Una Vez Anhelado - Блейк Пирс 6 стр.


“Necesito tomarme un verdadero descanso un día de estos”, pensó.

Un agente local joven se encontró con ellos y los condujo a la oficina de campo del FBI de Phoenix, un edificio moderno llamativo. Mientras se estacionaba en la Oficina dijo: “¿No les parece genial el diseño? Incluso ganó un premio. ¿A qué se les parece?”.

Riley miró la fachada. Tenía rectángulos rectos y largos y ventanas verticales estrechas. Todo había sido cuidadosamente colocado y el patrón parecía familiar. Se detuvo y lo miró fijamente por un momento.

“¿Secuenciación del ADN?”, preguntó.

“Sí”, dijo el agente. “Pero puedo apostar a que no adivinan a qué se parece el laberinto de rocas desde arriba”.

Pero entraron al edificio antes de que Riley o Bill pudieran intentarlo. Riley vio el motivo del ADN repetido en las baldosas. El agente los llevó entre paredes y muros de separación horizontales hasta que llegaron a la oficina del agente especial encargado, Elgin Morley, y luego los dejó allí.

Riley y Bill se presentaron a Morley, un hombre pequeño y cincuentón que tenía un gran bigote negro y anteojos redondos. Otro hombre también los estaba esperando en la oficina. Era cuarentón, alto, flaco y un poco jorobado. Riley pensó que se veía cansado y deprimido.

“Agentes Paige y Jeffreys, conozcan al agente Garrett Holbrook”, dijo Morley. Su hermana fue la víctima que fue encontrada en el lago Nimbo”.

Todos los agentes se dieron la mano y luego se sentaron a hablar.

“Gracias por venir”, dijo Holbrook. “Todo esto ha sido bastante abrumador”.

“Háblanos de tu hermana”, dijo Riley.

“No tengo mucho que decir”, dijo Holbrook. “No puedo decir que la conocía muy bien. Era mi media hermana. Mi padre fue un mujeriego, dejó a mi mamá y tuvo hijos con tres mujeres diferentes. Nancy era quince años más joven que yo. No nos mantuvimos mucho en contacto a lo largo de los años”.

Miró fijamente al piso por un momento, sus dedos tocando el brazo de su silla distraídamente. “Lo último que supe de ella es que estaba trabajando en una oficina y tomando clases en un colegio comunitario”, dijo sin levantar la mirada. “Eso fue hace unos años. Me sorprendió descubrir en lo que se había convertido. No tenía ni idea”.

Luego se quedó en silencio. A Riley le pareció que se había guardado algo, pero se dijo a sí misma que tal vez realmente era todo lo que el hombre sabía. Después de todo, ¿qué podría decir Riley sobre su hermana mayor si alguien le preguntara? Ella y Wendy habían pasado tanto tiempo sin hablar que prácticamente ya no eran ni hermanas.

Aun así, percibía algo más que dolor en la actitud de Holbrook y eso le parecía extraño.

Morley sugirió que Riley y Bill fueran con él a Medicina Forense para poder echarle un vistazo al cadáver. Holbrook asintió y dijo que estaría en su oficina.

“Agente Morley, ¿qué razón existe para creer que estamos tratando con un asesino en serie?”, preguntó Bill cuando iban caminando por el pasillo.

Morley negó con la cabeza. “No creo que tengamos una”, dijo. “Pero cuando Garrett se enteró de la muerte de Nancy, se negó a no hacer nada. Es uno de nuestros mejores agentes, y he tratado de complacerlo. Trató de poner en marcha su propia investigación, pero no llegó a ningún lado. La verdad es que se ha portado bastante extraño, no parece él”.

Riley ciertamente había notado que Garrett parecía estar agitado. Tal vez un poco más agitado de lo que estaría un agente experimentado normalmente, incluso con la muerte de un familiar. Había dejado claro que no estaban ni cerca de resolver el caso.

Morley guio a Riley y a Bill al área de Medicina Forense del edificio, donde les presentó a la líder, la Dra. Rachel Fowler. La patóloga abrió la unidad refrigerada donde se encontraba el cadáver de Nancy Holbrook.

Riley hizo un gesto de dolor a la oleada familiar de descomposición, aunque el mal olor aún no se había intensificado tanto. Vio que la mujer había sido bajita y muy delgada.

“No había estado mucho tiempo en el agua”, dijo Fowler. “Su piel estaba comenzando a arrugarse cuando la encontraron”.

La Dra. Fowler señaló sus muñecas.

“Pueden ver quemaduras por el roce de cuerdas. Parece que estuvo atada durante su asesinato”.

Riley notó marcas en el recodo del cadáver.

“Parecen ser marcas de agujas”, dijo Riley.

“Sí. Estaba consumiendo heroína. Creo que estaba volviéndose adicta”.

Le pareció a Riley que la mujer había sido anoréxica, y eso parecía coherente con la teoría de adicción de Fowler.

“Esa clase de adicción parece fuera de lugar para una acompañante de categoría”, dijo Bill. “¿Cómo sabemos que eso es lo que era?”.

Fowler sacó una tarjeta de presentación laminada que estaba dentro de una bolsa plástica de evidencia. Tenía una foto provocativa de la mujer muerta. El nombre en la tarjeta era simplemente “Nanette” y el negocio se llamaba “Acompañantes Ishtar”.

“Encontramos esta tarjeta en su cuerpo”, explicó Fowler. “La policía se comunicó con Acompañantes Ishtar y descubrió su verdadero nombre, y eso conllevó a que fuera identificada como la media hermana del agente Holbrook”.

“¿Alguna idea de cómo fue asfixiada?”, preguntó Riley.

“Hay algunos moretones en su cuello”, dijo Fowler. “El asesino pudo haber colocado una bolsa de plástico sobre su cabeza”.

Riley observó las marcas de cerca. ¿Esto fue un juego sexual que salió mal, o un acto deliberado de asesinato? Aún no sabía la respuesta.

“¿Qué más encontraron con su cuerpo?”, preguntó Riley.

Fowler abrió una caja que contenía la ropa de la víctima. Había estado usando un vestido rosa escotado. Riley observó que no era muy respetable, pero era un atuendo un poco más recatado que la ropa típica de prostituta. Era el vestido de una mujer que quería verse tanto sexy como convenientemente vestida para ir a una discoteca.

Había una bolsa plástica llena de joyas encima del vestido.

“¿Puedo echarle un vistazo?”, le preguntó Riley a Fowler.

“Adelante”.

Riley sacó la bolsa y le echó un ojo al contenido. La mayor parte era bisutería bastante elegante — un collar y unos brazaletes de cuentas y unos aretes sencillos. Pero un artículo sobresalía sobre todos los demás. Era un anillo delgado de oro con un diamante. Lo levantó y se lo mostró a Bill.

“¿Es real?”, preguntó Bill.

“Sí”, respondió Fowler. “Oro auténtico y un diamante real”.

“El asesino ni siquiera lo robó”, comentó Bill. “Así que esto no fue por dinero”.

Riley se volvió para dirigirse a Morley. “Me gustaría ver el sitio donde fue encontrado el cuerpo”, dijo. “Ahora mismo que es de día”.

Morley se veía un poco desconcertado.

“Podemos llevarte en helicóptero”, dijo. “Pero no sé lo que esperas encontrar. Los policías y los agentes inspeccionaron todo el sitio”.

“Confía en ella”, dijo Bill a sabiendas. “Descubrirá algo”.

Capítulo Ocho

La amplia superficie del lago Nimbo parecía inmóvil y tranquila mientras el helicóptero se acercaba a ella.

“Pero las apariencias engañan”, se recordó Riley a sí misma. Sabía que las superficies tranquilas podían guardar secretos oscuros.

El helicóptero descendió para buscar un lugar en donde aterrizar. Riley se sentía un poco mareada por el movimiento inestable. No le gustaban mucho los helicópteros. Ella miró a Bill, quien estaba sentado a su lado. Se veía igual de incómodo que ella.

Pero cuando miró al agente Holbrook, su rostro parecía inexpresivo. Casi ni había hablado durante el vuelo de media hora desde Phoenix. Riley aún no sabía qué pensar de él. Estaba acostumbrada a leer a las personas fácilmente, a veces demasiado fácilmente. Pero Holbrook todavía le parecía un enigma.

El helicóptero por fin aterrizó y los tres agentes del FBI pisaron tierra firme, agachándose debido a las hélices que aún estaban en movimiento. El camino donde había aterrizado el helicóptero no era más que huellas de neumáticos entre malezas.

Riley observó que el camino no era muy transitado. Aún así, parecía que suficientes vehículos habían pasado por él durante esta semana como para ocultar las huellas dejadas por el vehículo que había conducido el asesino.

El motor ruidoso del helicóptero por fin dejó de sonar, haciendo más fácil el hablar mientras Riley y Bill seguían a Holbrook a pie.

“Cuéntanos todo lo que sabes sobre este lago”, le dijo Riley a Holbrook.

“Es uno de los embalses creados por las represas en el río Acacia”, dijo Holbrook. “Este es el más pequeño de los lagos artificiales. Está repleto de peces, y es un espacio recreativo popular, pero los espacios públicos están al otro lado del lago. El cadáver fue descubierto por una pareja de adolescentes drogados con marihuana. Les mostraré el lugar”.

Holbrook los llevó a una cresta de piedras sobre el lago.

“Los chicos estaban justo donde estamos parados”, dijo. Señaló hacia la orilla del lago. “Miraron hacia allí y lo vieron. Dijeron que solo parecía ser una forma oscura en el agua”.

“¿A qué hora estuvieron aquí?”, preguntó Riley.

“Un poco más temprano que ahora”, dijo Holbrook. “Faltaron a clase y se drogaron”.

Riley analizó todo el lugar. El sol estaba bajo, y las cimas de los acantilados de roca roja al otro lado del lago estaban ardiendo por la luz. Había unos botes en el agua. La distancia entre la cresta y el agua era de unos tres metros aproximadamente.

Holbrook señaló un lugar cercano donde la pendiente no era tan empinada.

“Los niños bajaron para acercarse más”, dijo. “Fue entonces cuando descubrieron lo que realmente era”.

“Pobres chicos”, pensó Riley. Hace unas dos décadas había probado la marihuana en la universidad. Aún así, podía imaginarse el miedo intenso de haber hecho este descubrimiento mientras estaban drogados.

“¿Quieres bajar para ver más de cerca?”, Bill le preguntó a Riley.

“No, de aquí se ve bien”, dijo Riley.

Su instinto le decía que estaba justo donde necesitaba estar. Después de todo, el asesino seguramente no había arrastrado el cuerpo por la misma pendiente por la que habían bajado los chicos.

“No”, pensó. “Estuvo parado justo aquí”.

Incluso parecía que la escasa vegetación en la que estaba parada parecía estar un poco deshecha.

Respiró un poco, tratando de deslizarse en la mente del asesino. Sin duda había venido de noche. ¿Pero en una noche clara o nublada? Bueno, en Arizona en esta época del año, las posibilidades eran que la noche fue clara. Y recordó que la luna estaría brillante hace aproximadamente una semana. En la luz de las estrellas y la luz de la luna, él pudo haber visto que lo estaba haciendo bastante bien, posiblemente incluso sin una linterna.

Lo imaginaba poniendo el cuerpo aquí mismo. ¿Pero qué había hecho luego? Evidentemente había rodado el cuerpo por la cornisa. Había caído justo en las aguas poco profundas.

Pero algo no parecía estar bien en todo este escenario. Se preguntó una vez más, como lo había hecho en el avión, cómo pudo haber sido tan descuidado.

Es cierto que, desde aquí en la cornisa, probablemente no pudo haber visto que el cuerpo no se había hundido lo suficiente. Los chicos habían descrito la bolsa como “una forma oscura en el agua”. Desde esta altura, la bolsa sumergida probablemente había sido invisible, incluso en una noche brillante. Él había asumido que el cuerpo se había hundido, como los cuerpos recién muertos lo hacen en agua dulce, especialmente cuando son pesados con piedras.

Pero ¿por qué supuso que el agua era profunda aquí?

Observó el agua cristalina. En la luz del atardecer, podía ver fácilmente la cornisa sumergida por donde había descendido el cadáver. Era un área horizontal pequeña, nada más que la parte superior de una roca. Alrededor de ella, el agua era negra y profunda.

Observó el lago. Acantilados sobresalían de todas partes del agua. Podía ver que el lago Nimbo lago había sido un cañón profundo antes de que la presa lo llenara con agua. Vio solo unos pocos lugares donde uno podía caminar por la costa. Los lados del acantilado descendían a las profundidades.

Riley vio crestas similares con aproximadamente la misma altura a su derecha e izquierda. El agua debajo de esos acantilados era oscura, sin señales de una cornisa similar a la que estaba justo debajo de esta.

Sintió un cosquilleo de comprensión.

“Él ha hecho esto antes”, les dijo a Bill y a Holbrook. “Hay otro cuerpo en este lago”.

*

Durante el viaje en helicóptero de regreso a la oficina central de la división de FBI de Phoenix, Holbrook dijo: “¿Entonces crees que sí se trata de un caso de asesinatos en serie?”.

“Sí, sí lo creo”, dijo Riley.

“Yo no estaba seguro”, dijo Holbrook. “Estaba ansioso porque alguien bueno viniera a tomar el caso. Pero ¿qué viste que te hizo cambiar de parecer?”.

“Hay otras cornisas iguales a la que utilizó para arrojar el cuerpo”, explicó. “Utilizó uno de los otros desniveles antes, y ese cuerpo se hundió como debía. Pero quizás no pudo encontrar el mismo lugar. O tal vez pensó que este era el mismo lugar. De todos modos, esperó obtener el mismo resultado esta vez, pero se equivocó”.

“Te dije que descubriría algo allí”, dijo Bill.

“Unos buzos tendrán que efectuar una búsqueda en el lago”, agregó Riley.

“Costará que aprueben hacer eso”, dijo Holbrook.

“Hay que hacerlo. Hay otro cuerpo allí abajo. Puedes contar con eso. No sé cuánto tiempo ha pasado allí, pero está allí”.

Hizo una pausa, evaluando mentalmente lo que esto le decía sobre la personalidad del asesino. Él era competente y capaz. No era un perdedor patético como Eugene Fisk. Era más como Peterson, el asesino que había capturado y atormentado tanto a April como a ella. Era astuto y equilibrado y le encantaba matar, era un sociópata, en lugar de un psicópata. Por encima de todo, era confiado.

“Tal vez demasiado confiado para su propio bien”, pensó Riley.

Podría hasta ser su perdición.

“El tipo que buscamos no es ninguna escoria criminal”, dijo. “Apuesto a que es un ciudadano común, razonablemente bien educado, tal vez con una esposa y familia. Nadie que lo conoce cree que es un asesino”.

Riley observó el rostro de Holbrook mientras hablaban. Aunque ahora sabía algo sobre el caso que no había sabido antes, Holbrook aún le parecía totalmente impenetrable.

El helicóptero sobrevoló el edificio del FBI. Había caído la noche y el área estaba bien iluminada.

“Mira”, Bill dijo, señalando por la ventana.

Riley miró hacia donde señalaba. Se sorprendió al ver que el jardín de rocas parecía una huella gigantesca desde aquí. Parecía un letrero de bienvenida. Algún paisajista excéntrico había decidido que esta imagen hecha de piedras era más adecuada para el nuevo edificio del FBI que un jardín plantado. Centenares de piedras habían sido cuidadosamente colocadas en filas curvas para crear la ilusión acaballonada.

“Guau”, le dijo Riley a Bill. “¿Qué huella dactilar habrán utilizado? La de una persona legendaria, supongo. ¿Tal vez la de Dillinger?”.

“O tal vez la de John Wayne Gacy. O Jeffrey Dahmer”.

Esto le pareció un poco extraño. En el suelo, nadie se imaginaría que la disposición de piedras era algo más que un laberinto sin sentido.

Le pareció una señal y una advertencia. Este caso iba a obligarla a ver las cosas desde una nueva y perturbadora perspectiva. Estaba a punto de entrar en un mundo de oscuridad que jamás había imaginado.

Capítulo Nueve

El hombre disfrutaba ver a las prostitutas callejeras. Le gustaba como se agrupaban en la esquina y caminaban por las aceras, más que todo de a dos. Le parecía que eran más enérgicas que las call girls y las acompañantes, propensas a perder los estribos fácilmente.

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