Lo más extraño de todo eso, Caitlin se dio cuenta, era que, al pensar en Scarlet por ahí, sola en la noche, no sentía ningún temor por Scarlet.
En cambio, sentía miedo por todos los demás.
CAPÍTULO DOS
Kyle estaba sentado en la parte trasera de la patrulla de la policía, con las manos esposadas a la espalda, con la mirada fija en la jaula estrecha, sintiéndose como nunca antes. Algo estaba cambiando dentro de él, no sabía qué, pero podría sentirlo burbujeando adentro. Le recordó la vez que había usado heroína, ese primer ardor cuando la aguja tocó su piel. Este nuevo sentimiento era como un calor abrasador corriendo por sus venas y estaba acompañado por un sentimiento de poder invencible. Se sentía abrumado de poder, sentía como si sus venas fueran a salirse de su piel, como si su sangre se hinchara en su interior. Se sentía más poderoso que nunca, la piel le hormigueaba en la cara y la frente y en la parte posterior del cuello. La oleada de poder en su interior era algo que no entendía.
Pero a Kyle no le importaba; siempre y cuando el poder estuviera allí, le daba la bienvenida. A través de sus ojos nublados observó como el mundo se teñía de rojo y lentamente se ponía en foco. Detrás de la jaula, vio a dos oficiales.
Cuando el zumbido en sus oídos comenzó a ceder, pudo oír su conversación, en un principio en silencio.
"Este asesino va a estar en el bote por mucho tiempo", le dijo uno al otro.
"Escuché que acaba de salir. Está de lo peor para él.”
El policía comenzó a reír, y el sonido chirriante taladró la cabeza de Kyle. La patrulla aceleró por la carretera, con las luces encendidas, y Kyle se hizo más consciente de sus alrededores mientras empezaba a darse cuenta dónde estaba. Estaban en la carretera nueve, regresando a la cárcel, el lugar donde había estado los últimos quince años su vida. Fue reconstruyendo lo que había pasado esa noche: ese bar … esa chica … Estaba a punto de tener algo con ella cuando … algo había sucedido. La pequeña perra lo había mordido.
El darse cuenta lo atravesó como una ola. Lo había mordido.
Kyle intentó palpar su cuello, las dos marcas le palpitaban, pero no pudo; encía las manos esposadas detrás de la espalda.
Kyle movió los brazos y, para su sorpresa, rompió las esposas sin mayor esfuerzo. Levantó las muñecas con asombro, mirándolas, sorprendido de su propia fuerza. ¿Las esposas estaban dañadas? Las miró colgando frente a él, y se preguntó: ¿Cómo pudo haber hecho eso?
Kyle se estiró y sintió los dos bultos en el cuello, le ardían, como si la mordida hubiera entrado hasta venas. Se quedó allí sentado, mirando las esposas colgando, y se preguntó: ¿Existen los vampiros? ¿Era eso posible?
Kyle sonrió con gusto. Era el momento de averiguarlo.
Kyle tomó las esposas, que colgaban, y las golpeó contra la jaula.
Los dos policías se volvieron y miraron hacia atrás, y esta vez no se estaban riendo; ahora sus rostros estaban en shock. Las manos de Kyle estaban libres, sus esposas estaban rotas, y él las colgaba frente a ellos, sonriendo, mientras continuaba golpeando en la jaula.
"Mierda," un oficial le dijo al otro. "¿No lo esposaste, Bill?"
"Lo hice. Estoy seguro. Le apreté las esposas con más fuerza que el infierno.”
“No estaban lo suficientemente apretadas," Kyle gruñó.
Un policía tomó su arma, y el otro pisó el freno.
Pero no lo suficientemente rápido. Con una velocidad increíble, Kyle extendió la mano, arrancó la reja de metal como si fuera un palillo de dientes, y se zambulló en el asiento del frente.
Kyle se abalanzó sobre el policía en el asiento del pasajero, le quitó el arma de las manos, y le dio un codazo tan fuerte que le rompió el cuello.
El otro policía se desvió, y la patrulla se tambaleó por la autopista mientras Kyle lo agarraba por la parte posterior de la cabeza, y lo embestía de frente. Un chasquido llenó el aire mientras la sangre del policía salpicaba a Kyle. Con el coche desviándose hacia todos lados, Kyle extendió la mano para agarrar el volante pero ya era demasiado tarde.
La patrulla se desvió hacia el otro lado de la carretera, y los sonidos de claxon llenaron el aire mientras se estrellaba contra un auto que se aproximaba.
Kyle salió volando de cabeza por el parabrisas, y aterrizó en la carretera, rodó y rodó mientras el coche se volcaba y rodaba de lado, también. Un coche que se acercaba a Kyle aplicó los frenos, pero no a tiempo, y Kyle sintió como el coche aplastaba su pecho.
El coche paró en seco mientras Kyle estaba allí, respirando con dificultad; una mujer de unos treinta años salió, gritando, llorando, mientras corría hacia Kyle, que yacía de espaldas.
"Oh, Dios mío, ¿está bien?" Ella dijo en un apuro. "Traté de parar a tiempo. Dios mío. ¡He matado a un hombre! ¡Dios mío!”
La mujer estaba histérica, de rodillas sobre él, lloraba.
De repente, Kyle abrió sus ojos, se sentó y miró a la mujer.
Su llanto se detuvo cuando ella le devolvió la mirada en shock, tenía los ojos muy abiertos frente a los faros.
Kyle sonrió, se inclinó, y, en éxtasis, hundió sus hermosos colmillos que crecían y crecían en su garganta.
Fue la mejor sensación de su vida.
La mujer gritaba mientras él bebía su sangre; él se atiborró hasta que ella cayó inerte en sus brazos.
Kyle se puso de pie, satisfecho, y se volvió y contempló la carretera vacía.
Enderezó el cuello, alisó su camisa, y dio el primer paso. Tenía mucho que cobrarle a esta ciudad camino y todo iba a empezar con Scarlet.
CAPÍTULO TRES
Sage volaba cortando el aire hacia el amanecer, los primeros rayos de sol iluminaban una lágrima en su mejilla, que rápidamente él se secó. Estaba agotado, con mucho sueño después de volar toda la noche buscando a Scarlet. Durante la noche, creyó verla muchas veces, sólo para darse cuenta de que había llegado con una chica desconocida que se sorprendía al verlo aterrizar y despegar de nuevo. Estaba empezando a preguntarse si alguna vez la encontraría.
Scarlet no estaba por ninguna parte, y Sage no podía entenderlo. La conexión entre los dos era tan fuerte, que estaba seguro que podría sentirla, que ella lo llevaría a donde estaba. No podía entender lo que había pasado. ¿Ella había muerto?
Sage creía que quizás estaba en tal estado emocional, que todos sus sentidos estaban bloqueados, y eso no le permitía rastrearla; o tal vez había caído en un sueño profundo, como sabía que le sucedía a los vampiros después de alimentarse de un humano por primera vez. Eso podía llegar a ser mortal para algunos, él lo sabía, y le dolía el corazón pensar que ella estaba por ahí, quien sabía dónde, completamente sola. ¿Alguna vez despertaría?
Sage voló bajo, muy rápidamente para no ser detectado, y pasó por todos los lugares a los que había ido con ella -su escuela, su casa, todos los lugares en que podía pensar- usando su visión láser la buscó por los árboles y las calles.
A medida que el sol se elevaba y pasaba hora tras hora, Sage, finalmente se dio cuenta de que no tenía sentido seguir buscando. Tendría que esperar hasta que ella saliera a la superficie, o él pudiera detectarla.
Sage estaba agotado como nunca antes. Podía sentir su fuerza vital empezando a decaer. Sabía que sólo quedaban unos días para que él mismo muriera, y cuando sintió otro dolor en el pecho y en los brazos y hombros, supo que se estaba muriendo por dentro. Pronto dejaría esta tierra, y lo había aceptado. Sólo quería pasar sus últimos días con Scarlet.
Cuando ya no le quedó ningún lugar donde buscar, Sage voló sobre la mansión de su familia en el Hudson, mirando hacia abajo mientras descendía. Dio una y otra vuelta, como un águila, preguntándose: ¿debería verlos una última vez? No sabía para qué. Todos lo odiaban ahora por no llevar a Scarlet; y tenía que admitirlo, él los odiaba también. La última vez que había estado allí, su hermana había muerto en sus brazos, y Lore había partido para tratar de matar a Scarlet. No quería enfrentarse a ellos de nuevo.
Y sin embargo, no tenía otro lugar a donde ir.
Mientras volaba, Sage escuchó un golpeteo, y miró hacia abajo y vio a varios de sus primos sosteniendo planchas de madera sobre las ventanas, y martilleando. Uno a uno, estaban sellando su mansión ancestral, y Sage vio a varias docenas de sus primos despegar en vuelo. Estaba intrigado. Era evidente que estaba pasando algo.
Sage tenía que averiguarlo. Una parte de él quería saber a dónde iban, qué sería de su familia, y una parte más grande de él quería saber si tenían alguna idea dónde estaba Scarlet. Tal vez uno de ellos había visto u oído algo. Quizás Lore la había capturado. Tenía que saber; era la única pista que tenía.
Sage se lanzó hacia la finca de su familia, aterrizando en el patio de mármol, ante la gran escalinata que conducía a la puerta de entrada trasera con antiguas puertas francesas.
Cuando se acercó, de repente las puertas se abrieron, y vio a su madre y su padre adelantándose; lo enfrentaron con una mirada de desaprobación.
"¿Qué estás haciendo aquí?" Su madre le preguntó como si él fuera un intruso.
"Ya nos mataste una vez", dijo su padre. "Nuestra gente pudo haber sobrevivido si no hubiera sido por ti. ¿Has venido a matarnos de nuevo?”
Sage frunció el ceño; estaba harto de la desaprobación de los padres.
“¿A dónde van?" exigió Sage.
“¿A dónde crees?" Su padre replicó. "Han convocado al Gran Consejo, por primera vez en mil años."
Sage lo miró con sorpresa.
“¿Al Castillo Boldt?"preguntó. “¿Van a las mil islas?"
Sus padres fruncieron el ceño de nuevo.
"¿Qué te importa?", dijo su madre.
Sage no podía creer lo que estaba escuchando. El Gran Consejo no se había reunido desde lo que parecía ser el principio de los tiempos, y que toda su raza se fuera a reunir en un solo lugar, no podía ser por algo bueno.
“¿Pero por qué?" preguntó. "¿Por qué convocarlos, si todos vamos a morir de todos modos?"
Su padre se adelantó y sonrió mientras levantaba un dedo y lo clavaba en el pecho de Sage.
"No somos como tú", gruñó. "No vamos darnos por vencidos sin luchar. El nuestro será el mayor ejército que jamás se haya conocido, es la primera vez que todos nos reuniremos en un mismo lugar. La humanidad va a pagar. Nos vengaremos."
“¿Vengarse de qué?” preguntó Sage. "La humanidad no te ha hecho nada. ¿Por qué vas a herir a personas inocentes?”
Su padre le devolvió la sonrisa.
“Eres tonto hasta el final", dijo. "¿Por qué no lo haríamos? ¿Qué tenemos para perder? ¿Qué van a hacer, matarnos?”
Su padre se rió, y su madre se le unió, mientras se tomaban del brazo y pasaban junto a él, chocando sus hombros y preparándose a despegar en vuelo.
Sage les gritó: "Recuerdo una vez cuando eran nobles", dijo. "Pero ahora, no son nada. Son menos que nada. ¿Esto es lo que hace la desesperación en ustedes?”
Se volvieron y le hicieron una mueca.
"Tu problema, Sage, es que si bien eres uno de nosotros, nunca has entendido a nuestra especie. Destruir es todo lo que siempre hemos querido. Sólo tú, sólo tú has sido diferente.”
"Tú eres el hijo que nunca entendimos", dijo su madre. "Y nunca has dejado de decepcionarnos."
Sage sintió que lo atravesaba un dolor, se sentía demasiado débil para responder.
Cuando se dieron vuelta para irse, Sage, jadeando, juntó fuerzas para gritar: "Scarlet! ¿Dónde está? ¡Dime!"
Su madre se volvió y sonrió con gusto.
"Oh, no te preocupes por ella", dijo su madre. "Lore la encontrará, y nos salvará a todos. O va a morir en el intento. Y cuando sobrevivamos, no creas que habrá un lugar para ti.”
Sage enrojeció.
"¡Te odio!" Gritó. “¡Los odio a los dos!"
Sus padres simplemente se volvieron sonriendo, se posaron sobre la barandilla de mármol y despegaron hacia el cielo.
Sage se quedó allí, observándolos ir, desaparecer en el cielo, mientras el resto de sus primos se les unían. Se quedó allí, solo, ante su ancestral casa tapiada, allí no quedaba nada para él. Su familia lo odiaba y él los odiaba también.
Lore. Sage sintió un nuevo estallido de la determinación al pensar en él. No podía dejar que encontrara a Scarlet. A pesar de todo su dolor, tenía que reunir todas sus fuerzas, una última vez. Tenía que encontrar a Scarlet.
O morir en el intento.
CAPÍTULO CUATRO
Caitlin estaba sentada en el asiento del pasajero de su camioneta, estaba agotada, con el corazón roto, mientras Caleb conducía sin parar por la ruta 9, recorría las calles hacia arriba y hacia abajo como lo había estado haciendo por horas. Ya estaba amaneciendo, y Caitlin miró a través del parabrisas el cielo fuera de lo común. Le sorprendió que ya estuviera amaneciendo. Habían estado conduciendo toda la noche, los dos en la parte delantera y Sam y Polly en el asiento trasero, manteniendo los ojos bien abiertos mirando la orilla de la carretera, buscando a Scarlet por todos lados. Una vez, se habían detenido en seco, Caitlin había creído verla pero se dio cuenta que era un espantapájaros.
Caitlin cerró los ojos por un momento, sentía sus párpados muy pesados, hinchados, veía el destello de los coches que se acercaban hacia ellos, sus faros pasaban de largo, un flujo interminable de tráfico que había estado viendo durante toda la noche. Tenía ganas de llorar.
Caitlin se sentía vacía por dentro, como una mala madre por no haber estado allí lo suficiente, acompañando a Scarlet -por no haber creído en ella, por no entenderla, por no haber estado allí cuando la había necesitado. De alguna manera, Caitlin se sentía responsable de todo. Y quería morirse al pensar que nunca más podría ver a su hija de nuevo.
Caitlin se puso a llorar, y abrió los ojos y se secó rápidamente las lágrimas. Caleb se acercó y le agarró la mano, pero ella la retiró. Caitlin se volvió para mirar por la ventana, quería un poco de privacidad, deseaba estar sola -quería morir. Sin su niña en su vida, se dio cuenta que ya no le quedaba nada.
Caitlin sintió una mano en su hombro. Se volvió para ver a Sam inclinándose hacia adelante.
"Hemos estado conduciendo toda la noche", dijo. "No hay ningún rastro de ella por ningún lado. Hemos cubierto cada centímetro de la ruta 9. Los policías están buscándola también, con muchos más coches que nosotros. Todos estamos cansados, y no tenemos ni idea de dónde puede estar. Incluso podría estar en casa, esperándonos.”
"Estoy de acuerdo", dijo Polly. "Yo digo que vayamos a casa. Necesitamos descansar un poco.”
De repente, se escuchó el sonido de un claxon estridente, y Caitlin levantó la mirada para ver un camión venir hacia ellos, estaban en el lado equivocado de la carretera.
“¡CALEB!" Caitlin gritó.
De repente, Caleb se desvió del camino en el último segundo, y regresó a su lado de la carretera, evitando por un pie el camión, que tocó la bocina.
Caitlin lo miró fijamente, con el corazón palpitante, y un Caleb agotado le devolvió la mirada, tenía los ojos inyectados en sangre.
“¿Qué pasó?" Ella preguntó.
"Lo siento", dijo. "Debo de haberme quedado dormido."
"Esto no está haciéndole ningún bien a nadie", dijo Polly. "Necesitamos descansar. Tenemos que ir a casa. Todos estamos cansados.”
Caitlin lo pensó, y finalmente, después de un largo momento, asintió.
"Bien. Llévanos a casa.”
*
Caitlin se sentó en su sofá mientras el sol se elevaba, hojeaba un álbum con fotos de Scarlet. A toda prisa, todos los recuerdos la inundaron y empezó a recordar a Scarlet en todas sus edades. Caitlin frotó las fotos con su pulgar deseando más que nada en el mundo que pudiera tener a Scarlet allí con ella. Daría cualquier cosa, incluso su propio corazón y su alma.
Caitlin levantó la página rota del libro que había tomado de la biblioteca, el antiguo ritual, el que habría salvado a Scarlet sólo si Caitlin hubiera regresado a tiempo, el que habría evitado que se convirtiera en un vampiro. Caitlin rompió la antigua página en pedazos y los arrojó al suelo. Los pedazos cayeron cerca de Ruth, que se quejó y se acurrucó junto a Caitlin.