Veamos, ¿qué era lo que quería?
Oh, bueno, unas rosas, pero no muchas, quiero decir, las justas, con el tallo no demasiado largo, vaya. Algo normal.
Erminia arquea las cejas y coge un ramo de uno de los jarrones que hay a su lado.
¿Le parecen bien estas?
Hum -El hombre las mira cabeceando-. ¿Cuánto cuestan?
Veintiocho.
Es un ramo de rosas jaspeadas con el tallo mediano.
Bonitas, pero son demasiadas. -El hombre vacila-. ¿Veinticinco?
Lo que lo hace titubear no son las rosas, sino el precio. O quizá la chica en cuestión.
Erminia esboza una sonrisa.
Sí de acuerdo. -Curioseo entre los diferentes tipos de flores mientras ella le prepara el ramo. El hombre coge una tarjeta de una caja cercana y a continuación paga-. Aquí tiene Gracias.
Y ahora -Erminia se aproxima a mí-. ¿En qué puedo ayudarte?
Bueno, me gustaría algo sencillo.
Erminia me mira.
Pero bonito
Le sonrío.
Eso es, bonito.
¿Y qué debe expresar?
Me ve indecisa.
No es un cumpleaños, sino una fecha que en el futuro será una fecha importante
Entiendo.
La miro en silencio. Después de lo que le he dicho no consigo imaginarme lo que puede haber entendido.
¿Te gustan éstas?
Coge un ramillete de flores celestes preciosas, pequeñas, pero muy luminosas.
¿Qué son?
Nomeolvides. Son las flores del amor juvenil.
¿Qué significa eso?
Erminia me mira.
Todas las flores tienen su historia, la elección a veces traiciona, quiero decir que la flor revela el momento de amor que está viviendo una pareja. Por ejemplo, los de antes han perdido la pasión.
¿.En serio?
Sí, un hombre que pregunta cuánto cuestan las flores es que ya no está muy enamorado.
Quizá esté enamoradísimo pero no tenga mucho dinero.
Erminia suelta una carcajada.
Te gustan éstas, ¿verdad? ¡Dame lo que quieras!
Poco después me encuentro de nuevo en la calle con esa preciosidad de flores en la mano. Las flores del amor juvenil. Son una maravilla. Las llevo envueltas en un ligero velo celeste pálido, gracias al cual resaltan, parecen más oscuras, y están sujetas por un lazo azul, chillón.
¡Caro!
¡Dios mío! Reconozco esa voz. Me vuelvo.
Rusty James en su moto.
Se detiene a un paso de mí y me sonríe.
¿Qué haces aquí?
¿Yo?
¡Sí, tú! ¿Quién si no?
Escondo las flores detrás de la espalda. Tengo la impresión de que Rusty se ha dado cuenta, pero hace como si nada y sigue hablando.
Te he llamado antes, pero no tenías cobertura ¿Adónde vas?
A casa de una amiga.
Rusty me sonríe, acto seguido se encoge de hombros. Al parecer, se ha dado cuenta. Mi primera mentira. Mejor dicho, la primera mentira que le digo a él. Rusty sacude la cabeza y arranca la moto.
Vale En ese caso, nada. Lástima, tenía una sorpresa para ti.
Parece de nuevo alegre. Quizá no se haya percatado de nada. Luego da la impresión de que cambia de opinión.
Eh, Caro, quizá te llame esta tarde, ¿qué dices? O mañana. Eso es, quedamos para mañana, que es domingo. ¿Vale?
Le sonrío.
Vale.
En ese caso le reservaré a mi hermanita la magnífica sorpresa que quiero compartir con ella.
Y se marcha así, con el pelo asomando por debajo del casco, con sus gafas oscuras y esa maravillosa sonrisa en los labios. En cierto modo, me siento culpable. Es la primera vez, que le miento. Lo veo ya a lo lejos. Solo. Sin Debbie. Me gustaban mucho como pareja. Bromeaban y se reían juntos. Le di la carta sin leerla siquiera. Esperemos que vaya bien. Había otra pareja que también me encantaba, Francesco y Paola. Vivían en Anzio. Los veía todos los años, desde siempre, desde que empecé a ir a esa localidad. Recuerdo que iban a la playa en moto. Ella detrás de él, abrazándolo con fuerza. Tenían una Vespa de color gris metalizado y cuando llegaban él apagaba el motor, porque de lo contrario la señora que se ocupaba de los servicios se enfadaba. Sí, Donatella, la señora de los servicios. Era vieja y siempre tenía algo que objetar. Los servicios se encontraban justo a la entrada de las casetas de la playa y uno podía entrar para lavarse los pies, para sacudirse la arena y para hacer pis. Pero estaban tan sucios que si entrabas descalzo y el suelo estaba lleno de ese barro Brrr. Sólo de pensarlo se me pone la piel de gallina. ¡Qué asco me daba! De manera que Francesco apagaba el motor de la Vespa, se bajaba al vuelo y metía una mano por la parte trasera, donde está la matrícula, y la hacía bajar por los tres escalones que había.
No podía utilizar la rampa de madera de la señora de los servicios, porque en una ocasión Donatella le había gritado: «¡Es demasiado fina! ¡Es para las bicicletas y no para ese trasto de Vespa!» Y Francesco se había echado a reír. ¿Lo entendéis? En lugar de enfadarse se había reído. Y había bajado la Vespa él solo como si fuese una bicicleta. Tenía un físico que dejaba sin respiración. Después de aparcar la moto ahí abajo, cerca de la arena, Paola y él se dirigían a una sombrilla que no estaba muy lejos y luego jugaban con las palas, eran buenísimos. Jugaban en el agua, donde apenas cubría, con ímpetu, golpeando con fuerza y rabia la pelota.
Paola llevaba siempre unos trajes de baño minúsculos, de color naranja, cereza o amarillo intensó, en cualquier caso, nunca demasiado claros; no tenía mucho pecho, la melena castaña clara le rozaba los hombros y su cuerpo era esbelto y moreno. Francesco tenía el pelo rizado, una nariz un poco aguileña, los hombros anchos y las piernas largas, era también delgado, tenía unos abdominales fuertes, unas cuantas pecas debajo de sus ojos azules y una boca grande con unos dientes blancos y bonitos. Se reía con frecuencia. Sí, porque además no paraban de gastarse bromas. Divertidas. De vez en cuando, él se metía debajo de la sombrilla con un cubo lleno de agua y, mientras ella leía, se la tiraba despacio por el respaldo de la tumbona.
¡Así no se moja el periódico!
¡Ay, está helada! ¡Como te pille, verás!
Entonces Paola empezaba a perseguirlo mientras el serpenteaba a derecha c izquierda y desaparecía entre los patines; luego seguían corriendo alrededor de las duchas hasta llegar a las sombrillas que se encontraban junto a la orilla. A continuación, ella saltaba por encima de un patín y, en ocasiones, se abalanzaba sobre él y luchaban sobre la arena. Una vez Paola perdió la parte de arriba del biquini, pero le dio igual. Siguió luchando con los pechos al aire. La gente se detenía a mirarlos y se echaba a reír. Ellos eran así, guapos y salvajes, la atracción de la playa. Y ahora no recuerdo qué más sucedía. Ah, sí, a veces era ella la que le gastaba una broma a él. En una ocasión excavó poco a poco bajo la tumbona, durante mucho rato, ¿eh? Hizo un agujero muy profundo y la tumbona acabó bien hundida en la arena Él quedó atrapado en el agujero y, mientras ella lo cubría con la arena caliente, no dejaba de reírse.
¡Ay, Paola, quema!
Este verano, sin embargo, él estaba solo. No salía de debajo de la sombrilla y leía un libro tras otro, todos distintos. No sé por qué, pero pensé que debían de ser muy aburridos. Quizá porque siempre tenía el semblante algo triste. En ningún momento oí que alguien le preguntase por Paola. Pero alguna persona debía de saber lo que había ocurrido y tal vez se lo contó a Walter, el socorrista, quien, a su vez, se lo contó a una amiga de mi madre, Gabriella, que es incapaz de quedarse callada. Y, de hecho, al día siguiente: «Sí, sí, Walter me ha dicho que han roto.»
Y lo sentí. Muchísimo. Ahora nuestra playa me parece distinta. Es como si le faltase algo. Como si ya no estuviera el patín rojo, el socorrista, el hombrecillo de los periódicos que pasa con el carrito de vez en cuando, o ese tan moreno con una camiseta blanca y unos pantalones cortos de color azul que vende coco.
Francesco y Paola eran míos. Puede que ellos nunca se dieran cuenta de mi presencia, porque yo era pequeña e insignificante, pero toda su historia, cuando llegaban con la Vespa, el modo en que jugaban con las palas y sus bromas, las carreras y los besos llenaron mis veranos. Y, aunque ellos no lo sepan, echaré de menos a esos dos enamorados.
Casi sin darme cuenta, me encuentro delante de la iglesia. Y, poco a poco, subo la escalinata como empujada por un motivo indefinido. Abro el gran portón. Silencio. Una nave enorme, vacía y ordenada. Los bancos de madera están vacíos. Sólo veo a una señora anciana al fondo. Está quitando el polvo a unos cirios que rodean un pequeño altar. Recuerdo que ahí es donde se celebran los bautizos. Un día asistí a uno precioso. El bebé miraba a sus padres con los ojos muy abiertos. No lloraba. Esperaba curioso y algo asustado lo que le iba a ocurrir a continuación. Luego sonrío. ¿Por qué me habrá pasado por la mente la imagen de ese niño? Justamente hoy, además. Arqueo las cejas. No me atrevo a imaginar qué podría suceder. En casa. En el colegio. Mi padre, mi madre, mi hermano, la abuela Luci. Y lo que podría decir Ale No quiero ni pensarlo.
¿Carolina?
Me vuelvo.
Hola, ¿No me reconoces?
Es un cura, claro. Es alto. Tiene el pelo corto y un bonito rostro, sereno y afable.
Soy don Roberto. Nos conocimos el año pasado, en la catequesis de confirmación y tú discutiste
Por descontado. ¿Cómo no? Pero él sonríe y después ladea la cabeza, con una leve curiosidad, moderada, bondadosa, tranquila.
¿Qué haces aquí? -A continuación se pone un poco más serio-. ¿Puedo ayudarte en algo?
Parece también un poco preocupado. Y yo no sé realmente qué decirle.
He entrado a rezar
Sí, eso es creíble.
Me sonríe.
Ven, vamos
Salimos al patio y paseamos. Recuerda una de esas escenas que nos ha leído el profe Leone, don Abbondio hablando con Lucia, ¡Dios mío, pero si eso es de Los novios! Pues vaya ¡Ojalá! Aunque aún es un poco pronto. Don Roberto me habla de todo un poco, quizá esté tratando de ganarse mi confianza.
Sé que discutiste en clase con don Gianni.
Sí, ¿cómo se ha enterado?
Me lo contó él.
Ah, bueno, en ese caso
Sí, don Gianni es mejor persona de lo que pensaba. Ahora bien, a saber cómo se lo habrá contado. Don Roberto me mira de una forma que casi parece que puede leerme el pensamiento.
Me dijo que era él el que se había equivocado, que quería que os sintierais a gusto con él y que quizá no debería haber contado las intimidades de una de vuestras compañeras
¡Pues sí!
Y ahora está convencido de que no te fías de nosotros.
De ustedes, no, de él.
¿ De mí sí?
Me mira risueño intentando transmitirme su calma.
Sí, claro, ¿por qué no?
En ese caso, ¿quieres decirme a qué se debe que hayas entrado en la iglesia?
Paca rezar, ya se lo he dicho.
Sí, claro, pero normalmente, cuando se reza, es porque uno debe enfrentarse a un momento delicado y tiene miedo de equivocarse.
Ay, este tipo es demasiado intuitivo.
Espero un poco. Inspiro profundamente y pienso en él
Bueno, mi hermano se ha marchado de casa. No es que haya sucedido nada grave, sólo que no se llevaba bien con mi padre y
Tu hermano ha sido muy valiente. Hoy en día muy pocos jóvenes salen de casa e intentan arreglárselas por su cuenta.
Pues sí.
Se crea un extraño silencio. También en este caso Rusty James me ha echado un cable. No he entrado en la iglesia por él, eso es evidente, pero en cualquier caso me gustaría que todo le fuera bien. Y una oración nunca está de más, ¿no?
Bueno, ahora tengo que marcharme.
Bien, Carolina, reza si quieres. Pero ya verás cómo todo va de maravilla.
Sí, gracias, padre.
Salgo con su bendición, confiando que no sea la única. Mi ciudad me parece más bonita que nunca. O quizá sea cosa del amor. El mero hecho de haber pronunciado estas palabras me preocupa. ¿Debería volver a entrar en la iglesia y confesárselo todo? Me entran ganas de echarme a reír. ¿Cómo era esa frase? «El amor vuelve extraordinaria a la gente común.»
Y hace que las ciudades sean más hermosas. Todo gana en belleza. Es como ponerse unas gafas con los cristales del amor. Gafas «love». Así son las mías. ¡Pese a que no soy yo la que las llevo, sino mi corazón! Hoy me ha dado por la poesía.
¿Qué hora es? Las diez menos cuarto. Pues sí, todavía estará durmiendo. Aunque quizá Jamiro se haya despertado ya. Cojo el móvil y lo llamo. Me da la risa. En realidad se llama Pasquale. Todavía me acuerdo del día en que lo conocí. Piazza Navona. Hace un año,
¡Venga, vamos a que nos echen las cartas!
A Alis le encanta probar cosas nuevas sobre todo cuando hay que gastar dinero.
¡Vamos, yo invito!
Clod está muy segura.
Yo voy.
Vale. -No quiero parecer descortés-. Yo también.
Sentaos, os las leeré a las tres a la vez, e incluso os haré un descuento. Me llamo Jamiro.
Nos da la mano a las tres.
Pero si tú te llamas Pasquale -le replica Alis, a la que no se le escapa nada.
Se queda patidifuso.
¿Y tú cómo lo sabes?
Está escrito en la tarjeta que sobresale de tu bolsa.
Jamiro se ríe.
Ése es mi nombre artístico. En realidad me llamo Jamiro. Por unos segundos me has asustado. Pensaba que la vidente eras tú.
¡Sí, médium!
Sí. -Alis señala a Clod y arremete contra ella-. ¡Y ella esextra large!
¡Imbécil! -Pero Clod no se enfada, e incluso se ríe,
Jamiro empieza a leerle la mano y le echa las cartas. Después me mira a mí y me suelta una frase increíble:
Encontrarás el sol.
¿Qué quieres decir?
No lo sé, es lo que veo. Encontrarás el sol.
Esperemos que no acabes como Ícaro -Alis y sus continuas ocurrencias.
Clod no entiende una palabra. Yo no alcanzo a imaginar a qué se refiere. Aunque no tardaré en descubrirlo.
Jamiro responde por fin al móvil.
Hola. ¿Sigues en el mundo de los sueños?
¿Cuál es la diferencia entre la realidad y el sueño?
Él y sus frases. Me río.
Y, sobre todo, ¿quién eres? -prosigue Jamiro.
Pero bueno, ¿no me has reconocido? Soy tu pesadilla.
¡Caro!
Muy bien. ¿Lo ves?
¿Qué pasa? ¿Por qué me llamas tan pronto? ¿Un sábado por la mañana, a esta hora? No es propio de ti. ¿Pasa algo?
No lo sé Pero es importante, muy importante para mí. ¿qué dicen tus cartas?
Ahora mismo les echo un vistazo.
Silencio. Sólo oigo unos movimientos ligeros, como el que hacen las hojas al tocar el suelo, o cuando se pasan las páginas de un libro Como el ruido que hacen las cartas cuando se depositan sobre la mesa.
Jamiro
¿Qué pasa?
¿Debo preocuparme?
No creo, o puede que sí.
¿Qué quieres decir?
Sólo veo un poco de lluvia. No, no, hay un sol. Sí. Cuando salga el sol, todo te parecerá más claro. Sereno
Bravooo! Gracias, eres un cielo.
Cuelgo el teléfono y salgo corriendo. Corro como una loca. Ya no me queda ninguna duda: mis ruegos han sido escuchados.
A cierta distancia. A la misma hora, en la misma ciudad.
Jamiro sacude la cabeza. Mira el móvil apagado. Luego las cartas. Eso es, ahora lo entiendo. No es lluvia. El corazón le da un vuelco. Son lágrimas.
Enero
¡Bienvenidos al nuevo año, que, espero, esté lleno de cosas buenas! ¡Mientras tanto yo pongo la mejor de las intenciones!A Happy New Year. Ein gutes neues Jahr. Feliz Año Nuevo. Bonne Année. Sastlivogo Nonovogo Góda. ¡Las sé! ¡Como podéis ver, queridos profes, me las se todas!
Resumen de final de año:
Los amigos más juerguistas: ¡Gibbo y Cudini!
Las amigas más auténticas: ¡Clod y Alis!
La canción de finales de diciembre: la de Tormento, Resta quí.
¿Has cambiado algo en tu vida? ¡Sí, he dejado a Lele!
¿Con quién discutes más a menudo? Con mi hermana, para variar.
¿El lema del año que está a punto de concluir? Ad maiora, que, la verdad, no sabía muy bien lo que quería decir, me lo ha dicho mi hermano.
¿El lema del próximo año? ¡Ad maiora, ahora que sé lo que significa!
Películas que quiero ver:Hacia rutas salvajes, Cuscús, Ahora o nunca. Mr. Magorium y su tienda mágica, Posdata: te quiero.
El pensamiento de hoy: quiero que el nuevo año sea superguay.
Las cosas que odiaré en el nuevo año: los exámenes; la mala educación; a la señora Marinelli cuando me pregunte si tengo novio; a Clod cuando se coma las uñas y a Alis cuando se peine como una pija; a papá cuando no riña a Ale; la asignatura de tecnología, sobre todo los conductores y los aislantes; levantarme a las 7.00 para ir al colegio; no encontrar las zapatillas; a las tipas que digan «Estoy delgada, pero la verdad es que como de todo, tengo un metabolismo muy rápido».
Las cosas que adoraré del nuevo año: «Smallville»;High School Musical; «Sexo en Nueva York»; «I liceali» (que ahora emiten en Sky y que sólo puedo ver en casa de Alis; «Mentes criminales»; «Parla con me»; «Zelig Círcus»; «Le iene»; ir en moto, pese a que todavía no tengo una; las bailarinas Miss Ribellina, y el chocolate.
Atuendo: vaqueros, camiseta con el cuello de barca, un cinturón grande y unas zapatillas de deporte.
Una cita: «Nos volvimos tras una docena de pasos, porque el amor es triste, y nos miramos por última vez.» Jack Keruac,En el camino.
Una canción:Hey there Delilah, de Plain White T's.
Ah, lo olvidaba: ser feliz.
¡Enero es un mes excepcional! Cuando empieza el año tienes siempre numerosos propósitos, al igual que cuando empieza la semana o cualquier cosa nueva; incluso en el amor tienes siempre mil planes, sólo que, en ocasiones, la cosa no sólo depende de ti. ¡De manera que no constituye un punto de referencia! En cualquier caso, he abierto mi nuevo blog, he cambiado las fotografías de MySpace y he recopilado nuevos emoticonos para el Messenger. En fin, que el año no podría haber empezado mejor. Lo importante, como en todo, es conseguir mantener el mismo entusiasmo en todo momento.
¡Pasado mañana volvemos al colegio! Aunque yo estoy muy bien en casa de vacaciones. Me quedo un poco más en la cama por la mañana, holgazaneando. Y luego salgo por la tarde con Alis y Clod. Roma. Calles. Tiendas. Los escaparates preparados para las rebajas, que están a punto de empezar. Nosotras, que nos dedicamos a tomarnos el pelo por las cosas de siempre. Un montón de tiempo libre, pese a que nos han puesto una barbaridad de deberes. Las últimas películas navideñas en la televisión que miro durante cinco minutos, los paseos conJoey, los sms bobos de Clod -no sé por qué, pero tengo la impresión de que los copia de internet-, como, por ejemplo: «Un caballo entra en un cine, se dirige hacia la taquillera y le dice: "Una entrada, por favor", y la taquillera grita: "¡Aahhh! ¡Un caballo que habla!'' Y el caballo le responde: "No se preocupe, señora, que en la sala estaré callado."» Además, no sé si me los manda sólo a mí o si hace un envío múltiple, Bah. ¡Sea como sea, me los manda! ¡Y luego los regalos de la Befana el día 6! ¡Quería encontrar un calcetín lleno de caramelos, de esos caramelos de naranja que tanto gustan, la respuesta adecuada sobre Massi, saber qué colegio elegir para hacer el bachillerato! Hay que hacer la preinscripción. Alis dice que quizá elegirá el bachillerato clásico. A Clod le gustaría cursar el artístico o el lingüístico, y a mí, el clásico. Aunque la verdad es que no quiero separarme de ellas ¡Uf! El genio de mi hermano me ha dicho que debo elegir según lo que siento, y no según lo que hagan mis amigas, porque la amistad permanece de todas formas, mientras que, si te equivocas con el colegio, luego la pagas. Tiene razón, ¡como siempre, por otra parte! El caso es que al final mi calcetín me ha dejado patidifusa: Mars pequeños, regaliz, tanto el de lazos como ése más pequeño, ositos de goma y bombones de chocolate con leche de todo tipo. ¡Ojalá me durasen al menos hasta Pascua! He pensado que ciertas cosas me las comeré sólo los sábados. Así, después llega el chocolate de Pascua, y sigues hasta el verano. Y, lo que es más importante, no engordo. Eso es fundamental Me moriría si por casualidad me encontrara con Massi y me dijera: «¿Quién eres tú? ¿Carolina? ¡Sí, sí, hace veinte kilos lo eras!»
La gimnasia es fundamental. La artística me pirra, es dura, sudas y, además, te diviertes.
«Ring». Es mi móvil. Miro la pantalla: Alis. No puede evitarlo, me echa de menos. Entre los sms y el Messenger, me habrá llamado al menos cien veces. Contesto sin darle tiempo a hablar.
Vale, te entiendo No puedes aguantarte ¿eh? Recuerda que pasado mañana nos vemos de nuevo en el colegio, ¿eh?
Tonta ¿Estás lista, Caro? ¡Tengo una noticia bomba!
Desembucha.
¡Nos han invitado a la fiesta de Borzilli!
¡Nooo!
Sííí.
¡Eres genial, Alis!
Paso a recogerte dentro de media hora, ¿vale?
¿Para qué?
¡Para ir de compras!
Cuelga. Nunca me deja el tiempo suficiente para responder a sus propuestas. ¿Y si tuviese otra cosa que hacer? Un compromiso, una cita con mi madre, con otra amiga, con ¡con un chico! Alis es así. O lo tomas o lo dejas. O mejor tomarlo y dejarse llevar. Sea como sea, es fabulosa. Estoy segura de que Borzilli nos ha invitado gracias a ella.
Stefanía Borzilli. Quince años, suspendida en una ocasión en II. La heroína del colegio. Según la leyenda que circula sobre ella, poco importa que sea verdadera o falsa, ya ha hecho el amor. Es decir, no sé si es verdad, pero en verano, nada más cumplir los catorce, se encerró en un dormitorio de su casa de campo de Bracciano, en la habitación grande, desde la que se puede contemplar el lago, con un chico guapísimo, un tal Pier Frery, un francés que habla italiano y que antes iba a nuestro colegio y que, en cualquier caso, ha vuelto ya a París. Y nadie ha sabido nada de esa historia. Esa noche salieron corriendo y se tiraron a la piscina en mitad de la fiesta, él con unos calzoncillos negros y ella sólo con las bragas. Lo único seguro es que todos vieron cómo se besaban en el agua.
Un día estaba en el gimnasio. El año pasado. La II acababa de finalizar una clase y nosotros estábamos a punto de entrar para jugar a voleibol Borzilli salió y en ese momento se le cayó la sudadera que llevaba enrollada a la cintura.
¡Eh, has perdido esto!
Me acerqué a ella y se la di.
Gracias.
Me sonrió de una manera increíble. Tenía una cara agraciada, afable, despreocupada, salpicada de unas cuantas pecas, unos grandes ojos azules y el pelo castaño claro, un poco rizado, suelto y salvaje. Luego cogió la sudadera, se dio media vuelta y se marchó casi saltando. No sé si la historia que se cuenta sobre ella es cierta, el caso es que Alis, desde entonces, le hace la competencia, y cuando le he dicho «Me parece simpática», me ha contestado: «No. No puede ser, una tipa como ella no puede parecerte simpática.» Sinceramente, he preferido dar por zanjado el tema, no lo he vuelto a sacar a colación. No sé por qué Alis le tiene tanta manía a Stefania Borzilli, y aún entiendo menos por qué se pirra entonces por ir a sus fiestas.
No obstante, tengo la impresión de que será increíble, y no me lo perdería por nada del mundo.
Coge éste, mira qué bonito es.
Alis descuelga de una percha un top de lentejuelas azul.
¡Pero si es minúsculo!
¿Y qué quieres?, ¿un mono? Recuerda que el tema de la fiesta es Tokio Hotel.
¿Y qué?
Pues que debemos vestirnos como gogós alocadas.
Sí, quiero resultar disparatada. -Clod sale con varios vestidos-. ¿Cómo me queda éste?
¡Pero si es minúsculo!
Es justo lo que acabáis de decir, ¿no?
Sí, pero no nos referíamos a ti y, en cualquier caso, ¡no te cabe!
Nos echamos a reír y nos comportamos como si hubiéramos perdido el juicio. De Catenelli a la via del Corso es todo un espectáculo, nos probamos de todo: faldas de lentejuelas, boas, los tops más variopintos, cazadoras cortas con hebillas metálicas, cinturones y lazos de goma negra. Superguay. Y después
Adele, cárgalo todo en mi cuenta.
Por lo visto, Alis se siente en esa tienda como en su propia casa. Y, de hecho, nos arrastra fuera de allí con todos los vestidos imaginables.
¡Vamos a causar sensación!
Y ahora, a Cióccolati. ¿Os apetece? -Clod y sus ideas fijas.
Vale -Alargo el brazo para aclarar de inmediato una cuestión-. ¡Pero esta vez invito yo!
Está bien,
No. no, hablo en serio, Alis, ¡de lo contrario, no vuelvo a poner un píe allí, qué narices!
Poco después estamos sentadas a nuestra mesa preferida,
Hola, chicas, ¿qué os traigo?
Las tres nos quedamos con la boca abierta. Quiero decir que, en lugar de la consabida chica lenta, un tanto antipática y un poco lela, nos sirve él: Dodo. Al menos eso es lo que se lee en la tarjetita que lleva prendida de la chaqueta. ¿Os imagináis un extraño cruce entre Zac Efron y Jesse McCartney con una pizca de Scamarcio y de Raoul Bova? Pues bien, lo agitáis todo y, plop, se produce una especie de hechizo. Quiero decir, una sonrisa, una de ésas con los dientes bien alineados, la tez morena, el pelo negro y abundante, los ojos de color avellana, es tan moreno que casi parece un indígena, y un Bounty, por lo rico que está. Pero ¿dónde se había metido hasta hoy? Nos mira fijamente a las tres, que seguimos boquiabiertas, y extiende los brazos con un ademán afable.
¿Todavía no os habéis decidido? ¿Queréis que vuelva más tarde?
Ehh
Clod está realmente embobada, o tal vez lo hace adrede. Le doy un codazo.
¡Ay!
Dodo se echa a reír.
Sí, creo que será mejor que vuelva luego.
Se aleja.
Seguro que lo hemos pensado todas, pero Alis es la primera que lo dice en voz alta.
¡Si hasta el culo es de diez!
¡Alis!
¿Qué? ¿Qué pasa?, ¿he dicho algo malo? ¿Acaso no es verdad?
Clod esboza una sonrisa.
A mí me recuerda al Magnum Classic, el primero y también el más rico
Ella lo asocia todo a la comida. Alis apoya las manos en nuestros brazos.
Escuchad. Se me acaba de ocurrir una idea superguay ¿Queréis que hagamos una competición?
¿Sobre qué?
¡A ver quién lo consigue antes!
Venga ya
Tenéis miedo, ¿eh?
Alis nos mira y enarca las cejas con aire de desafío.
Yo no tengo miedo. -Le sonrío-. No te temo en lo más mínimo.
Clod arquea a su vez las cejas.
Es que a mí me gusta Aldo.
¡Pero si no te hace ni puñetero caso! Mira, quizá si ve que vas detrás de ése en lugar de hacerte las imitaciones de siempre ¡pasa a la acción de una vez!
En pocas palabras, que nos hemos reído y hemos bromeado hasta que ha vuelto.
¿Os habéis decidido ya, chicas?
Lo miramos fijamente, como si fuéramos bobas. Y da comienzo una especie de competición absurda durante la cual yo me siento un poco avergonzada; Alis, en cambio, es tan descarada que da miedo.
Veamos, me apetecerían profiteroles, ¿sabes a cuáles me refiero? Esos que tienen mucha nata y chocolate oscuro como ¿como tú?
¡Alis! -le susurro.
Ella se ríe y se tapa la boca.
Dodo, por su parte, no se inmuta.
Lo siento, pero no tenemos profiteroles.
¿Y tiramisú?
Tampoco.
Al final, Clod y yo pedimos.
Nosotras tomaremos un chocolate con pimienta.
En fin, que cuando por fin se aleja soltamos una carcajada y nos sentimos muy ridículas. Pero la vergüenza no tarda en pasar y, luego, me divierto como una enana y, por primera vez en mi vida, me siento transgresora. No disimulo en absoluto, al contrario, lo observo mientras prepara el chocolate con la pimienta detrás del mostrador. Y de repente me siento frágil. Experimento una de esas sensaciones difíciles de entender. Cosa de un instante, él alza los ojos, nuestras miradas se cruzan y permanecen fijas la una en la otra quizá durante demasiado tiempo hasta que, al final, soy yo la que cedo y aparto la vista mientras enrojezco cohibida. Cuando vuelvo a mirarlo, él ha desaparecido.
Alis
¿Sí? ¿Qué pasa?