El Observador. La Solución Al Génesis - Alberto Canen


Alberto Canen

El observador

La Solución al Génesis

Ilustraciones de tapa e interiores realizadas por el autor.

Agradecimientos

A mi esposa que me apoya en todo.

A mis hijos y sus preguntas.

A Luis Heriberto Rivas por estar siempre disponible a mis consultas y por haberme permitido acceder a materiales muy interesantes.

A Mercedes Bueto por sus correcciones y asesoramiento.

A mi amigo Fabián Rodríguez por tener la mente abierta y por sus grandes conocimientos.

A mi cuñado Pedro Diez por haberme ayudado a cotejar asuntos científicos y astronómicos.

Y a mi familia y amigos que se prestaron como lectores del “manuscrito” para ayudarme a mejorarlo.

Copyright 2018

Canen, Alberto

Tekime Edition

El observador / Alberto Canen ; ilustrado por Alberto Canen. – 1a ed. - Boulogne : el autor, 2012.

E-Book.

1. Religion. 2. Espiritualidad. I. Castro, Pablo Rodolfo, ilus. II. Título

CDD 291.4

Fecha de catalogación: 12/05/2018

Índice

Introducción

1 – La Biblia, el Génesis, la creación

a- ¿Siete días?

2 – Miles de millones

3 - ¡Y en este rincón…la vida…!

4 – El Génesis

a- Los monstruos marinos

b- Pangea y la deriva continental

5 – La ubicación y el entorno

a- Babilónicos

b- Egipcios

c- Hebreos

6 – El escritor sagrado

7 – El observador

a - Contemplando la creación

8 – Mensaje y enseñanza

9 – El contenido trascendental

10 – El edén

11 - La naturaleza humana en un ambiente controlado

12 – El camino espiritual

a- Las religiones

Apéndice I

a- La Biblia

b- Enuma Elish

c- Jardín del Edén

d- Bit-Adinu

e- La Vulgata

f- LXX

g- Caín y Abel

Apéndice II

a- El valle de las ballenas (Wadi Al-Hitan, Egipto)

Apéndice III

a- La ubicación del Edén

Chapter 1

Introducción

El relato de la Creación del Génesis ¿sólo una introducción a las escrituras bíblicas?

¿Qué esconden sus versos?

¿Mito, invención o realidad científica?

Este libro intenta abordar un tema que por lo general es incómodo de ser tratado, tanto para el científico como para el religioso.

La ciencia descarta de plano el relato, primero con risas y luego con enojo, y la Iglesia Católica lo ha relegado a una simple introducción a las sagradas escrituras. “El relato de la Creación es un texto religioso con enseñanzas religiosas”, se dice. “No hay ciencia en él”, “no debemos buscar explicaciones científicas”, claro, por supuesto.

Pero…

Debo reconocer que siempre he sido un duro crítico del Génesis. Siempre estuve entre los que disimulaban la sonrisa y cambiaban de tema para no discutir. Hablar del Génesis y de la Creación en particular me resultaba impensable…, hasta hace unos meses.

Ya va a ser un año desde que mi hijo menor me preguntara acerca de Dios con gran interés, más del que normalmente solía tener.

En aquel momento charlamos, le expliqué todo lo que pude dentro de mis conocimientos y acordamos leer los libros sagrados de las religiones principales para ampliar más los conceptos. Así que empezamos por leer, primero La Biblia [1], como principal libro del catolicismo-judaísmo-islamismo, para luego seguir con el Bhagavad Gita [2] del hinduismo-budismo [3].

Al leerle La Biblia, cuando estábamos avanzando con el libro de José, tuve -lo que podríamos llamar- una revelación. En un momento comprendí el porqué de La Biblia, el porqué de la creación del Pueblo Elegido, el motivo de la venida del Mesías, La Creación, El Edén, las políticas de la Iglesia Católica, la tarea trascendental del pueblo judío, el politeísmo, el monoteísmo, y mucho más. Fue tal la conmoción que me provocó este descubrimiento que decidí escribirlo y lo volqué en mi libro Un Único Dios.

La explicación del relato de la Creación del Génesis iba a ser parte de ese libro, pero luego de analizarlo con mi correctora y asesora literaria decidimos que era mejor separarlo en un libro independiente ya que ameritaba un trato especial.

Al concluir con el libro Un Único Dios -en agosto de 2011- volví sobre el relato de la Creación del Génesis y me aboqué a resolverlo.

Era claro para mí que el Génesis era un relato real, eran hechos que podían haber ocurrido pero que estaban de alguna manera enmascarados.

¿Cuál era la clave?, ¿cuál era la piedra roseta que me permitiría interpretar la narración?

La clave -descubrí-, era que el relato, el texto, era una narración de alguien que contaba lo que veía. Esa era la clave, ese era el tablero -por decirlo así- sobre el que había que montar las piezas de este rompecabezas.

En el texto de la Creación existía un observador, un narrador. No eran sólo versos, no, estaba claro que era un relato. El relato de un observador.

Al introducir esta variable -el observador-narrador-, todo cobró sentido. A partir de allí lo demás fue simplemente buscar las preguntas correctas: ¿fue una visión o una revelación?, ¿o ambas?, ¿qué tiempo le llevó la visión?, ¿quién era?, ¿dónde vivía?, ¿cuál era su ubicación?

La ubicación, la ubicación era determinante.

El observador y su ubicación eran las piezas fundamentales para comprender el relato de la Creación.

Este libro describe el camino que debí realizar desde La Biblia hacia la ciencia en un ida y vuelta permanente hasta lograr desentrañar el misterio.

Los animo a que me acompañen en mi descubrimiento.

Tomemos una taza de café, busquemos un sillón cómodo, y dejemos de lado por un momento los preconceptos.

Abramos nuestra mente y observemos que misterios han estado ocultos detrás de los versos del Génesis por más de tres mil años.

La versión que he utilizado para esta comparación es La Biblia de Jerusalén.

La Biblia de Jerusalén (Bible de Jérusalem) es una versión de la Biblia publicada en fascículos entre los años 1948 y 1953 que luego la Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén publicó fruto de la traducción de los manuscritos griego y hebreo, al francés. Posteriormente fue traducida a otras lenguas vernáculas, y finalizada integralmente a la lengua española. El criterio de su traducción fue la comparación con los textos originales en hebraico-aramaico y griego.

1

LA BIBLIA, EL GÉNESIS,

LA CREACIÓN

¿Siete días?

Quién no se ha preguntado: ¿siete días? Sí, ¿quién no? -además de mirarnos de reojo, con una media sonrisa maliciosa.

Ciertamente, es así, cada vez menos personas pueden creer que Dios haya creado los cielos y la tierra en siete días.

¿Y los dinosaurios? Bueno, para el momento en que surge esa pregunta (meramente retórica, por supuesto) ya nos encontramos enzarzados en una discusión que posiblemente avergüence hasta al barra brava más pintado.

Por lo general hablar del Génesis nos lleva, indefectiblemente, a una división irreconciliable entre ciencia y religión. Al parecer, una invalida la otra. Si el Génesis dice siete días, y la ciencia ha probado que fueron seis mil millones de años, todo apunta a que algo está mal, obviamente…, en La Biblia.

Es difícil que podamos afirmar que el análisis de la ciencia esté mal, más allá de -posiblemente- cien millones de años más, o cien millones de años menos. Por lo que -siguiendo esta lógica-, tomaremos de base para realizar este análisis lo que la ciencia sostiene que fueron los primeros momentos del sistema solar y de nuestro planeta, la Tierra, en función de los actuales descubrimientos.

Bien, si el Sistema Solar y la Tierra llevan más de seis mil millones de años desde que eran apenas una nube de polvo y gas estelar flotando a la deriva en nuestra bella galaxia… ¿cómo es que llegamos a esos siete días? Claro, ya sé, no me lo digan: pura superchería, mitos, cuentos antiguos de mitologías varias. Bien, no los culpo, así pensaba yo hasta que leyéndole la Biblia a mi hijo menor descubrí que en los textos del Génesis algo andaba mal, ¿o bien…?

Algo en los textos sagrados llamó mi atención y por un momento me detuve a observarlos y pensé: ¿y si el Génesis tuviese sentido?, ¿qué pasaría si la narración coincidiera con la explicación científica?, ¿qué pasaría si el texto del Génesis fuese la visión de alguien que ha visto la creación del Sistema Solar como en una película? Y recordé, cuántos descubrimientos se han iniciado con esa simple frase: “¿Y si…?”.

Y sí, intentemos enfocar el tema desde esa perspectiva, ¿total?... ¿qué podríamos perder?...

Por supuesto, debo aclarar en este punto que yo creo en Dios. Creo que Dios ha creado todo. Soy, lo que se llama, un creyente.

Filosóficamente me inclino más hacia el lado hinduista-budista, que hacia el católico-judío-musulmán, pero como el Dios es el mismo en ambos casos, no veo conflicto en leer los libros sagrados de ambas religiones, y analizar lo que Dios le ha dicho a los hombres, sean estos de la Mesopotamia, o del valle del Indo.

Bien, vayamos entonces, a ver, que nos ha dicho Dios.

Chapter 3

2

MILES DE MILLONES

Primero, reflexionemos sobre los “nunca bien ponderados” siete días.

Por supuesto, los siete días bíblicos debían tener algún tipo de explicación -pensé-, y me aboqué a resolverlo.

Lo primero que se me ocurrió fue que si Dios era infinito, posiblemente, un día de Dios podría durar mil millones de años, por lo que siete días de Dios bien podrían ser seis mil millones de años. Ustedes dirán ¿por qué seis mil millones de años? Bueno, porque actualmente se calcula, que desde la nebulosa original al presente han transcurrido seis mil millones de años, y cuatro mil seiscientos millones de años desde la consolidación de la Tierra.

Aunque Occidente no ha manejado cifras importantes -y al decir cifras importantes me refiero a guarismos tan grandes como de miles de millones de años- en sus mitologías, puede ser interesante observar que en India -para la época en que se escribió el Génesis- ya estaban acostumbrados a pensar números de esa magnitud.

Por ejemplo: según las escrituras védicas [4], los cuatro yugás (eras) forman un ciclo de 4.320.000 años (un Majá-yugá, o ‘gran era’), que se repite una y otra vez. La primera es la Satyá-yugá o ‘era de la verdad’ de 1.728.000 años de duración. En la que el promedio de vida de una persona era de 100.000 años. Es la Era de Oro, según otra clasificación.

Luego, adviene la Duapára-yugá o ‘segunda era’ que abarca unos 1.296.000 años. Con un promedio de vida de 10.000 años; también denominada Era de Plata.

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