"Lo construyeron en el siglo 12", él dijo, mirando a su alrededor. "En aquel entonces, éste era el estilo."
"¿Tú viviste aquí?", preguntó Caitlin.
Él asintió con la cabeza.
"¿Por cuánto tiempo?"
Pensó. "No más de un siglo", dijo. "Tal vez dos."
Caitlin se maravilló, una vez más, de las medidas tan grandes de tiempo en el mundo de los vampiros.
Sin embargo, se preocupó al pensar en otra cosa: ¿había vivido aquí con otra mujer?
Tuvo miedo de preguntar.
De repente, él se dio la vuelta y la miró.
"No", dijo. "viví aquí solo. Te lo aseguro. Eres la primera mujer que he traído aquí."
Caitlin se sintió aliviada, aunque avergonzada porque él leyó su mente.
"Vamos", dijo. "Por aquí."
Él la condujo por una escalera de caracol de piedra, que se retorcía y giraba y conducía al segundo piso. Esta planta estaba mucho más iluminada, con grandes ventanales en forma de arco que daban en todas direcciones, la luz del sol entraba reflejando el mar lejano. Las habitaciones eran más pequeñas, eran más íntimas. Había más chimeneas de mármol y, mientras Caitlin vagaba de una habitación a otra, vio una enorme cama con dosel en el centro de una de ellas. Tumbonas y sillas de terciopelo mullidos se extendían a lo largo de las otras habitaciones. No había alfombras, sólo el piso de piedra desnuda. Fue muy austero. Pero hermoso.
Él la condujo a través del cuarto hasta un conjunto de enormes puertas de cristal. Estaban cubiertas de tanto polvo que no las había notado. Él se acercó y tiró con fuerza de las cerraduras y perillas, las ventanas se abrieron con una explosión creando una nube de polvo.
Él salió y Caitlin lo siguió.
Salieron a una enorme terraza de piedra enmarcada por una piedra caliza adornada y una barandilla de columnas. Caminaron hasta el borde y se asomaron.
Desde allí, tenían una vista imponente de todo el campo y del mar. Caitlin escuchó el romper de las olas y oleió el mar en el aire que traía la brisa. Sentía como si estuviera en el cielo.
Si Caitlin había imaginado una casa de ensueño, sin duda sería ésta. Estaba llena de polvo y necesitaba un toque femenino, pero Caitlin sabía que podía arreglarlo, podría hacer que volviera a ser la casa del pasado. Sentía que era realmente un lugar que pudieran llamar una casa.
"Estaba pensando en lo que dijiste," él dijo, "todo el vuelo hasta aquí. Acerca de construir una vida juntos. Me gustaría mucho."
Él puso un brazo alrededor de ella.
"Me gustaría que vivieras conmigo. Que comencemos nuestra vida juntos de nuevo. Aquí. Es tranquilo y seguro, y estamos protegidos. Nadie sabe de este lugar. Nadie nunca nos encontrará aquí. No veo ninguna razón por la qué no podamos vivir de manera segura, como la gente normal", dijo. "Por supuesto, tendremos que trabajar mucho para arreglarlo. Pero o estoy dispuesto a hacerlo, si es lo que deseas."
Él se dio vuelta y le sonrió.
Ella le devolvió la sonrisa. Nunca había estado más dispuesta en toda su vida.
Más que eso, se sintió profundamente conmovida de que la había invitado a vivir con él. Nada podía ser más importante para ella. La verdad era que habría vivido con él en cualquier lugar, hasta en una cabaña en el bosque.
"Me encantaría", respondió ella. "Sólo quiero estar contigo."
El corazón le latía con fuerza cuando se unieron en un beso; se escuchaba el sonido de las olas en el fondo, la brisa del mar los envolvía.
Nuevamente, todo era perfecto.
*
Mientras deambulaba por la casa, de una a otra habitación llevando una toalla, Caitlin nunca se había sentido tan feliz. Caleb se había ido, había salido de caza, contento de poder llevar la cena a la casa. Ella estaba encantada, porque le daba un poco de tiempo para caminar a solas por la casa, verlo todo por sí misma y, con los ojos de una mujer, pensar cómo podía arreglarlo para que fuera un hogar para los dos.
Caminó por las habitaciones, abriendo ventanas, dejando entrar el aire del mar. Había encontrado un balde y trapo y había bajado al arroyo en el patio trasero y regresado con un cubo desbordante de agua. Había mojado el trapo en el arroyo hasta que quedó tan limpio como pudo. Había encontrado una gran caja para poder subirse y abrir cada una de las enormes ventanas medievales; se paró sobre el cajón y limpió cada panel. Había unas ventanas que eran demasiado altas de alcanzar, y activó sus alas, revoloteando en el aire, deteniéndose delante de las ventanas para limpiarlas.
Le sorprendió la diferencia que se vio de inmediato. La habitación pasó de estar a oscuras a estar completamente inundada de luz. Debió haber cientos de años de suciedad apelmazada y sal a ambos lados del vidrio. De hecho, abrir cada ventana era una hazaña en sí misma, necesitó usar todas sus fuerzas para sacarles el óxido y la suciedad.
Caitlin miró con atención y le maravilló la elaboración artesanal de cada ventana. Cada panel tenía varios centímetros de espesor y un diseño muy hermoso. Algunas partes del vidrio estaban manchadas, algunas eran translúcidos y otras tenían un mínimo matiz de color. Mientras limpiaba cada panel, casi podía sentir la gratitud de la casa, ya que poco a poco, centímetro a centímetro, volvía a la vida.
Cuando Caitlin terminó, examinó el resultado de su trabajo. Se quedó sorprendida. Lo que antes había sido una habitación poco acogedora y oscura, era ahora una increíble habitación llena de sol con una vista del mar.
Caitlin se encargó de los pisos, se puso sobre sus manos y rodillas y fregó metro a metro. Observó con satisfacción como se desprendían las pulgadas de tierra y las hermosas piedras enormes comenzaban a brillar.
Después, se puso a limpiar la enorme chimenea de mármol, quitando años de polvo. Luego se se encargó del gran espejo adornado encima de ella, y lo limpió hasta que brilló. Estaba enojada porque todavía no podía ver su reflejo, pero sabía que no había nada que pudiera hacer al respecto.
Limpió el candelabro y todos y cada uno de los posavelas de cristal. Después, se concentró en la cama con dosel. Limpió cada uno de sus postes y luego su marco, poco a poco la antigua madera volvía a la vida. Agarró las viejas mantas y fue a la terraza donde las sacudió con fuerza, nubes de polvo volaban por todas partes.
Caitlin regresó a la habitación, su próxima recámara, y la observó: ahora se veía magnífica. Brillaba tanto como la habitación de un castillo. Todavía era medieval, pero al menos ahora se veía fresca y acogedora. Su corazón se disparó ante la idea de vivir allí.
El agua en el cubo se había vuelto completamente negro, y bajó por las escaleras y salió deseosa de volver a llenarlo en la corriente.
Caitlin sonrió al pensar en la reacción de Caleb cuando regresara. Se sorprendería, pensó. Ahora limpiaría el comedor de junto. Iba a tratar de crear un ambiente íntimo en el que podrían disfrutar su primera comida juntos en su nueva casa -la primera-, ella esperaba, de muchas más.
Cuando Caitlin se acercó a la orilla y hundió sus rodillas en la hierba suave, vació y llenó la cubeta, de repente, sus sentidos se pusieron en alerta máxima. Oyó un crujido, y sintió que un animal se le acercaba.
Rápidamente giró y se sorprendió de lo que vio.
Acercándose a ella lentamente, a sólo unos metros de distancia, había un cachorro de lobo. Su pelaje era todo blanco, a excepción de un rayo de gris a lo largo de su frente y su espalda. Lo que más la sorprendió eran sus ojos: miraban a Caitlin como si la conociera. Lo que es más: eran los mismos ojos de Rose.
Caleb sintió que su corazón latía con fuerza. Sintió que Rose había regresado de entre los muertos y se había reencarnado en otro animal. Esa expresión, esa cara. El color de piel era diferente, pero por lo demás, podría haber sido la Rose renacida.
El cachorro de lobo también parecía sorprenderse de ver a Caitlin. Se detuvo, mirándola fijamente, y, luego, lentamente, con cautela, dio unos pasos hacia ella. Caitlin escaneó el bosque para ver si había otros cachorros o su madre. No quería terminar en una pelea.
Pero no había ningún otro animal a la vista.
Cuando Caitlin examinó el cachorro más de cerca, entendió por qué estaba allí. Cojeaba mucho, le sangraba la pata. Se veía herido. Probablemente, había sido abandonada por su madre, y lo había abandonado a su suerte.
El cachorro de lobo bajó la cabeza, y caminó lentamente hacia Caitlin. Luego, para sorpresa de Caitlin, bajó la cabeza y la apoyó en su regazo, gimiendo suavemente mientras cerraba los ojos.
El corazón de Caitlin se alegró. Había extrañado a Rose tanto y ahora sentía que había regresado.
Caitlin puso el cubo sobre el suelo, extendió la mano y tomó el cachorro en sus brazos. Lo sostuvo cerca de su pecho, llorando, recordando los momentos que había pasado con Rose. A su pesar, las lágrimas rodaron por sus mejillas. El cachorro, como si sintiera, de pronto la miró, se echó hacia atrás y lamió las lágrimas de su cara.
Caitlin se inclinó y la besó en la frente. La apretó contra su pecho y la acarició. No había manera de que pudiera dejarla ir. Haría todo lo necesario para ayudarla a sanar y recuperarse. Y, si el lobo se dejaba, para tenerla como su mascota.
"¿Cómo te voy a llamar?" preguntó Caitlin. "No podemos llamarte de nuevo Rose … ¿Qué tal … Ruth?"
De repente, el cachorro lamió la mejilla de Caitlin, como si respondiera al nombre. Fue la respuesta que Caitlin estaba esperando.
Se llamará Ruth.
*
Caitlin, con Ruth a su lado, estaba terminando de limpiar el comedor, cuando vio algo interesante en la pared. Allí, junto a la chimenea, había dos largas espadas de plata. Tomó una, la desempolvó y admiró la empuñadura que tenía incrustaciones de piedras preciosas. Era un arma precioso. Dejó el trapo y el cubo, y no pudo resistirse a probarla. En la sala cavernosa, balanceó la espada salvajemente en círculos, a izquierda y derecha, cambiaba de mano. Se sentía muy bien.
Se preguntó cuántas otras armas Caleb tendría allí. Podría entrenarse con ellas.
"Veo que has encontrado las armas," dijo Caleb, entrando de repente. Caitlin inmediatamente dejó la espada, consciente de sí misma.
"Lo siento, no quise meterme en tus cosas."
Caleb se echó a reír. "Mi casa es tuya", dijo, mientras entraba a la habitación con dos enormes ciervos colgando de su hombro. "Eres bienvenida a usar todo lo que tengo. Además, eres una chica en pos de mi corazón. Yo también habría tomado las espadas", dijo con un guiño.
Cargando a los ciervos, caminó por la habitación, luego se detuvo y se volvió de repente, haciendo una segunda entrada.
"Wow", dijo, en estado de shock. "¡Este lugar parece nuevo!"
Se quedó allí, mirando con los ojos bien abiertos. Caitlin vio lo impresionado que estaba y se sintió feliz. Ella miró la habitación y comprobó que se veía realmente transformada. Ahora tenían un hermoso comedor, con mesa y sillas listas para disfrutar de su primera comida.
De repente, Ruth se quejó y Caleb miró hacia abajo. Se veía aún más sorprendido.
A Caitlin le preocupó si a él le importaría tener el cachorro allí.
Pero se sintió aliviada al ver que sus ojos se abrieron con deleite.
"No puedo creerlo", dijo Caleb, mirando, "esos ojos … se parece a Rose."
"¿Podemos quedárnosla?" preguntó Caitlin, vacilante.
"Me encantaría", respondió. "Le daría un abrazo, pero tengo las manos llenas."
Caleb caminó con el ciervo por la habitación hacia el pasillo. Caitlin y Ruth lo siguieron, y observaron cómo ponía el ciervo en una habitación pequeña, sobre una enorme losa de piedra.
"Dado que no cocinamos", dijo, "drené la sangre. Después podemos beber juntos, para la cena. Pensé que me encargaría del trabajo sucio, así podremos sentarnos frente a la chimenea y beber con estilo."
"Me encantaría", dijo Caitlin.
Ruth se sentó junto a los talones de Caleb, mirando hacia arriba y lloriqueando mientras él cortaba. Él se rió, cortó un pedazo pequeño para ella y se agachó y se lo dio. Ella se lo tragó y pidió más.
Caitlin se dirigió al área del comedor y se puso a limpiar unas copas que había visto. Frente a la chimenea había un montón de pieles, ella las tomó y las llevó a la terraza, donde las sacudió.
Mientras Caitlin esperaba que Caleb terminara, miró la puesta de sol en el horizonte. Escuchó el sonido de las olas, respiró el aire de la sal, y nunca antes se había sentido tan relajada. Se quedó allí y cerró los ojos, ni siquiera fue consciente de cuánto tiempo había pasado.
Cuando Caitlin abrió los ojos de nuevo, era casi de noche.
"¿Caitlin?" escuchó que decían en voz alta.
Se dio vuelta y se apresuró adentro. Caleb ya estaba allí, con dos enormes copas de plata con la sangre del venado. Estaba encendiendo las velas de la habitación en penumbra. Ella se acercó a él y puso las pieles sobre el piso.
En unos momentos, la habitación estaba completamente iluminada, brillando con la luz de las velas. Los dos se sentaron sobre las pieles frente a la chimenea, Ruth se acercó corriendo y se acomodó junto a ellos. Las ventanas estaban abiertas y entraba la brisa, en realidad estaba refrescando.
Los dos se sentaron uno junto al otro y se miraron a los ojos mientras brindaban.
El líquido se sentía tan bien. Ella bebió y bebió, al igual que él, y nunca se había sentido tan viva. Fue como una increíble carga de adrenalina.
Caleb se veía rejuvenecido también, con los ojos y la piel brillantes. Se dieron media vuelta y se quedaron enfrentados.
Él extendió la mano y tocó lentamente la mejilla de Caitlin con el dorso de la mano.
El corazón de Caitlin empezó a latir con fuerza, y se dio cuenta de que estaba nerviosa. Sentía que había pasado una eternidad desde la última vez había estado con él. Durante mucho tiempo, había imaginado un momento así pero ahora que estaba ocurriendo, se sentía como si fuera su primera vez con él. La mano de él estaba temblando, y Caitlin se dio cuenta de que él también estaba nervioso.
Quedaban tantas cosas que quería decir, tantas preguntas que tenía para él, y ella pudo notar que él estaba lleno de preguntas también. Pero en este momento, no confiaba en sí misma para hablar. Y al parecer, él tampoco.
Los dos se besaron apasionadamente. A medida que sus labios encontraron los de ella, se sintió abrumada por lo que sentía por él.
Ella cerró los ojos cuando él se acercó y se unieron en un abrazo apasionado. Rodaron sobre las pieles, y ella sintió una oleada de emoción en su corazón.
Finalmente, él era suyo.
CAPÍTULO OCHO
Polly caminaba rápidamente por los pasillos de Versalles, sus tacones resonaban sobre el piso de mármol, se apresuraba por un pasillo sin fin, con techos altos y molduras, chimeneas de mármol, enormes espejos y lámparas de araña que colgaban bajo. Todo brillaba.
Pero ella apenas lo notaba; lo tomaba como algo de lo más natural. Al vivir allí durante años, casi no podía imaginar otra forma de existencia.
Lo que sí notó -en gran medida- era a Sam. Un visitante como él no era para nada parte de la vida cotidiana – y, de hecho, era más que inusual. Ellos casi nunca recibían visitantes vampiros, especialmente de otra época y cuando los tenían, nunca parecía importarle a Aiden. Sam debía ser muy importante, se dio cuenta. Le intrigaba. Se veía un poco joven y algo inocente.
Pero había algo en él, algo que ella no podía identificar. Sentía como si, de alguna manera, tuviera alguna conexión con él, lo conociera de antes, o él estuviera conectado con alguien que era importante para ella.