Nadie se daba cuenta de lo difícil que era trabajar en un refugio. Las condiciones en que los animales nos llegaban, la falta de fondos, los que no encontraban hogar todo eso afectaba hasta a los voluntarios más fuertes con el tiempo. Acudí a muchas personas. Forever Home era un refugio sin matadero, lo que significaba que si no había sitio para los animales, no podíamos llevárnoslos. Tenía pesadillas con los que había tenido que rechazar. Pero tenía que concentrarme en el bien que hacíamos desde Forever Home. Si me obsesionaba con lo malo que implicaba, todo el progreso que había conseguido podría desvanecerse. El refugio me daba un propósito. Esos animales necesitaban que yo mantuviera la compostura.
Hasta entonces, Kiera y Lyssie siempre habían trabajado bien. Esperaba que lo de aquella noche fuera lo más traumático que tuvieran que ver, pero aprendí hace mucho tiempo a nunca decir nunca. Ellas me preocupaban esa noche, pero fueron capaces de sobreponerse, sacar a los perros del ring y llevarlos al refugio. Por desgracia, tenía suficiente experiencia con los traumas para saber que había una especie de interruptor. Instinto de supervivencia. Y sus secuelas no siempre aparecían de inmediato.
¿Listas para bañarlos? pregunté. Las chicas asintieron, remangándose mientras me seguían al área común. Esa sería la verdadera prueba, cuando se acercaran a los perros y vieran realmente lo que les había pasado. Era imposible saber lo que encontraríamos debajo de ese pelaje enmarañado.
Kiera abrió la manguera y Lyssie se arrodilló, instando a dos de los perros a acercarse a las cubetas mientras se llenaban de agua caliente. Solo podíamos lavarlos de dos en dos.
Me arrodillé al lado del balde y ayudé al primer perro a entrar en el agua. Saltó, evitando usar una pata coja. Sus cabezas estaban inclinadas, pero eran confiados y agradecidos. Esperaba que tuvieran miedo y que posiblemente ofrecieran resistencia. No sabía cuánto tiempo habían vivido entre aquellas peleas. Querrían algo mejor. Pensé que eran huskies, pero de cerca parecían estar cruzados con alguna especie de pastor. Incluso medio muertos de hambre, eran grandes. Ya habían surgido del grupo dos líderes claros. Más grandes y seguros que los demás, fueron los primeros en moverse, como si hubieran decidido que podían confiar en Lyssie. Los otros iban en fila detrás de ellos.
El de ojos azules se separó de la manada y se vino directo hacia mí, dándome grandes y cariñosos lametazos. Consiguió hacerme reír en aquella noche terrible. Le froté las orejas, con cuidado de no ser demasiado brusca. Sus ojos seguían cada uno de mis movimientos. Aunque respetuosamente, me perseguían. Algo en ellos era demasiado humano.
El perro se metió en la bañera, temblando.
No pasa nada, esto te va a sentar genial le aseguré mientras cogía la manguera.
Gimió cuando el agua tibia alcanzó su cuerpo. Lo enjaboné suavemente, sin aplicar demasiada presión. La veterinaria no podía venir hasta la mañana siguiente y no quería agravar ninguna lesión. Con delicadeza, desenredé los nudos de su pelaje. Durante el baño, se presionaba contra mi cuerpo todo lo que podía. Incluso después de todo lo que le había pasado, todavía era capaz de confiar. Quería mi amor.
Esperaba Ryker estuviera en el suelo de una celda con el pie de Randy pisándole las pelotas. Ese tipo era un imbécil al que no le daría ni la hora. ¿Por qué me sorprendía que pudiera hacer algo así?
Por eso me gustaban los animales mucho más que las personas. Su amor era incondicional y siempre estaban dispuestos a correr el riesgo.
Lyssie me sustituyó para que pudiera examinar la piel de los perros ahora que los habíamos lavado. Tenían laceraciones de las cadenas y marcas de mordeduras. No vi signos de infección. Ya con el pelaje limpio, se podían apreciar los matices de marrón a gris y negro con rayas blancas, más oscuro en algunos lugares. Los de ojos marrones tenían un pelaje rojizo. Todos ellos tenían una mirada que me helaba el alma. Habían visto tanto.
El primer perro no se separaba de mí. Le quité la toalla y se apoyó en mí después de sacudirse enérgicamente. No asustado, sino territorial.
Seguro que te ha sentado muy bien. Le di un golpecito en la nariz, sabiendo en el fondo que lo iba acoger en mi casa. No puedes quedártelos todos, me recordé. Necesitas encontrarle un hogar.
¿Crees que estarán bien para pasar la noche? ¿Hay algo más que podamos hacer? preguntó Kiera. Estábamos empapadas, sucias y exhaustas. Todavía teníamos que ocuparnos de los animales residentes, la Mayoría de los cuales se habían despertado con nuestra irrupción nocturna. Con suerte todos dormirían hasta tarde al día siguiente.
Marchaos a casa. Os veo mañana.
Llevamos a los perros a las jaulas. Cada uno tenía una manta, comida y agua.
¿Te vas? preguntó Lyssie.
No. Voy a echarme en el sofá. Mi nuevo amigo no se separaba de mí. Se acurrucó en la alfombra frente al sofá, acomodándose con un suspiro. No bajó la cabeza de inmediato.
Quería protegerme.
Tú deberías irte a casa también, Trina dijo Kiera, en un último intento para que me fuera.
Me agaché y le di una palmadita en la cabeza al perro.
Ya estoy en casa.
Aquella veterinaria me odiaba y no tenía ni idea de por qué. La factura iba a ser altísima, pero al parecer eso no cambiaba nada. Para querer tanto a los animales, se quejaba mucho por ayudar a los que más la necesitaban.
Llegó tarde y no se disculpó, pero sí tuvo tiempo para tomar un café.
Me enteré de la pelea de perros de anoche. Suspiró al abrir su bolso. Todo el pueblo sabe demasiado sobre ello.
El sitio estaba a reventar. Me estremecí al recordarlo.
Ahora están todos histéricos. Acusándose de estar ahí y delatándose unos a otros.
Bien. No se me ocurre un mejor grupo de gente para eso. Abrí los cerrojos de las jaulas y les hice gestos a los perros para que salieran. No sé cómo estarán por dentro, pero creo que las heridas externas se van a curar. Un par de buenas comidas no les vendrán mal. Mi amigo de ojos azules se puso a mi lado y yo le revolví el pelo de la cabeza.
No olvides que dependes de las donaciones de esa gente. dijo mirándome, antes de agacharse para examinar al primer perro. En ese momento le hubiese metido un puñetazo. Siempre conseguía hacerme sentir como un chicle en la suela de su zapato. No entendía por qué había elegido ser veterinaria. Tendría la misma conmiseración que podría tener Ryker. No se paga a la gente con voluntad o buenas intenciones.
¿Te preocupan estos perros o con tu cuenta bancaria? Ojalá hubiera otra persona a quien pudiera llamar. Estábamos demasiado lejos de la ciudad para que otros veterinarios vinieran.
Creo que la respuesta es obvia.
Sí, lo era. No respondí, solo quería que se fuera lo antes posible. Que me diese el diagnóstico, las recetas, y que saliese tan rápido que ni la puerta le pudiera golpear el culo.
Se quitó el estetoscopio de las orejas.
No son perros. Son lobos.
Mierda.
Cinco
Shadow
El ruido de cristales rompiéndose en el vestíbulo nos despertaron a todos en el refugio.
¿Pero qué coño? dijo Major, abalanzándose contra los barrotes de su jaula. Sobre el estruendo del refugio, el asalto continuaba. El asaltante golpeaba a ritmo constante, rompiendo su arma contra cualquier cosa que se interpusiera en su camino. La madera se partió, y sonó un golpe de metal.
Se quitó el estetoscopio de las orejas.
No son perros. Son lobos.
Mierda.
Cinco
Shadow
El ruido de cristales rompiéndose en el vestíbulo nos despertaron a todos en el refugio.
¿Pero qué coño? dijo Major, abalanzándose contra los barrotes de su jaula. Sobre el estruendo del refugio, el asalto continuaba. El asaltante golpeaba a ritmo constante, rompiendo su arma contra cualquier cosa que se interpusiera en su camino. La madera se partió, y sonó un golpe de metal.
Son los matones de Ryker respondí. No podía verlos, pero no tenía la más mínima duda. Puedo olerlos.
El mal tenía un olor muy distintivo, como si un ácido me quemara las fosas nasales. Encerrados en esas jaulas no podíamos hacer nada por detenerlos.
Los chicos de Ryker solo querían mandar un mensaje. Por el momento.
Incluso después de descubrir que éramos lobos, nos mantuvo ahí. Dijo que no podía liberarnos hasta que estuviéramos bien recuperados para sobrevivir. No había un objetivo más suculento en Sawtooth que un lobo enfermo.
Malditos cobardes gruñó Baron, con la nariz apoyada en los alambres. Atacan el refugio cuando es a nosotros a quienes quieren.
Trina lo metió en la cárcel le recordé.
Cuando salgamos de aquí, ni que decir tiene que ese mamón se va a llevar lo suyo añadió Dallas. Ha atacado a nuestras dos manadas. Deberíamos hacerlo juntos.
Major me miró fijamente. Nunca se había mordido la lengua para señalar lo débil que pensaba que era. Teníamos estilos diferentes, y el mío pasaba por dejar que mis hermanos fueran parte vital de mi equipo. Pero ahora solo le quedaba X, que no había pronunciado palabra alguna durante el ataque. Hacía lo que se le pedía, lo que fuera, y nunca miraba atrás.
Es buena idea. No cedí ante el desafío. Nos movemos en círculos diferentes, y conseguiremos más información. Nadie esperaría que trabajásemos juntos.
Solo puede haber un líder. un «sí» en palabras de Major.
Lo sé. Le miré con agudeza. Veremos quién.
¡Hostia puta! A Kiera se le cayó la taza de café, fue la primera que apareció en lo que había sido la puerta. ¿Qué coño ha pasado aquí?
¡Ve a mirar los animales! Trina corrió por la habitación. Mira que todos estén bien.
Nuestras jaulas estaban en la sala delantera, y el refugio repleto. Los demás animales ladraban y gemían a las humanas, alertándolas del ataque.
¿Por qué harían esto? Lyssie se quedó parada. Algo me decía que no era la primera vez que lidiaba con violencia gratuita. Es un refugio para animales.
Hemos cabreado a alguien. Kiera salió de la sala de jaulas. Todos parecen estar bien por aquí. Están asustados, pero no heridos.
Sí, por aquí también. Trina se detuvo en medio de nuestras jaulas. Yo he recibido algunos empujones en la ciudad desde la pelea de perros. Me dijeron «no cagues donde comes», entre otras lindezas.
Se nos pinchó una rueda al salir del trabajo el día después del rescate añadió Lyssie, rodeándose la cintura con los brazos. No le di importancia, pero ya no me parece una coincidencia.
Tengo que llamar a Randy suspiró Trina mientras abría nuestras jaulas. Pensad en cualquier otra cosa rara que hayáis visto desde aquella noche. Tenemos que contárselo todo, sin excepción. Si alguien os ha mirado mal, decidlo. No es momento de callarse. Podemos con esto. Va a ser difícil, pero nadie nos va a coaccionar para que no hagamos lo que debemos por estos animales.
Me mataba saber que las habíamos puesto en peligro solo por estar ahí. Si fuera humano, le insistiría para que se alejaran de nosotros. No tenían ni idea de lo que Ryker era capaz de hacer. Él mordía más que ladraba.
Pero si fuera humano, podría protegerlas.
Las chicas se dejaron la piel limpiando la habitación delantera, intentando que todo volviera a la normalidad. Barrieron los cristales rotos, tapiaron las ventanas y arreglaron todo lo que pudieron. Nadie vino a ayudarlas. No me sorprendió. Trina llamó al departamento de policía, pero las otras dos apenas dijeron nada mientras trabajaban. Eso tampoco fue muy sorprendente.
No conocía el refugio antes de ingresar en él. Pasaba el menor tiempo posible en Granger Falls. Y cómo me arrepentía, sabiendo que un bellezón como Trina había estado ahí todo el tiempo. Los lobos de Sawtooth nunca se apareaban con hembras humanas. No teníamos problema en pasar un buen rato con ellas, pero cuando la fiesta terminaba, el contacto también. Aunque hubiera conocido a Trina antes de ser capturado, no habría podido ser más que una noche de pasión.
Seis meses de cautiverio habían bastado para cambiar la forma de pensar de este lobo. Las lobas de nuestra generación habían sido vendidas al mejor postor. Mantenidas en un cautiverio completamente diferente, las trataban como diamantes en bruto, celosamente vigiladas y expuestas ostentosamente por quienes podían permitírselas. Era una broma cruel, la forma en que esas jaurías paseaban a las niñas bonitas delante de nosotros y nos daban de hostias si solo tratábamos de jugar con ellas. Se reían de nosotros. Los chicos no tenían nada de especial, sobre todo los de clase trabajadora. Éramos tantos porque nuestros padres estuvieron intentando tener una niña hasta que ya no pudieron más. La paga valía la pena.
Los lobos ricos no tenían que preocuparse apenas. Se habían aclimatado mejor a su lado humano. Tenían dinero, mujeres, y no les preocupaban la política ni la sangría de la clase trabajadora. Los ricos podían tener los medios materiales para sobrevivir, pero el resto de nosotros dependíamos de la fuerza y la astucia callejera. Los ricos podían quedarse con su dinero, no compraba la felicidad. La libertad era cara pero cualquiera podía disfrutarla.
Quería una compañera.
Quería dejar mi parte en el legado de mi manada, no iba a dejar que mi arduo camino se acabara ahí.
Dallas fue inteligente al sugerir que hiciéramos equipo con los Lowe. Pero yo no podría dormir por las noches teniendo a Major de líder, y quería a Trina. Tendría que demostrar ser un alfa para estar con ella. Nunca habíamos tenido un alfa sin compañera hasta entonces.
Y ella iba a ser mía.
No te vas a separar de mí, ¿verdad? Trina me dio un beso en la cabeza cuando todo volvió a ser lo más normal posible. Parecía exhausta. Detestaba no poder hacer nada para ayudarla. Aquellas mujeres no estaban indefensas ni mucho menos, pero igual quería arrimar el hombro.
Quedaba una semana para la luna llena. Una semana para poder ganarme el sustento, una semana todavía para poder besar sin dar un lengüetazo.
Eres como mi sombra1 añadió.
Ella no tenía ni idea de que ese era mi nombre. Me apreté contra ella. Pronto sería capaz de envolverla con los brazos y perderme en ese olor a tarta de manzana que me hacía desear mucho más que el postre.
Putos lameculos. Mira a los Channing, deseando hacerse amiguitos de las chicas del refugio gruñó Major, mordisqueándome el cuello. Ladré, y conseguí que se pusiera contra el suelo y rodara. De ninguna manera. No me avergonzaría de Trina. Nosotros éramos cinco y había tres mujeres. Era lo suficientemente listo para hacer las cuentas. Y él tenía treinta y cinco años sin pareja, más números que no podía ignorar si quería ser considerado el líder.