Il Segreto Arcano Dei Sumeri - Juan Moisés De La Serna


Juan Moisés de la Serna

El Secreto Oculto de Los Sumerios

El Secreto Oculto de los Sumerios
Juan Moisés de la Serna
Editorial Tektime
2019

El Secreto Oculto de los Sumerios

Escrito por Juan Moisés de la Serna

1ª edición: febrero 2019

© Juan Moisés de la Serna, 2019

© Ediciones Tektime, 2019

Todos los derechos reservados

Distribuido por Tektime

https://www.traduzionelibri.it

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros medios, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por el teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.

PRÓLOGO

Una exposición de las antiguas civilizaciones de la humanidad dará inicio a una de las más intrigantes y trepidantes aventuras por las calles de New York, en donde las persecuciones se sucederán con los más misteriosos encuentros con personajes misteriosos.

Una búsqueda incesante de lo que puede suponer el mayor hallazgo de la civilización occidental, descubrir de dónde procede el conocimiento que le hizo dar el salto cualitativo que convirtió a un pueblo pesquero en el que se consideró cuna de la cultura y el desarrollo del mundo conocido hasta escasos siglos.

Una intriga que te mantendrá en suspense hasta el final, en donde las más avanzadas técnicas de espionaje se verán enfrentadas a los más secretos conocimientos antiguos, todo ello ambientado en la actual New York, ciudad siempre cosmopolita, que encierra entre sus barriadas y calles, una gran diversidad cultural.

Dedicado a mis padres


CAPÍTULO 1. LA BIBLIOTECA

Estaba nervioso por lo que iba a ser mi estreno en sociedad, mi puesta de largo. Invertí tantos años de estudios realizado en distintos países a lo largo del mundo. Había dedicado cuantiosas horas de trabajo en solitario en las bibliotecas para poder culminar mi carrera en este momento.

A decir verdad, tuve mucha suerte de poder contar con tanta colaboración, otros a pesar de sus posibilidades quedaron retrasados por ese pequeño pero imprescindible detalla de la financiación. Gracias a que mi antiguo director de tesis conocía a las personas adecuadas y que estos estuvieron interesados en mi proyecto he podido realizar mi sueño.

Aparte del coste económico, esto ha supuesto una gran inversión de recursos humanos, pero sobre todo de colaboración con otras instituciones, museos y universidades además de con coleccionistas privados que generosamente habían cedido sus obras para ser apreciadas por otros.

Creo que ha sido la primera vez en la historia y por supuesto en mi vida que se consigue reunir tantos restos arqueológicos de esta civilización bajo el mismo techo, aunque han existido otros precedentes, el número de piezas exhibidas era muy inferior al que había logrado acaparar para este evento.

Igualmente me considero privilegiado al tener la oportunidad de utilizar para este evento un lugar tan privilegiado como el New York Public Library (la Biblioteca de Nueva York).

Un edificio rodeado de rascacielos de mármol blanco y estilo neoclásico, conocido como la Library Lion (la Biblioteca León) debido a dos leones de mármol rosado que custodian la entrada llamados Patience (Paciencia) y Fortitude (Fortaleza); con dos fuentes a ambos lados de la escalinata que simbolizan La Verdad y La Belleza. Una suntuosa construcción ubicada en la famosa Fifth Avenue (la Quinta Avenida), siendo considerada como una de las bibliotecas más importantes del mundo y de las más grandes de Estados Unidos.

Una escalinata que conduce a un pórtico de triple arcada que da acceso al edificio, iniciando el recorrido por el Astor Hall con su espectacular bóveda de mármol blanco y de ahí a la sala donde se realiza la exposición, la Gottesman Hall.

Menos mal que en este momento estaba de remodelación pues de otra forma no podría haberlo realizado, debido al ajetreo diario de estudiantes y curiosos que consultan sus bases bibliográficas con uno de los archivos digitales más desarrollados del mundo.

Me había tenido que desplazar a distintos países, todavía recuerdo mis discusiones en Jordania por trasladar aquellas pequeñas pero valiosas joyas, ese ha sido un problema recurrente que al que no me había enfrentado hasta ese momento.

Como comisario de la exposición, sabía todo lo que hacía falta sobre la organización de espacios, la selección de piezas, la clasificación de temáticas, las asignaciones de tiempo, pero de seguridad no conocía nada.

Ha tenido que ser el propio ayuntamiento el que se ha ofrecido para asesorarme, o mejor dicho decidir en cada caso qué hacer, pues la exposición se realizaba en un edificio público en la ciudad.

Nunca he visto tantas cámaras, sensores ni detectores de movimiento, humos o calor en un solo sitio. Había escuchado de la seguridad invisible, aquella que se encarga de la vigilancia y detección de problemas sin que el ciudadano de a pie se dé cuenta, pero cientos de cámaras instaladas en aquel recinto me daban una idea de a lo que puede llegar la seguridad.

Necesitaron habilitar una de las salas que ya tenía proyectado como parte de la exposición, únicamente como sala de seguridad para el control de todas las cámaras, así como la coordinación del personal de seguridad.

Para mí era exagerado tener tanta vigilancia, únicamente con haber asignado a una persona en la puerta encargada de fijarse de que nadie se llevase ninguna pieza era suficiente, pero desde la alcaldía advirtieron que o se cumplían sus condiciones de seguridad o no se realizaba la exposición.

Al final había tenido que ceder, aunque no de buena gana, los que trabajábamos ahí en la organización, los transportistas y los de seguridad e incluso del personal de limpieza éramos escrupulosamente examinados en una antesala para evitar que entrase cualquier tipo de sustancia sospechosa, gracias a esa nariz electrónica.

Se acabaron los arcos de seguridad, ahora era todo a base de control de aires, como lo llamaba yo; todavía no entendía muy bien cómo funcionaba, a pesar de que me lo explicaron en varias ocasiones.

Se trataba de un proceso en cuatro bloques, el primero y más complejo para mí, el de transducción, conformado por sensores químicos o de gas; el de adquisición de señal y conversión a formato digital; el de procesado y el cuarto y último de presentación de resultados.

Por mi parte lo único que veía es que tenía que situarme delante de un fondo de color verde, esperar unos segundos a que me echase un chorro de aire y listo; se supone que aquel es especial y que expande las moléculas de olor de mi cuerpo y si se detecta alguna sustancia potencialmente peligrosa suenan las alarmas.

Así sucedió más de una vez con los montadores de vitrinas, que alguno que otro, trabajaba por las tardes en la construcción y cuando quería al día siguiente entrar sonaban todas las alarmas, por haber estado cerca de donde se soldaba con productos como acetileno, propano o butano.

Todo un espectáculo sonoro y visual de alarmas que boqueaban a la persona y la asilaban hasta que comprobasen todas sus pertenencias y su identificación ocular y dactilar.

Un derroche de ingenio y concienzudo trabajo para algo tan inocente como una exposición de cacharos antiguos como les definió el jefe de policía de la ciudad cuando vio el catálogo de piezas a presentar en la exposición.

Personalmente estaba muy orgulloso de presentar mi primera exposición como comisario, a pesar de haber tenido algunas propuestas previas en varios museos de pueblos alejados, preferí estrenarme a lo grande y para ello traté por todos los medios a mi alcance de impresionar al público, transportándolo literalmente al mundo antiguo.

Lo más difícil fue realizar una maqueta en mitad de la sala de exposición, réplica del zigurat de Ur, próximo a Nasiriyah (Iraq), santuario del Dios de la luna, Nanna. Una antigua edificación de Mesopotamia, construida con base rectangular, con superposiciones de plataformas que van estrechándose desde la base hasta la cima, la cual es plana y donde se ubicaba un pequeño templo. Una estructura a modo de torre o pirámide escalonada, formada por varias terrazas conectadas entre sí mediante rampas.

Aunque existían otros ejemplos más fidedignos de la construcción primitiva, como el caso del ziguart de Dur-Untash ubicado en Susa (Irán). El abandono, la erosión del desierto y el paso del tiempo, ha desdibujado la majestuosidad del edificio quedando apenas algunas muestras de tan colosal construcción.

Un intento por mostrar uno de los pilares de la cultura sumeria, el culto a sus deidades, y la relación entre la religión y el pueblo. Ya que estos monumentos se erigían como vehículo para aproximarse a sus dioses, lugares que únicamente podían pisar los sacerdotes, pero que al estar construidos en lo alto de las explanadas eran visibles desde largas distancias.

Pero aquello me acarreó muchos problemas pues algunas comunidades religiosas decían que aquello era una provocación en contra de su propia historia como pueblo, tal fue el revuelo que se formó que al final me tuve que desistir.

Conformándome con recrearlo, fotografiarlo y desmontarlo, dejando únicamente una gran fotografía de la maqueta recreada en una de las paredes de la sala de exposiciones con un pequeño cartel indicativo del modo de construcción de la antigüedad sin entrar en mayores detalles.

Eran muchas las piezas que había conseguido reunir en aquella exposición sobre el mundo sumerio, cuna de la humanidad, a pesar de lo cual mi predilecta era la Estela de Hammurabi pues refleja lo actual de aquella cultura.

Un largo repaso de piezas de lo que es para algunos la más inquietante civilización perdida, a un paso entre la realidad y la ficción, llegándose a comparar con la mítica Atlántida por sus extraordinarios avances en relativamente poco tiempo y por haber dejado una huella indeleble en la historia de la humanidad.

Para los amantes de lo extraordinario, de las leyendas y las conjeturas, aquellos eran los restos de una civilización que habían mantenido contacto directo con sus dioses y que gracias a estos pudieron establecerse como civilización extendiendo su cultura a las poblaciones colindantes.

Un hecho cuando menos sorprendente que en este lugar, Mesopotamia, ubicado entre los ríos Éufrates y Tigris, es que se concentró tanto poder y conocimiento, cuando a su alrededor todavía no se daban las condiciones para que surgiesen tales avances.

A pesar de que algunos grupos científicos me criticaron mi visión parcial sobre la historia del mundo olvidando otros lugares que por estar alejados no por ello menos importantes como la China, la India o la América precolombina.

Con lo que la historia se debería de rescribir para incorporar a la olvidada por occidente civilización China, que en mi opinión ha sido la única que ha tenido una cierta continuidad en el tiempo, siendo las occidentales de unos cientos de años escasos, a pesar de que se daba una gran sucesión de pueblos dominantes según la época.

A muchos les pareció raro que escogiese a este pueblo y no a los egipcios, como era habitual hacer. Personalmente a pesar de que admiraba esa cultura, entendía que ya estaba casi todo dicho, aunque todavía guardaba incontables secretos y preguntas por responder como ¿Quién fue el que construyó las pirámides?, ¿De dónde procede la esfinge?, o ¿Cómo llegó a formarse un pueblo aparentemente disperso en el desierto como civilización?

A pesar de lo poco que sabemos, día a día se producen nuevos descubrimientos sobre ese mundo que ha cautivado a tantos. Eclipsando con ello a otros lugares de interés en la zona como pueden ser las pirámides de Sudán, que a pesar de ser de menor tamaño no por ello dejan de conservar cierta similitud y sobre todo mantener el halo de misterio.

Otros me criticaron que la exposición no la hiciese sobre Grecia, cuna de la civilización occidental. Por lo menos así se proclamaba, ya que fueron los artífices de la escritura actual, pero sobre todo de la forma de pensar, gracias a los eruditos como Sócrates, Platón o Aristóteles que dejaron sus pensamientos plasmados para posteriores generaciones y que ha sido materia de obligado estudio desde entonces.

Sin disgustarme del todo la idea me parecía un poco pretencioso, querer asignar a un pueblo como el griego el calificativo de cuna de la cultura, cuando ellos únicamente tuvieron una influencia parcial.

Es cierto que marcó el curso de la cultura del mundo conocido, por lo menos a nuestros ojos occidentales, pero en la Tierra de existían otras civilizaciones que se desarrollaban a la vez en otras latitudes, por eso considero que tuvo un impacto parcial.

Igualmente, los menos me instaron a honrar también a los primeros pobladores de Iberoamérica, cuya civilización se desarrolló en paralelo aún en la evidente distancia y separación física, cuando no existía ningún contacto entre culturas de tan alejados lugares.

Pero mi interés era más ambicioso quería dar una visión aún más global, revelar la naturaleza del hombre actual desde los orígenes de la civilización, compartiendo mis inquietudes sobre una esencia que se mantiene a lo largo del tiempo, permitiendo que el pasado nos sirva para explicar lo que somos y por ende de lo que seremos.

Algunos me han criticado el intentar cambiar la forma de concebir la historia con la exposición, pero aquello más que una crítica me parece una abalanza a mi trabajo.

Mostrar los hallazgos de una civilización milenaria con los descubrimientos actuales ha suscitado que unos pocos detractores me hayan tachado de ilusionista, por querer crear una ficción de la realidad en vez de presentar sólo los datos y todo eso lo han dicho sin siquiera haber visto la exposición, pues no se ha inaugurado.

Aparte de lo que iba a ser la exposición durante más de un mes de las obras más representativas, unido a los tablones explicativos, fotografías, reconstrucciones de momentos de su vida cotidiana, política, comercial y religiosa, de las explicaciones auditivas, paneles interactivos y proyecciones.

Además de lo que conforma la exposición tenía programado una serie de jornadas de puertas abiertas para poder escuchar a los conferenciantes más renombrados en la materia para exponer su punto de vista sobre aquella civilización casi desconocida para el gran público.

Eso que al principio podía ser fácil, me resultó una tarea realmente complicada, pues los estudios principalmente se desarrollaron durante los años sesenta y de entonces quedan pocos investigadores vivos, unido a que existía un gran descontento en la comunidad científica sobre mi enfoque de la exposición, que me dificultaba aún más la labor de encontrar a expertos dispuesto a colaborar.

Дальше