LOS TANTOS DEFINIDOS
Va a ser mi participación más importante en el Festival de Escritores de Melbourne, Australia. Son las diez de la mañana, la sala está colmada. Voy a ser entrevistado por un escritor local, John Felton.
Subo al escenario con la aprensión de siempre. Felton me presenta, y comienza a hacerme preguntas. Antes que yo termine mi razonamiento, me interrumpe y hace una nuevo pregunta. Cuando respondo, dice algo así como "esta respuesta no quedó muy clara". Cinco minutos después, se nota un malestar entre el público -todos perciben que algo anda mal. Confucio viene a mi mente, y hago la única cosa posible:
– ¿A usted le gusta lo que yo escribo? -pregunto.
– Eso no viene al caso -responde. -Soy yo quien está entrevistándolo, y no al revés.
– Pero sí viene al caso. Usted no me deja concluir una idea. Confucio dijo: "siempre que sea posible, se debe ser claro." Vamos a seguir este consejo y a dejar las cosas claras: ¿a usted le gusta lo que escribo?
– No, no me gusta. Sólo leí dos libros, y los detesté.
– OK, entonces podemos continuar.
Los tantos ahora estaban definidos. El público se tranquilizó, el ambiente se cargó de electricidad, la entrevista se volvió un verdadero debate, y todos -Felton incluido-quedaron satisfechos con el resultado.
LA HERMANA MAYOR PREGUNTA
Cuando su hermano nació, Sa-chi Gabriel le insistía a los padres que la dejaran sola con el bebé. Temiendo que, como muchas criaturas de cuatro años, estuviera celosa y quisiera hacerle algún daño, ellos no la dejaron.
Pero Sa-chi no daba muestras de celos. Y como siempre trataba al bebé con cariño, los padres decidieron hacer una prueba. Dejaron a Sa-chi con el recién nacido, y se quedaron observando su comportamiento por la puerta entreabierta.
Encantada al ver su deseo satisfecho, la pequeña Sa-chi se aproximó a la cuna en puntas de pie, se inclinó sobre el bebé y le dijo:
– ¡Díme cómo es Dios! ¡Yo ya me estoy olvidando!