La Generalitat tenía una función financiera al servicio de las decisiones de las cortes, y la conformación de la misma institución era fiel reflejo de su origen feudal. El virrey y su familia se alojaron frente a la sede de la Generalitat. Los diputados denunciaron a la agermanada Junta dels Tretze de liberar a los responsables del asalto a la casa del virrey. Además, resistieron todo lo posible la revisión de la contabilidad de la institución que bajo amenazas y vejaciones impusieron los agermanados, aportaron fondos a la causa señorial, se opusieron en 1522 a la revocación del virrey, al que consideraban con los caballeros, artífice del éxito militar16 La Generalitat se manifestó claramente partidaria del virrey y fue la imagen de la ciudad y reino ante la victoria: la entrada del 9 de noviembre de 1521 por el portal de Serranos y por el que los diputados ofrecieron un ágape con los dineros reservados de la festividad del 9 de octubre, fecha de la conquista de Valencia por Jaime I, que no habían empleado por estar todavía el líder agermanado Vicent Peris en la ciudad.17 La institución, que celebraba de manera regular tres festividades (el Corpus, la Navidad y el citado día de la conquista o de Sant Dionís), encontró en esta decisión la forma de mostrar su fidelidad con sumo efectismo, pues imbricaba emocionalmente las dos entradas triunfales.
El edificio de la Generalitat después de la Germanía
El quebranto de la Germanía dejó maltrecho el reino, y las obras interrumpidas quedaron como una herida más del citado conflicto. En repetidas ocasiones el humanismo erasmista criticó las discrepancias en el cristianismo y alentó la unidad para hacer frente a los turcos. Buen testimonio lo proporciona Juan Luis Vives en su diálogo sobre las disensiones de Europa y la guerra contra los otomanos, firmado en Brujas en octubre de 1526. En su repaso a los desacuerdos entre cristianos expone cómo ante la marcha del rey hacia Alemania para tomar posesión del imperio:
se produjeron levantamientos en España, de la plebe contra la nobleza, de unas ciudades contra otras []. Eso fue locura y no disensión, pues la multitud no sabía qué quería, por qué habían tomado las armas ni en favor de quién luchaba; los nobles no ignoraban cuál era su recompensa en la guerra.
Por las comunidades y Germanías quedan «los reinos saqueados, la nobleza quebrantada y arruinada, las ciudades antes florecientes están igualadas con el suelo, los campos esquilmados y desiertos».18 Precisamente, de manera contemporánea a estas palabras, los mismos diputados, a finales de 1525, debatieron si vender el inacabado conjunto de su sede. Así quedó durante años, en opinión de José Martínez Aloy: «para demostrar que las conquistas y grandezas de Carlos I se realizaban á costa de muchos sacrificios por parte de sus pueblos».19
La Germanía fue un lastre para la economía, y por ende para el desarrollo artístico que venía produciéndose. Con el tiempo, y a tenor de su papel en el conflicto, la Generalitat, como manifestación de la estructura estamental del reino, adquirió un mayor poder de representatividad, que puso de manifiesto durante el siglo a través de la arquitectura y el arte. Eso sí, adaptándose a las posibilidades financieras que en buena medida venían establecidas por la situación socio-político-militar. Testigo de ello es el proceso constructivo del edificio de su sede. Así, tras años de represión y compensación de la Germanía, una pandemia en 1523/24, el levantamiento morisco en las sierras de Espadán y Bernia en 1525/26 y la epidemia de 1530/31, los diputados decidieron reemprender las obras en 1533. Mosén Joan Baptista Corbera asumió la responsabilidad de la cantería del edificio, que en 1535 se acometía, principalmente en el studi nou y la escribanía, bajo el modelo de las obras iniciadas décadas atrás con especial protagonismo de su padre. De las obras de albañilería se responsabilizó Joan Navarro. En cuanto a la carpintería, Genís Linares realizó el artesonado y Juan Cardona comenzó a dorarlo, aunque esta labor se paralizó y su conclusión se produjo en 1575. En 1539 se decidió obrar el estudio pequeño (retret del studi nou). Se trabajó en las ventanas y en 1542 en las rectangulares sobre las de corbes. El torreón avanzó lentamente y con interrupciones. El 29 de noviembre de 1549 se indicaba que la sala mayor de la casa, que era la del torreón, debía acabarse, «la qual sala és molt bé e cosa necesària sia acabada per honra de la casa e regne»;20 es decir, de la misma institución y del reino al que servía y, por ello, representaba. Antes, argumentaban, no se pudo hacer por los cerca de 15.000 ducados que tuvieron que emplear en artillería y defensa del reino ante las amenazas de la armada turca, muy extendidas en 1543 y 1547. En 1567 se trabajó la estructura de la propia torre para poner solución a las filtraciones de un remate con galería y merlones. Los maestros de la citada fábrica, el carpintero Gaspar Gregori, el cantero Miquel Porcar y el albañil Andreu Serrano aconsejaron rehacer la torre desde el techo de la Sala Nova. En estas labores destacó la dirección de Gregori, que presentó un nuevo diseño, y la ejecución de Porcar y el albañil Joan Vergara.21 Las obras se detuvieron con el alzamiento de los moriscos en las Alpujarras granadinas en 1567, y se reanudaron con determinación bajo el sistema del destajo entre 1573 y 1577. En 1575 se acabó de dorar el artesonado del estudi nou major, que pasó a denominarse daurat, y en 1579 se remató el torreón con tejado a cuatro aguas de tejas doradas de Manises. En este tiempo dorado, la institución emprendió obras tan representativas para la ciudad como el baluarte y Casa de Armas.
La imagen urbana del edificio de la Generalitat
La sede de la Generalitat no gozó de una imagen capaz de caracterizar el perfil de la capital valenciana, aunque sí se integró en su corografía. No la encontramos especificada en la primera vista de la ciudad, la contenida en la crónica en castellano de Pere Maria Beuter de 1546, y solo de manera algo confusa en sus límites y distinción respecto a la Casa de la Ciutat aparece en la vista más naturalista de Anton van der Wyngaerde de 1563. El artista flamenco rotula sobre ambos edificios las palabras que los identifican: Consejo y Deputación. En este, con sesgo aristocrático, refleja la torre almenada que después se recrecería y se remataría con cubierta de tejas doradas en consonancia con las techumbres de su interior.
Figura 1. Xilografía con la vista de Valencia en la obra de P.A. Beuter, Primera parte de la Coronica General de toda España, y especialmente del reyno de Valencia (1546).
Figura 2. Anton van der Wyngaerde, detalle de la vista de Valencia, 1564.
En el caso de una urbe fluvial, el lugar idóneo para destacar el edificio en el perfil de la ciudad hubiera sido uno de los principales accesos del frente definido por el río Turia, como, por ejemplo, sucedía con la Diputación General de Aragón en Zaragoza, abierta al Ebro, junto a una de las principales entradas y donde, además, su cromático y heráldico tejado contribuyó a significar un espacio que no podía rivalizar en altura con los campanarios y otros elementos de la arquitectura religiosa. Otra opción para realzar la citada sede hubiera sido abrirlo a uno de los más diáfanos y transitados espacios urbanos, pero tampoco fue el caso valenciano, como sí sucedió con la Lonja en la plaza del Mercado y con la Casa de la Ciutat en la plaza de la Seo. De hecho, la Generalitat se dispuso próxima a la sede municipal, que gozaba de preeminencia urbana. Este edificio, con sus dos torres, era visible desde el escenario de los más solemnes actos festivos en el centro histórico, espiritual y político de la ciudad. Desde esta plaza, la Generalitat quedaba oculta tras el inmueble de la sede municipal, ambos separados por una estrecha calle. El porte urbano de la Generalitat se reducía a la visión del edificio en la confluencia de las calles que partían de los principales portales de la capital: el de Quart y la calle Caballeros para la comunicación con el oeste, y el de Serranos y la calle de San Bartolomé con el norte. La torre del edificio no se erigía hacia esta confluencia de importantes vías, sino hacia el propio edificio municipal. Así puede apreciarse bien en el primer plano conocido de la ciudad, el realizado por Mancelli en 1608, aunque la representación del edificio es sumamente descuidada; por ejemplo, su torre se sitúa sin detalle en el lado contrario.
Figura 1. Xilografía con la vista de Valencia en la obra de P.A. Beuter, Primera parte de la Coronica General de toda España, y especialmente del reyno de Valencia (1546).
Figura 2. Anton van der Wyngaerde, detalle de la vista de Valencia, 1564.
En el caso de una urbe fluvial, el lugar idóneo para destacar el edificio en el perfil de la ciudad hubiera sido uno de los principales accesos del frente definido por el río Turia, como, por ejemplo, sucedía con la Diputación General de Aragón en Zaragoza, abierta al Ebro, junto a una de las principales entradas y donde, además, su cromático y heráldico tejado contribuyó a significar un espacio que no podía rivalizar en altura con los campanarios y otros elementos de la arquitectura religiosa. Otra opción para realzar la citada sede hubiera sido abrirlo a uno de los más diáfanos y transitados espacios urbanos, pero tampoco fue el caso valenciano, como sí sucedió con la Lonja en la plaza del Mercado y con la Casa de la Ciutat en la plaza de la Seo. De hecho, la Generalitat se dispuso próxima a la sede municipal, que gozaba de preeminencia urbana. Este edificio, con sus dos torres, era visible desde el escenario de los más solemnes actos festivos en el centro histórico, espiritual y político de la ciudad. Desde esta plaza, la Generalitat quedaba oculta tras el inmueble de la sede municipal, ambos separados por una estrecha calle. El porte urbano de la Generalitat se reducía a la visión del edificio en la confluencia de las calles que partían de los principales portales de la capital: el de Quart y la calle Caballeros para la comunicación con el oeste, y el de Serranos y la calle de San Bartolomé con el norte. La torre del edificio no se erigía hacia esta confluencia de importantes vías, sino hacia el propio edificio municipal. Así puede apreciarse bien en el primer plano conocido de la ciudad, el realizado por Mancelli en 1608, aunque la representación del edificio es sumamente descuidada; por ejemplo, su torre se sitúa sin detalle en el lado contrario.
La presencia social del edificio de la Generalitat queda manifiesta en su relación con el callejero y con el mundo festivo. Algunas provisiones citan el tramo de la calle Caballeros contiguo a los inmuebles de las sedes municipal y general como de les Corts. Así aparece en bandos del siglo XV. Marcos Antonio de Orellana esgrime que esta denominación se debía a que Jaume I habría celebrado aquí las primeras cortes del reino, así como a que en este lugar se hallasen los tribunales inferiores, conocidos como corts.22 Ocasionalmente es denominada calle de la Diputació, como en 1518, cuando los diputados decidieron hacer una torre cuyo interior acogiera una gran sala de reuniones en consonancia a las aspiraciones de reforzar su carácter representativo. Poco después, al evocar el asalto de los agermanados a la casa del conde de Melito, virrey de Valencia, realizado en represalia de la muerte del líder Sorolla, se dice que los vio venir desde «una ventana de la sala que mira a la calle de la diputación».23 Paralela a esta calle, al norte del edificio, en la actual plaza de Manises, se hallaba la plaça de les Corts. Así se la denomina en 1505 cuando se hace procesión de gracias por el enlace de Fernando el Católico y Germana de Foix,24 y en 1532 con la llegada de la reliquia de san Vicente Ferrer. Avanzado el siglo se sucedieron otras denominaciones, y desde finales de este y durante el XVII se impuso el de plaza de la Batlia.25
Figura 3. Antonio Mancelli, Nobilis ac Regia Civitas Valentie in Hispania, 1608. Detalle de la zona de la Catedral, Ayuntamiento y Generalitat.
El edificio, por lo tanto, tuvo una discreta relación con el callejero urbano. No obstante, la denominación de Corts, que hacía referencia a los tribunales de justicia, pudo interpretarse por algunos como referencia a la sede de reunión de los estamentos del reino con representación en las cortes. Del mismo modo, resulta revelador que se excluyera el edificio de los itinerarios organizados por la ciudad con motivo de las entradas reales y de ilustres personajes.26 Muy ilustrativa resulta la entrada en Valencia del citado duque de Melito como virrey, pues si bien su recorrido previsto era ir desde el portal de Quart hasta la catedral para jurar los fueros por la calle Caballeros, la Junta dels Tretze no lo permitió. Lo interceptaron en la plaza del Tosal y, argumentando que los personajes ilustres, hacían otro recorrido, lo llevaron por la calle de la Bolseria, la plaza del Mercado y las calles de San Vicente y de la Corretgeria.27 Por el contrario, la ubicación del edificio hacía inevitable que tuviera una notable inserción en el universo festejante de la ciudad. Ante la celebérrima procesión del Corpus, en la plaza de la Seo los eclesiásticos tenían privilegiado sitial, mientras que en el tramo llamado de les Corts al inicio de la calle Caballeros lo tenían la Ciutat y la Generalitat. En otras ocasiones, la citada calle o la plaza homónima del lado contrario eran espacios reservados a las principales instituciones del reino. Si como se ha citado, en 1518 se decidió hacer el torreón de la sede, en 1525 consta la realización de un cadafal en una de las ventanas de la sala gran nova para que diputados y familias pudieran contemplar la procesión de la fiesta del Corpus, para lo que entoldaron los muros inacabados.28 El «balcón dorado» lo realizó Pere Cerdà de 1580 a 1585 y fue dorado por Luis Mata.29 Mientras que el del tercer piso fue ejecutado por Juan Armaolea en 1581. Se hizo frecuente que las autoridades, como los virreyes y sus familias, acudieran a contemplar la procesión del Corpus desde las ventanas del edificio y que, con motivo de estas ilustres visitas, se les obsequiara con representaciones teatrales, música y, en ocasiones, baile.30 También la Diputación recibió a las autoridades con motivo de procesiones extraordinarias. De manera explícita se señala con la entrada del cuerpo de san Mauro en 1599, la canonización de san Ignacio de Loyola en 1622, la beatificación y canonización de san Juan de Mata y Félix de Valois en 1668 y la canonización de san Francisco de Borja en 1671, entre otras.31
A finales del siglo XVI el estudiante Miguel de Vargas, en su loa de Valencia, incluyó el edificio de la Generalitat entre los destacados de la ciudad, y especificó que sobre todo era valorado por sus techos dorados.32 Si bien el edificio en sí despertó el interés de algunos viajeros, caso del francés Des Essarts en 1659, otros fueron críticos con él, caso del pastor luterano alemán Carl Christoph Plüer en 1768. Sin embargo, entre los que lo visitaron fue unánime el reconocimiento a su contenido. Por ejemplo, el archiduque Maximiliano de Austria, después emperador de México, en su visita a la ciudad en junio de 1852 alabó las hermosas techumbres de la casa municipal, que le recordaban las del palacio ducal de Venecia, así como las de la Generalitat, entonces palacio de la Audiencia (antigua Diputación), donde encuentra «uno de esos artesonados que parecen reventar en oro y que tan claramente manifiestan la auténtica riqueza y lujo, frente a los cuales los nuestros parecen perendengues». Además, alaba los retratos murales, puesto que en su opinión permiten con frescura y viveza la inmersión en la fisonomía y la historia de España en un momento de evidente orgullo.33