Horizonte Vacio - Daniel C. NARVÁEZ 4 стр.


Pero en otros momentos no sabía cómo interpretar ese cruce de miradas. ¿Atracción? Jukka trataba de mantenerse al margen de ese tipo de situaciones por las que ya había visto pasar a algunos colegas de otros centros de trabajo. A veces sentía que se ahogaba y se decía hasta la saciedad: «¡Joder! Típicas bobadas de profesor alumna, a ver si me centro. Pero cada vez costaba más. Había días que no podía. En cierta ocasión llegó al despacho presa del nerviosismo. Victoria le preguntó si le pasaba algo y él tan sólo pudo contestar algo muy vago: Luchando con mis demonios. Todos tenemos demonios, ¿no?. Ella inquirió, en realidad quería ayudarlo, bien sabía las presiones a las que lo sometía Lábaro, pero Jukka no quiso ahondar en el tema.

Además, para complicar aún más sus temores, de manera cada vez más frecuente Lorena iba a tutoría. Las conversaciones que al principio eran sobre cuestiones de las clases, las prácticas y las dudas ante la redacción del artículo que estaba preparando fueron derivando a otros temas más cotidianos y, era de esperar, a otros de índole personal. Así es como supo que había comenzado a estudiar arquitectura en Barcelona, obligada por la tradición familiar, ya que, si bien su padre no había estudiado dicha carrera, el resto de la familia provenía de una casta de arquitectos. Supo de cómo se aburría en las clases y como poco a poco fue perdiendo el interés por la carrera para abandonarla dos años después de haberla empezado. De cómo el desinterés se tradujo en distracción y en un noviazgo falto de afecto. De un regreso, obligado, al hogar familiar y una especie de ultimátum para que encarrilara su vida. La decisión de estudiar Comunicación Audiovisual fue un acierto ya que siempre había demostrado un talento especial para la fotografía.

Poco a poco, Jukka abandonó las tutorías de despacho por tutorías de cafetería, algo que había aprendido de su director de tesis unos años antes y que había resultado muy útil. Pero en realidad, aunque tratara de convencer al resto de colegas y al omnipresente director del centro de que eran tutorías, lo cierto es que no eran más que largas charlas a última hora de la tarde en las que iban y venían ideas, anhelos, planes de futuro, etc. Todo con la tutela y complicidad de Omar, el encargado de la cafetería, que les solía reservar una mesa que se encontraba discretamente escondida tras un panel de anuncios. En otras ocasiones se encontraban en la entrada del edificio, y mirando al mar, sintiendo la húmeda brisa del levante cargada de salitre, conversaban aprovechando los minutos hasta el final. En alguna ocasión caminaron siguiendo el perímetro del edificio y Jukka sonreía en su interior al imaginarse a Lábaro pidiendo que le hicieran una copia de las grabaciones de seguridad, pues el edificio estaba plagado de cámaras que vigilaban entradas, salidas y ángulos muertos. Aunque Jukka tenía la teoría de que en realidad esas cámaras no grababan nada.

También sabía Jukka que corrían rumores. La frecuencia de las tutorías, las conversaciones de cafetería o en el exterior despertaba la imaginación de más de uno. Pero en el fondo eran comentarios espurios fruto de mentes demasiado calenturientas y ociosas. Se convencía a sí mismo estructurando sus ideas: Primero: no pasa nada entre nosotros. Segundo: si pasara algo somos dos personas adultas.

Sin darse cuenta, tras las vacaciones del verano de por medio lo que les obligó a estar distanciados, pero en contacto por medio del correo, y una escapada de Jukka a Burgos, llegó un nuevo curso. Lorena se matriculó en la asignatura que Jukka impartía en el curso siguiente. Estética. La dinámica entre ellos fue similar al año anterior, aprovechaban cualquier oportunidad diaria para mantener alguna conversación. La asignatura comprendía prácticas de fotografía en las que se debían materializar las categorías y conceptos estéticos que explicaba. Rosenkranz, Nietzsche, Benjamin, Artaud, Baudelaire Lecturas y reflexiones sobre bellezas no clásicas. Lorena parecía disfrutar. Las conversaciones se llenaron de nuevos conceptos.

La confianza entre ellos había aumentado y en ocasiones se intercambiaban sms durante el día. Se cruzaban en los pasillos y Jukka notaba como Lorena, si iba en compañía de otros compañeros bajaba el rostro y lo miraba esquivamente sonriendo, con una mezcla de picardía y nostalgia en la mirada. Sin embargo, por mucho cuidado que Jukka ponía en mantener un límite y no cruzar más allá de la amistad insólita desde luego para un profesor y una alumna lo cierto es que en algún momento algo podría torcerse.

Marzo suele ser un mes de viento. Aquel día en concreto, a pesar del radiante sol, hacía un vendaval de levante abrumador. Las pocas nubes que había en el cielo se desplazaban a gran velocidad. Jukka había estado esperando un día así para tener una clase especial. Vio el estado del tiempo y avisó a los alumnos de que la clase se iba a desarrollar en la playa.

A pocos kilómetros de donde se encontraba la Academia Valenciana del Cine había una playa. La Playa del Saladar, aunque todo el mundo la conocía por el complejo de viviendas que se construyeron allí en los años 70: Urbanova. El proyecto de reconvertir los humedales en zona urbanizada quedó estancado varias décadas atrás. Tan solo se construyeron unas decenas de edificios que en la actualidad mostraban, en la mayoría de los casos, un aspecto deslucido. Además, por encima de este lugar surcaban el cielo los aviones del cercano aeropuerto de El Altet, en una incesante procesión de aterrizajes y despegues que adornaban el ambiente con la cadencia de turbinas acelerando y decelerando. En el fondo, Jukka consideraba que aquel era un lugar tranquilo, ya que desde octubre hasta abril apenas había gente. Únicamente alguno de los residentes en las pocas viviendas habitadas que salían a pasear durante las primeras horas de la tarde, o los rezagados que alargaban la sobremesa en los pocos restaurantes que permanecían abiertos durante todo el año. Su hora favorita, desde luego, el atardecer. Cuando la jornada de trabajo había sido intensa, y normalmente lo era, se acercaba hasta allí y caminaba durante horas por el paseo o si el tiempo lo permitía cerca de la orilla.

Aquel día, Jukka quería ilustrar el concepto de la naturaleza en el Romanticismo y a falta de bosques frondosos, mares helados o picos cubiertos de nieve, le parecía sensato que un levante de furia infernal capaz de tragarse la costa sería un buen sustituto. Avisó a los alumnos para que se repartieran en coches y les dijo donde los esperaba. Se llevó además unos textos de Goethe y Turner. Cuando estuvieron todos en la playa Jukka inició su insólita clase, gritando al viento para hacerse escuchar y entender. Los alumnos, sentados en semicírculo alrededor de Jukka, estaban como hipnotizados al verse en la playa, luchando contra los elementos para poder entender algo. Jukka les insistía en lo importante que era sentir la naturaleza, la tierra, el mar, el viento para tener conciencia de uno mismo, de la libertad. Se dio cuenta que Lorena lo miraba electrizada, realmente hechizada. Jukka, en plena explicación les invitó a gritar al viento. Un grito vital, les dijo, como si os fuera la vida en ello. Veinte personas gritaron al unísono contra el viento. Un grito duró más que los demás. Jukka sonrió al ver a Lorena recuperando el aliento. Luego los invitó a que caminaran solos por la playa buscando una definición de belleza. Tras veinte minutos los llamó cerca de la muralla del paseo y les empezó a preguntar. Cuando llegó delante de Lorena y ésta iba a contestar, una inoportuna racha de viento le sacudió su larga melena poniéndose delante de su rostro y tapándole la boca. Ella intentó apartar la cabellera, pero solo estaba consiguiendo enredarse más. Jukka, en un gesto inconsciente, le apartó el pelo del rostro sosteniéndolo entre sus dedos. Ella se ruborizó, él sin soltar el pelo, miró hacia el suelo mientras escuchaba risas y comentarios en voz baja por parte del resto de alumnos. Un pensamiento pasó por su mente: Acabo de cagarla, joder. Miró a Lorena, quien estaba quieta mirándolo expectante, y anunció el final de la clase. Regresando a su coche le pareció escuchar la voz de Lorena que decía belleza eres tú, pero prefirió no cerciorarse, no volver la vista atrás y pasar de largo.

Desafortunadamente para Jukka, al llegar a la Academia, la recepcionista le dijo que el director quería verlo. Sospechó sobre qué iba a tratar la conversación, pero se dijo que era demasiado pronto para ello. Se acercó a la puerta y llamó antes de entrar.

 ¿Sí? Adelante. Pase usted señor Lehto dijo Lábaro con amabilidad.

 Tú dirás Adolfo dijo directamente Jukka tratando de agilizar la bronca que esperaba recibir.

 ¿Qué tal todo? ¿Las clases bien? ¿Alguna queja de los alumnos? ¿Los profesores están tranquilos? esta pregunta molestó a Jukka ya que demostraba que sabía de antemano que el profesorado estaba inquieto No deben de preocuparse por esos bulos que corren por ahí. Siempre hay alguien dispuesto a jodernos con tonterías sindicales.

 Todo bien.

 Perfecto sacó un cigarrillo y lo encendió. Me han informado que has ido con los alumnos a la playa. ¿Es cierto eso?

 En efecto.

 ¡Qué original! dio una larga calada al cigarrillo y acto seguido expelió el humo envolviendo su rostro en una humareda. Jukka sabía que ese era el momento: Ahora empieza el espectáculo . ¿No tenías otra cosa mejor que hacer? ¿Te imaginas que se nos ahoga uno de los alumnos? El lío en el que me metes es bestial, a ver que les digo yo a los padres.

 Adolfo No hemos ido a bañarnos, tú has visto el día que hace. Ha sido una clase de Estética, ¡joder! Además: es una carrera universitaria ¿qué pintan los padres? Son mayores de edad.

 ¿Y qué historia es esa de que le has metido mano a una alumna? eso es lo que esperaba Jukka. Las noticias de lo que había pasado había llegado de manera desproporcionada y antes de que él mismo llegara a su coche. Absurdo que en este puto centro unos se dediquen a espiar a otros. Los alumnos y los profesores se despellejan a escondidas cada vez que pueden.

 Llama a la alumna a tu despacho. Habla con ella. Sin que esté yo presente.

 Mira Jukka, tú estás aquí porque yo quiero, no te hagas el legal ahora.

 Te recuerdo, Adolfo, que estoy aquí porque la Universidad convocó una plaza para ser el responsable académico de esto, que mi curriculum fue el mejor valorado y el que mayor puntuación sacó. Mi contrato está firmado con la Universidad no contigo. Tú eres el que llegó aquí a golpe de teléfono y a dedo.

 ¡A mí ni se te ocurra faltarme al respeto o te largo a la puta calle! explotó Lábaro cuyo rostro estaba cambiando del color rojo al color púrpura por motivo del enfado.

 Vale. Tú mismo. ¿Puedo irme ya?

 Mira Lábaro rebajó el tono en uno de sus típicos altibajos Entiendo que tengas ganas de hacértelo con alguna alumna. Hay mucha niña mona ahí afuera. Pero ten un poco de cuidado. ¡Joder! En público no.

 Te repito que llames a la alumna. Que te cuente ella.

 Bueno, ya veré. Anda lárgate con tu estética y tus filósofos a otra parte. Piensa como de costumbre, tío, con la cabeza. No con la bragueta.

Jukka salió del despacho. Se fue al suyo notando como por el camino algunos alumnos hablaban en voz baja y lo señalaban con la cabeza. Vale. Vamos bien pensó.


El zumbido del móvil lo apartó de estos recuerdos y lo trajo de nuevo a la realidad. Mientras cogía el teléfono para contestar miró a Lorena que descansaba plácidamente. Nada parecía indicar que en su cuerpo se estaba produciendo una lucha por la vida, o por la muerte. No conocía el número. Contestó en voz baja.

 ¿Sí?

 Soy Sandra. ¿Cómo va todo?

 Tu hermana duerme. Lleva así quince minutos.

 Vale. Cualquier cosa me avisas.

 Descuida.

Nada más cortar la llamada se abrió la puerta y entró una enfermera. Saludó y realizó una serie de comprobaciones. Puso el termómetro a Lorena, miró los niveles del gotero, revisó algo en un bloc y tras apuntar la temperatura salió. En ese momento Lorena abrió los ojos y buscó con la mirada a Jukka, quien se había acercado a la ventana y miraba con ojos cansados al horizonte. El no se había dado cuenta de que ella estaba despierta, por lo que se sorprendió cuando escuchó su voz.

 ¿Recuerdas el día que quedamos para ensayar la exposición del video que iba a hacer?

 Claro que lo recuerdo dijo él volviéndose.

Jukka recordaba ese día con una nitidez impresionante. Lorena había hecho un trabajo impresionante el año anterior analizando un videoclip, y se le ocurrió que podría explicar a los del curso actual lo que había hecho. El análisis plano a plano, las influencias que tenían, los elementos visuales. Era un videoclip realizado con la técnica de rotoscopía, algo que la fascinaba, y que esperaba poder hacer algún día. Aquella tarde de primavera Jukka quería que Lorena ensayara. Ella le había dicho que le ponía nerviosa hablar en público, y estuvo a punto de rechazar la oferta de exponer su trabajo, pero Jukka confiaba en las posibilidades de ella. Le dijo que cuando explicara a los otros alumnos él estaría en el aula, que controlaría desde el fondo el tiempo y le iría dando indicaciones. Finalmente ella accedió y se llegó esa tarde con todo el material previsto.

Jukka había reservado un aula y tras pedir la llave en conserjería se fue allí para preparar el proyector y el ordenador. En ello estaba cuando llegó ella. Cuando Jukka la vio se quedó mudo por su aspecto. Nunca la había visto vestida de esa manera. Lorena llevaba unos leggings negros que marcaban el contorno de sus piernas, sus caderas y sus nalgas como una segunda piel. Una camiseta ajustada de color rojo marcaba sus pechos. La melena castaña reflejaba los rayos de sol que entraban por la ventana. Jukka sintió una atracción inmediata pero súbitamente un pensamiento se instaló en su mente: No hay que cruzar la barrera. Nunca. Con lo de hace un mes ya vale. Ella comenzó a exponer su trabajo, mientras que Jukka, sentado en la mesa corrida frente al ordenador hacía anotaciones en un papel para luego comentarla con ella. En un momento que Lorena se detuvo por no saber qué decir, él le dio un consejo para hablar: Toda aula tiene el punto de los mil metros. Se encuentra frente a ti. Mires donde mires ahí está. Su utilidad es buscarlo y relajarte cuando sientas que te pones nerviosa. Te obliga a no mirar a nadie. La contestación que dio Lorena lo dejó desconcertado Pero tú no lo usas. Me miras a mí. Jukka no supo que decir. En ese mismo momento Lorena se acercó a la mesa para apuntar algo en un folio que tenía preparado. Se inclinó y con sus nalgas rozó a Jukka, quien no reaccionó. Ella, dándole la espalda, se incorporó y se acercó aún más, pegándose a él. Jukka notó como ella estaba nerviosa. El levantó las manos a media altura como para intentar cogerla por los hombros, pero se detuvo. Lorena se giró y quedó mirando fijamente a Jukka. Él notaba como la respiración de ella era jadeante, como el pulso se le había acelerado, se notaba como palpitaban las venas de su cuello, sus labios humedecidos. También él se sentía extrañamente excitado. Su corazón latía desbocado, sus sienes sentían una opresión que empezaba a doler, sus músculos estaban tensos. Pero un pensamiento se cruzó en su mente: Pasar de largo. Aunque quieras. No te metas en líos. Aquí no. Cogió a Lorena de los hombros y acertó a decirle que no.

A continuación, todo volvió a la normalidad. Lorena continuó con su explicación, más nerviosa de lo que había empezado. Terminó de manera atropellada y apenas prestó atención a lo que le dijo Jukka. Tan solo miraba la puerta como queriendo huir. Salió rápidamente, en cuanto pudo.

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