NASRUDIN SIEMPRE ELIJE MAL
El mullah Nasrudin está considerado uno de los grandes maestros del sufismo, precisamente por tener el perfil de un loco, aunque siempre enseña -con su pretendida locura-los verdaderos secretos de la vida. Esta es una de sus historias.
Todos los días nasrudin iba a mendigar al mercado, y a la gente le encantaba verlo hacer el papel de tonto con el siguiente truco: le mostraban dos monedas, una que valía diez veces más que la otra. Nasrudim siempre elegía la de menor valor.
La historia corrió por el condado. Día tras día, grupos de hombres y mujeres le mostraban las dos monedas, y Nasrudim siempre se quedaba con la de menor valor.
Hasta que apareció un señor generoso, cansado de ver cómo ridiculizaban a Nasrudin de esa manera. Lo llamó a un rincón de la plaza y le dijo:
– Cuando le ofrezcan dos monedas, elija la de mayor valor. Así tendrá más dinero, y los demás no lo considerarán un idiota.
– El señor parece tener razón -respondió Nasrudin. -Pero si yo eligiera la moneda más valiosa, las personas dejarían de ofrecerme dinero para demostrar que soy más idiota que ellas. Usted no sabe cuánto dinero tengo reunido, usando este truco.
"No tiene nada de malo pasar por tonto, si en verdad lo que uno hace es inteligente".
ES NECESARIO MANTENER EL DIÁLOGO
La esposa del rabino Jacobo era considerada por todos sus amigos como una mujer muy difícil: por cualquier pretexto iniciaba una discusión.
Jacobo, sin embargo, nunca respondía a las provocaciones.
Hasta que en el casamiento de su hijo Ismael, mientras centenares de personas festejaban alegremente, el rabino comenzó a ofender a su mujer de tal forma y manera que todos en la fiesta se dieron cuenta.
– ¿Qué pasó? -preguntó un amigo de Jacobo, cuando los ánimos se serenaron. -¿Por qué abandonó usted la costumbre de no responder nunca a las provocaciones?
– Mire cómo ella está más contenta -susurró el rabino.
De hecho, la mujer parecía divertirse mucho con la fiesta.
– ¡Ustedes se pelearon en público! ¡No entiendo su reacción ni la de ella! -insistió el amigo.
– Hace algunos días entendí que lo que más le molestaba a mi mujer era que yo me quedara mirándola en silencio. Haciendo ésto, yo parecía ignorarla, distanciarme con pensamientos virtuosos y hacerla sentir mezquina e inferior. Como la amo tanto, decidí fingir que perdía la cabeza frente a todo el mundo. Ella vió que yo comprendía sus emociones, que era igual que ella, y que todavía quiero mantener el diálogo.