Una Vez Atraído - Блейк Пирс 2 стр.


“¡Oye!”, gritó Rudy.

Su voz trajo a Riley de vuelta a su realidad actual. Rudy estaba de espaldas en la alfombra.

“¿Cómo llegó allí?”, se preguntó Riley.

Entonces entendió que lo había golpeado, y fuertemente.

“¡Dios mío!”, gritó. “¡Rudy, lo siento!”.

Rudy estaba sonriendo y volviéndose a colocar de pie.

“No te preocupes”, dijo. “Eso estuvo bien”.

Siguieron con el sparring. El resto de la sesión fue tranquila, y ninguno logró tocar al otro. Pero ahora todo esto le parecía bien. Mike Nevins tenía razón. Esta era exactamente la terapia que necesitaba.

Aún así, siguió preguntándose cuando sería capaz de borrar esos recuerdos.

“Tal vez nunca”, pensó.

*

Riley cortó su bistec con entusiasmo. El chef de El Grill de Blaine hacía un buen trabajo con varios platos menos convencionales, pero el entrenamiento de hoy en el gimnasio la había dejado deseando un buen bistec y una ensalada. Su hija April y su amiga Crystal habían ordenado hamburguesas. Blaine Hildreth, el padre de Crystal, estaba en la cocina, pero regresaría en poco tiempo para terminarse su dorado.

Riley miró alrededor del comedor confortable con un profundo sentimiento de satisfacción. Se dio cuenta que su vida no incluía suficientes noches cálidas como esta con amigos, familiares y una buena comida. Las escenas que su trabajo le presentaban eran a menudo feas e inquietantes.

En pocos días testificaría en una audiencia de libertad condicional para un asesino de niños que esperaba salir de la cárcel antes de tiempo. Y necesitaba asegurarse de que eso no sucediera.

Había cerrado un caso inquietante en Phoenix hace varias semanas. Ella y su compañero, Bill Jeffreys, habían atrapado a un asesino de prostitutas. A Riley aún le costaba sentir que había hecho mucho bien solucionando ese caso. Ahora sabía demasiado de un mundo de explotación de mujeres y niñas para su propia comodidad.

Pero estaba decidida a mantener tales pensamientos fuera de su mente ahora mismo. Sentía que se estaba relajando poco a poco. Comer en un restaurante con un amigo y sus hijas le recordaba cómo sería vivir una vida normal. Estaba viviendo en un hogar agradable y acercándose a un buen vecino.

Blaine volvió y se sentó. Riley no pudo evitar observar una vez más que era atractivo. Sus entradas lo hacían verse maduro, y estaba en forma.

“Lo siento”, dijo Blaine. “Este lugar opera bien sin mí cuando no estoy aquí, pero todos deciden que necesitan mi ayuda si estoy a la vista”.

“Sé cómo es eso”, dijo Riley. “Estoy esperando que la UAC se olvide de mí por un tiempo si me quedo fuera de vista”.

“Eso es imposible”, dijo April. “Te llamarán en poco tiempo. Pronto te dirigirás a otra parte del país”.

Riley suspiró. “Pudiera acostumbrarme a que no me estén llamando a todo momento”.

Blaine terminó un bocado de su dorado.

“¿Has pensado en cambiar de carrera?”, preguntó.

Riley se encogió de hombros. “¿Qué más haría? He sido un agente casi toda mi vida adulta”.

“Estoy seguro de que hay muchas cosas que una mujer con tus talentos podría hacer”, dijo Blaine. “La mayoría de ellas son más seguras que ser agente del FBI”.

Blaine lo pensó por un momento. “Puedo imaginarte de maestra”, añadió.

Riley se rio entre dientes. “¿Crees que eso es más seguro?”, preguntó.

“Depende dónde lo hagas”, dijo Blaine. “¿Y en la universidad?”.

“Esa es una buena idea, Mamá”, dijo April. “No tendrías que viajar todo el tiempo. Y aún ayudarías a las personas”.

Riley se quedó callada, analizando lo dicho. Dar clases en una universidad sería parecido a lo que había hecho en la Academia de Quántico. Le había gustado hacer eso. Siempre le daba la oportunidad de recargarse. Pero ¿querría ser profesora a tiempo completo? ¿Podría realmente pasar todos sus días dentro de un edificio sin actividad real?

Pinchó una seta con su tenedor.

“Podría convertirme en uno de estos”, pensó.

“¿Y convertirte en investigador privado?”, preguntó Blaine.

“No lo creo”, dijo Riley. “Desenterrar secretos sucios sobre parejas que están en pleno divorcio no me llama la atención”.

“Eso no es todo lo que hacen los investigadores privados”, dijo Blaine. “¿E investigar fraude de seguros? Tengo un cocinero que está recibiendo beneficios de discapacidad, dice que su espalda no está bien. Estoy seguro que está fingiendo, pero no puedo probarlo. Podrías empezar con él”.

Riley se echó a reír. Blaine estaba bromeando, obviamente.

“O podrías buscar personas desaparecidas”, dijo Crystal. “O mascotas desaparecidas”.

Riley se echó a reír de nuevo. “¡Eso sí me haría sentir que estoy haciendo algo realmente bueno en el mundo!”.

April ya no estaba involucrada en la conversación. Riley vio que estaba enviando mensajes de texto y riéndose. Crystal se inclinó sobre la mesa hacia Riley.

“April tiene un nuevo novio”, dijo Crystal. “No me agrada”, añadió silenciosamente.

A Riley le molestaba que su hija estaba ignorando a todos los demás en la mesa.

“Deja de hacer eso”, le dijo a April. “Es grosero”.

“¿Por qué es grosero?”, dijo April.

“Hemos hablado sobre esto”, dijo Riley.

April la ignoró y escribió un mensaje.

“Guárdalo”, dijo Riley.

“En un minuto, Mamá”, dijo April.

Riley sofocó un gemido. Desde hace mucho tiempo había aprendido que “en un minuto” significaba “nunca” en el mundo de los adolescentes.

Su teléfono celular vibró en ese momento. Se sintió enojada consigo misma por no apagarlo antes de salir de casa. Miró el teléfono y vio que era un mensaje de su compañero del FBI, Bill. Pensó en no leerlo, pero simplemente no podía hacer eso.

Cuando abrió el mensaje, levantó la mirada y vio a April sonriéndole. Su hija estaba disfrutando de la ironía. Silenciosamente furiosa, Riley leyó el mensaje de texto de Bill.

“Meredith tiene un nuevo caso. Quiere discutirlo con nosotros lo antes posible”.

En agente especial encargado Brent Meredith era el jefe de Bill y de Riley. Sentía una gran lealtad hacia él. No solo era un jefe bueno y justo, sino que alzó la voz en defensa de Riley varias veces cuando tuvo problemas en el trabajo. Sin embargo, Riley estaba determinada en no dejarse llevar, al menos no por los momentos.

“No puedo viajar ahora mismo”, le respondió.

“El caso es local”, respondió Bill.

Riley negó con la cabeza, abatida. Mantenerse firme no sería fácil.

“Después hablamos”, le respondió ella.

Bill no le respondió más, así que Riley guardó el teléfono en su cartera.

“Pensé que dijiste que eso era grosero, Mamá”, dijo April con una voz tranquila y taciturna.

April aún estaba enviando mensajes de texto.

“Ya terminé con el mío”, dijo, tratando de no sonar tan molesta como se sentía.

April la ignoró. El teléfono celular de Riley vibró de nuevo. Dijo una grosería en voz baja. Vio que el mensaje de texto era de Meredith.

“Te espero en la UAC mañana a las 9 AM”.

Riley estaba tratando de pensar en una forma de excusarse a sí misma cuando le llegó otro mensaje.

“Considéralo una orden”.

CAPÍTULO DOS

Riley se sintió horrible cuando vio las dos fotos en las pantallas que estaban encima de la mesa de la sala de conferencias de la UAC. Una era una foto de una chica despreocupada con ojos brillantes y una sonrisa. La otra era su cadáver, horriblemente demacrado y acostado con los brazos apuntando en direcciones extrañas. Riley sabía que debía haber otras víctimas como esta ya que había sido ordenada a asistir a esta reunión.

Sam Flores, un técnico de laboratorio inteligente con gafas negras, estaba andando la pantalla multimedia para los cuatro agentes sentados alrededor de la mesa.

“Estas fotos son de Metta Lunoe, diecisiete años de edad”, dijo Flores. “Su familia vive en Collierville, New Jersey. Sus padres denunciaron su desaparición en marzo, había escapado de casa”.

Vieron un enorme mapa de Delaware en la pantalla que indicaba una ubicación con un puntero.

Él dijo: “Su cuerpo apareció en un campo en las afueras de Mowbray, Delaware el dieciséis de mayo. Alguien había fracturado su cuello”.

Flores colocó otras fotos, una de otra chica joven vibrante, la otra mostrando su cuerpo casi irreconocible con brazos estirados de manera similar.

“Estas fotos son de Valerie Bruner, también de diecisiete años, una chica que se había escapado de Norbury, Virginia. Ella desapareció en abril”.

Flores señaló otra ubicación en el mapa.

“Su cuerpo fue encontrado en un camino de tierra cerca de Redditch, Delaware el 12 de junio. Obviamente el mismo MO del asesinato anterior. El agente Jeffreys tuvo la tarea de investigar”.

Esto sorprendió a Riley. ¿Cómo pudo Bill haber trabajado en un caso sin ella? Entonces lo recordó. Había estado hospitalizada en junio, recuperándose de su terrible experiencia en la jaula de Peterson. Aún así, Bill la había visitado con frecuencia en el hospital. Él nunca había mencionado que también estaba trabajando en este caso.

Se volvió hacia Bill.

“¿Por qué no me dijiste nada al respecto?”, preguntó.

El rostro de Bill se veía sombrío.

“No fue un buen momento”, dijo. “Tenías tus propios problemas”.

“¿Quién fue tu compañero?”, preguntó Riley.

“El agente Remsen”.

Riley reconocía el nombre. Bruce Remsen se había transferido a otra oficina antes de su regreso.

Después de una pausa, Bill agregó: “No pude resolver el caso”.

Ahora Riley podía leer su expresión y su tono de voz. Después de años de amistad y compañerismo, entendía a Bill como nadie. Y ella sabía que estaba profundamente decepcionado consigo mismo.

Flores colocó las fotos del médico forense de las espaldas desnudas de las chicas. Los cuerpos estaban tan descompuestos que apenas parecían reales. Ambas espaldas tenían cicatrices y verdugones.

Riley se sentía incómoda por todas partes. Esta sensación la sorprendía. ¿Desde cuándo se sentía revuelta al ver fotos de cadáveres?

Flores dijo: “Ambas estaban casi muertas de hambre cuando sus cuellos fueron fracturados. También habían sido muy golpeadas, probablemente durante un largo período de tiempo. Sus cuerpos fueron trasladados al lugar donde fueron encontradas post mórtem. No tenemos idea dónde fueron asesinadas realmente”.

Tratando de no dejar que su creciente inquietud la dominara, Riley pensó en las similitudes de este caso con los casos que ella y Bill habían resuelto durante los últimos meses. El llamado “asesino de las muñecas” había dejado los cuerpos de sus víctimas donde podían ser fácilmente encontrados, posados desnudos en posiciones grotescas que asemejaban muñecas. El “asesino de las cadenas” colgaba los cuerpos de sus víctimas, cubiertos violentamente en cadenas pesadas.

Ahora Flores colocó la foto de otra mujer joven, una pelirroja que se veía alegre. Junto a la foto había una de un auto Toyota destartalado.

“Este carro pertenece a una inmigrante irlandesa de veinticuatro años llamada Meara Keagan”, dijo Flores. “Ella fue dada por desaparecida ayer por la mañana. Su carro fue hallado abandonado a las afueras de un edificio de apartamentos en Westree, Delaware. Trabajaba allí para una familia como criada y niñera”.

Ahora habló el agente especial Brent Meredith. Era un afroamericano sensato, intimidante y grande con rasgos angulares.

“Terminó de trabajar a las 11:00 de la noche”, dijo Meredith. “El carro fue encontrado la mañana siguiente”.

El agente especial encargado Carl Walder se inclinó hacia delante en su silla. Él era el jefe de Brent Meredith, era un hombre infantil con un rostro pecoso y pelo rizado color cobre. Él no le agradaba. Ella no creía que era muy competente. Tampoco ayudaba el hecho de que la había despedido una vez.

“¿Por qué creemos que esta desaparición está relacionada con los asesinatos anteriores?”, preguntó Walder. “Meara Keagan es mayor que las otras víctimas”.

Ahora Lucy Vargas intervino. Era una brillante joven novata con cabello oscuro, ojos oscuros y tez oscura.

“Puedes verlo en el mapa. Keagan desapareció en la misma zona donde los dos cuerpos fueron encontrados. Podría ser una coincidencia, pero no parece probable. No durante un período de cinco meses”.

A pesar de su creciente malestar, Riley se complació al ver a Walder hacer una mueca de dolor. Lucy lo había puesto en su lugar sin querer. Riley esperaba que no encontrara la forma de devolvérsela más adelante. Walder podía ser bastante ruin.

“Eso es correcto, agente Vargas”, dijo Meredith. “Nuestra suposición es que las jóvenes fueron secuestradas mientras hacían autoestop. Muy probable que en esta carretera que se extiende por la zona”. Señaló una línea específica en el mapa.

Lucy le preguntó: “¿El autoestopismo no está prohibido en Delaware? Obviamente puede ser difícil hacer cumplir esa ley”.

“Tienes razón sobre eso”, dijo Meredith. “Y esta no es una carretera interestatal, ni siquiera una carretera estatal, así que los autostopistas probablemente la utilizan. Al parecer el asesino también lo hace. Uno de los cuerpos fue encontrado junto a la carretera y los otros dos a menos de diez millas de ese. Keagan fue tomada aproximadamente sesenta millas al norte en esa misma ruta. Con ella usó un truco diferente. Si sigue su patrón habitual, podrá mantenerla hasta que casi muera de hambre. Entonces romperá su cuello y dejará su cuerpo botado de la misma forma”.

“No dejaremos que eso suceda”, dijo Bill con una voz firme.

Meredith dijo: “Agentes Paige y Jeffreys, quiero que se pongan a trabajar en este caso de inmediato”. Empujó una carpeta manila llena de fotos e informes hacia Riley. “Agente Paige, aquí está toda la información que necesitas para estar al corriente”.

Riley alcanzó la carpeta. Pero su mano se movió hacia atrás con un espasmo de angustia horrible.

“¿Qué me pasa?”, se preguntó.

Su cabeza estaba dando vueltas e imágenes borrosas comenzaron a formarse en su cerebro. ¿Era TEPT del caso de Peterson? No, era diferente. Era algo totalmente diferente.

Riley se levantó de su silla y huyó de la sala de conferencias. Las imágenes en su cabeza se agudizaron mientras caminó por el pasillo hacia su oficina.

Eran rostros, rostros de mujeres y niñas.

Vio a Mitzi, Koreen y Tantra, call girls jóvenes cuyo vestuario respetable enmascaraba su degradación, incluso de sí mismas.

Vio a Justine, una puta vieja encorvada con una copa en un bar, cansada y amargada y totalmente preparada para morir una muerte horrible.

Vio a Chrissy, prácticamente encarcelada en un burdel por su esposo proxeneta abusivo.

Y vio a Trinda, una muchacha de quince años que había vivido una pesadilla de explotación sexual que no la dejaba imaginar una vida diferente.

Riley llegó a su oficina y se desplomó en su silla. Ahora entendió su oleada de repugnancia. Las imágenes que había visto hace un momento habían sido el desencadenante. Habían traído a la superficie sus dudas más oscuras sobre el caso de Phoenix. Había detenido a un asesino brutal, pero ella no había logrado obtener justicia para las mujeres y las niñas que había conocido. Ese mundo de explotación seguía vivo. Ni siquiera había arañado la superficie de los males que soportaban.

Y ahora estaba más atormentada que nunca. Esto le parecía peor que el TEPT. Después de todo, podía darle rienda suelta a su rabia y horror privado en un gimnasio de sparring. No tenía forma de deshacerse de estos nuevos sentimientos.

¿Y podría trabajar en otro caso parecido al de Phoenix?

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