Antes de que Mate - Блейк Пирс 4 стр.


El último caso era un tiro a ciegas, pero Mackenzie pensó que ambos podrían estar potencialmente conectados con el asesinato del 87 y el de Hailey Lizbrook.

“¿Qué tienes ahí?” preguntó Porter.

“Nancy me envió informes de algunos otros casos que pueden estar conectados.”

“¿Hay algo bueno?”

Ella titubeó, pero después le puso al día de las dos conexiones posibles. Cuando acabó, Porter asintió con la cabeza mientras miraba hacia la oscuridad de la noche. Pasaron una señal que les dijo que Omaha estaba a veintidós millas de distancia.

“Creo que a veces te esfuerzas demasiado,” dijo Porter. “Te rompes el trasero trabajando y mucha gente se ha dado cuenta. Pero seamos honestos: da igual lo mucho que lo intentes, no todos los casos van a tener alguna conexión importante que vaya a crear un monstruo de caso para ti.”

“Entonces dime,” dijo Mackenzie. “En este momento, ¿qué te dice tu instinto sobre este caso? ¿Con qué estamos tratando?”

“Es un perpetrador común que tiene asuntos sin resolver con su mami,” dijo Porter con desdén. “Si hablamos con suficiente gente, le encontramos. Todo este análisis es una pérdida de tiempo. No se encuentra a la gente entrando en su cabeza. Les encuentras haciendo preguntas. Trabajo de calle. De puerta a puerta. De testigo a testigo.”

Cuando se quedaron en silencio, Mackenzie comenzó a preocuparse al ver qué simplista era su percepción del mundo, qué blanca y negra. No dejaba ni un resquicio para los matices, para nada que no encajara con sus creencias predeterminadas. Ella pensaba que el psicópata con que estaban tratando era demasiado sofisticado para eso.

“¿Qué piensas tú de nuestro asesino?” le preguntó finalmente.

Podía detectar el resentimiento en su voz, como si realmente no hubiera querido preguntarle pero el silencio hubiera podido con él.

“Creo que odia a las mujeres por lo que estas representan,” dijo en voz baja, resolviéndolo en su mente mientras hablaba. “Quizá sea un hombre virgen de cincuenta años que piensa que el sexo es vulgar—pero también existe esa necesidad de sexo en él. Matar a mujeres le hace sentir que está conquistando sus propios instintos, instintos que él considera vulgares e infrahumanos. Si puede eliminar el origen de donde parten esas necesidades sexuales, siente que está al mando. Los latigazos en la espalda indican que está casi castigándolas, seguramente por su carácter provocativo. Además, está el hecho de que no hay señales de abuso sexual. Me hace preguntarme si esto es algún tipo de intención de pureza a los ojos del asesino.”

Porter sacudió la cabeza, casi como un padre decepcionado.

“Eso es lo que quiero decir,” dijo él. “Una pérdida de tiempo. Te has metido ya tanto en esto que ya no sabes ni lo que piensas—y nada de eso nos va a servir de ayuda. Has perdido la perspectiva de conjunto.”

Un silencio incómodo se cernió de nuevo sobre ellos. Cuando parecía que había terminado de hablar, Porter encendió la radio.

Solamente duró unos minutos. A medida que se acercaban a Omaha, Porter bajó el volumen de la radio sin que se lo tuvieran que pedir esta vez. Porter habló y cuando lo hizo, sonó nervioso, pero Mackenzie también pudo escuchar el esfuerzo que estaba realizando para sonar como que él estaba al mando.

“¿Alguna vez has entrevistado a unos chicos después de que pierdan a uno de sus padres?” preguntó Porter.

“Una vez,” dijo ella. “Después de un tiroteo desde un coche. Un niño de once años.”

“También yo tuve unos cuantos. No tiene ninguna gracia.”

“No, no la tiene,” Mackenzie asintió.

“Bueno, mira, estamos a punto de hacer preguntas sobre su madre muerta a dos chicos. Va a acabar por salir el tema de dónde trabajaba. Tenemos que manejar esto con guantes de seda.”

Ella se enfureció. Él estaba haciendo eso de hablarle con condescendencia como si fuera una niña.

“Deja que me encargue de todo. Puedes ofrecerles consuelo si se ponen a llorar. Nelson dice que la hermana también va a estar allí, pero no me puedo imaginar que sea ninguna fuente confiable de apoyo. Probablemente esté tan destrozada como los hijos.”

La verdad es que Mackenzie no pensaba que esto fuera la mejor idea. También sabía que allí donde Porter y Nelson estuvieran implicados, tenía que escoger sus batallas con cuidado. Así que, si Porter quería encargarse de la tarea de preguntar a dos niños huérfanos por su difunta madre, le iba a dejar que se diera ese extraño placer.

“Como quieras,” dijo ella con los dientes apretados.

El coche enmudeció de nuevo. Esta vez, Porter dejó la radio apagada; Mackenzie pasando páginas en su regazo producía los únicos sonidos. Había una historia más amplia en esas páginas y en los documentos que había enviado Nancy; Mackenzie estaba segura de ello.

Por supuesto, para que la historia estuviera completa, había que desvelar todos los personajes. Y por el momento, el personaje central estaba escondido entre las sombras.

El coche bajó la marcha y Mackenzie elevó la cabeza cuando doblaron una manzana silenciosa. Sintió un vacío familiar en el estómago, y deseó estar en cualquier parte menos aquí.

Estaban a punto de hablar con los hijos de una mujer que había muerto.

CAPÍTULO CINCO

Mackenzie se sorprendió al entrar al apartamento de Hailey Lizbrook; no era tal y como lo esperaba. Estaba ordenado y limpio, con los muebles colocados con buen gusto y libres de polvo. La decoración era sin duda la de una mujer domesticada; se veía hasta en las tazas de café con leyendas simpáticas y las cazuelas que colgaban de ganchos ornamentados junto al fogón. Era evidente que había manejado un presupuesto ajustado, hasta en los cortes de pelo y los pijamas de sus hijos. Se parecía bastante a la familia y el hogar con los que ella siempre había soñado.

Mackenzie recordó por el informe que los chicos tenían nueve y quince años; el mayor era Kevin y el pequeño era Dalton. Cuando le conoció, estaba claro que Dalton había estado llorando de lo lindo; sus ojos azules estaban ribeteados de manchas rojizas y abultadas.

Kevin, por otra parte, parecía más enfadado que otra cosa. Cuando se acomodaron y Porter tomó la palabra, fue perfectamente obvio que Porter trataba de hablarles en un tono que estaba a caballo entre la condescendencia y un maestro de preescolar esforzándose demasiado.

Mackenzie se encogió por dentro mientras Porter hablaba.

“Necesito saber si tu madre tenía amigos,” dijo Porter.

Estaba en pie en el centro de la habitación con los chicos sentados en el sofá de la sala de estar. La hermana de Hailey, Jennifer, estaba de pie en la cocina contigua, fumando un cigarrillo junto al fogón con la campana extractora en funcionamiento.

“¿Quiere decir como un novio?” preguntó Dalton.

“Claro, eso podría ser un amigo,” dijo Porter. “Pero no quiero decir eso. Cualquier hombre con el que pueda haber hablado más de una vez. Incluso alguien como el cartero o alguien en la tienda de comestibles.”

Ambos chicos miraban a Porter como si esperaran que realizara un truco de magia o quizá que entrara en proceso de combustión espontánea. Mackenzie hacía lo mismo. Nunca le había oído hablar en un tono tan suave. Era casi gracioso escuchar un tono tan apaciguador saliendo de su boca.

“No, creo que no,” dijo Dalton.

“No,” Kevin asintió. “Y tampoco tenía un novio. No que yo sepa.”

Mackenzie y Porter miraron a Jennifer junto al fogón en busca de una respuesta. Ella se encogió de hombros. Mackenzie estaba bastante segura de que Jennifer había entrado en algún tipo de shock. Le hizo preguntarse si habría otro miembro de la familia que pudiera cuidar de los chicos un tiempo, ya que Jennifer no parecía una tutora apta en este momento.

“Y bien, ¿qué hay de personas con las que vosotros y vuestra madre no os llevarais bien?” preguntó Porter. “¿Alguna vez la oísteis discutir con alguien?”

Dalton simplemente sacudió la cabeza. Mackenzie estaba bastante segura de que el chico estaba a punto de echarse a llorar de nuevo. En cuanto a Kevin, miró directamente a Porter con desdén.

“No,” dijo. “No somos imbéciles. Sabemos lo que está tratando de preguntarnos. Quiere saber si podemos pensar en alguien que pueda haber matado a nuestra madre. ¿Verdad?”

Parecía que a Porter le hubieran dado un puñetazo en el estómago. Echó una mirada nerviosa a Mackenzie, pero se las arregló para recuperar la compostura bastante deprisa.

“Bueno, pues sí,” dijo. “Ahí es donde quiero llegar, pero está claro que no tenéis ninguna información.”

“¿Usted cree?” dijo Kevin.

Hubo un momento de tensión en que Mackenzie tuvo la certeza de que Porter se iba a poner duro con el chico. Kevin miraba a Porter con dolor en su expresión, casi retando a Porter a que siguiera.

“Bueno,” dijo Porter, “creo que ya os he molestado bastante, chicos. Gracias por vuestro tiempo.”

“Espera,” dijo Mackenzie, con la objeción saliendo de su boca antes de que pudiera pensar en detenerla.

Porter le echó una mirada que podía haber derretido una vela. Estaba claro que él creía que estaban perdiendo el tiempo hablando con estos dos hijos de luto, especialmente con el quinceañero que claramente tenía problemas con la autoridad. Mackenzie pasó por alto su expresión y se arrodilló hasta tener los ojos a la altura de Dalton.

“Oye, ¿crees que podrías ir a la cocina con tu tía un momento?”

“Sí,” dijo Dalton, con voz ronca y apagada.

“Detective Porter, ¿por qué no va con él?”

De nuevo, la mirada que Porter le dirigió estaba llena de odio. Mackenzie le miró de vuelta, imperturbable. Mantuvo su expresión hasta que pareció petrificada. Estaba determinada a mantenerse firme esta vez. Si él quería discutir, lo llevaría afuera. Estaba claro que hasta en una situación con dos chicos y una mujer casi catatónica, no quería sentir que le dejaban en ridículo.

“Desde luego,” dijo él apretando los dientes.

Mackenzie esperó a que Porter y Dalton entraran en la cocina.

Mackenzie se puso otra vez de pie. Sabía que sobre los doce años de edad más o menos, la táctica de ponerse al nivel ocular con los niños dejaba de funcionar.

Miró a Kevin y vio que la actitud desafiante que le había mostrado a Porter seguía allí. Mackenzie no tenía nada en contra de los adolescentes, pero sabía que con frecuencia eran difíciles de manejar—especialmente en medio de circunstancias trágicas. Pero había visto cómo había respondido Kevin a Porter y pensó que podía saber cómo llegar a él.

“Sé franco conmigo, Kevin,” dijo ella. “¿Te parece que aparecimos demasiado pronto? ¿Crees que somos unos desconsiderados por haceros preguntas tan pronto después de que hayáis recibido la noticia sobre tu madre?”

“Algo así,” dijo él.

“¿Es que no te apetece hablar ahora mismo?”

“No, no tengo problema en hablar,” dijo Kevin. “Pero ese tipo es un imbécil.”

Mackenzie sabía que esta era su oportunidad. Podía adoptar un enfoque profesional y formal como haría normalmente, o podía utilizar esta oportunidad para establecer una conexión con un adolescente enfurecido. Sabía que lo que más valoraban los adolescentes era la honestidad. Podían ver a través de cualquier cosa cuando les dirigían sus emociones.

“Tienes razón,” dijo ella. “Es un imbécil.”

Kevin le miró fijamente, con los ojos abiertos de par en par. Le había sorprendido; sin duda, él no esperaba esa respuesta.

“Claro que eso no cambia el hecho de que tenga que trabajar con él,” añadió ella, con la voz matizada por la simpatía y la comprensión. “Tampoco cambia el hecho de que estamos aquí para ayudarte. Queremos encontrar a quienquiera que hizo esto a tu madre. ¿Tú no?”

Guardó silencio durante largo tiempo; y finalmente, asintió de vuelta.

“¿Crees que puedes hablar conmigo entonces?” preguntó Mackenzie. “Solo unas cuantas preguntas rápidas y nos iremos de aquí.”

“¿Y quién viene después de eso?” preguntó Kevin, receloso.

“¿En serio?”

Kevin asintió y ella se dio cuenta de que estaba a punto de echarse a llorar. Se preguntó si se las habría estado aguantando todo el tiempo, tratando de ser fuerte para su hermano y su tía.

“Pues cuando nos vayamos, llamaremos con cualquier información que podamos obtener y después vendrán de servicios sociales para asegurarse de que tu tía Jennifer está capacitada para cuidar de vosotros mientras se realizan las últimas disposiciones sobre tu madre.”

“Está bien la mayoría del tiempo,” dijo Kevin, mirando a Jennifer. “Pero mamá y ella se llevaban realmente bien. Eran las mejores amigas.”

“Las hermanas pueden ser así,” dijo Mackenzie, sin tener ni idea de si era verdad o no. “Por ahora, tengo que ver si te puedes concentrar en mis preguntas. ¿Puedes hacer eso?”

“Sí.”

“Muy bien. Ahora, odio tener que preguntarte esto, pero es realmente esencial. ¿Sabes a qué se dedicaba tu madre?

Kevin asintió mientras sus ojos se hundían en el suelo.

“Sí,” dijo. “Y no sé cómo, pero los chicos en la escuela también lo saben. Seguro que el calenturiento del padre de alguno fue al club y la vio y la reconoció de una función de la escuela o algo así. Da asco. Me dan la lata con ello todo el tiempo.”

Mackenzie no podía imaginarse ese tipo de tortura, pero también le hizo respetar a Hailey Lizbrook muchísimo más. Claro que se desnudaba por dinero por las noches, pero durante el día parece que era una madre que pasaba tiempo con sus hijos.

“Vale,” dijo Mackenzie. “Si sabes sobre su trabajo, te puedes imaginar la clase de hombres que va a esos sitios, ¿verdad?”

Kevin asintió, y Mackenzie vio cómo se deslizaba la primera lágrima por su mejilla izquierda. Casi se acerca y le toma la mano como señal de apoyo, pero no quería fastidiarle.

“Necesito que pienses si tu madre vino alguna vez a casa realmente molesta o enfadada por algo. También necesito que pienses en cualquier hombre que pueda… en fin, cualquier hombre que pueda haber venido a casa con ella.”

“Nadie venía a casa con ella jamás,” dijo él. “Y casi nunca vi a mamá enfadada o molesta por nada. La única vez que la vi enfadada fue cuando estaba lidiando con abogados el año pasado.”

“¿Abogados?” dijo Mackenzie. “¿Sabes por qué estaba hablando con abogados?”

“Más o menos. Sé que algo sucedió una noche en el trabajo y le hizo acabar por ir a hablar con algunos abogados. Escuché algo cuando hablaba por teléfono. Estoy bastante seguro de que estaba hablando con ellos de una orden de alejamiento.”

“¿Y crees que eso era en relación con el sitio donde trabajaba?”

“No lo sé seguro,” dijo Kevin. Parecía que se había animado un poco al darse cuenta de que había dicho algo que podía ser de ayuda. “Pero creo que sí.”

“Eso es de gran ayuda, Kevin.” dijo Mackenzie. “¿Se te ocurre algo más?

Sacudió su cabeza lentamente y después miró a Mackenzie a los ojos. Trataba de mantenerse fuerte, pero había tanta tristeza en los ojos del chico que Mackenzie no tenía ni idea de cómo no se había derrumbado todavía.

“Mamá se avergonzaba de ello, ¿sabes?” dijo Kevin. “Trabajaba también desde casa durante el día. Era una especie de escritora técnica, para páginas web y cosas así. Pero no creo que estuviera haciendo mucho dinero. Hacía lo otro para hacer más dinero porque nuestro padre… bueno, se largó hace mucho tiempo. Ya no envía dinero nunca. Así que mamá… tuvo que aceptar este otro trabajo. Lo hizo por mí y por Dalton y…”

“Lo sé,” dijo Mackenzie, y esta vez se acercó a tocarle. Colocó la mano en su hombro y él pareció agradecido. También podía asegurar que quería llorar con todas sus ganas, pero probablemente no iba a permitírselo delante de desconocidos.

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