Una Carga De Valor - Морган Райс 4 стр.


Alistair se dio vuelta y caminó hacia la ventana, mirando el patio del Duque, con la puesta del sol; su rostro se iluminó con la luz tenue. Erec podía ver la tristeza grabada en su rostro, y se acercó a ella y le retiró el cabello de su cuello, acariciándola.

"No estés triste, mi señora", dijo. "Si sobrevivo a esto, volveré a tu lado Y entonces estaremos juntos para siempre, libres de todos los peligros y amenazas. Libres finalmente para vivir juntos".

Ella meneó la cabeza, con tristeza.

"Tengo miedo", dijo.

"¿De los ejércitos que se aproximan?", preguntó él.

"No", dijo ella, volviéndose hacia él. "De ti".

Erec la miró, perplejo.

"Temo que ahora pensarás de mí de manera diferente", dijo ella, "desde que viste lo que pasó en el campo de batalla.

Erec movió la cabeza.

"No pienso en ti de manera distinta en absoluto", dijo. "Me salvaste la vida, y por eso estoy agradecido".

Ella meneó la cabeza.

"Pero también viste un lado diferente de mí", dijo. "Viste que no soy normal. "No soy como todos los demás". Yo tengo un poder dentro de mí, que no entiendo. Y ahora temo que pensarás que soy una especie de monstruo. Como una mujer que ya no quieres que sea tu esposa".

A Erec se le rompió el corazón al escuchar sus palabras, y dio un paso adelante, puso con fervor las manos en las suyas, y la miró a los ojos con toda la seriedad que pudo reunir.

"Alistair", dijo. "Te amo con todas mis fuerzas. Nunca ha habido una mujer a la que haya amado más. Y nunca la habrá. Me encanta todo lo que eres. No veo nada diferente en ti de los demás. Los poderes que tienes, sin importar quién seas – aunque no los entiendas, los acepto todos. Estoy agradecido por ello. Juré no entrometerme y mantendré esa promesa. Nunca te lo preguntaré. Sin importar lo que seas, te acepto".

Ella lo miró por un largo tiempo, luego sonrió lentamente, y sus ojos parpadearon, con lágrimas de alivio y alegría. Ella se volvió y le abrazó, con fuerza, con todo su amor.

Le susurró al oído: “¡Regresa a mi lado!".

CAPÍTULO CUATRO

Gareth estaba parado al borde de la cueva, viendo ponerse el sol, y esperó. Lamió sus labios secos e intentó concentrarse, los efectos del opio finalmente iban desapareciendo. Estaba mareado y no había bebido ni comido en varios días. Gareth pensó en su audaz fuga del castillo, escabulléndose a través del pasadizo secreto detrás de la chimenea, justo antes de que Lord Kultin hubiera intentado emboscarlo, y sonrió. Kultin había sido inteligente en su golpe de estado – pero Gareth había sido más listo. Como todos los demás, él había subestimado a Gareth; no se había dado cuenta de que los espías de Gareth estaban por todas partes, y que se habría enterado de su plan casi instantáneamente.

Gareth había escapado a tiempo, justo antes de que Kultin lo hubiera emboscado y antes de que Andrónico hubiera invadido la Corte del Rey y hubiera arrasado con él. Lord Kultin le había hecho un favor.

Gareth había utilizado los antiguos pasadizos secretos del castillo, serpenteando bajo la tierra, que finalmente lo llevó a la campiña, saliendo en una aldea alejada de la Corte del Rey. Había salido cerca de una cueva y se había derrumbado al llegar, durmiendo durante todo el día, acurrucado y temblando por el implacable aire de invierno. Deseaba haber traído más capas de ropa.

Despierto, Gareth se agachó y espió, a lo lejos, una pequeña aldea de labranza; había un puñado de cabañas, salía humo de sus chimeneas y a lo largo de ella estaban los soldados de Andrónico marchando por la aldea y el campo. Gareth había esperado pacientemente hasta que se dispersaron. Le dolía el estómago de hambre, y él sabía que necesitaba llegar a una de esas casas. Podía oler que cocinaban comida desde aquí.

Gareth salió corriendo de la cueva, mirando a todos lados, respirando con dificultad, frenético de miedo. No había corrido en años, y resolló por el esfuerzo; le hizo darse cuenta de lo delgado y enfermizo que se había vuelto. La herida en la cabeza, donde su madre le había golpeado con la escultura, palpitaba. Si sobrevivía a todo esto, juró matarla él mismo.

Gareth corrió hacia la ciudad, escapando, afortunadamente, de ser detectado por los pocos soldados del Imperio que estaban de espaldas a él. Corrió a la primera cabaña que vio, una vivienda sencilla, de una habitación, como las demás, un cálido resplandor venía desde dentro. Vio a una adolescente, tal vez de su edad, caminando por la puerta abierta con un montón de carne, sonriente, acompañada de una chica más joven, tal vez era su hermana, como de unos diez años – y decidió que ése era el lugar.

Gareth atravesó por la puerta con ellas, siguiéndolas, cerrando la puerta de golpe detrás de ellas y agarrando a la chica más joven por atrás, poniendo su brazo alrededor de la garganta. La chica gritó, y la chica mayor tiró su plato de comida, mientras Gareth sacaba un cuchillo de su cintura y lo sostuvo en la garganta de la joven.

Ella gritaba y lloraba.

"¡PAPÁ!".

Gareth se dio vuelta y miró la acogedora casa, llena de la luz de las velas y el olor de la comida, y vio, además de la adolescente, a una madre y un padre, parados sobre una mesa, mirándolo, con los ojos bien abiertos con miedo y rabia.

"¡Aléjense y no la mataré!". Gareth gritó, desesperado, alejándose de ellos, resguardando a la joven.

"¿Quién es usted?", preguntó la adolescente. "Yo me llamo Sarka. El nombre de mi hermana es Larka. Somos una familia pacífica. ¿Qué quiere con mi hermana? ¡Déjela!".

"Sé quién es usted", el padre entrecerró los ojos hacia él, en señal de desaprobación. "Usted era el rey anterior. El hijo de MacGil".

"Sigo siendo rey", gritó Gareth. "Y ustedes son mis súbditos. ¡Harán lo que yo diga!".

El padre frunció el ceño.

"Si usted es el rey, ¿dónde está su ejército?", preguntó. "Y si usted es el rey, ¿por qué está tomando como rehén a una chica inocente, con un puñal de la realeza? ¿Tal vez sea el mismo puñal que usó para matar a su propio padre?". El hombre se mofó. "He oído rumores".

"Tienes una lengua impertinente", dijo Gareth. "Sigue hablando y mataré a tu hija".

El padre tragó saliva, sus ojos se abrieron con temor, y se quedó callado.

"¿Qué quiere de nosotros?", gritó la madre.

"Comida", dijo Gareth. "Y refugio. Alerten a los soldados de mi presencia, y les prometo que voy a matarla. Sin trucos, ¿entienden? Déjenme en paz, y ella vivirá. Quiero pasar la noche aquí. Sarka, tráeme ese plato de carne. Y tú, mujer, aviva el fuego y tráeme un manto para poner sobre mis hombros. ¡Háganlo lentamente!", advirtió.

Gareth observaba mientras el padre asentía con la cabeza, a la madre. Sarka puso la carne en su plato, mientras que la madre se acercaba con un grueso manto y lo ponía sobre los hombros de él. Gareth, aún temblando, se acercó lentamente hacia la chimenea, el fuego rugiente calentó su espalda, mientras se sentaba en el suelo, a su lado, sosteniendo con firmeza a Larka, que todavía estaba llorando. Sarka se acercó con el plato.

"¡Ponlo en el suelo junto a mí!", ordenó Gareth. "Lentamente".

Conmocionada, Sarka lo hizo, mirando con preocupación a su hermana, y lo azotó en el suelo, junto a él.

Gareth estaba abrumado por el olor. Él se agachó y tomó un trozo de carne con su mano libre, sosteniendo la daga en la garganta de Larka con la otra; masticó y masticó, cerrando los ojos, saboreando cada bocado. Masticaba más rápido de lo que podía tragar, la comida colgaba de su boca.

"¡Vino!", gritó.

La madre le llevó una bota de cuero para vino, y Gareth la apretó en su boca, bebiéndolo. Respiró profundamente, masticando y bebiendo, empezando a sentirse bien de nuevo.

"¡Ahora, suéltela!", dijo el padre.

"De ninguna manera", respondió Gareth. "Pasaré la noche aquí, así, con ella en mis brazos. Ella estará a salvo, mientras yo lo esté. ¿Quieres ser un héroe? ¿O quieres que tu hija viva?".

Los familiares se miraron unos a otros, sin hablar, vacilantes.

"¿Puedo hacerle una pregunta?", preguntó Sarka. "Si usted es un buen rey, ¿por qué trata así a sus súbditos?".

Gareth la miró, desconcertado, y finalmente se reclinó y estalló en risas.

"¿Quién dijo que yo era un buen rey?".

CAPÍTULO CINCO

Gwendolyn abrió los ojos, sintiendo que el mundo se movía a su alrededor y luchó por averiguar dónde estaba. Vio, pasando junto a ella, las enormes puertas arqueadas de piedras rojas de Silesia, vio a miles de soldados del Imperio observándola, asombrados. Vio a Steffen, caminando junto a ella, y miró al cielo, rebotando hacia arriba y hacia abajo. Se dio cuenta de que la llevaban cargando. Que estaba en brazos de alguien.

Ella estiró el cuello y vio los ojos brillantes, intensos de Argon. Se dio cuenta de que estaba siendo llevada por Argon, con Steffen a su lado; los tres caminando abiertamente a través de las puertas de Silesia, pasando entre miles de soldados del Imperio, que se apartaban de ellos y se quedó allí, mirando. Estaban rodeados de un resplandor blanco y Gwendolyn podía sentirse inmersa en una especie de escudo protector en los brazos de Argon. Se dio cuenta de que estaba haciendo una especie de hechizo para mantener a raya a todos los soldados.

Gwen se sentía reconfortada, protegida, en los brazos de Argon. Le dolían todos los músculos de su cuerpo, estaba agotada, y no sabía si podía caminar si lo intentaba. Parpadeaba, al ir avanzando, y vio al mundo pasar por ella en fragmentos. Vio un pedazo de pared desmoronada; un parapeto colapsado; una vivienda quemada; una pila de escombros; los vio pasar a través del patio, llegar a las puertas más lejanas, en el borde del Cañón; los vio pasar a través de ellos, también, los soldados haciéndose a un lado.

Llegaron al borde del Cañón, la plataforma cubierta de púas de metal, y mientras Argon estaba allí parado, la plataforma bajó, llevándolos de regreso a las profundidades de la Baja Silesia.

Al entrar a la ciudad de la parte baja, Gwendolyn vio a docenas de rostros, los rostros preocupados y amables de los ciudadanos de Silesia, viéndola pasar, como si fuera un espectáculo. Todos miraban con asombro y preocupación, mientras ella seguía descendiendo hacia la plaza principal de la ciudad.

Al llegar, cientos de personas los rodearon. Ella vio caras conocidas – a Kendrick, a Srog, a Godfrey, a Brom, a Kolk, a Atme, a docenas de Los Plateados y de La Legión, que reconoció… Se reunieron a su alrededor, con la angustia en sus rostros, en el sol temprano de la mañana, mientras la niebla se arremolinaba en el Cañón y sintió una brisa fría punzándola. Cerró los ojos, tratando de que todo eso desapareciera. Se sintió como una cosa en exhibición y aplastada en las profundidades. Se sintió humillada. Y sintió que había decepcionado a todos.

Continuaron, más allá de todas las personas, a través de las callejuelas de la parte baja de la ciudad, a través de otra entrada arqueada, y finalmente al pequeño palacio de la parte baja de Silesia. Gwen entraba y salía de la conciencia, mientras entraban a un magnífico castillo rojo, subiendo un conjunto de escaleras, por un largo pasillo y hacia otra alta puerta arqueada. Finalmente, se abrió una pequeña puerta y entraron en una habitación.

La habitación tenía una luz tenue. Parecía ser un amplio dormitorio, con una cama antigua con dosel en su centro, con el fuego rugiente de una antigua chimenea de mármol, no muy lejos de allí. Varias asistentes estaban paradas en la habitación, y Gwendolyn sintió que Argon la llevaba a la cama, la colocaba suavemente sobre ella. Al hacerlo, docenas de personas se reunieron, mirándola con preocupación.

Argon se retiró, dio varios pasos hacia atrás y desapareció en medio de la multitud. Ella lo buscó, parpadeando varias veces, pero ya no lo pudo encontrar. Se había ido. Sintió la ausencia de su energía protectora, que la había estado envolviendo como un escudo. Se sentía más fría, menos protegida, sin él.

Gwen lamió sus labios agrietados y un momento después sintió que su cabeza era apuntalada por detrás, le colocaban una almohada y un jarro de agua en sus labios. Ella bebió y bebió, y se dio cuenta de cuánta sed tenía. Miró hacia arriba y vio a una mujer que reconoció.

A Illepra, la curandera real. Illepra la miró, con sus ojos color avellana, llenos de preocupación, le dio agua, pasando un paño caliente sobre su frente, quitando el cabello de su cara. Puso una mano sobre su frente y Gwen sentía una energía curativa que pasaba a través de ella. Sentía los ojos pesados, y pronto los cerró contra su voluntad.

*

Gwendolyn no sabía cuánto tiempo había pasado cuando abrió los ojos otra vez. Todavía se sentía exhausta, desorientada. En sus sueños había oído una voz, y ahora la escuchaba otra vez.

"Gwendolyn", dijo la voz. Lo oyó resonar en su mente, y se preguntó cuántas veces él había llamado su nombre.

Miró hacia arriba y reconoció a Kendrick, quien la observaba. Junto a él estaba su hermano Godfrey, junto con Srog, Brom, Kolk y varios otros. Del otro lado, estaba parado Steffen. Odiaba las expresiones en sus rostros. La veían como si fuera causa de lástima, como si hubiera regresado de entre los muertos.

"Hermana mía", dijo Kendrick, sonriendo. Podía oír la preocupación en su voz. "Dinos lo que pasó".

Gwen meneó la cabeza, demasiado cansada para recordar todo.

"Andrónico", dijo ella, con voz ronca, que parecía más como un susurro. Ella aclaró su garganta. "Intenté… rendirme… a cambio de la ciudad… Confié en él. Fue una estupidez…"

Ella meneó la cabeza una y otra vez, una lágrima rodaba por su mejilla.

"No; tú eres noble", corrigió Kendrick, estrechando su mano. "Eres la más valiente de todos nosotros".

"Hiciste lo que hubiera hecho cualquier gran líder", dijo Godfrey, avanzando.

Gwen meneó la cabeza.

"Él nos engañó…", dijo Gwendolyn. “Y me atacó. Hizo que McCloud me atacara".

Gwen no pudo evitarlo: comenzó a llorar, mientras decía esas palabras, incapaz de evitarlo. Ella sabía que un líder-no haría eso, pero no podía evitarlo.

Kendrick apretó su mano más fuerte.

"Iban a matarme…", dijo, "…pero Steffen me salvó… "

Todos los hombres vieron a Steffen con un nuevo respeto, quien estaba parado fielmente a su lado, inclinando la cabeza.

"Lo que hice fue demasiado poco y demasiado tarde", respondió humildemente. "Era un hombre solo contra muchos".

"Aun así, salvaste a nuestra hermana y por eso siempre estaremos en deuda contigo", dijo Kendrick.

Steffen meneó la cabeza.

"Tengo una deuda mucho mayor con ella", respondió él.

Gwen lloró.

"Argon nos salvó a los dos", terminó diciendo ella.

El rostro de Kendrick se volvió sombrío.

"Te vengaremos", dijo él.

"No solo me preocupo por mí misma", dijo ella. "Sino por la ciudad… por nuestro pueblo… por Silesia. Andrónico… atacará…"

Godfrey le dio palmaditas en su mano.

"No te preocupes por eso ahora", dijo, avanzando. "Descansa. Hablaremos de estas cosas. Ahora estás a salvo aquí".

Gwen sentía que los ojos se le cerraban. No sabía si estaba despierta o soñando.

"Ella necesita dormir", dijo Illepra, avanzando, protectora.

Gwendolyn débilmente oyó todo eso, mientras se sentía más y más pesada, entrando y saliendo de la conciencia. En su mente aparecían imágenes de Thor y luego, de su padre. Le estaba costando trabajo discernir entre lo que era real y lo que era un sueño, y oyó sólo fragmentos de la conversación, en su mente.

"¿Qué tan graves son las heridas?", dijo una voz, tal vez la de Kendrick.

Ella sentía que Illepra pasaba su mano sobre la frente. Y entonces, las últimas palabras que escuchó, antes de que sus ojos se cerraran, fueron las de Illepra:

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