Voces De Luz - Aldivan Teixeira Torres 2 стр.


Ambos cruzaron la avenida cuidadosamente y siguieron por la calle en dirección a la oficina postal. Luego de superar una docena de tiendas, encontraron un lugar callado donde el almuerzo era similar a un auto-servicio.

Ellos entraron al establecimiento llamado Massa Delícia, escogieron una mesa disponible, el hijo de Dios soltó su bolso y junto a su nuevo amigo, fueron a preparar sus platos. Cada uno llena su plato con comida distinta, gracias a la amplia variedad presente. Al final, tomaron sus cubiertos, pesaron el plato, tomaron la factura y se dirigieron a su mesa. También ordenaron algo para tomar.

Con unos cuantos pasos, llegaron a la mesa, se acomodaron en dos sillas alrededor de la misma y mientras comían intercambiaban información.

Así que, otra vez, ¿Cuál es tu nombre? (Emanuel)

Mi nombre es Aldivan Teixeira Tôrres, pero también soy conocido como el hijo de Dios, el Vidente o Divinha. Como ya dije, soy un escritor, autor de la serie El Vidente.

¡Genial! Y, ¿Cuál es el género?

Yo escribo romance de ficción. Mi meta con la literatura es contribuir con mi experiencia de vida para que muchas personas puedan ser transformadas.

Yo amo leer. ¿Tienes algunos libros que has escrito que puedas mostrarme?

Si tengo. Espera un momento.

El hijo de Dios agarra su mochila, la abre y saca una copia de su primer libro publicado Fuerzas Opuestas: El misterio de la Cueva y se lo entrega a Emanuel. Con un vistazo rápido, leyó la sinopsis, la caratula, el resumen y la introducción; luego continuó con la conversación.

Muy interesante. Lo disfruté mucho. ¿Puedo quedármelo?

Por supuesto. ¡Es tuyo!

Gracias.

Emanuel mantiene el libro a su lado y ambos se concentran en su almuerzo por un momento, dejando de hablar. Por un momento los ojos de Emanuel brillaron como si se le hubiese ocurrido una idea y resumió la conversación con su amigo a su lado.

Escucha, ¿Tú crees que fue una coincidencia que nos conociéramos?

No lo sé. No creo en las coincidencias.

Yo tampoco. Y tengo una proposición para ti.

¿Cuál?

Quiero ser tu compañero en una nueva serie.

¿Y qué te califica a ti para que yo te acepte?

Tengo un talento especial. Puedo capturar exactamente los puntos vitales de los problemas, los enfoques claves de las historias. Un ejemplo fue encontrarte y salvar tu vida en ese preciso momento. También tengo contactos importantes alrededor del mundo que serán muy útiles.

Está bien. Específicamente ¿Cuáles son estos enfoques?

Son relacionados al área religiosa. ¿Eso te interesa?

Demasiado. ¿Y qué sugieres para nuestra primera aventura?

Emanuel mira la hora en su reloj de muñeca y parece estar decepcionado. Luego continúo con la conversación.

¿Cuándo puedes visitar me para hablar mejor?

¿Ir a Jeritacó? Yo ni siquiera sé dónde queda.

Hay una van desde Ibimirim con destino a dicho lugar. Una vez ahí, te informarás acerca de dónde queda mi casa. Es una ciudad pequeña y todo el mundo me conoce.

OK. Lo pensaré, y si puedo ir, probablemente sea el sábado. ¿Tienes alguna forma de comunicarte conmigo?

Tengo un celular, pero solo funciona en el centro de la ciudad. Pero, como dije, cuando llegues allá me encontrarás. Bueno, ahora me debo ir o perderé la van.

OK. Nos veremos pronto.

Adiós.

Emanuel le da la mano al hijo de Dios y se va rápidamente de ahí, dejándolo con dudas. Entre los diversos pensamientos que rondaban su mente estaban preguntas como: ¿Quién era esa persona de verdad? ¿Cuál es su intención? ¿Por qué sentía que lo conocía desde hace tiempo? Era un gran misterio que le provocaba cada vez más angustia. Sin embargo, en ese tiempo, él iba súper tarde y su familia podría estar preocupada, debido a que él no les había avisado. Su aventura tendría que ser pospuesta para otro día.

El hijo de Dios recogió su plato, tomó su mochila y se paró con dirección a la cajera. Entregó el plato, el recibo y el dinero. Esperó el cambio y salió del establecimiento, comenzando su travesía hacia la parada de la van, que estaba muy cerca.

Los pasos rápidos continuaron durante unos trescientos metros, cruzó la misma intersección y ¡vaya! No pasó nada porque en el momento había menos movimiento. Luego giró a la derecha, caminó unos cien metros, giró a la izquierda y alcanzó su destino.

Eran las 2:30pm y ya sea por acción del destino o mera suerte, quedaba un asiento disponible en el auto. Inmediatamente fue al carro con la compañía de los fiscales y escogió un buen lugar al lado de una rubia joven y delgada y una mujer de mediana edad. Saluda rápidamente a ambas y al conductor y el carro avanza. Se despidió rápidamente de su querida Arcoverde, prometiendo regresar el día siguiente.

El carro sigue la dirección desde el centro de Boa Vista hacia la autopista BR 232 y mientras la van iba con su paso frenético el hijo de Dios aprovechó la oportunidad para establecer una conversación con sus vecinos sentados cerca.

¡Hola! ¿Estás bien? ¿Siempre vienes a Arcoverde?

Si. La ciudad de Pesqueira tiene pocas opciones para conseguir pruebas más precisas, por lo que me veo obligada a venir acá. (Mujer de mediana edad).

Yo estaba en la casa de mi hermano. Habían pasado siglos desde que lo había visitado. (Rubia joven)

¿Cuál es tu nombre? (el hijo de Dios)

Georgia. (Mujer de mediana edad)

Karla. ¿Y tú? (Rubia joven)

Aldivan Teixeira Tôrres, pero pueden llamarme Vidente o el hijo de Dios.

¿Vidente? ¿De verdad? (Georgia)

Sí. Tengo un talento maravilloso, todavía no desarrollado, pero para mí es muy útil. (El hijo de Dios)

Interesante. (Georgia)

¿Y, hijo de Dios? ¿Tu afirmación no es exagerada? (Karla)

No me tomes como presumido. No fue mi decisión tomar este título, pero si, las entidades me acompañan. (El hijo de Dios).

¡Wow! ¡Increíble! (Karla)

Estoy cada vez más sorprendida con este joven hombre. (Georgia)

No se impresione. Aunque no me adentraré con las explicaciones, soy un hombre joven perfectamente normal que busca el significado de la vida. Quiero esparcir con la literatura un mensaje de esperanza a otros como yo, para que puedan experimentar la transformación por la acción del espíritu. Eso es todo. (El hijo de Dios).

Muy bien. Le deseo suerte en su travesía (Georgia).

Deseo con muchas ganas leer sus libros, porque todavía me siento perdida. (Karla)

Gracias a ambas. Esto me motiva aún más a seguir mis sueños. (El hijo de Dios).

El destino se acerca, el carro gira hacia la derecha y entra en un camino angosto. Dentro de unos metros, el Vidente se despide, paga el pasaje y finalmente sale de la van. Camina unos cuantos metros más y llega a su hogar.

Entra en su residencia, en la sala es recibido con gran cariño por parte de sus familiares y luego se dirige a su cuarto, donde cambia de ropa rápidamente, pero mantiene consigo su mochila. Después salió del cuarto, va a través de la sala y el pasillo y finalmente llega a la cocina. En el ambiente, lavó sus manos en el lavamanos, se seca con el paño de tela, se prepara su plato con lo que está en la cocina (pasta, arroz, frijoles, harina, carne, ensaladas, vegetales y jugo) y finalmente se sienta en una silla alrededor de la mesa principal. En ese momento tendría quince minutos de descanso para alimentarse y reposar.

Después de su almuerzo, se devolvió al cuarto donde se desvistió, se puso una toalla y toma champú, jabón y crema hidratadora. Luego va al baño de la casa donde tomaría una ducha muy rápida. Y entonces lo hizo. Quince minutos después estaba de vuelta en su cuarto, bañado y con una muda de ropa.

Ahora solo se encontraban el Vidente y la computadora, adentrándose en su trabajo de escritor. Él trabajaría por el resto de la tarde, cenaría y luego continuaría trabajando toda la noche. Todo por lograr cumplir su sueño Conquistar al mundo con sus palabras.

Al final del día, se dormiría usualmente a una hora temprana. Esta es la rutina diaria del soñador, el Vidente de la cueva y en este día especial (30 de octubre), él se encontraba conmovido por su experiencia con Emanuel, el joven hombre que le hizo una importante propuesta que podría cambiar su carrera.

Decisión

Luego del paso de dos días, llegó el sábado. El hijo de Dios se levanta muy temprano, se estira, se quita su ropa, se coloca la toalla en la cintura, agarra el champú, el jabón, la afeitadora, la crema de afeitar y la crema hidratadora y se dirige al baño, pasando a través de los dos cuartos y la sala de la residencia. Al llegar al compartimiento, colocó los artículos necesitados en el lavamanos, tomó la toalla, abrió la llave de la ducha y comenzó a inundar su cuerpo con el agua fría proveniente de la cisterna, que está mucho más fría.

Un momento después, cerró la ducha, enjabonó su cuerpo y uso ese ejercicio para meditar un poco acerca de lo que había pasado hace dos días atrás. Después de un breve análisis concluyó que un viaje a Jeritacó, una aldea olvidada en las tierras bajas del noreste y eran el hogar de Emanuel, una criatura singular, que lo había salvado de la muerte. Aún si sólo fuese por gratitud, él podía visitarlo y descubrir un poco más acerca de Emanuel y de su propuesta. ¡Lo había decidido! Iría a Jeritacó

Con la decisión en su mente, se terminó de enjuagar, enjabonó un poco más su cuerpo y volvió a abrir la ducha. El flujo de agua lavó sus impurezas, pero no se llevó sus preguntas ni preocupaciones que poseía ante el nuevo desafío. La nueva aventura que estaba en camino.

Sintiéndose limpio, el hijo de Dios terminó su ducha, se puso de nuevo su toalla, dio 4 pasos que lo colocaron en frente del borde del lavamanos y comenzó la segunda parte del servicio del baño: Afeitarse su barba. Se colocó la crema de afeitar en toda su cara y con la ayuda de la afeitadora comenzó a remover su barba de su cara y cuello. Necesitaba estar presentable para hacer una buena impresión a cualquier lugar al que iba. En siete minutos concluyó su trabajo, se lavó su cara, limpió su afeitadora y salió del baño.

Ahora el próximo paso es regresar a su cuarto, rápidamente llega a ese ambiente después de pasar por los mismos obstáculos. Inmediatamente tomó su nueva maleta de ruedas y comenzó a guardar sus efectos personales. Entre los objetos se encontraba la ropa, compuesta por pantalones, pantalones cortos, ropa interior, piyamas, su manta abrigada; sombreros, gorras, zapatos casuales y zapatos deportivos, artículos de higiene personal como jabón, champú, pasta dental, toallas de cara y de cuerpo completo; radio de baterías y su crucifijo y su biblia, que son inseparables. También se lleva un poco de dinero, tres copias de su libro publicado y el teléfono, por si ocurre una eventualidad.

Al terminar de arreglar todo, tomó su maleta, pasó a través de los dos cuartos y el corredor y al final llegó a la cocina, donde ya estaban sus familiares. Cuando le preguntaron acerca de la maleta, les anunció acerca de su viaje a Jeritacó, que era recibido con poca sorpresa, debido al hecho de que era un escritor, sin importarle que su familia no acepte o crea en sus habilidades como profesional.

Después de desearle los buenos días a todos, se sentó y tomó su café mañanero acompañado de pan con requesón y queso. Como estaba apurado, no le tomó más de cinco minutos terminar su desayuno y al final se despidió de todos con lágrimas en sus ojos. Sería una separación momentánea entre ambos, pero él esperaba que esta vez estuviese menos tiempo fuera de casa en comparación a sus otras sagas.

Luego de partir, pasó a través de los mismos ambientes en la dirección opuesta, alcanzó la puerta de salida, hizo una respiración profunda y salió. Así se inició el nuevo desafío en esa mañana del sábado.

Con un paso regular, el hijo de Dios pasó a través del carril y llegó al perímetro urbano de la ciudad, caminando en dirección a la autopista BR 232. En ese momento, en su corazón prevalecía una mezcla de anticipación, ansiedad y nerviosismo, lo que era natural debido a que se estaba embarcando en una nueva aventura por sí solo.

En el centro de la ciudad, caminó a través del mismo saludando a sus amigos en la vía, giró a la izquierda caminando por doscientos metros y después llegó a la autopista. Ahora, le faltaba poco para llegar a la parada de la van cuya primera parada era Arcoverde.

En esta última parte de su viaje, el hijo de Dios aprovechó para planear los próximos pasos dentro de su mente, los cuáles a su parecer eran de gran importancia. Sólo existían dos posibilidades en ese momento: El viaje a Jeritacó sería un empujón que le permitiría elevarse a niveles más altos o sólo sería un momento de distracción junto a su nuevo amigo. Se conformaría con cualquiera de ellas y seguramente lo sacarían fuera de su monotonía reciente luego de haber completado su cuarta saga de la serie El Vidente llamada El Testamento El Código de Dios quien reveló a un Señor distinto de la mayoría.

Con todo planeado y en orden, Aldivan alcanzó el borde de la autopista alrededor de las 7:00am. Ahora estaba rezando para que el transporte no se tomara mucho tiempo en llegar, ya que se estaba haciendo tarde.

Pasados quince minutos pasó una van gris, con cuatro filas de sillas, y aunque llegó casi llena se detuvo casi enfrente de nuestro querido personaje. Delicadamente el conductor, llamado Evandro, se bajó, abrió la puerta de la van y colocó a Aldivan en una esquina. Luego cerró la puerta, se fue a su lugar y continuaron con su trayectoria. El destino comenzó a ser trazado en su complejo e intrincado trayecto, que le permitiría a el Vidente observar nuevos horizontes. Era lo menos que esperaba luego de todo el esfuerzo que estaba invirtiendo.

El comienzo del viaje pareció ser normal, un intenso movimiento en la autopista desde Recife en dirección a Hinterland por parte del gran número de personas que regresaban a su hogar, desde conocidos, amigos a turistas en un paseo. Dentro del tráfico continúo, Aldivan intentaba distraerse de la mejor forma posible: meditando un poco; observa a sus compañeros viajeros y la bella y abundante vegetación de la región, que incluía las montañas de Caatinga, valles, granjas con su ganado pastando y casas coloniales, ranchos, pequeñas ciudades y aldeas en el límite de la autopista, estaba amando lo que veía. Sin duda alguna esta era un área hermosa merecedora de su Señor creador, su verdadero padre.

Cuando se cansó de este ejercicio, comenzó a conversar con su vecino de silla acerca de las noticias, el fútbol, mujeres, política, religión, sexo y relaciones. Todo era muy agradable ese sábado 1 de noviembre de 2014.

El tiempo pasa rápido. Pasaron a través de Riacho do Meio, quince metros más adelante se encuentran con la metrópolis de bosques de maleza, la dulce Arcoverde, tantas historias y tradiciones dentro del estado de Pernambuco.

En ese momento, la velocidad de la van incrementó y unos cuantos minutos después arriban a la entrada de la autopista que les permitiría llegar a los límites de la ciudad. El Vidente se baja de la van al atravesar el centro de Boa Vista, específicamente en la última parada que realiza la misma. Él paga su pasaje, se despide de sus nuevos amigos, pasa a través de una pequeña pared y llega a la parada de la van de Ibimirim; al llegar ahí, sorprendentemente logra obtener el último asiento. Inmediatamente entra en la van, del mismo tamaño, pero de color gris y luego arranca. Así comienza la segunda parte de la trilogía de la ruta.

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