Causa para Matar - Блейк Пирс 4 стр.


"¿Novio?"

Rachel asintió con la cabeza.

"Winston Graves, gran alumno de último año, remero, imbécil. Nadie jamás entendió por qué ella salía con él. Bueno, creo que yo sí. Es apuesto y viene de una familia muy adinerada. Cindy nunca tuvo dinero. Creo que cuando vienes de una familia sin dinero, es algo muy atractivo."

Sí, pensó Avery, lo sé. Recordaba como el dinero y el prestigio y el poder de su antiguo trabajo en la firma de abogados le había hecho creer que de alguna forma era distinta a aquella joven muchacha determinada y temerosa que había dejado Ohio.

"¿Dónde vive Winston?", preguntó.

"En Plaza Winthrop. Es muy cerca de aquí. Pero Cindy nunca llegó. Winston vino el domingo temprano a la mañana buscándola. Asumió que se había olvidado de sus planes juntos y que se había quedado dormida. Entonces fuimos juntos a su casa. Ella tampoco estaba allí. Fue entonces que llamé a la policía."

"¿Es posible que haya ido a algún otro sitio?"

"De ninguna manera", dijo Rachel. "Eso no es algo que haría Cindy, para nada."

"Entonces cuando ella se fue de aquí, estás segura que iba camino a la casa de Winston."

"Completamente."

"¿Hubo algo que haya podido haber cambiado esos planes? ¿Algo que le haya sucedido más temprano en la noche, o incluso al final?"

Rachel sacudió la cabeza.

"No, bueno", se dio cuenta, "hubo algo. Estoy segura que no es nada, pero hay un chico que ha estado enamorado de Cindy durante años. Su nombre es George Fine. Es apuesto, se ve rudo, un solitario, pero un poco raro, ¿entiende a que me refiero? Hace ejercicio y sale a trotar por el campus muy seguido. Tuve una clase con él una vez el año pasado. Una de nuestras bromas era que él ha estado en clase con Cindy casi cada semestre desde el primer año. Ha estado obsesionado con ella. Estuvo aquí el sábado, y lo más loco es que Cindy estuvo bailando con él, y hasta se besaron. Para nada algo habitual para Cindy. Es decir, está saliendo con Winston, no es que tengan la relación perfecta, pero ella estaba muy borracha, y descontrolada. Bailaron, se besaron, y luego ella se fue."

"¿George la siguió hasta afuera?"

"No lo sé", dijo. "Sinceramente. No recuerdo haberlo visto luego de que Cindy se fuera, pero eso pudo haber sido porque yo estaba completamente borracha."

"¿Recuerdas a qué hora se fue ella?"

"Sí", dijo, "a las dos cuarenta y cinco exactamente. El sábado era nuestra fiesta del Día de los Inocentes, y se suponía que íbamos a hacer una broma genial, pero todos nos estábamos divirtiendo tanto que nos olvidamos hasta que Cindy se fue."

Rachel agachó la cabeza. Un vacío llenó el aire por un momento.

"Bueno, mira", dijo Avery, "esto ha sido de mucha ayuda. Gracias. Aquí tienes mi tarjeta. Si recuerdas algo más, o alguna de tus hermanas de la sororidad quiere agregar algo, me encantaría saberlo. Esta es una investigación en curso, así que incluso el más pequeño de los detalles podría darnos una pista."

Rachel la miró con lágrimas en los ojos. Y mientras las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas, su voz permanecía calma y constante.

"Está muerta", dijo, "¿no es así?"

"Rachel, no puedo."

Rachel asintió, y luego se cubrió el rostro con las manos y se derrumbó por completo. Avery se inclinó sobre ella y la abrazó fuerte.

CAPÍTULO SEIS

Afuera, Avery volteó hacia el sol y soltó un gran suspiro.

La Calle Church era transitada, y había numerosas cámaras en las vidrieras. Incluso en medio de la noche, no podía creer que había sido allí donde había ocurrido el secuestro.

¿Adónde fuiste?, se preguntó.

Una consulta rápida en su celular reveló la ruta más rápida hasta la plaza Winthrop. Caminó por la calle Church y giró a la izquierda en Brattle. La calle Brattle era más ancha que Church, con igual cantidad de tiendas. Del otro lado de la calle, reconoció el Teatro Brattle. Había un pequeño callejón a un lado del edificio, apuntalado por una pequeña tienda de café. Los árboles escondían la zona entre las sombras. Curiosa, Avery cruzó la calle y entró en la delgada franja entre los edificios.

Salió de nuevo hacia Brattle y revisó cada vidriera en un radio de una cuadra a ambos lados de la calle Church. Había al menos dos tiendas con cámaras afuera.

Entró a una pequeña tienda de cigarrillos.

La campana de la puerta repicó.

"¿Puedo ayudarle?" dijo un viejo hippie blanco de cabello con rastas.

"Sí", dijo Avery, "noté que tiene una cámara en el frente. ¿Qué alcance tiene esa cosa?"

"Toda la cuadra", dijo, "ambas direcciones. Tuve que instalarla hace dos años. Malditos estudiantes universitarios. Todo el mundo cree que los chicos de Harvard son tan especiales, pero son un montón de imbéciles como todos los demás. Durante años han estado rompiendo mis ventanas. Algún tipo de broma universitaria, ¿correcto? No para mí. ¿Sabe cuánto cuestan esas ventanas?"

"Lamento oír eso. Escuche, no tengo una orden", dijo mientras mostraba su placa, "pero parece que alguno de esos chicos idiotas causó un disturbio aquí frente a su calle. No hay cámaras allí. ¿Podría echar un vistazo? Sé a qué hora fue. No debería tomar mucho tiempo."

Frunció el ceño y murmuró algo para sí.

"No lo sé", dijo, "tengo que cuidar la tienda. Soy el único aquí."

"Haré que valga la pena." Sonrió. "¿Qué le parecen cincuenta dólares?"

Sin decir más, bajó la cabeza, salió de detrás del mostrador, y giró el cartel de la puerta de "abierto" a "cerrado".

"¿Cincuenta dólares?" dijo. "¡Pase!"

La parte trasera de la tienda estaba desordenada y oscura. Escondido entre cajas y provisiones, el hombre destapó un pequeño televisor. Sobre el televisor, en un estante más alto, se hallaba una serie de equipos electrónicos conectados al televisor.

"No lo uso muy a menudo," dijo, "sólo cuando hay problemas. Las cintas se borras cada semana en la noche del lunes. ¿Cuándo fue su pequeño incidente?"

"El sábado a la noche", dijo.

"Muy bien, entonces está de suerte."

Encendió el televisor.

La imagen en blanco y negro era de justo afuera de la tienda. Avery podía ver claramente la entrada a la tienda, así como el lado opuesto de la calle y la calle Brattle. El área específica que ella quería investigar estaba a unos cincuenta metros. La imagen era más granulosa, y era casi imposible distinguir las formas frente al callejón.

Un pequeño ratón se usaba para revisar hacia atrás.

"¿A qué hora dijo?", preguntó él.

"Dos cuarenta y cinco," dijo, "pero necesitaría ver otras horas también. ¿Le molesta si me siento y lo busco yo misma? Usted puede volver a la tienda."

La saludó una ceja sospechosa.

"¿Va a robarse algo?"

"Soy policía", dijo ella. "Eso va en contra de mi lema."

"Entonces usted no es como los policías que yo conozco," rio.

Avery sacó una pequeña silla negra. Le limpió el polvo y tomó asiento. Luego de una pequeña revisión del equipo ya era capaz de ir hacia adelante y atrás fácilmente.

A las dos cuarenta y cinco, unas personas caminaron cuesta arriba y cuesta abajo por la Calle Brattle.

A las dos y cincuenta, la calle parecía vacía.

A las dos cincuenta y dos, alguien, una chica por el cabello y vestido, apareció en la escena desde el lado de la calle Church. Cruzó la calle Brattle y giró hacia la izquierda. Luego de pasar por delante de la tienda de café, una imagen oscura de debajo de los árboles se fusionó con la suya, y ambas desaparecieron. Durante un momento, Avery sólo podía ver el movimiento indescifrable de varios tonos de negro. A medida que la escena continuaba, la forma de los árboles volvió a su forma original. La chica nunca volvió a aparecer.

"Mierda," susurró Avery.

Desenganchó un elegante y moderno walkie-talkie de la parte de atrás de su cinturón.

"Ramírez", dijo. "¿Dónde está?"

"¿Quién habla?" dijo una voz entrecortada.

"Sabes quién habla. Tu nueva compañera."

"Aún estoy en Lederman. Casi termino aquí. Acaban de llevarse el cuerpo."

"Te necesito aquí, ahora," dijo, y le dio la ubicación. "Creo que sé dónde secuestraron a Cindy Jenkins."

* * *

Una hora después, Avery había hecho bloquear el callejón hacia ambos lados con cinta amarilla. En la Calle Brattle, una patrulla de policía y la camioneta de los forenses se encontraban estacionados sobre la acera. Un oficial había sido colocado para disuadir a los visitantes.

El callejón se abría hacia una ancha, oscura calle más o menos a la mitad de la manzana. Un lado de la calle albergaba un edificio inmobiliario de vidrio y un muelle de carga. Del otro lado había complejos de vivienda. Había un estacionamiento que podía recibir cuatro autos. Otra patrulla policial, con más cinta amarilla, se encontraba al final del callejón.

Avery se paró frente al muelle de carga.

"Allí," dijo apuntando a una cámara en lo alto. “Necesitamos esas imágenes. Probablemente pertenezca a la empresa inmobiliaria. Entremos y veamos qué podemos encontrar."

Ramírez sacudió la cabeza.

"Estás loca," dijo. "Esa cinta no mostraba nada."

"Cindy Jenkins no tenía motivos para caminar por este callejón," dijo Avery. "Su novio vive en la dirección opuesta."

"Tal vez quería ir por un paseo," argumentó él. "Todo lo que digo es que es mucho personal sólo por una corazonada."

"No es ninguna corazonada. Tú viste la cinta."

"¡Vi un montón de manchas negras que no entendí!" Discutió. "¿Por qué la atacaría aquí el asesino? Hay cámaras por todas partes. Tiene que haber sido un completo idiota."

"Vamos a averiguarlo," dijo ella.

Top Real Estate Company era propietaria del edificio de vidrio y el muelle de carga.

Luego de una breve discusión con la seguridad del escritorio del frente, les dijeron a Avery y Ramírez que esperaran en los sillones de cuero afelpado hasta que llegara alguien con más autoridad. Diez minutos más tarde, el jefe de seguridad y el presidente de la empresa aparecieron.

Avery mostró su mejor sonrisa y les dio un apretón de manos.

"Gracias por recibirnos," dijo. "Quisiéramos acceder a la cámara que está justo encima se su muelle de carga. No tenemos una orden," frunció el ceño, "pero lo que sí tenemos es una chica muerta que fue secuestrada el sábado a la noche, probablemente justo fuera de su puerta trasera. A menos que surja algo, no tardaremos más de veinte minutos."

"¿Y si surge algo?", preguntó el presidente.

"En ese caso tomaron la decisión correcta al ayudar a la policía en una cuestión extremadamente delicada y oportuna. Una orden podía tardar un día entero. El cuerpo de esa muchacha ya lleva muerto dos días. Ella ya no puede hablar. Ya no puede ayudarnos. Pero ustedes pueden. Por favor, ayuden. Cada segundo que perdemos, el rastro se enfría."

El presidente asintió para sí y se volvió hacia su guardia.

"Davis,” dijo, "llévalos arriba. Dales lo que necesiten. Si hay algún problema," le dijo a Avery, "por favor venga a buscarme."

En el camino, Ramírez silbó para sí.

"Que encantadora", dijo.

"Lo que sea que haga falta," susurró Avery.

La oficina de seguridad de Top Real Estate era una habitación bulliciosa completa con más de veinte pantallas de televisión. El guardia estaba sentado a una mesa negra y un teclado.

"OK," dijo. "¿Fecha y hora?"

"Muelle de carga. Alrededor de dos cuarenta y cinco y de ahí vamos hacia adelante."

Ramírez sacudió la cabeza.

"No vamos a encontrar nada."

Las cámaras del negocio inmobiliario eran de una calidad muy superior que las de la tienda de cigarrillos, y en color. La mayor parte de las pantallas eran de un tamaño similar, pero una en particular era grande. El guardia puso la cámara del muelle de carga en la pantalla más grande y volvió la imagen hacia atrás.

"Ahí," anunció Avery. "Deténgala."

La imagen se detuvo a las dos y cincuenta. La cámara mostraba una vista panorámica del estacionamiento directamente enfrente al muelle de carga, así como a la izquierda, hacia el cartel de callejón sin salida y la calle más lejos. Había solamente una vista parcial del callejón que llevaba hacia Brattle. Un auto solitario estaba aparcado en el estacionamiento: una camioneta que parecía ser azul oscuro.

"Ese auto no debería estar ahí," señaló el guardia.

"¿Puedes distinguir la matrícula?" se preguntó Avery.

"Sí, la tengo," dijo Ramírez.

Los tres esperaron. Por un momento, el único movimiento era el de los autos por la calle perpendicular, y el movimiento de los árboles.

A las dos cincuenta y tres, dos personas aparecieron en la escena.

Podrían haber sido amantes.

Uno era un hombre pequeño, delgado y de estatura baja, con pelo grueso y abundante, un bigote, y anteojos. La otra era una chica, más alta, de cabello largo. Tenía puesto un vestido ligero de verano y sandalias. Parecían estar bailando. Él tomó una de sus manos y la giró desde la cintura.

"Mierda," dijo Ramírez, "esa es Jenkins."

"Mismo vestido," dijo Avery, "zapatos, cabello."

"Está drogada", dijo él. "Mírala. Arrastra los pies."

Observaron al asesino abrir la puerta del asiento del acompañante y colocarla adentro. Luego, mientras se daba vuelta y caminaba hacia el lado del conductor, miró directamente a la cámara del muelle de carga, hizo una reverencia teatral, y se fue haciendo un giro hacia la puerta del asiento del conductor.

"¡Mierda!" gritó Ramírez. "El hijo de perra está jugando con nosotros."

"Quiero a todo el mundo en esto," dijo Avery. "Thompson y Jones están en vigilancia permanente desde ahora. Thomson puede quedarse en el parque. Dile sobre la camioneta. Eso limitará su búsqueda. Necesitamos saber en qué dirección iba ese auto. Jones tiene un trabajo más difícil. Tiene que ir allí ahora y seguir a esa camioneta. No me importa cómo lo hace. Dile que rastree todas las cámaras que puedan ayudarlo en el camino."

Se volvió hacia Ramírez, quien la miraba, asombrado e impresionado.

"Tenemos a nuestro asesino."

CAPÍTULO SIETE

El cansancio finalmente le llegó a Avery cerca de las seis cuarenta y cinco de la tarde, en el viaje en elevador hasta el segundo piso de la estación de policía. Toda la energía y el ímpetu que había recibido de las revelaciones matutinas habían culminado en un día bien gastado, pero una noche con incontables preguntas sin respuesta. Su clara piel estaba parcialmente quemada del sol, su cabello un desastre, la chaqueta que había usado más temprano colgaba de su brazo. Su camisa: sucia y por fuera del pantalón. Ramírez, por el contrario, parecía más fresco que en la mañana: el cabello peinado hacia atrás, el traje casi perfectamente planchado, los ojos atentos y apenas una pizca de sudor en la frente.

"¿Cómo es posible que te veas tan bien?" preguntó ella.

"Es mi sangre hispano-mexicana," explicó con orgullo. "Puedo estar veinticuatro, veintiocho horas de corrido y mantener este brillo."

Le dio un vistazo rápido y aprensivo a Avery y gimió: "Sí. Te ves como la mierda."

Sus ojos llenos de respeto.

"Pero lo lograste."

El segundo piso estaba medio vacío a la noche, con la mayoría de los funcionarios en casa o trabajando en las calles. Las luces de la sala de conferencias estaban encendidas. Dylan Connelly caminaba de un lado al otro adentro, obviamente contrariado. Al verlos, abrió la puerta de golpe.

"¡¿Dónde diablos han estado?!", estalló. "Quería un informe en mi escritorio a las cinco en punto. Son casi las siete. Apagaron sus walkie-talkies. Los dos," señaló. "Puedo esperar eso de ti, Black, pero no de ti, Ramírez. Nadie me llamó. Nadie contestó su teléfono. El capitán está furioso también, así que no vayan a llorarle a él. ¿Tienen idea de lo que ha estado pasando aquí? ¿Qué demonios estaban pensando?"

Ramírez levantó las palmas de las manos.

"Llamamos," dijo, "Te dejé un mensaje."

"Llamaste hace veinte minutos," estalló Dylan. "He estado llamando cada media hora desde las cuatro y media. ¿Murió alguien? ¿Estaban persiguiendo al asesino? ¿El mismísimo Dios Todopoderoso bajó del Cielo para ayudarlos con este caso? Porque esas son las únicas respuestas aceptables para su flagrante insubordinación. Debería sacarlos a ambos del caso ya mismo."

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