Un Rastro de Muerte - Блейк Пирс 2 стр.


Como Keri, Ray se unió a la Fuerza más tardíamente que la mayoría, cuando, comenzando sus treinta buscaba un nuevo propósito en su vida. Ascendió rápidamente y era ahora el detective senior en la Unidad de Personas Desaparecidas de la División Pacífico o UPD.

—Te ves como una mujer que sueña con olas y whisky —dijo.

—¿Tan obvio es? —preguntó Keri.

—Soy un buen detective. Mis poderes de observación son inigualables. Además, hoy ya mencionaste dos veces tus excitantes planes vespertinos.

—¿Qué puedo decir? Me gusta perseguir mis objetivos, Raymond.

Él sonrió, con su ojo bueno mostrando una calidez que su defecto físico ocultaba. Keri era la única a la que permitía llamarle por su nombre propio. A ella le gustaba mezclarlo con otros títulos, menos lisonjeros. Con frecuencia él hacía lo mismo con respecto a ella.

—Escucha, Pequeña Señorita Sunshine, puede que estés mejor invirtiendo los últimos minutos de tu turno chequeando a los criminalistas acerca del caso Sanders en lugar de soñar despierta con beber despierta.

—¿Beber despierta? —dijo ella, simulando estar ofendida— No es beber despierta si empiezo después de las cinco, Gigantor.

Ya iba él a responderle cuando el teléfono sonó. Keri tomó la llamada antes de que Ray pudiera decir algo y ella, juguetona, le sacó la lengua.

—División Pacífico Personas Desaparecidas. Detective Locke al habla.

Ray se puso a la escucha también pero sin hablar.

La mujer que llamaba sonaba joven, alrededor de treinta años, más o menos. Antes de que ella dijera siquiera por qué estaba llamando, Keri notó la preocupación en su voz.

—Mi nombre es Mia Penn. Vivo en la Avenida Dell en los Canales de Venice. Estoy preocupada por mi hija, Ashley. Ella debería haber llegado a casa desde la escuela a las tres treinta. Sabía que la iba a llevar a una cita con el dentista a las cuatro cuarenta y cinco. Me escribió un mensaje de texto justo antes de dejar la escuela a las tres pero no está aquí y no responde ninguna de mis llamadas o textos. Ella no es para nada así. Es muy responsable.

—Sra. Penn, ¿acostumbra Ashley a conducir o caminar hasta la casa? —preguntó Keri.

—Viene a pie. Ella está solo en décimo grado, tiene quince. Ni siquiera ha comenzado las clases de conducir.

Keri miró a Ray. Sabía lo que él iba a decir y ella misma no tenía argumentos para contradecirlo. Pero algo en el tono de Mia Penn la capturó. Podía decir que la mujer apenas podía mantener el control. Había pánico bajo la superficie. Quiso pedirle a él que se saltaran el protocolo pero no podía esgrimir ninguna razón creíble para hacerlo.

—Sra. Penn, habla el Detective Ray Sands. Estoy escuchándola por la extensión. Quiero que respire profundamente y luego me diga si su hija ha llegado tarde a casa alguna vez.

Mia Penn replicó al punto, haciendo a un lado la sugerencia de respirar mejor.

—Por supuesto —admitió, tratando de ocultar la exasperación en su voz—. Como dije, ella tiene quince. Pero siempre ha enviado mensajes de texto o ha llamado si se va a retrasar más de una hora. Y nunca se retrasa cuando tenemos planes.

Ray respondió sin dirigir la vista a Keri, porque sabía que ella lo miraría con desaprobación.

—Sra. Penn, oficialmente, su hija es menor de edad y las normas con respecto a personas desaparecidas no se aplican igual que como sucede con un adulto. Tenemos una autoridad más amplia para investigar. Pero hablándole honestamente, una adolescente que no esté respondiendo a los mensajes de texto de su madre y no haya llegado a casa menos de dos horas después de la salida de la escuela, no va a disparar el tipo de respuesta inmediata que usted espera. En este punto no hay mucho que podamos hacer. En una situación como esta, lo mejor que puede hacer es acercarse a la estación y llenar un reporte. Eso es algo que debe hacer. No hay problema con eso y podría acelerar las cosas si necesitamos desplegar recursos.

Hubo una larga pausa antes de que Mia Penn respondiera. El tono de su voz se volvió cortante.

—¿Cuánto tiempo tengo que esperar para que usted —despliegue”, Detective? —preguntó ella— ¿Son dos horas más que suficiente? ¿Tengo que esperar hasta que oscurezca? ¿Hasta mañana en la mañana? Apuesto a que si yo fuera...

Cualquier cosa que Mia Penn estaba a punto de decir, se lo calló, como si supiera que cualquier cosa que añadiera sería contraproducente. Ray iba a responder pero Keri levantó su mano y le lanzó su patentada mirada de —deja que maneje esto”.

—Escuche, Sra. Penn, habla la Detective Locke de nuevo. Usted dice que vive en los Canales, ¿correcto? Eso está en mi camino a casa. Deme su dirección de correo electrónico. Le enviaré una forma de personas desaparecidas. Puede empezar a rellenarla y yo pasaré para ayudarla a completarla y agilizar su ingreso en el sistema. ¿Qué tal le suena eso?

—Suena bien, Detective Locke. Gracias.

—No hay problema. Y bueno, quizás Ashley ya esté en casa para cuando yo llegue allá y yo pueda darle un sermón sobre mantener a su mamá informada —sin costo alguno.

Keri tomó el bolso y las llaves, preparándose para ir a la casa de los Penn.

Ray no había dicho una palabra desde que colgaron. Ella sabía que él se estaba agitando silenciosamente pero evitó levantar la vista. Si sus miradas se cruzaban, sería ella la que recibiría el sermón y no estaba de humor.

Pero al parecer Ray no necesitaba hacer contacto visual para decir sus líneas.

—Los Canales no están en tu camino a casa.

—Solo un poco fuera de mi camino —insistió ella, todavía sin levantar la vista—. Así que tendré que esperar hasta las seis treinta para regresar a la marina y a Olivia Pope y asociados. No es gran cosa.

Ray suspiró y se reclinó en su silla.

—Es una gran cosa. Keri, acá has sido detective por casi un año. Me gusta tenerte como mi pareja. Y has hecho un gran trabajo, incluso antes de que consiguieras tu placa. El caso Gonzales, por ejemplo. No creo que yo lo hubiera podido resolver y llevo una década más que tú investigando estos casos. Tienes una especie de sexto sentido para estas cosas. Es por eso que te usaba como recursos en los viejos tiempos. Y es por eso que tienes el potencial para ser en verdad una gran detective.

—Gracias —dijo ella, aunque sabía que no él no había terminado.

—Pero tienes una gran debilidad y te va a arruinar si no le pones freno. Debes permitir que el sistema funcione. Existe por una razón. El setenta y cinco por ciento de nuestro trabajo se resuelve en las primeras veinticuatro horas sin nuestra ayuda. Necesitamos permitir que eso suceda para concentrarnos en el otro veinticinco por ciento. Si no lo hacemos, terminamos sobrecargados de trabajo. Nos volvemos improductivos, o peor aún —sería contraproducente. Y entonces estamos traicionando a la gente que de verdad nos está necesitando. Es parte de nuestro trabajo escoger nuestras batallas.

—Ray, no estoy ordenando una Alerta Ámbar. Solo estoy ayudando con algo de papeleo a una madre preocupada. Y en verdad, son solo quince minutos de desvío de mi ruta.

—Y… —dijo él esperando algo más.

—Y había algo en su voz. Está guardándose algo. Quiero hablar con ella cara a cara. Puede que no sea nada. Y si es así, me iré.

Ray meneó su cabeza y lo intentó una vez más.

—¿Cuántas horas gastaste con ese chico sin hogar en Palms que estabas segura había desaparecido y no fue así? ¿Quince?

Keri se encogió de hombros.

—Mejor asegurarse que lamentarse —murmuró por lo bajo.

—Mejor empleado que despedido por uso inapropiado de los recursos del departamento —replicó él.

—Es después de las cinco —dijo Keri.

—¿Significa?

—Significa que no estoy en mi turno. Y esa madre me está esperando.

—Pareciera que tú nunca estás en tu turno. Devuélvele la llamada, Keri. Dile que te envíe por correo electrónico las formas cuando haya terminado. Dile que llame para acá si tiene alguna pregunta. Pero ve a casa.

Ella había sido tan paciente como había podido pero por lo que a ella concernía, la conversación había terminado.

—Te veré mañana, Sr. Inmaculado —dijo, dándole un apretón en el brazo.

Cuando se dirigía al estacionamiento para buscar su Toyota Prius de color plata y diez años de uso, trató de recordar la vía más rápida para llegar a los Canales de Venice. Sentía ya una urgencia que no comprendía.

Una que no le gustaba.

CAPÍTULO DOS

Lunes

Cayendo la tarde

Keri maniobró con el Prius a través del tráfico de la hora pico en el límite oeste de Venice, conduciendo más rápido de lo normal. Algo la estaba moviendo, una corazonada que sentía crecer, una que no le gustaba.

Los Canales estaban a pocas cuadras de puntos de interés turístico como Boardwalk y Muscle Beach, y le tomó diez minutos de recorrido por la Avenida Pacific antes de poder conseguir un lugar para estacionar. Se bajó y dejó que el teléfono le indicase el resto del camino a pie.

Los Canales Venice no eran solo el nombre de una urbanización. Eran realmente una serie de canales artificiales construidos a principios del siglo veinte, a imitación de los originales ubicados en Italia. Ellos cubrían unas diez cuadras justo al sur del Boulevard Venice. Unos pocos de los hogares que se alineaban junto a las corrientes de agua eran modestos, pero la mayoría eran extravagantes en el mejor estilo playero. Las parcelas eran pequeñas pero algunos de los hogares fácilmente valían ocho cifras.

La casa a la que Keri llegó estaba entre las más impresionantes. Tenía tres plantas, pero solo el piso superior era visible, debido al alto muro estucado que la rodeaba. Ella dio la vuelta desde la parte de atrás, que daba al canal, hasta la puerta del frente. Mientras lo hacía, notó múltiples cámaras de seguridad en los muros de la mansión y en la casa misma. Varias de ellas parecían estar siguiendo sus movimientos..

¿Por qué una madre con una hija adolescente vive aquí? ¿Y por qué tanta seguridad?

Llegó hasta la verja de hierro forjado de enfrente y se sorprendió de encontrarla abierta. Pasó adelante y estaba a punto de tocar la puerta cuando esta se abrió desde adentro.

Una mujer salió a recibirla, vestía jeans raídos y un top blanco sin mangas, con una cabellera larga y abundante de color castaño, y los pies descalzos. Como Keri había sospechado al escucharla por teléfono, no pasaría de los treinta. Tendría la misma estatura de Keri, pero era nueve kilos más delgada, y estaba además bronceada y en forma. Se veía estupenda, a pesar de la expresión ansiosa en su rostro.

El primer pensamiento de Keri fue esposa trofeo.

—¿Mia Penn? —preguntó Keri.

—Sí. Entre por favor, Detective Locke. Ya he rellenado los formularios que me envió.

Por dentro, la mansión se abría a un impresionante vestíbulo, con dos escaleras gemelas de mármol que llevaban al nivel superior. Había casi suficiente espacio para organizar un juego de los Lakers. El interior era inmaculado, con cuadros cubriendo cada pared y esculturas adornando mesas de madera tallada que se veían también como obras de arte en sí mismas

Todo el lugar se veía como si hubiera aparecido como nota a destacar en la revista Hogares que te hacen cuestionar tu propia valía. Keri reconoció una pintura colocada en un lugar prominente como un Delano, lo que era decir que esa sola, valía más que la patética casa bote de veintidós años que ella llamaba hogar.

Mia Penn la guió a otro de los recibidores, más casual, y le ofreció asiento y agua embotellada. En un rincón de la sala, un hombre de constitución gruesa con pantalones y chaqueta estaba recostado de la pared. No dijo nada pero sus ojos no se apartaron de Keri. Esta notó un pequeño bulto en la parte derecha de su cadera, bajo la chaqueta.

Un arma. Debe ser de seguridad.

Una vez que Keri se sentó, su anfitriona no perdió tiempo.

—Ashley sigue sin contestar mis llamadas o mis textos. No ha tuiteado desde que salió de la escuela. No hay posts en Facebook. Nada en Instagram —suspiró y añadió—. Gracias por venir. Me faltan palabras para expresarle lo mucho que esto significa para mí.

Keri asintió lentamente, estudiando a Mia Penn, tratando de descifrarla. Al igual que por teléfono, el pánico apenas disimulado se sentía real.

Ella parece temer en verdad por su hija. Pero hay algo que se está reservando.

—Usted es más joven de lo que yo esperaba —Keri dijo finalmente.

—Tengo treinta. Tuve a Ashley cuando tenía quince.

—Wow.

—Sí, eso es más o menos lo que todo el mundo dice. Yo siento que como somos tan cercanas en edad, tenemos esta conexión. A veces puedo jurar que sé lo que ella está sintiendo incluso antes de verla. Sé que suena ridículo pero tenemos este lazo. Y yo sé que no hay evidencia, pero puedo sentir que algo está mal.

—No entremos en pánico todavía —dijo Keri.

Pasaron revista a los hechos.

La última vez que Mia vio a Ashley fue esa mañana. Todo estaba bien. Desayunó yogurt con granola y fresas fileteadas. Se había ido a la escuela de buen humor.

La mejor amiga de Ashley era Thelma Gray. Mia la llamó cuando Ashley no apareció después de clase. De acuerdo a Thelma, Ashley estaba, como se suponía que debía estar, en la clase de geometría de tercer período, y todo parecía normal. La última vez que vio a Ashley, fue en el corredor, como a las 2 PM. Ella no tenía idea de por qué Ashley no había llegado a casa.

Mia también había hablado al novio de Ashley, un chico de tipo atlético llamado Denton Rivers. Él dijo que vio a Ashley en la escuela por la mañana pero que eso fue todo. Le envió unos pocos mensajes de texto después de clase, pero ella nunca respondió.

Ashley no tomaba ninguna medicación, no tenía problemas físicos que mencionar. Mia dijo que más temprano había pasado por el dormitorio de Ashley y todo se veía normal.

Keri garrapateó todo en una pequeña libreta, destacando los nombres sobre lo que volvería más tarde.

—Mi marido debe llegar a casa desde la oficina en cualquier momento. Sé que él quiere hablar con usted también.

Keri levantó la vista de la libreta. Algo en la voz de Mia había cambiado. Sonaba más a la defensiva, más cautelosa.

Sea lo que sea que está ocultando, apuesto a que está relacionado con esto.

—¿Y cuál es el nombre de su esposo? —preguntó, tratando de parecer indiferente.

—Su nombre es Stafford.

—Espere un minuto —dijo Keri—. ¿Su marido es Stafford Penn, el Senador de los Estados Unidos Stafford Penn?

—Sí.

—Esa es una información importante, Sra. Penn. ¿Por qué no la mencionó antes?

—Stafford me pidió que no lo hiciera —dijo ella a modo de disculpa.

—¿Por qué?

—Dijo que quería tratar eso con usted cuando él llegara.

—¿Cuándo dijo usted que estaría aquí de nuevo?

—Con seguridad, en menos de diez minutos.

Keri la miró de manera inquisitiva, tratando de decidir si debía presionarla. Al final, lo dejó como estaba, por ahora.

—¿Tiene una foto de Ashley?

Mia Penn le entregó su teléfono. La foto de fondo mostraba a una adolescente con vestido escotado, sin mangas. Se veía como la hermana menor de Mia. Apartando el cabello rubio de Ashley, era difícil distinguir a una de la otra. Ashley era ligeramente más alta, más bronceada y con una constitución más atlética. El vestido no podía ocultar sus piernas musculosas y sus poderosos hombros. Keri sospechó que practicaba el surf con regularidad.

—¿Es posible que simplemente ella haya olvidado la cita y esté atrapando olas? —preguntó Keri.

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