¡polly! - Stephen Goldin 4 стр.


“Oh, no lo harás” dijo ella levantándose del sofá de un salto y agarrándole del brazo. Midnight aprovechó la situación para saltar de la falda de Herodotus y caer en algún otro lugar. “Me encanta ser vista” continuó Polly “y no puede ser contigo aquí.” Tiró de él y lo acercó junto a ella. “Tómalo como repago por mi hospitalidad.”

Dándose cuenta que estaba más cerca de la Fuerza Irresistible de lo que pudiera estar nunca, dejó que lo llevará hasta el vestíbulo y luego a través del pasillo central hasta la parte trasera de la casa. Había peores formas de pasar el tiempo, pero después de todo, ninguna viendo como una bella chica sudaba.

Llegaron al final del pasillo donde había un ascensor esperándolos con la puerta abierta. Polly pulsó el botón número tres. Herodotus se dio cuenta que los botones llegaban hasta el trece, y el último decía “R.”

“Pensaba que tu casa tenía solamente dos pisos” dijo mientras se cerraban las puertas del ascensor. Este subió más rápido que cualquier otro ascensor que hubiera visto. Herodotus sintió como sus rodillos llegaban hasta su pecho y atravesaban su cabeza, y como su estómago hubiera caído al suelo.

“Oh, debes haberla visto desde la parte delantera” dijo Polly a la ligera. “Es mucho más grande desde la parte trasera. Ya hemos llegado.”

El ascensor se paró de golpe de tal manera que Herodotus sintió estar balanceándose sobre un muelle de gelatina. Las puertas se abrieron para mostrar un pasillo parecido al de un hotel con puertas en el otro lado. No había números en ellas, ni ninguna indicación de lo que había detrás, excepto una que estaba pintada de verde claro.

Apoyando su paso con cuidado, Polly caminó rápidamente por el pasillo. No necesitaba tirar de la mano a Herodotus; sus nervios seguían chirriando desde el ascensor y tenía miedo de quedarse atrás, de perderse en esta mansión cada vez más confusa.

Ella se detuvo delante de la puerta verde. “Puedes entrar” dijo ella.

“¿Por qué quería hacerlo?”

“Porque está prohibido” dijo ella con cierto aire negativo. “Todo el mundo quiere entrar cuando les digo que está prohibido.” Siguió caminando hasta la siguiente puerta a su izquierda situada a la mitad de camino del salón.

“Esto es el gimnasio” dijo. “Entremos.”

Era una habitación muy grande, tanto como el gimnasio de un instituto. No era lo que Herodotus esperaba encontrar. No había ninguna cinta de correr, ni bicicleta estática, ni máquinas de pesas, ni ninguna de esas maquinas para subir escaleras —ninguna de esas modernas máquinas. En su lugar, había un caballete para saltar, barras paralelas, un trapecio y una cuerda floja de dos metros y medio de alto. Habían colocado multitud de colchones grises por todo el suelo.

“¿Eres acróbata? Se aventuró a preguntar Herodotus.

“Melamente de una folma espilitual” dijo parodiando al acento chino.

Herodotus pareció confundido, tal como mostraba su expresión facial.

“Has visto Tony Randall en Los 7 rostros del Dr. Lao” dijo a medias Polly. Cuando Herodotus hizo que no con su cabeza, ella continuó “¡Deberías! Dirigido por George Pal, con guión de Charles Beaumont. Es una película que se merece ser beatificada.”

Luego volvió al asunto en cuestión. “La acrobacia me da un buen entrenamiento y me ayuda a mantener la figura de niña que has estado admirando cuando pensabas que no estaba mirando.”

Herodotus se ruborizó, pero sólo había orgullo en el tono de Polly cuando dijo: “Mira esto.”

Había una cuerda al lado del trapecio, y Polly subió unos cuantos centímetros hasta que pudo alcanzar la barra. Empezó a balancearse de un lado a otro, cobrando ímpetu, hasta que con un movimiento suave hizo una voltereta hacia atrás enganchando sus rodillas sobre la barra. Se sentó más arriba hasta que estaba de pie en la barra. Herodotus empezó a aplaudir, pero ella le hizo callar. “Oh, eso no es nada” dijo ella, con el tacto más débil de su voz. “Por favor, espera hasta el final del acto para aplaudir.”

Inclinándose hacia delante, ella empezó a caer mientras, al mismo tiempo, doblaba la cintura y agarraba la barra de trapecio con ambas manos. Su ímpetu la llevó alrededor de la barra con un giro completo, en cuyo punto ella extendió sus piernas hacia arriba hasta estar haciendo el pino en la barra. Ella posó allí, con una roca firme, durante quince segundos, luego de pronto se soltó y cayó hacia abajo hasta que, en el último instante, se agarró los tobillos en los extremos de la barra de trapecio donde las cuerdas la sostenían. Entonces lentamente movió su pierna izquierda hacia un lado, de tal manera que todo su cuerpo estaba colgando simplemente por su tobillo derecho.

Ella mantuvo esa postura durante otros segundos, sólo para probar que no le había salido por casualidad, para después sin esfuerzo inclinarse hacia arriba agarrando la barra con las manos de nuevo. Se inclinó hacia adelante y hacia atrás, usando su cuerpo como contrapeso para balanceándose por el trapecio. Las oscilaciones aumentaron hacia adelante y hacia atrás, cada vez más altas con cada arco sucesivo. Luego, en el ápice del columpio, se soltó y voló por el aire. Su cuerpo se curvó rápidamente y ella hizo dos giros completos antes de enderezar su postura de nuevo y aterrizar en el centro de la cuerda floja.

“Nada de aplausos” le recordó ella a él “pero un suspiro de sorpresa sería buen recibido.”

Ella no esperó, y empezó a caminar de vuelta a lo largo del cable, caminando de una manera tan seguro como si estuviera en el suelo. Se desplazo hasta el centro del cable, doblando sus rodillas y dando una voltereta hacia atrás, una segunda y una tercera —cada vez aterrizando sin problemas sobre sus pies.

“Ahora es el momento de que el público participe” dijo “Hay un mono ciclo ahí. ¿Podrías traérmelo, por favor?”

Herodotus fue y le trajo el mono ciclo. No se preocupó por darle las gracias, simplemente balanceó la rueda sobre el cable y se subió a él delicadamente, entonces paladeó hacia atrás y luego hacia adelante dos veces de un extremo al otro del cable.

Tras pedalear hasta el centro, se quedó quieta manteniendo el equilibrio y dijo “Ahora, tráeme aquel palo y ese plato que hay ahí.” Herodotus hizo lo que pidió.

El palo tenía casi un metro de largo por algo más de un centímetro de diámetro. Lo tomó por la mitad, puso el plato encima y empezó a darle vueltas. Se lo colocó en el borde de la mano y empezó a girar cada vez más rápido. Cuando vio que había logrado la velocidad adecuada, agarró la barra con ambas manos, tirando su cabeza hacia atrás y balanceando con cuidado el palo sobre su frente. Separó sus manos colocándoselas a ambos lados. Empezó a pedalear hacia delante y hacia atrás a lo largo del cable.

“Aquí es donde imparto el gran secreto del universo” dijo, sin quitar los ojos del plato. “Toda la sabiduría de los antiguos se reducía a una sola palabra: Equilibrio. Mantente en equilibrio y el mundo es tu ostra. Asumiendo que te gustan las ostras, es decir, de otra manera toda la metáfora no tiene valor.”

Ella continuó en la barra sobre su frente durante un minuto. A continuación, la sujetó con su mano derecha, la sacó de su frente y la tiró al suelo. Tomó el plato con su mano izquierda y, mirando a Herodotus, dijo “Cógela” mientras se la tiraba. Mientras tanto, permanecía en el mono-ciclo subida en la cuerda, pedaleando hacia atrás y hacia adelante durante otro minutos sin mostrar esfuerzo alguno.

Al final, se bajo del mono-ciclo de una manera tan fácil como había subido a él, y fue hacia Herodotus. Se agachó y agarró el cable dándole vueltas, dejó caer sus piernas hasta que ella estaba colgando por sus manos, luego se dejó caer ligeramente a la alfombra quedando los brazos triunfantemente sobre su cabeza.

“Muy bien, ahora puedes aplaudir” dijo ella.

Herodotus estaba por encima de cualquier aplauso. A pesar de como se sentía, dijo de una manera entusiasta “¡Fantástico! ¿Eres una profesional?”

Polly bajó las manos y se inclinó. “Nunca me han pagado por ello, así que supongo que eso me convierte en una aficionada con talento. Pero me gusta un poco. ¿Tienes hambre? Siempre tengo hambre después de un entrenamiento funambulista.”

Había pasado mucho tiempo desde el desayuno y ese canapé apenas lo había llenado, pero Herodotus estaba receloso acerca de pedir más generosidad. “Odio molestarte. Ya has hecho tanto...”

“Ningún problema. Llamare a Mario para que nos traiga un snack.”

“Una cosa, ¿te importaría que usara el baño para refrescarme?”

“En absoluto. Mejor que hacerlo en el suelo. Adelante.” lo acompañó hasta fuera del gimnasio hasta el pasillo. “Es la segunda puerta a la izquierda en esa dirección. No entres en la puerta verde. Cuando termines, toma el ascensor hasta el primer piso. Nos veremos allí.”

Fue al servicio, cerró la puerta con llave. Estaba bien tener unos pocos minutos de privacidad. Polly era muy guapa y amable, pero aquello había sido muy... intenso. Sí, había una palabra para definirla. Intensa.

Tomó aire a fondo y abrió los ojos. A continuación los volvió a cerrar. Podría haber imaginado que Polly no tendría un baño cualquiera, pero aquello iba más allá de lo más bestia que se hubiera imaginado.

Abrió los ojos otra vez para contemplar aquello. El papel de las paredes y el techo era un trampantojo que representaba una enorme catedral, quizás echo para tal efecto.

El lavabo estaba, literalmente, en un trono —una elaborada construcción tallada en roble oscuro con incrustaciones de marfil y joyas. Los robustos apoya brazos tenían cabezas de leones al final, y los cuatro pies eran garras con pelotas. La parte de atrás del trono era un terciopelo de color vino, y una luz constante brillaba en el asiento como si viniera de una vidriera arriba. Un rollo de papel higiénico estaba unido discretamente a un lado.

Se dirigió al trono y levantó el asiento con cautela. Para su gran alivio parecía un inodoro ordinario por dentro. Se alivió; entonces, como su esposa, que pronto sería la ex esposa, se recordó a sí mismo, volvió a bajar el asiento. Cuando se inclinó, se dio cuenta de que el papel higiénico parecía un poco extraño. Se acercó para tocarlo.

No era papel. Era de seda.

Caminó hasta el fregadero, que parecía una fuente bautismal octogonal que había visto en su visita a las viejas iglesias. Los accesorios eran todo de oro macizo, y cuando encendía los grifos el agua que fluía hacia afuera era ligeramente perfumada de rosas. Los jabones eran en forma de cisnes pequeños, y las toallas de mano eran de lino plegado en forma de cisne.

Se quedó mirando su reflejo en el espejo mientras se lavaba las manos. “¿Dónde me he metido?” Se preguntó en voz alta en voz baja. “¿Es esta una versión aún más surrealista del Hotel California? ¿Quién es esta chica, y qué es este lugar?”

Sus palabras no tenía respuestas para él, así que se secó las manos y salió de la habitación.

La cabina del ascensor estaba abierta y esperándolo mientras caminaba por el pasillo. Apretó el “1” con cierto temblor, y el ascensor salió disparado como si el cable se hubiera roto, sólo para llegar a una súbita pero suave parada. “Podría ser un paseo emocionante en cualquier parque de atracciones” murmuró.

Salió a la planta baja. No había señales de Polly, así que esperó.

Un gran león macho con una melena completa caminaba casualmente por una puerta. Herodotus instintivamente se quedó de piedra y retrocedió lentamente. Las puertas del ascensor se habían cerrado detrás de él, pero él apretó su espalda tan fuertemente como pudo.

El león lo miró, y él se dio cuenta que era un poco tuerto. Lo miró otra vez, ignorándolo mientras decidió caminar por el salón hacia otra habitación.

Tras unos pocos segundos Herodotus se dio cuenta que le costaba respirar. Decidió tomar aire a fondo para intentar calmar sus nervios.

Polly salió de otra puerta. Se había vuelto a cambiar de ropa, esta vez llevaba unos tejanos ajustados, zapatillas y una camiseta blanca que decía “¡Creo en mi!” en letras azules a la altura del pecho. Incluso con una ropa tan sencilla parecía inmensamente sexy para él.

“Eh” dijo él con indecisión “había un león paseándose por toda la casa.”

“Ah, es Bert. No le des mucha importancia. Seguramente te tiene más miedo que tu a él.”

Herodotus decidió que el tiempo para las sutilezas había terminado. Miró directamente a sus ojos y dijo “¿Quién demonios eres tú?”

Le respondió con una expresión incrédula. “Ya te lo he dicho. Me llamo Polly.”

“¿Polly, que más?”

“¿Polly que más qué?”

“¿Cuál es tu apellido?”

“No, cual es el nombre del tipo de la segunda base.”

“Ya he jugado a esto antes” dijo él de manera irritada. “Dime tu apellido.”

“¿Necesito uno?”

“Todo el mundo tiene un apellido.”

“Cher. Madonna. Prince.”

“Todos estos son nombres artísticos. En verdad nacieron con apellidos.”

“Quizás Polly sea mi nombre artístico.”

“Entonces, ¿trabajas en un escenario?”

“Constantemente” dijo ella con cierta lentitud en su voz.

“Todo lo que quería decir es que—“

“Tu puedes, chico.” sus ojos se iluminaron de repente. “¿Cómo te atreves entrar aquí como si fueras el dueño del mundo y hacerme un interrogatorio de tercer grado? ¿Llevas el móvil en el bolsillo o te alegras de verme? Lo que te importa de mi es el apellido, ¿o si una vez tuvo uno? No te quiero más por aquí. Por favor, vete de una vez.”

Herodotus se dio cuenta de tal cambio abrupto en el carácter de Polly. “Pero—“

“Nada de peros. Vete. ¡Ahora!” dijo apuntando la puerta principal de la casa.

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