Rebaños - Stephen Goldin 2 стр.


Otro planeta. Se alegró por encontrar este otro, porqué los tres lugares que ahora poseía, un sol y dos planetas, significaban para él que se trataba de un sistema elíptico. Hacía poco que se habría descubierto que los sistemas planetarios forman por general un único plano, con un pequeño numero de desviaciones individuales en él. Ahora que conocía su orientación, podía detener su expansión tridimensional y concentrarse en explorar todo el área dentro del plano eclíptico.

El segundo planeta también resultó ser una decepción. Estaba dentro de la zona habitable, pero eso solamente era lo que decía en su favor. La atmósfera estaba cubierta por nubes llenas de dióxido de carbono, mientras que la superficie era tan cálida que los océanos de aluminio y los ríos de estaño era lo único que existía. No podía existir vida protoplasmática alguna, de ninguna manera.

Garnna continuó en su Exploración.

Lo siguiente que se encontró fue una sorpresa: un planeta doble. Dos enormes objetos del tamaño de un planeta dando vueltas a la estrella en una órbita en común. Tras una inspección en detalle, uno de ellos parecía tener mucha más masa que el otro; Garnna empezó a pensar que aquel era el principal y el otro su satélite.

Intentó centrar su atención a lo máximo en aquel sistema mientras mantenía la red que había desplegado. El satélite era otra gran bola gris sin aire, más pequeño incluso que el primero, y no parecía poseer vida alguna, pero el otro prometía. Desde el espacio tenía un aspecto azulado y blanco. Lo blanco eran nubes y lo azul, aparentemente, agua líquida. Grandes cantidades de agua líquida. Eso daba rienda a pensar que poseía vida protoplasmática. Comprobó la atmósfera y quedó todavía más sorprendido. Existían grandes cantidades de oxigeno para poder respirar. Anotó mentalmente el ir a investigar sobre el terreno para conocer mejor el lugar, y siguió buscando planetas.

El siguiente que descubrió fue uno pequeño y rojo. Con una pequeña atmósfera la cual parecía estar compuesta principalmente de dióxido de carbono con una cantidad casi indetectable de oxigeno. La temperatura de la superficie era adecuada para la vida protoplasmática, pero de haberla, debía ser escasa, si existente, ya que había poca agua; una señal inequívoca de su presencia. Aunque aquel lugar tenía posibilidades, el planeta principal del sistema doble tenía muchos más. Garnna continuó con su expansión.

La red se había alargado, y ahora el Zartic llegaba con su mano más y más lejos. Empezó a ver borroso y su mente parecía perder toda su identidad. Encontró algunas diminutas rocas flotando por el espacio, pero no les dedicó tiempo alguno. El siguiente mundo era un gigante de gas. Era muy difícil acceder a él porqué su mente estaba ya cansada, pero al final resultó no ser necesario. Había finalizado la búsqueda de planetas más allá de la órbita de este último, por lo que nadie diría nada si lo dejara ahí. Los Offasii nunca estarían interesados en ellos, ni lo estaba Garnna.

Regresó al sistema doble de planetas. Sintió gran alivio cuando dio vueltas por las partes más extensas de su mente expandida por el espacio. Siempre era una buena sensación el terminar con el primer planeta, una sensación como de haber podido ajuntar pedazos que habían estado juntos anteriormente. Una sensación similar a crear un Rebaño de individuos, pero mucho más pequeño y una escala personal.

Era lo suficientemente malo ser un solitario Zartic en el espacio, separado del Rebaño sin la seguridad de su propio grupo. Aquel trabajo era necesario por el bien del rebaño, por supuesto, pero no tenía que hacerlo todo más placentero. Y cuando un único Zartic tenía que esforzarse hasta el final, todo era más insoportable. Por eso Garnna odiaba aquella parte de la misión como la que más. Pero ya había terminado, y ahora podía concentrarse en lo realmente importante de la Exploración.

* * *

Wesley Stoneham era un hombre grande, de más de metro ochenta, con unos hombros anchos y bien musculados y un rostro parecido al de un héroe de mediana edad. Todavía tenía todo su cabello, una densa melena negra, cortada de tal manera que nunca llegaba a estar enredada. Su frente comparándola con su cabellera era estrecha y larga, y sus cejas pobladas. Los ojos de color gris metálico y con aspecto decidido, su nariz prominente y recta. En su mano, llevaba una maleta de tamaño mediano.

Tengo tu nota es lo que único que dijo cuando sacó un trozo de papel de su bolsillo dejándola junto a los pies de su esposa.

Stella espiró con fuerza. Conocía aquel tono de voz a la perfección, y sabía que aquella iba a ser una noche larga y amarga.

¿Por qué llevas maleta? preguntó ella.

Mientras conducía hasta aquí, pensé que terminaría pasando la noche su voz era uniforme y suave, pero se volvió seria una vez dejó la maleta en el suelo.

¿Nunca has pensado pedir permiso a la otra persona antes de venir?

¿Por qué debería hacerlo? Esta es mi cabaña, construida con mi dinero.

El énfasis en el mi en ambos casos fue ligero pero inconfundible.

Ella se dio la vuelta. Incluso de espaldas a él, pudo notar su mirada clavándose en su alma.

¿Por qué no terminas con ello, Wes? Mi cabaña, mi dinero, mi esposa, ¿no se trata de eso?

Tu eres mi esposa, lo sabes.

Ya no.

Ahora podía notar como sus ojos iban poniéndose cada vez más rojos, por lo que intentó calmar sus emociones. Llorar no llevaría a ninguna parte, y con ello no lograría su propósito. Había aprendido a base de malas experiencias que a Wesley Stoneham no le afectaban las lágrimas.

Lo eres hasta que la ley diga lo contrario dio dos pasos hacia ella, la agarró por los hombros y le dio la vueltay tu vas a mirarme cada vez que te hable.

Stella intentó deshacerse de él, pero sus dedos la apretaban demasiado la piel, uno de ellos (¿lo hizo a puesta?) pinchó un nervio creándole un calambrazo de dolor que hizo separarlo de él.

Mucho mejor dijo él por lo menos un hombre puede esperar un poco de buenos modales de su propia mujer.

Lo siento dijo suavemente. Había cierto resquemor en su voz cuando intentaba ponerle cierta alegría en ello debería ir al horno y preparar mi gran pastel hecho en casa de tu querida-esposa.

Guárdate el sarcasmo para alguien que le guste es mierda, Stella gritó Stoneham quiero saber porque pides el divorcio.

Bueno, la razón principal es que empezó diciendo con el mismo tono que antes, pero Stoneham la abofeteó en una mejilla te dije que podría pasar dijo él.

Creo que mis razones deberían ser más evidentes dijo Stella con rencor. Ahora su mejilla estaba sonrojada en el mismo lugar donde había sido golpeada. Colocó su mano allí, más como cohibición que por dolor.

A Stoneham se le inflaron las narices, y su mirada se convirtió en algo muy frío. Stella la evitó, pero obstinadamente se mantuvo en pie. Había algo maligno en las palabras de su marido.

¿Has tenido algún amorío con aquel hippie mayor?

Necesitó un instante para darse cuenta de lo que quería decir. A una milla de la cabaña, en el Cañón Totido, un grupo de jóvenes habían llegado a un campamento de verano abandonado para crear lo que terminaron llamando Comuna Totido. Por culpa de su extraño comportamiento y vestimenta, fueron considerados por los residentes del lugar como hippies y tratados como tales. Su líder era un hombre mayor, de casi cuarenta, el cual parecía mantener aquel grupo en orden según sus leyes.

¿Estás hablando de Carl Polaski? preguntó Stella incrédula.

No me refiero a Papá Noel.

A pesar de su nerviosismo, Stella rió Eso es ridículo. Y además, él no es ningún hippie. Es un profesor de psicología investigando el fenómeno del abandono.

La gente me dice que suele venir a esta cabina a menudo, Stell. No me gusta.

No hay nada malo en ello. Viene para algunos recados y de paso me hace alguna chapuza. Le pago dejándole la cabaña para escribir. Escribe aquí porqué no tiene otro lugar con suficiente intimidad para decir lo que realmente piensa en la comunidad.

A veces hablamos. Es un hombre muy interesante, Wes. Pero no, no hemos tenido nada junto, y no lo tendremos.

¿Y que es lo que te corroe por dentro? ¿Por qué quieres el divorcio? fue hacia el sofá y se sentó sin apartar la mirada de ella un instante.

Stella caminó de un lado a otro delante de él unas pocas veces. Juntó y separó sus manos, para al final dejarlas a los lados.

Me gustaría ser capaz de tener cierto respeto hacia mi mismo dijo.

Ya lo eres. Puedes llevar la cabeza bien alta ante cualquiera en este país.

No es lo que quería decir. Me gustaría, aunque fuera una vez, ser capaz de firmar como Stella Stoneham en lugar de La sra. Wesley Stoneham. Quizás hacer una fiesta para la gente que yo quiera, no para tus compinches políticos. Sí, me gustaría sentirme alguien igual que tu en este matrimonio, no otro de tus objetos sin gracia que tienes en casa.

No te entiendo. Te he dado todo lo que cualquier mujer desearía.

Excepto identidad. Por la parte que te toca, no soy un ser humano, tan sólo tu esposa. Hago de florero en cenas de cien dólares el plato mientras le río las gracias a las esposas de otros posibles políticos. He hecho a un abogado de empresa lo suficientemente respetable socialmente como para presentarse como candidato. Y, cuando no me usas, me olvidas, enviándome a una pequeña cabaña junto al mar o me dejas hablando conmigo misma por alguna de las quince habitaciones de la casa. No puedo vivir de esta manera, Wes. Quiero irme.

Que tal una separación temporal, quizás un mes.

Dije I-R-M-E. Una separación no serviría de nada. Lo malo, querido marido, está en nosotros mismos. Te conozco bien, y se que nunca cambiarás a algo aceptable para mi. Y nunca estaré contenta siendo un adorno. Por lo tanto, una separación no será bueno para nosotros. Quiero el divorcio.

Stoneham cruzó las piernas.

¿Ya has hablado de esto con alguien?

No dijo mirando su rosto.

No, tenía pensando verme con Larry mañana, pero siento que tenía que decírtelo a ti primero.

Bien dijo Stoneham en un susurro casi imperceptible.

¿Y eso, qué significa? preguntó Stella rápidamente. Sus manos se movían nerviosamente, lo que provocó que fuera hasta el escritorio a por un paquete de tabaco. Necesitaba un cigarrillo.

Pero no fue hasta que tuvo un cigarrillo entre sus labios cuando se dio cuenta que no le quedaban cerillas.

¿Tienes fuego?

Stoneham hurgó en el bolsillo de su abrigo y sacó una caja de cerillas.

Quédatelos dijo dándoselos a su mujer.

Stella los cogió y los examinó con interés. El dorso de la caja era plateada, con estrellas rojas y azules alrededor del borde. En el centro habían unas palabras que decían:

WESLEY STONEHAM

SUPERVISOR

CONDADO DE SAN MARCOS

Dentro, el papel alternaba rojo con blanco y azul.

Miró a su marido de manera burlona, el cual le estaba sonriendo.

¿Te gustan? preguntó él.

Me las dio esta tarde el impresor.

¿No es algo precipitado? preguntó ella sarcásticamente.

Solamente por un par de días. El viejo Chottman ha renunciado al Consejo por enfermedad a finales de la semana, y han permitido que nombre como sucesor a quien quiera el puesto. No será oficial, por supuesto, hasta que el gobernador lo nombre, pero sé de fuentes fiables que mi nombre será uno de los tenidos en cuenta. Si Chottman dice que me quiere para el puesto, el gobernador aceptará. Chottman tiene setenta y tres años y muchos favores.

Algo empezó a vislumbrarse en la mente de Stella. O sea, es por eso que no quieres el divorcio, ¿no es así?

Stell, tú sabes tan bien como yo lo puritano que es Chottman dijo Stoneham el viejo se opone rotundamente a cualquier tipo de pecado, y para él el divorcio es uno de ellos. Solamente Dios sabe porqué.

Él se levantó del sofá y regresó junto a su mujer otra vez, agarrando sus hombres esta vez con cuidado.

Es por esto que te pido que esperes. Será una semana o dos.

Stella mostró una sonrisa triunfante en su rostro.

Bueno, ahora ya sabemos porqué el grande y poderoso Wesley Stoneham ha venido reptando hasta aquí. No me dejarás ni con un mínimo de respecto hacía mi, ¿verdad? No me dejarás ni con la certeza de que tu llegada era para salvar el matrimonio, por poco que quedara de él. No, es por un favor que tú quieres.

Ella dejó sacó con furia una cerilla y la encendió junto al cigarrillo como una locomotora de vapor subiendo una montaña. Tiró la cerilla usada en el cenicero, y la caja junto a este.

Bueno, ya tengo suficiente con tu cosas, Wesley. Estoy cansada de hacer tanto para tu imagen ante la ciudadanía de San Marcos. La única persona que tienes en cuenta eres tú mismo. Supongo que nunca me darás el divorcio si me quedo esperando, ¿verdad?

Sí, si es lo que quieres.

Sí. El Gran Político en búsqueda de acuerdos mutuos. Haz lo que tengas que hacer, si es lo que te lleva a lo que realmente quieres. Bueno, tengo una pequeña sorpresa para ti, Señor Supervisor. No hago tratos con gente como tú. No me importa una mierda si eres político o no. Mañana iré a la oficina de tu abogado para empezar con el papeleo.

Stella.

Quizás tendré también una pequeña charla con la prensa sobre toda la humanidad que corre por tus venas, mi querido marido.

Te lo advierto, Stella.

Eso será un gran problema, ¿no, Wes? Y más si vas a ser elegido...

¡PARA, STELLA!

... por los votantes en tu nuevo puesto en lugar de ser asignado por lo que realmente eres.

¡STELLA!

Sus manos estaban sujetando su cuello mientras gritaba su nombre. Quería detenerla, pero no podía. Sus labios seguían hablando y hablando, y las palabras dieron paso a una neblina de silencio que envolvió toda la cabaña. Sus colores en la habitación desaparecieron para pasar a un tenue rojo sangre. Él la sacudió mientras apretaba con fuerza sus enormes manos junto a su cuello.

El cigarrillo cayó de sus dedos durante el ataque, soltando parte de su ceniza al suelo. Stella colocó sus manos sobre el pecho de su marido intentando separarse de él. Durante un instante lo logró, pero él seguía con ello, esta vez utilizando sus brazos con todas las fuerzas con las que disponía.

Sus dedos se iban adormeciendo a medida que se acercaban al cuello. No notaba calor alguno en la piel de ella mientras apretaba sus arterias del cuello y sus músculos. Lo único que sentía eran los suyos propios, apretando, apretando y apretando.

Fue apagándose poco a poco. Su rostro parecía contento, aunque aquella confusión le nubló la vista. Sus ojos saltones estaban preparados para fijarse en sus bolsillos, abiertos de par en par contemplándole...

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