Una Razón para Esconderse - Блейк Пирс 2 стр.


“Yo también lo echo de menos a veces”, admitió Avery. “Simplemente no lo suficiente como para llamar y sacar a relucir el pasado”.

“Te echa de menos, mamá”.

Avery dejó que esa frase surtiera efecto. Rara vez pensaba en Jack románticamente. Sin embargo, había dicho la verdad. Ella sí lo echaba de menos. Echaba de menos el extraño sentido del humor de Jack, la forma en que su cuerpo siempre parecía demasiado frío en las mañanas, cómo su necesidad de tener sexo era casi cómicamente predecible. Y extrañaba verlo ser un excelente padre más que nada. Pero ese era el pasado, una parte de su vida que estaba tratando de dejar atrás.

Aun así, no pudo evitar preguntarse qué pudo haber sido, cayendo en cuenta que pudo haber tenido una excelente vida a su lado. Una vida con cercas blancas, eventos escolares, domingos tranquilos en el patio trasero.

Pero era posibilidad ya no existía. Rose no había tenido la oportunidad de vivir esa vida perfecta y Avery seguía culpándose a sí misma.

“¿Mamá?”.

“Lo siento, Rose. No creo que tu padre y yo podamos arreglar las cosas. Además”, añadió, y respiró hondo, preparándose para la reacción de Rose, “tal vez no eres la única que ha conocido a alguien”.

Rose se volvió hacia ella, y Avery se sintió aliviada al ver su sonrisa. Miró a su madre con la sonrisa maliciosa que unas amigas podrían compartir mientras hablaban de chicos en medio de unos tragos. Eso calentaba el corazón de Avery de una manera que no estaba preparada para explicar, si es que pudiera hacerlo.

“¿Qué?”, preguntó Rose, fingiendo sorpresa. “¿Tú? Detalles, por favor”.

“No hay detalles todavía”.

“Bueno, ¿quién es?”.

Avery se rio entre dientes al darse cuenta de lo tonto que parecería. Casi no lo dijo. Demonios, ni siquiera le había dicho al chico cómo se sentía. Expresarlo en frente de su hija sería un poco surrealista.

Sin embargo, ella y Rose estaban progresando. No tenía sentido guardárselo a causa de su propia vergüenza de tener sentimientos por un hombre que no era el padre de Rose.

“Es un hombre con el que trabajo. Ramírez”.

“¿Ya estuvieron juntos?”.

“¡Rose!”.

Rose se encogió de hombros. “Querías una relación abierta y honesta con tu hija, ¿cierto?”.

“Sí, supongo que sí”, dijo con una sonrisa. “Y no… todavía no. Pero me estoy enamorando de él. Es agradable. Divertido, atractivo… y tiene este encanto que solía molestarme, pero que ahora me parece atractivo”.

“¿Él se siente igual?”, preguntó Rose.

“Sí. Bueno… se sentía. Creo que estropeé las cosas. Ha sido paciente, pero creo que ya se le agotó la paciencia”. Lo único que no le dijo es que había tomado la decisión de decirle a Ramírez cómo se sentía, pero aún no había tenido el coraje suficiente para hacerlo.

“¿Lo echaste a un lado?”, preguntó Rose.

Avery sonrió.

“Maldita sea, eres observadora”.

“Te lo estoy diciendo… Es la genética”.

Rose volvió a sonreír. Parecía haberse olvidado de que tenía que desempacar.

“¡Hazlo, mamá!”.

“Dios mío”.

Rose se echó a reír, y Avery también. Sin duda este era el momento más vulnerable que habían compartido desde que habían comenzado a trabajar para arreglar su relación. De repente, la idea de tomarse algo de tiempo libre del trabajo parecía una necesidad más que solo una idea esperanzadora.

“¿Qué harás este fin de semana?”, preguntó Avery.

“Desempacar. Tal vez saldré con Ma… el tipo que permanecerá en el anonimato por ahora”.

“¿Qué tal un día de chicas con tu madre mañana? Podemos ir a almorzar, ver una película, arreglarnos las uñas”.

Rose arrugó la nariz ante la idea, pero luego pareció considerarla seriamente. “¿Puedo elegir la película?”.

“Sí”.

“Suena divertido”, dijo Rose con emoción. “Cuenta conmigo”.

“Excelente”, dijo Avery. Luego sintió una necesidad de preguntar algo que se sentía extraño, pero que sería fundamental para su relación. Saber lo que estaba a punto de preguntarle a su hija era aleccionador pero, de una manera muy extraña, también liberador.

“¿Así que no te molesta que siga adelante?”, preguntó Avery.

“¿Qué quieres decir con eso?”, preguntó Rose. “¿Por papá?”.

“Sí. De tu padre y de toda esa parte de mi vida, la parte de mi vida que dificultó las cosas para todos nosotros. Una gran parte de seguir adelante es ya no sentirme encadenada por la culpa de lo que pudo haber sido. Y tengo que alejarme de tu padre para poder hacerlo. Siempre lo amaré y lo respetaré por criarte mientras que yo no estuve allí, pero él es una parte importante de la vida de la cual tengo que alejarme. ¿Entiendes?”.

“Sí”, dijo Rose. Su voz se había vuelto dulce y vulnerable de nuevo. Oírla hizo que Avery sintiera ganas de ir al sofá y abrazarla. “Y no necesitas mi permiso, mamá”, continuó Rose. “Sé que lo estás intentando. Lo veo”.

Por tercera vez en quince minutos, Avery sintió que estaba a punto de llorar. Suspiró para alejar las lágrimas.

“¿Cómo saliste tan bien?”, preguntó Avery.

“Genética”, dijo Rose. “Es verdad que has cometido errores, mamá. Pero siempre has sido una dura”.

Antes de que Avery tuviera tiempo de formar una respuesta, Rose dio un paso adelante y la abrazó. Fue un verdadero abrazo, algo que no había sentido de su hija en bastante tiempo.

Esta vez, Avery se permitió llorar.

No recordaba la última vez que había estado tan feliz. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que realmente estaba accionando para escapar de los errores de su pasado.

Una gran parte de eso sería hablar con Ramírez y hacerle saber que ya estaba cansada de ocultar lo que había estado creciendo entre ellos. Ella quería estar con él. De repente, con los brazos de su hija alrededor de ella, Avery sintió que no podía esperar a tener esa discusión con él.

De hecho, esperaba que fuera más allá de una discusión. Esperaba que terminaran haciendo mucho más que hablar, finalmente dejando que la tensión que había estado creándose entre ellos se disipara de la mejor forma posible.

CAPÍTULO DOS

Se reunió con Ramírez tres horas más tarde, justo después del fin de su turno. Había respondido su llamada con entusiasmo, pero había sonado cansado. Es por eso que habían elegido reunirse a orillas del río Charles, en uno de los muchos bancos ubicados en los senderos alrededor del borde oriental del río.

Mientras caminaba hasta el banco en el que habían acordado reunirse, vio que acababa de llegar. Estaba sentado en el banco, mirando al otro lado del río. El cansancio en su voz se notaba en su rostro. Sin embargo, se veía en paz. Había notado que él se volvía silencioso e introspectivo cada vez que se le presentaba una vista panorámica de la ciudad.

Se acercó y él se volvió hacia ella cuando oyó sus pasos. Le mostró su sonrisa ganadora y, en ese instante, ya no se veía cansado. Una de las muchas cosas que le gustaban a Avery de él era la forma en la que la hacía sentir cada vez que la miraba. Era claro que había algo más que simple atracción allí; la miraba con reconocimiento y respeto. Eso, más el hecho de que él le decía a menudo que era hermosa, la hacía sentirse más segura y más deseable de lo que jamás había recordado sentir.

“¿Tuviste un día largo?”, le preguntó Avery a lo que se sentó en el banco a su lado.

“Sí. Tuve mucho trabajo. Quejas por ruido. Una pelea en un bar que se volvió sangrienta. Y hasta recibí una llamada sobre un perro que había perseguido a un niño a un árbol”.

“¿Un niño?”.

“Un niño”, dijo Ramírez. “La vida glamorosa de un detective cuando la ciudad está tranquila y aburrida”.

Ambos miraron el río en un silencio que, durante las últimas semanas, había comenzado a volverse cómodo. Si bien no eran técnicamente una pareja, habían llegado a apreciar el tiempo juntos que no estaba lleno de charla por el simple hecho de hablar. Lenta y deliberadamente, Avery se acercó y le tomó la mano.

“Camina conmigo, ¿quieres?”.

“Claro”, dijo, dándole un apretón a su mano.

Incluso sostener su mano era algo monumental para Avery. Ella y Ramírez se habían tomado de manos con frecuencia y se habían besado brevemente en algunas ocasiones, pero agarrar su mano intencionalmente estaba fuera de su zona de confort.

“Pero cada vez se siente más cómodo”, pensó cuando empezaron a caminar. “Bueno, lleva mucho tiempo sintiéndose así, admítelo”.

“¿Estás bien?”, preguntó Ramírez.

“Sí”, dijo. “Tuve un buen día con Rose”.

“¿Las cosas se están empezando a normalizar?”, preguntó.

“Sí, un poco”, dijo Avery. “Es un trabajo en progreso. Y hablando de progreso…”.

Se detuvo, confundida porque no entendía por qué le era tan difícil decir lo que quería decir. Debido a su pasado, sabía que era emocionalmente fuerte… Entonces ¿por qué le era tan difícil expresarse cuando realmente importaba?

“Esto va a sonar cursi”, dijo Avery. “Así que por favor mantén mi vulnerabilidad en mente”.

“Está bien…”, dijo Ramírez, claramente confundido.

“He sabido desde hace bastante tiempo que tengo que hacer algunos cambios. Una gran parte de eso es tratar de arreglar las cosas con Rose. Pero hay otras cosas también. Cosas que no he querido admitirme a mí misma por temor”.

“¿Como qué?”, dijo Ramírez.

Sabía que él estaba un poco incómodo. Habían sido transparentes antes, pero nunca a esta medida. Esto era más difícil de lo que había esperado.

“Mira… sé que arruiné las cosas entre nosotros”, dijo Avery. “Me mostraste una paciencia y un entendimiento tremendo durante las cosas que estaba pasando. Y sé que te alejé luego de haberte esperanzado”.

“Eso es cierto”, dijo Ramírez, con un poco de humor.

“Te pido disculpas por eso”, dijo Avery. “Espero que puedas pasar por alto mis temores y mi vacilación… Quiero otra oportunidad”.

“¿Una oportunidad para…?”, dijo Ramírez.

“Va a hacerme decirlo”, pensó. “Y me lo merezco”.

Ya era de noche y había pocas personas caminando por las aceras y senderos que alineaban el río. Era una escena pintoresca, como algo salido de una de esas películas que por lo general odiaba ver.

“Una oportunidad para nosotros”, dijo Avery.

Ramírez dejó de caminar, pero mantuvo su mano en la suya. La miró con sus ojos marrones oscuros y sostuvo la mirada. “No puede ser una oportunidad”, dijo. “Tiene que ser real. Algo seguro. No puedo seguir en esto de toma y dame”.

“Lo sé”.

“Si me puedes decir qué quieres decir con nosotros, entonces lo consideraré”.

No sabía si estaba hablando en serio o simplemente tratando de hacerla pasar un mal rato. Rompió el contacto visual y apretó sus manos.

“Maldita sea”, dijo Avery. “Me dificultarás esto, ¿cierto?”.

“Bueno, creo que…”.

Ella lo interrumpió con un beso. En el pasado, sus besos habían sido breves, incómodos y llenos de su vacilación habitual. Pero ahora se perdió en él. Lo acercó tanto como pudo y lo besó con más pasión que nunca, más que la pasión de su último contacto físico con un hombre durante su último año feliz de matrimonio con Jack.

Ramírez no se molestó en luchar. Sabía que llevaba mucho tiempo esperando esto, y podía sentir su entusiasmo.

Se besaron como adolescentes enamorados por el río Charles. Fue un beso suave pero caliente que vibraba con la frustración sexual que había estado floreciendo entre ellos durante varios meses.

Cuando sus lenguas se encontraron, Avery sintió una oleada de energía a través de ella, energía que sabía que quería utilizar de una forma específica.

Ella rompió el beso y acercó su frente a la suya. Se miraron el uno al otro durante varios segundos en esa postura, disfrutando del silencio y del peso de lo que acababan de hacer. Habían cruzado una línea. Y, en el tenso silencio, ambos sintieron que todavía había muchas más por cruzar.

“¿Estás segura de esto?”, preguntó Ramírez.

“Sí. Y lamento que me haya tomado tanto tiempo darme cuenta”.

La acercó a su cuerpo y la abrazó. Sentía algo como alivio en su cuerpo, como si se hubiera quitado un gran peso de encima.

“Quiero intentarlo”, dijo Ramírez.

Rompió el abrazo y la besó de nuevo en el lado de su boca.

“Creo que tenemos que celebrar la ocasión. ¿Quieres ir a cenar?”.

Suspiró y sonrió temblorosamente. Ya había roto una barrera emocional confesándole sus sentimientos. ¿Qué de malo sería seguir siendo honesta con él ahora mismo?

“Sí, creo que tenemos que celebrar”, dijo. “Pero ahora mismo, en este mismo momento, no estoy muy interesada en ir a cenar”.

“Entonces, ¿qué quieres hacer?”, preguntó.

Su inocencia era encantadora. Ella se inclinó y le susurró al oído, disfrutando de la sensación de tenerlo cerca, así como también el olor de su piel.

“Vamos a tu casa”.

Se apartó y la miró con la misma seriedad que antes, pero ahora había algo más allí. Era algo que había visto en sus ojos antes, algo de emoción que nacía de una necesidad física.

“¿Sí?”, dijo con incertidumbre.

“Sí”, dijo ella.

Mientras corrían por el césped, hacia el estacionamiento donde ambos habían estacionado sus autos, estaban riéndose como unos niños. Era genial, ya que Avery no podía recordar la última vez que se había sentido tan liberada, emocionada y libre.

***

La pasión que habían experimentado a la orilla del río seguía viva cuando Ramírez abrió la puerta de su apartamento. Una parte de Avery quería saltar encima de él en ese mismo momento, antes de que tuviera tiempo de cerrar la puerta detrás de ellos. Se habían toqueteado todo el viaje y, ahora que estaban allí, Avery sentía como si estuvieran en el precipicio de algo monumental.

Cuando Ramírez cerró la puerta con llave, a Avery le sorprendió que no se le acercara de inmediato. En su lugar, se dirigió a la cocina, donde se sirvió un vaso de agua.

“¿Agua?”, le preguntó.

“No, gracias”, respondió.

Se bebió su agua y miró por la ventana de la cocina. Las luces de la ciudad brillaban a través del cristal.

Avery se fue a la cocina para acompañarlo y le quitó el vaso de la mano. “¿Qué pasa?”, preguntó.

“No quiero decirlo”, dijo.

“¿Cambiaste de parecer?”, preguntó. “¿Tanta espera disipó las ganas que sentías por mí?”.

“No”, dijo él. Puso sus brazos alrededor de su cintura, viéndolo tratar de formar las palabras adecuadas.

“Podemos esperar”, dijo ella, esperando en lo más profundo de su ser que no quisiera hacerlo.

“No”, dijo con un poco de urgencia. “Es que… no lo sé”.

Esto fue una sorpresa para Avery. Con todo su coqueteo magistral y frases seductoras de los últimos meses, estaba segura de que hubiera sido un poco agresivo cuando, y si alguna vez, llegara este momento. Pero ahora parecía inseguro de sí mismo, casi nervioso.

Se inclinó y le besó la mandíbula. Luego suspiró y se apoyó en su cuerpo.

“¿Qué pasa?”, preguntó Avery, sus labios rozando su piel mientras hablaba.

“Es que esto es real ahora, ¿sabes? Esto no es solo una aventura de una noche. Me importas mucho, Avery. Realmente me importas. Y yo no quiero apresurar las cosas”.

“Hemos estado en esto los últimos cuatro meses”, dijo. “No creo que estemos apresurando nada”.

“Buen punto”, dijo. La besó en la mejilla, luego en el pequeño pedazo de hombro que su camiseta dejaba al desnudo. Sus labios encontraron su cuello y, cuando él la besó allí, pensó que colapsaría allí mismo, y que se llevaría a él consigo.

“¿Ramírez?”, dijo, negándose a utilizar su nombre de pila en broma.

“¿Sí?”, preguntó él, su rostro rozando su cuello y dándole besos.

“Llévame a la habitación”.

La acercó a su cuerpo, la levantó y le permitió envolver sus piernas alrededor de su cintura. Comenzaron a besarse, y luego él la obedeció. La llevó lentamente a la cama y, para cuando cerró la puerta de la habitación, Avery estaba tan perdida en el momento que ni siquiera la oyó cerrarse.

Lo único que veía y sentía eran sus manos, su boca, su cuerpo bien tonificado presionando contra ella.

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