilibrio.)

"La verdad, no obstante, es que no existo… ni yo, ni ninguna otra cosa. Todo este universo, y todos los otros universos, con sus diversos creadores y sus diversos Satanes, más o menos perfectos y diestros, son vacíos dentro del vacío, nadas que giran, satélites, en la órbita inútil de ninguna cosa [27].

– No hablo contigo sino con tu hijo…

– No tengo hijo… Es decir, voy a tenerlo dentro de seis meses, si Dios quiere…

– Es con él que estoy hablando… ¿Dentro de seis meses? ¿Seis meses de qué?

– ¡¿De qué?! Seis meses…

– ¿Seis meses solares? Ah, sí. Pero la gravidez se cuenta por meses lunares, y yo mismo no puedo contar sino por meses de luna, que es mi hija, es decir, es mi cara vista en las aguas del caos. Con la gravidez y todas las porquerías de la Tierra no tengo nada que ver, ni sé por qué gracia fueron a medir esas cosas por las leyes de la luna que suministré. ¿Por qué no dispusieron otra medida? ¿Para qué necesitaba el omnipotente mi trabajo? [28]

– Desde el principio del mundo me insultan y me calumnian. Los mismos poetas -por naturaleza mis enemigos- que me defienden, no me han defendido bien. Uno -un inglés llamado Milton- me hizo perder, con compañeros míos, una batalla indefinida que nunca se libró. Otro -un alemán llamado Goethe- me dio un papel de alcahuete en una tragedia de aldea. Pero yo no soy lo que piensan. Las Iglesias me aborrecen. Los creyentes tiemblan ante mi nombre. Pero tengo, quieran que no, un papel en el mundo. Ni soy el rebelde contra Dios, ni el espíritu que niega. Soy el Dios de la Imaginación, perdido porque no creo. Es por mí que, de niña, soñaste aquellos sueños que son juguetes; es por mí que, ya de mujer, tuviste para abrazar de noche a los príncipes y los dominadores que duermen en el fondo de esos sueños. Soy el Espíritu que crea sin crear, cuya voz es un humo y cuya alma es un error. Dios me creó para que yo lo imitara de noche. Él es el Sol, yo soy la Luna. Mi luz se cierne sobre todo cuanto es fútil o acabado, fuego fatuo, riberas de río, pantanos y sombras.

"¿Qué hombre posó sobre tus senos aquella mano que fue mía? ¿Qué beso te dieron que fuese igual al mío? Cuando, en las grandes tardes calientes, soñabas tanto que soñabas soñar, ¿no viste pasar, en el fondo de tus sueños, una figura velada y rápida, la que te daría toda la felicidad, la que te besaría indefinidamente? Era yo.

"Soy yo. Soy aquel que siempre procuraste y nunca podrás hallar. Tal vez, en el fondo inmenso del abismo, el propio Dios [29] me busque, para que yo lo complete, pero la maldición del Dios Mayor -el Saturno de Jehová- planea sobre él y sobre mí, nos separa, cuando debería unirnos, para que la vida y lo que deseamos de ella fueran una sola cosa.

"El anillo que usas y amas, la alegría de un pensamiento vago, el sentir que estás bien en el espejo en que te ves… No te engañes: no eres tú; soy yo. Soy yo, que ato bien todos los lazos con que se decoran las cosas, que dispongo bien los colores con [que] se ornan las cosas. De todo cuanto no vale la pena ser yo hago mi dominio y mi imperio, señor absoluto del intersticio y del intermedio, de lo que en la vida no es vida. Como la noche es mi remo, el sueño es mi dominio. Lo que no tiene peso ni medida… eso es mío [30].

“Los problemas que atormentan a los hombres son los mismos problemas que atormentan a los dioses. Lo que está abajo es como lo que está arriba, dijo Hermes Tres Veces Máximo, que, como todos los fundadores de religiones, se acordó de todo, menos de existir. Cuántas veces Dios me dijo, citando a Antero de Quental: "¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¿Y quién soy yo?".

"Todo es símbolo y atraso, y nosotros, los que somos dioses, no tenemos más que un grado más alto en una Orden cuyos Superiores Incógnitos no sabemos quiénes son. Dios es el segundo en la Orden Manifiesta, y no me dice quién es el Jefe de la Orden, el único que conoce -se conoce- a los Jefes Secretos. Cuántas veces Dios me dijo: "Hermano, no sé quién soy".

"Tenéis la ventaja de ser hombres, y creo a veces, desde el fondo de mi cansancio de todos los abismos, que más vale la calma y la paz de una noche de la familia junto al hogar que toda esta metafísica de los misterios a que nosotros, los dioses y los ángeles, estamos condenados por sustancia. Cuando, a veces, me inclino sobre el mundo, veo a lo lejos, yéndose del puerto o volviendo a él, las velas de los barcos de los pescadores, y mi corazón siente añoranzas imaginarias de la tierra donde nunca estuve. Felices los que duermen, en su vida animal: un sistema peculiar de alma, velado de poesía e ilustrado por palabras [31].

– Esta conversación ha sido interesantísima…

– ¿Esta conversación, señora mía? Pero esta conversación, aunque tal vez el hecho más importante de su vida, nunca ocurrió verdaderamente. En primer lugar, es bien sabido que yo no existo. En segundo lugar, como están de acuerdo los teólogos, que me llaman Diablo, y los librepensadores, que me llaman Reacción, ninguna conversación puede tener interés. Soy un pobre mito, señora mía, y, lo que es peor, un mito inofensivo. Me consuela sólo el hecho de que el universo -sí, esta cosa llena de diversas formas de luces y de vidas- es un mito también.

"Me dicen que todas estas cosas pueden esclarecerse a la luz de la Cabala y de la Teosofía, pero éstos son asuntos de los que nada sé; y Dios, a quien una vez hablé de ellos, me dijo que tampoco los comprendía bien, pues eran pertenencia exclusiva, en sus arcanos, de los grandes iniciados de la Tierra… que, por lo que he leído en libros y periódicos, son y han sido abundantes.

"Aquí, en estas esferas superiores, de las cuales se creó y transformó el mundo, nosotros, para decirle la verdad, no percibimos nada. Me inclino a veces sobre la tierra vasta, echado a la orilla de mi meseta por encima de todo -la meseta de la Montaña de Heredom, como la he oído llamar- y cada vez que me inclino veo religiones nuevas, nuevas grandes iniciaciones, nuevas formas, todas contradictorias, de la verdad eterna, que ni Dios conoce.

"Le confieso que estoy cansado del Universo. Tanto Dios como yo de buen grado dormiríamos un sueño que nos liberara de los deberes trascendentes de que, no sabemos cómo, fuimos investidos. Todo es mucho más misterioso de lo que se juzga, y todo esto -Dios, el universo y yo- es apenas un rincón misterioso de la verdad inalcanzable [32].

– No se imagina cuánto aprecié su conversación. Nunca oí hablar así.

Habían salido a la calle, llena de luz de luna, en la cual ella no había reparado. Ella calló un momento.

– ¿Pero sabe…? Qué curioso… ¿Sabe realmente, y a fin de cuentas, lo que siento?

– ¿Qué? -preguntó el diablo.

Ella volvió hacia él unos ojos súbitamente húmedos.

– ¡Una gran pena por usted!…

Una expresión de angustia, como nadie imaginaría que pudiera haber, pasó por el rostro y por los ojos del hombre rojo. Dejó caer de pronto el brazo que enlazaba el de ella. Se detuvo. Ella dio unos pasos, apesadumbrada. Después se volvió hacia atrás para decir algo -no sabía qué, porque nada había percibido-, para disculparse por la herida que vio había causado [33].

Quedó atónita. Estaba sola.

Sí, era la calle de ella, la parte superior de la calle, pero además de ella no había nadie allí. La luz de la luna caía, clarísima, no sobre la salida del funicular, sino sobre las dos puertas cerradas de la cerrajería de siempre.

No, además de ella no había nadie allí. Era la calle de día vista de noche. En lugar del sol, la luz de la luna… nada más; una luz de luna normal, muy clara, que volvía naturales las casas y las calles. La luz de luna de siempre, y ella avanzó hacia su casa [34].

– Vine con gente conocida. Como venían para el mismo lado…

– ¿Y cómo viniste? ¡¿A pie?!

– No. En automóvil.

– ¡Vaya! No lo oí.

– No hasta la puerta -dijo ella sin vacilación-. Pasaron por allí, por la esquina, y yo les pedí que no me trajeran hasta aquí, porque quería caminar este trecho de calle con esta luz de luna tan linda. Y está linda… Mira, voy a acostarme. Buenas noches…

Y fue, sonriendo, pero sin darle un beso… el de la costumbre, que nadie al darlo sabe si es costumbre si es beso.

Ninguno de los dos reparó en que no se habían besado [35].

El bebé, un varón, que nació cinco meses después, llegó, con el transcurso del tiempo general y de su crecimiento particular, a revelarse, ya de hombre, muy inteligente: un talento, tal vez un genio, lo que era tal vez verdad, aunque lo dijeran algunos críticos. Un astrólogo, que le [hizo] el horóscopo, le dijo que tenía Cáncer en el Ascendente, y Saturno como signo [36].

– Dígame una cosa, madre… Dicen que ciertos recuerdos maternos se pueden transmitir a los hijos. Hay una cosa que constantemente me aparece en sueños y que no puedo relacionar con nada que me haya sucedido. Es un recuerdo de un viaje extraño, en que aparece un hombre de rojo que habla mucho. Hay, primero, un automóvil, y después un tren, y en ese viaje en tren se pasa sobre un puente altísimo, que parece dominar toda la Tierra. Después hay un abismo, y una voz que dice muchas cosas que, si yo las oyera, tal vez me dijeran la verdad. Después se sale a la luz, es decir, a la luz de la luna, como si saliéramos de un subterráneo, y es exactamente aquí, al final de la calle… Ah, es cierto, en el fondo o principio de todo hay una especie de baile, o fiesta, en que aparece ese hombre de rojo…

María dejó en el regazo su costura. Y, volviéndose hacia Antonia, dijo:

– Vaya que esto tiene gracia. Está claro que aquello de los trenes y automóviles y todo lo demás es sueño, pero, realmente, hay una parte de verdad… Fue en aquel baile en el Club Azul, en Carnaval, hace muchos años… sí, unos cinco… unos seis… meses antes de que él naciera. ¿Recuerdas? Bailé con un muchacho cualquiera, vestido de Mefistófeles, y después ustedes me trajeron a casa en su automóvil, y yo me bajé al final de la calle (mira, donde él dice que salió del abismo…)…

– Ah, querida, me acuerdo perfectamente… Nosotros queríamos venir hasta la puerta de casa, aquí, y tú no quisiste. Dijiste que te gustaba andar ese trecho a la luz de la luna…

– Exacto… pero es gracioso, hijo, que hayas acertado con ciertas cosas que estoy segura de que nunca te conté. Claro que no tiene ninguna importancia… ¡Qué cosas curiosas son los sueños! ¿Cómo se puede componer así una historia, en que hay cosas verdaderas -y que la propia persona no podía adivinar- y tantos grandes disparates, como el tren y el puente y el subterráneo?

¡Ingrata humanidad! Así se agradeció al Diablo [37].

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