Sueño contigo, una pala y cloroformo - Patricia Castro 6 стр.


Me gustaría estar en algún sitio más privado.

Eres insaciable.

Pero si aún no hemos hecho nada.

No sé cómo la miré pero mi mirada debió ser muy lasciva porque al ir a dar un sorbo de café, se le cayó un poco encima.

Mira com em poses de nerviosa, Alexandra!

Me parece genial.

Sonreí. Creo que pocas veces he sido tan feliz. Ya ves, qué cosas más tontas, solo con tomar un café con la chica que me encantaba.

Este finde hacemos una exposición de un pintor de estos colegas de Josep. Vente si quieres y después te invito a unas birras.

Val, et dic alguna cosa.

Si no tienes planes, no quiero que los cambies por mí, ¿vale?

Si puc hi aniré, cuca, no et puc prometre res, però ho intento.

Al rato salimos de allí, anduvimos durante un rato, en silencio, disfrutando de nuestra presencia. Cuando a Júlia se le hizo tarde me acompañó al metro. Tenía que hacerle la comida a su marido porque quien le calentaba la cama era él, yo tan solo era The other woman, como cantaba Nina Simone; vamos, la otra. Aquel día él no tenía clase por la tarde y llegaba sobre las tres. Eran las dos pasadas, aún teníamos algo de tiempo.

Què farem amb tu, joveneta?

Frunció el ceño. La miré y me encogí de hombros. Hubo un silencio incómodo. No fuimos capaces de llenarlo.

Haz conmigo lo que tú quieras.

Vull fer tantes coses amb tu

¿Cómo por ejemplo?

Pues como por ejemplo

Se me acercó más y más. Ahora su nariz rozaba la mía.

Dime.

Com per exemple això.

Volvió a clavarme sus ojos, luego bajó la vista y fijó su mirada en mi boca. Aquello era una tortura, quietas las dos, en medio de la calle, chispeando. Ella sosteniendo un paraguas con una mano y con la otra cogiendo la mía, apretándola fuerte. Vi de reojo como un hombre había dejado de leer el periódico y nos miraba. Aquello era mucho mejor que una guerra en no-se-sabe-dónde o el enésimo caso de corrupción. Cuando pensaba que nos íbamos a quedar allí toda la eternidad, pasó. Me besó.

Aquel mediodía de mayo mi vida cambió para siempre.

IV

Su cumpleaños es otro de esos recuerdos que tengo jodidamente nítidos. Eran casi las dos de la tarde y estaba subiendo las escaleras de mi casa con las llaves en la mano. Cuando abrí la puerta mi madre estaba en la cocina, intenté pasar a mi habitación pero me pilló.

¿Cómo estás, Alejandra? Esta mañana te has ido y no me he enterado ¿Te ha ido bien el examen ese que tenías? ¿Bien? Venga, deja la mochila y ven a comer, que siempre te quedas en tu cuarto y te lo comes todo frío.

Entré en mi habitación, tiré la mochila en la cama y me tumbé boca abajo. Estaba reventada. La noche anterior no había podido pegar ojo pensando en Júlia. Cogí el móvil. Miré si había respondido al último mensaje. Nada, como de costumbre. Todo aquel día fue raro. Antes de ir a comer respondí al mensaje que me había mandado Carlos, mi novio.

Alexandra

Te quiero, acabo de llegar a casa. ¿Vas a poder venir esta noche?

Me fui a echar agua en la cara a ver si me despejaba algo. Entré en la cocina. Le di un beso a mi madre y me senté. La mesa ya estaba puesta y le pregunté si quería agua. En la tele hablaban de Venezuela. Ya empezaban con el mismo puto tema de siempre. Mi padre, también.

¿Lo veis? Eso sí que es una dictadura. Para que luego habléis de aquí.

A ver, Felipe, que esa gente esté mal no quiere decir que aquí vayan bien las cosas.

Mi madre sabía como empoderarse.

Papa corta el rollo, que no haces gracia.

Llegó mi hermano y se sentó a mi lado, burlándose de mi padre.

A ver, ¿qué te pasa Margaret Thatcher?

Cállate, César. En esta casa ya no se puede decir nada desde que os habéis vuelto todos comunistas.

Joder, qué pesado estaba con eso de que nos habíamos vuelto todos comunistas. Él era un puto facha y nadie le decía nada.

Eso, mejor cambiamos de tema.

En el telediario ahora estaban hablando de la inmigración ilegal que llegaba a las costas.

Es que esto no puede ser, Núria, hay más pateras que barcos en el mar. ¿Tú te crees?

Bueno, pobre gente, de algo tendrán que vivir.

Pero vienen aquí y se piensan que pueden hacer lo que quieran. Nos quitan el trabajo y encima estos hijos comunistas tuyos los defienden.

Pero papa, si no hemos dicho nada.le respondió mi hermano. Me miró con cara de qué coño le pasa al viejo.

Me reí y seguí comiendo.

O como tu amiga Pilar, que ha tenido que vender el piso porque se ha llenado el barrio de moros.

Ya, pobre mujer, que no podían ir las niñas solas por la noche. Encima tiene un bar de esa gente al lado de la portería y es un sinvivir.

Pues lo que yo te decía Núria, que aquí no cabemos todos. No respetan nada, y así no se puede vivir. Además, no hacen falta, no sé por qué siguen viniendo si no los queremos.

Estuve a punto de responderle pero no valía la pena. Eso es algo que no ha cambiado, cada día es más facha. Coño, ya se podría deconstruir mi padre, como dicen las amigas de Júlia y cuatro imbéciles postfeministas más. Acabé de comer y me metí en el cuarto

¿Ya te vas, hija?

Déjala, Núria, siempre hace igual.

Entré en la habitación medio dormida. Cerré la puerta y me volví a tumbar en la cama. Miré el móvil. Eran las tres de la tarde pasadas y Júlia no había respondido. Me puse a dormir un rato, no me apetecía quedarme despierta rayándome la cabeza por ella.

Hacía días que tenía un nudo en el estómago que me impedía comer o respirar con tranquilidad. Estaba tan ansiosa por verla que perdía interés por todo lo demás. Hasta me costaba salir de mi cuarto.

Cuando desperté ya era de noche. Cogí el móvil.

Miguel

A las 8 vamos a por ti. Cenamos por ahí.

Leí el mensaje de mi colega y me metí en la ducha. Al salir Júlia seguía sin responder. Le pregunté a Carlos si iba a poder salir pronto del trabajo; tampoco dijo nada. Me vestí, me sequé un poco el pelo y me largué pitando. Miguel y Sofía ya me estaban esperando abajo.

Qué pasa tío.

Hola, Ale.

¿Cómo estás, Sofía?

Bien, como siempre tía. ¿Y tú?

Pues mareada, nunca duermo la siesta y no me ha sentado bien.

Eso es quejarte por quejarte, Alejandra. Tenemos que ir a buscar a Mónica.

Miguel arrancó el coche y en cinco minutos estábamos metidos en la Ronda Litoral. No tardamos en llegar al centro comercial donde trabajaba Mónica. Nos metimos en el parking y esperamos a que saliera.

Pues pensaba que Mónica no iba a venir.

¿Por qué lo dices, Ale?

No sé, Miguel, es que Mónica es tan rara

A ver, rara eres tú, tía, no me jodas.

Sofía, no te metas con ella.

Lo digo en el buen sentido. Perdona, tía, es que Mónica más que rara me parece estirada.

Ya

Mónica ha venido porque le gusta Alejandra.

¿Qué dices, Miguel?

Ale, cuéntale lo que te dijo el otro día

Estábamos en Razz.

Hostia, ¿el sábado pasado?

Sí, claro, cuando salimos todos; estábamos allí y comenzamos a beber un huevo con Irene. Vosotros dos no sé dónde coño os habíais metido.

Seguro que Sofía estaba fumando y ya sabes que siempre me arrastra con ella.

Seguro que Sofía estaba fumando y ya sabes que siempre me arrastra con ella.

Era eso, fijo. Total, que aprovechamos una de esas que Jordi se había ido a conocer un tío del Grindr a otra sala para que Mónica nos invitara a unos chupitos, porque dice que Jordi es un jeta y que no vuelve a invitarle más. Y, no sé cómo, acabamos Mónica y yo en el baño y va y me suelta que hace unos años había estado enamorada de su profe de baile, que se había sentido muy atraída, que la admiraba y no sé qué mierdas más.

Ya, ¿pero qué tiene que ver eso contigo?

Espera Sofía, ahora llega lo mejor. Me dice que ahora le estaba pasando igual conmigo y la tía coge y se acerca para besarme. Yo me aparté como pude y le dije que las dos teníamos novio y que no era plan, claro. Pero vaya tela.

Joder, pues sí.

Igualmente, Ale, te la tienes que pinchar.

¿Qué dices Miguel? yo a Mónica la respeto un huevo.

Callaos, que ya viene.

Mónica entró y dejó la mochila en el asiento que había entre las dos. Otra que estaba com un llum2.

¿Mucho trabajo en la tienda?

Nada, qué va.

Pues es viernes, qué raro.

Sofía, que iba en el asiento de copiloto, se volvió para vernos.

Mónica, ¿sabes dónde vamos?

Ni idea, yo he venido porque me lo dijo Alex.

Vamos a una fiesta de comunistas, lo que no hagamos por ti

Son las fiestas de mi pueblo, joder.

No entiendo por qué le llamas pueblo a Badalona, pueblo es lo mío en la Ametlla.

A ver, Badalona es como un pueblo, Mónica. Nos conocemos todos.

Eso sí.

Lo de la Ametlla ya tiene que ser una puta mierda de pequeño, tía.

Si vamos a la fiesta esa de los tuyos, subiré Instastories para que luego no me digan que soy de derechas.

A ver, Mónica, muy de izquierdas no eres.

Miguel, no te confundas. Yo soy tradicional pero muy abierta de mente, una cosa no quita la otra.

Y tan abierta

¿Qué has dicho?

Nada, nada

Mónica insistió y Miguel le soltó que era una puta reprimida. Mientras se peleaban miré el móvil a ver si Júlia me había dicho algo.

Júlia

Cuca, com estàs?

Bloqueé el móvil. Sentí una punzada en el estómago.

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