Condenada - Морган Райс 4 стр.


María se puso de pie y comenzó a caminar.

"¿A dónde vas?" Jasmine preguntó.

María se encogió de hombros.

“Voy a tomar un poco de aire."

María se abrió paso entre la multitud, alejándose más y más hacia el campo de las afueras de la ciudad, mientras miraba a todos los niños sosteniendo sus tazones, sentados alrededor, riendo, todo el mundo parecía estar muy feliz. Todo el mundo menos ella. En ese momento, los odiaba a todos.

María llegó al borde de la multitud y siguió caminando hasta un pajar solitario,  en la base del laberinto de maíz.

Puso su cabeza entre las manos y contuvo las lágrimas. Se sentía deprimida, y no sabía por qué. Sobre todo, pensó, porque Scarlet no era parte de su vida. Solía enviarle mensajes de texto cien veces al día. Tampoco entendía por qué había ocurrido todo eso. Y no podía dejar de pensar en Sage, aunque sabía que ella no le gustaba. Cerró los ojos y pidió y pidió para que él apareciera.

Sage, daría cualquier cosa, pensó. Ven acá. Te deseo. Te necesito.

"¿Qué está haciendo alguien tan bonita como tú sentada aquí sola?" se escuchó la voz oscura y seductora.

María se estremeció mientras abría los ojos y estaba en completo estado de  shock al ver quien estaba ante ella. No era Sage. Pero era un chico, si era posible, aún más magnífico que Sage. Llevaba botas de cuero negro, pantalones de cuero negro, una playera negra, un pequeño collar de dientes de tiburón negro y una chaqueta de cuero negro ajustado. Tenía los ojos grises y el cabello castaño ondulado, y una pequeña sonrisa, que era perfecta. Tenía más atractivo sexual que cualquier chico que jamás había visto: parecía una estrella de rock que había  salido del escenario sólo para verla.

María parpadeó varias veces y miró a su alrededor, preguntándose si era una broma. Pero él era el único allí, y realmente estaba hablando con ella, y a nadie más. Ella intentó responder, pero las palabras se le atascaron en la garganta.

“¿Bonita?" Fue todo lo que atinó a decir, con el corazón desbocado en su pecho.

Él se rió, y fue el sonido más hermoso que ella jamás había oído.

"Vamos, ellos se están divirtiendo. ¿Por qué tú no?”

Sin esperar, él se le acercó con gracia y extendió la mano, y sin darse cuenta, ella la tomó, saltando fuera de la pila de heno, y lo siguió; tomados de la mano los dos caminaron hacia el laberinto de maíz. Se sentía tan atraída por él, que ni siquiera se detuvo a pensar de que esto no era algo exactamente normal. Una fantasía de ella se había materializado y la había arrastrado. Pero no iba a empezar a hacer preguntas.

"Um … ¿quién eres?" ella preguntó, tentativamente, con voz temblorosa, abrumada al sentir la mano del chico entre las suyas.

"Estaba buscando una pareja para entrar al laberinto de maíz", dijo con una sonrisa cuando entraron. "Es mi día de suerte. María, ¿no? "

Ella lo miró con asombro.

"¿Cómo sabes mi nombre?"

Él sonrió y se rió.

"Pronto sabrás que yo", dijo él, “lo sé casi todo. Y en cuanto a mi nombre: me puedes llamar Lore.”

*

Lore caminó tomado de la mano de la amiga de Scarlet, encantado consigo mismo por lo fácil que había sido seducirla. Estos seres humanos eran demasiado frágiles, demasiado ingenuos, ni siquiera era justo. Incluso, apenas había necesitado usar sus poderes y, en pocos minutos, la tenía en la palma de su mano. Una parte de él quería alimentarse de ella, drenar la energía de su cuerpo, y deshacerse de ella como lo había hecho con otros seres humanos.

Pero, otra parte de él le decía que debía ser paciente. Después de todo, había volado por el campo y había bajado sólo por ella. Lore había estado buscando una manera de llegar con Scarlet y, mientras volaba, había percibido los fuertes sentimientos de María atravesando el universo; había sentido su deseo por Sage, su desesperación. Se había sentido atraído como un imán.

Lore había ubicado a María con su ojo de águila desde los cielos y, al bajar, se dio cuenta de que, después de todo, ella sería la trampa perfecta, alguien tan sola, tan vulnerable y tan cercana a Scarlet. Si alguien sabía cómo encontrar a Scarlet, debía ser ella. Lore decidió que entablaría una amistad, la utilizarla para encontrar a Scarlet, y cuando terminara, la mataría. Mientras tanto, podría divertirse con ella. Esta humana patética creería cualquier fantasía que quisiera.

"Um … no entiendo …", dijo María, mientras caminaban, con la voz temblorosa, nerviosa. "Explícamelo otra vez. ¿Dijiste que … que eres nuevo aquí?"

Lore se rió.

"De alguna manera", dijo.

“¿Como que vas a estar en nuestra escuela?" ella preguntó.

"No creo tener tiempo para ir a la escuela", respondió.

"Qué quieres decir? ¿No tienes mi edad?” Ella preguntó.

"Sí. Pero terminé la escuela hace mucho tiempo.”

Lore estuvo a punto de decir hace siglos pero se contuvo en el último segundo, por suerte.

“¿Hace mucho tiempo? ¿Qué quieres decir? ¿Estás como avanzado o algo así?“ Ella lo miró con ojos llenos de admiración, y él le devolvió una sonrisa.

"Algo así", dijo. "Así que tus amigos están allí, en la fiesta?", Añadió.

María asintió.

"Sí, todos excepto … Bueno, ya no soy su amiga, así que sí, todos."

“¿Excepto quién?" Lore preguntó, intrigado.

María se ruborizó.

"Bueno, mi mejor anterior amiga. Ella no está allí. Pero como dije, ya no somos amigas.”

“¿Scarlet?" él preguntó, arrepintiéndose inmediatamente por haber dicho demasiado.

María lo miró, suspicaz.

"Como, ¿cómo sabes todo esto? ¿Estás como acechándome?”

Lore comenzó a sentir que ella se estaba alejando de él, y no quería perderla. Él la miró, le tomó sus mejillas, hizo que lo mirara, y sus ojos brillaron en los de ella. Ella parpadeó, y entonces él borró los últimos treinta segundos de su conversación  de su memoria.

María parpadeó varias veces, él le tomó la mano, y siguieron caminando.

Estuvo cerca, él pensó. Vamos a empezar de nuevo.

“¿Entonces tus amigos están allí, en la fiesta?", Añadió.

María asintió.

"Sí, todos ellos excepto … Bueno, ya no soy su amiga, así que sí, todos.”

“¿Excepto quién?" Lore preguntó, intrigado.

María se ruborizó.

"Bueno, mi anterior mejor amiga. Ella no está allí. Pero como dije, ya no somos amigas.”

Lore se detuvo esta vez, pensando mejor sus palabras.

"¿Qué pasó entre ustedes dos?" Él preguntó cuidadosamente.

María se encogió de hombros, y siguieron caminando en silencio, sus botas crujían en el heno.

“No tienes que decirme", dijo Lore, finalmente. "De todos modos, yo sé lo que se siente el estar alejado de un amigo. Mi primo. Una vez fuimos como hermanos. Ahora ni siquiera nos hablamos.”

María lo miró con compasión.

"Eso es terrible", dijo. “¿Que pasó?"

Lore se encogió de hombros.

"Es una larga historia." De siglos, quería añadir, pero se contuvo.

María asintió, entendiéndolo.

"Bueno, como pareces entender", dijo, "entonces te lo voy a decir. No sé por qué, como si ni siquiera te conozco, pero siento que podrías entenderlo todo.”

Lore le sonrió para darle confianza.

“Suelo tener ese efecto en la gente", dijo.

"De todos modos," María continuó, "mi amiga, Scarlet, ella como que me robó un chico que me gustaba. No es que me importe aun ese chico.”

María dejó de hablar y Lore intuyó que quería decir algo más, y leyó su mente:

Bueno, no desde que te conocí, eso es.

Lore sonrió.

“Robarle el compañero de alguien," Lore dijo, sacudiendo la cabeza. "No hay nada peor que eso."

Él le apretó la mano con más fuerza, y María le sonrió débilmente

“¿Entonces ya no son amigas?", dijo Lore, empujándola.

María negó con la cabeza.

"No. Como que corté totalmente con ella. Me siento un poco mal por ello. Quiero decir, ella todavía está entre mis amigas favoritas y seguimos siendo amigas en Facebook y en todo. No puede ir tan lejos. Pero no la he llamado ni le enviado mensajes de texto. Solíamos textearnos cien veces al día.”

"¿Has intentado enviarle un mensaje?"

María negó con la cabeza.

"Realmente no quiero hablar de eso", ella dijo.

Lore sintió que la estaba empujando demasiado. Tendría tiempo de sobra para seducirla, para averiguar todo lo que necesitaba saber sobre Scarlet. Mientras tanto, tenía que hacer que confiara en él -confiar completamente.

Llegaron al centro del laberinto de maíz, y se detuvieron y se quedaron allí. María miró hacia otro lado, y Lore percibió lo nerviosa que estaba.

"Entonces, ¿ahora qué?" Ella preguntó, con las manos temblorosas. "Tal vez deberíamos regresar", Añadió.

Él leyó su mente:

Espero que no quiere volver. Espero que me bese. Por favor, bésame.

Lore se agachó, le tomó las mejillas, se inclinó y la besó.

En un primer momento, María se resistió, tirando hacia atrás.

Pero, luego ella se derritió en su beso. El la sintió fundirse completamente en él, y ahora él sabía que ella era totalmente suya.

CAPÍTULO SIETE

Scarlet voló por el cielo de la mañana, secándose las lágrimas, aún se sentía sacudida por el incidente debajo del puente; trataba de entender lo que le estaba pasando. Estaba volando. Casi no podía creerlo. No sabía cómo, pero le habían brotado alas, y acababa de despegar y se elevó en el aire como si fuera la cosa más natural del mundo. No lograba entender por qué la luz le estaba lastimando los ojos, por qué su piel le picaba debajo del sol. Por suerte, se había nublado, y tenía un poco de alivio; y aún así, no sentía que era la misma de antes.

Scarlet se sentía tan perdida, tan sola, y no sabía a dónde ir. No podía volver a su casa, no después de todo lo que había sucedido, no después de descubrir que su madre quería que muriera, y que todos la odiaban. Tampoco podía ir con sus amigos; María la odiaba también, y parecía que había puesto a las demás en su contra. No podía volver a la escuela, no podía simplemente regresar a su vida normal, especialmente después de su gran pelea con Vivian en la fiesta.

Una parte de Scarlet quería acurrucarse en una bola y morir. Sentía que no le  quedaba nada en el mundo.

Scarlet voló sobre su ciudad natal y pasó por su casa, era una sensación muy  extraña verla desde arriba. Scarlet voló lo suficientemente alto como para que nadie la viera, y ella vio su ciudad desde una vista de pájaro, era algo que nunca había experimentado. Vio las cuadras perfectamente alineadas, la cuadrícula rectangular, las calles limpias, el alto campanario de la iglesia; vio cables por todas partes, los postes de teléfono, todos los techos inclinados, algunos de teja, otros de pizarra, la mayoría con cientos de años. Vio los pájaros encaramados en los techos, y vio un globo púrpura solitario elevarse hacia ella.

El viento de noviembre se sentía frío allí arriba, azotando su rostro, y Scarlet  sintió frío. Quería bajar en alguna parte para calentarse.

Mientras Scarlet y volaba y volaba, tratando de pensar en algo, la única persona que podía ver, la única cara que continuaba parpadeando en su mente, era Sage. No se había presentado en la fiesta de la escuela como le había prometido; la había plantado, y ella todavía estaba enojada. Scarlet supuso que él no quería volver a verla.

Por otra parte, no estaba muy segura de lo que había pasado. Tal vez, sólo tal vez, había otra razón por la que no se había presentado. Tal vez él la amaba,  después de todo.

Cuanto más pensaba en ello, más sentía que necesitaba verlo. Necesitaba ver una cara familiar, alguien en el mundo que se preocupara por ella, que la amara. O, al menos, que una vez la había amado.

Scarlet tomó una decisión. Dio la vuelta y se dirigió al oeste, hacia el río, hacia dónde sabía que vivía Sage. Ella continuó volando fuera de los límites de la ciudad, mirando hacia abajo a los caminos que la guiaron como un faro mientras volaba. Su corazón latía rápidamente cuando se dio cuenta que llegaría con él en unos minutos.

Al volar fuera de la ciudad, el paisaje cambió: en lugar de cuadras y casas perfectamente alineadas, había menos casas, lotes más grandes, más árboles … Los terrenos se transformaron de dos hectáreas a seis, luego diez, veinte hectáreas … . Estaba entrando a la sección de las mansiones.

Scarlet llegó a la orilla del río y, cuando se volvió y voló junto a él, debajo vio  todas las mansiones, con extensas calzadas, enmarcadas por viejos robles y grandes portones. Todo olía a riqueza e historia, y dinero y poder.

Scarlet pasó sobre la más grande y la más elegante de todas, muy bien situada  detrás de la carretera, encaramada cerca de la orilla del río, una antigua casa de piedra antigua, con los más hermosos espirales y torres; parecía más un castillo que una casa. Sus quince chimeneas sobresalían en el cielo como un faro al cielo. Scarlet no se había dado cuenta todo lo hermosa que era la casa de Sage hasta que la vio desde arriba.

Scarlet voló más bajo, descendiendo, le latía el corazón de nervios. ¿Sage querría verla? ¿Y si no? Ella no sabría donde podía ir.

Descendiendo suavemente, Scarlet aterrizó frente a la puerta principal, retractó sus alas, y miró el edificio de piedra, y entonces sintió que su corazón se le ponía frío por dentro. No podía comprender lo que estaba viendo: la casa entera, toda, estaba abandonada. En lugar del hermoso cristal adornado, había madera contrachapada, apresuradamente clavada; en lugar de toda la actividad de la última vez que la visitó, no había nada.

Estaba desierta.

Scarlet escuchó un ruido chirriante. Miró a un lado y vio una puerta oxidada balanceándose ligeramente, chillando en el viento. Parecía como si nadie hubiera vivido allí durante miles de años.

Scarlet voló a la parte trasera de la casa, aterrizando en la amplia plaza de mármol, y alzó la vista hacia el frente; era más de lo mismo. La casa estaba completamente vacía, cerrada con tablas. Como si todo lo que había sido, nunca hubiera ocurrido.

Scarlet se volvió y miró los jardines que llegaban hasta el río, miró hacia el horizonte lleno de nubes; el cielo se había ennegrecido y amenazaba una tormenta, buscaba a Sage por todas partes.

No lo percibió allí. No en la casa. En ningún lugar.

Se había ido.

Scarlet no podía creerlo. Él se había ido.

Scarlet se sentó, poniendo sus manos sobre sus rodillas y lloró. ¿Realmente la odiaba tanto? ¿Nunca la había amado?

Scarlet se quedó allí, llorando, hasta que se sintió hueca, entumecida. Se quedó mirando la nada, sin saber qué hacer.  Una parte de ella quería entrar a la casa, mas no fuera para calentarse y refugiarse. Pero sabía que no podía hacer eso. No era una criminal.

Scarlet se quedó sentada con la cabeza entre las manos por lo que pareció una eternidad; sintiendo una presión intensa en sus ojos, sabía que tenía que ir a alguna parte, hacer algo. ¿Pero, donde?

Por alguna razón, de nuevo Scarlet pensó en sus amigos. María la odiaba; no había ninguna razón para alguna de las demás la odiaran. Habían sido tan unidas. Incluso si no podía hablar con María, tal vez podrían hablar con Becca o con  Jasmine. Después de todo, Scarlet no les había hecho nada. ¿Y para qué son los amigos, si no es para un momento como este?

Scarlet se levantó, se secó las lágrimas, dio tres pasos, y saltó en el aire. Encontraría a sus amigas, les pediría de poder quedarse con ellas sólo por esa noche, y luego pensaría qué hacer con su vida.

CAPÍTULO OCHO

Con las manos temblando, el Padre McMullen se arrodilló ante el altar, mientras apretaba el rosario, rezaba para ver las cosas con mayor claridad. Y también, tenía que admitirlo, oraba para que lo protegieran. En su mente todavía centelleaban  imágenes de esa chica, Scarlet, que su madre había llevado varios días antes, y de ese momento cuando, incluso en ese lugar santo, se rompieron todas las ventanas. El padre levantó la vista y miró a su alrededor, como si se preguntara si había sucedido realmente, y sintió un agujero en el estómago cuando, como un recordatorio, las ventanas ahora estaban tapiadas con madera contrachapada.

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