"Pero también te amo", añadió él.
Vio que sus ojos se llenaron de esperanza.
"¿Me amas más?" preguntó suavemente, esperanzada.
Reece lo pensó mucho.
"Te he amado toda mi vida", dijo finalmente. "Tú eres el único rostro de amor que he conocido. Eres lo que el amor significa para mí. Amo a Selese. Pero contigo… es como si fueras parte de mí. Como mi propio ser. Como algo de lo que no puedo prescindir".
Stara sonrió. Tomó su mano y siguieron caminando uno al lado del otro, ella balanceándose ligeramente, con una sonrisa en su rostro.
"No sabes cuántas noches pasé extrañándote", admitió ella, apartando la mirada. "Mis palabras fueron llevadas en alas de muchos halcones – sólo para ser removidas por mi padre. Después de la ruptura, no podía llegar a ti. Incluso intenté una o dos veces a escondidas, ir en un barco al continente – y me atraparon".
Reece se sentía abrumado al escuchar todo esto. Él no lo sabía. Siempre se había preguntado qué había sentido Stara después de la ruptura. Oyendo esto, sintió un fuerte apego a ella, mayor que nunca. Él sabía ahora que no era sólo él quien se había sentido así. No se sentía tan loco. Lo que tenían, de hecho, era real.
"Y nunca dejé de soñar contigo", respondió Reece.
Finalmente llegaron a la cúspide de la cordillera, y se detuvieron y se quedaron allí uno al lado del otro, mirando juntos a las Islas Superiores. Desde este punto podían ver todo, a través de la cadena de islas en el océano, la niebla por encima de ella, las olas rompiendo abajo, los cientos de barcos de Gwendolyn alineados a lo largo de las costas rocosas.
Allí permanecieron en silencio por un tiempo muy largo, tomados de las manos, saboreando el momento. Saboreando finalmente, estar juntos, después de todos estos años y de toda la gente y sucesos de la vida que trataban de mantenerlos separados.
"Finalmente, estamos aquí, juntos – e irónicamente, es ahora que estás más prohibido, a unos días de tu boda. Parece como si siempre hubiera algo destinado a interponerse entre nosotros".
"Y sin embargo, estoy aquí hoy", respondió Reece. "¿Tal vez el destino nos está diciendo otra cosa?".
Ella apretó su mano fuerte, y Reece también apretó la de ella. Al mirarla, el corazón de Reece se aceleró, y se sintió más confundido que nunca en su vida. ¿Todo esto debía suceder? ¿Debía encontrarse con Stara, para verla antes de su boda, para prevenirlo de cometer un error y casarse con otra persona? ¿El destino, después de todos estos años, estaba tratando de reunirlos después de todo?
Reece no pudo evitar sentir que así era. Sintió que la había encontrado por algún golpe de suerte, quizás para darle una última oportunidad antes de su boda.
"Lo que el destino une, ningún hombre puede separarlo", dijo Stara.
Sus palabras se clavaron en Reece mientras ella lo miraba, hipnotizándolo.
"Muchos eventos en nuestra vida han intentado mantenernos separados", dijo Stara. "Nuestros pueblos. Nuestras patrias. El océano. El tiempo… Sin embargo, nada ha sido capaz de separarnos. Han pasado tantos años y nuestro amor sigue tan fuerte. ¿Es una coincidencia que me vieras antes de casarte? El destino nos está diciendo algo. No es demasiado tarde”.
Reece la miró, con el corazón palpitando aceleradamente. Él la miró, con sus ojos translúcidos que reflejaban el cielo y el mar, conteniendo mucho amor por él. Se sentía más confundido que nunca e incapaz de pensar con claridad.
"Tal vez debería cancelar la boda", dijo él.
"No soy yo quien debe decírtelo", contestó. "Debes preguntarle a tu corazón".
"En este momento", dijo él, "mi corazón me dice que eres tú a quien amo. Eres a quien siempre he amado".
Ella lo miró con sinceridad.
"Nunca he querido a otro", dijo ella.
Reece no pudo evitarlo. Se inclinó y sus labios encontraron a los de ella. Sintió que el mundo se fundía alrededor de él, se sintió lleno de amor, mientras ella lo besaba también.
Mantuvieron el beso hasta que ya no podían respirar, hasta que Reece se dio cuenta, a pesar de lo que dentro de él protestaba lo contrario, que nunca podría casarse con nadie más que con Stara.
CAPÍTULO CUATRO
Gwendolyn estaba parada en un puente dorado. Sujetando su barandal, ella miraba hacia abajo sobre el borde y vio un río arrasador debajo de ella. Los rápidos rugían con furia, siempre elevándose mientras observaba. Ella podía sentir su rocío desde aquí.
"Gwendolyn, mi amor".
Gwen se volvió para ver a Thorgrin de pie en la otra orilla, tal vez a seis metros de distancia, sonriendo, estirando la mano.
"Ven conmigo", suplicó. "Cruza el río".
Aliviada al verlo, Gwen comenzó a caminar hacia él – hasta que otra voz le hizo detenerse.
"Madre", se escuchó una voz suave.
Gwen giró para ver a un niño parado en la orilla opuesta. Tal vez de unos diez años, era alto, orgulloso, de hombros anchos, con un mentón noble, una mandíbula fuerte y brillantes ojos grises. Como su padre. Llevaba una armadura brillante, hermosa, de un material que no reconocía y tenía armas de guerrero en su cinturón. Ella podía sentir su poder desde aquí. Una fuerza imparable.
"Madre, te necesito", dijo.
El niño extendió una mano y Gwen empezó a ir hacia él.
Gwen se detuvo y miró hacia adelante y hacia atrás entre Thor y su hijo, cada uno extendiendo una mano y ella se sentía desgarrada, en conflicto. Ella no sabía hacia dónde ir.
De repente, mientras estaba ahí parada, el puente colapsó debajo de ella.
Gwendolyn gritó al sentirse caer en los rápidos.
Gwen cayó en el agua helada con un golpe y caídas y dio volteretas en las aguas embravecidas. Ella flotaba, jadeando en busca de aire, y miró hacia atrás para ver a su hijo y a su marido, de pie en la orilla opuesta, cada uno tendiendo sus manos, cada uno necesitándola.
"¡Thorgrin!", gritó. A continuación: "¡Hijo mío!".
Gwen trataba de alcanzarlos a los dos, gritando – pero pronto se sintió cayendo en picado sobre el borde de una cascada.
Gwen gritó mientras los perdía de vista y cayó cientos de metros hacia las rocas afiladas.
Gwendolyn despertó gritando.
Miró a su alrededor, cubierta de un sudor frío, confundida, preguntándose dónde estaba.
Poco a poco se dio cuenta de que yacía en una cama, en una habitación oscura del castillo, con antorchas parpadeando a lo largo de las paredes. Parpadeó varias veces, tratando de entender lo que había sucedido, todavía jadeando. Lentamente, se dio cuenta de que era sólo un sueño. Un sueño horrible.
Los ojos de Gwen se ajustaron, y ella vio a varias asistentes, de pie en la habitación. Vio a Illepra y a Selese de pie a ambos lados de ella, poniendo compresas frías a lo largo de sus brazos y piernas. Selese secaba suavemente su frente.
"Shhh", la consoló Selese. "Fue sólo una pesadilla, mi señora".
Gwendolyn sintió que una mano apretaba la suya y ella miró y se sintió emocionada al ver a Thorgrin. Se arrodilló al lado de su cama, sosteniendo su mano, con sus ojos brillando de alegría al verla despierta.
"Mi amor", dijo él. "Estás bien".
Gwendolyn parpadeó, tratando de averiguar dónde estaba, por qué estaba en la cama, qué estaba haciendo toda esta gente aquí. Entonces, de repente, mientras trataba de moverse, sintió un dolor horrible en el estómago – y recordó.
"¡Mi bebé!", gritó frenética, de repente. "¿Dónde está?". ¿El niño está vivo?”.
Gwen, desesperada, estudió las caras a su alrededor. Thor le apretó firmemente la mano y sonrió ampliamente, y ella supo que todo estaba bien. Se sentía tranquilizada con esa sonrisa para toda la vida.
"Está vivo, sin duda", respondió Thor. "Gracias a Dios. Y a Ralibar. Ralibar los trajo volando, justo a tiempo".
"Está perfectamente sano", agregó Selese.
De repente, se escuchó un grito en el aire y Gwendolyn vio avanzar a Illepra, sosteniendo al bebé que lloraba, envuelto en una cobija, en sus brazos.
El corazón de Gwendolyn se sintió aliviado, y ella se puso a llorar. Ella comenzó a llorar histéricamente, al verlo. Se sentía tan aliviada, que corrieron lágrimas de alegría sobre ella. El bebé estaba vivo. Ella estaba viva. Habían sobrevivido. De alguna manera, lo habían hecho a través de esta terrible pesadilla.
Ella nunca se había sentido más agradecida en su vida.
Illepra se inclinó hacia adelante y colocó al bebé en el pecho de Gwen.
Gwendolyn se sentó y lo miró, examinándolo. Se sintió renacer al tocarlo, con el peso de él en sus brazos, su olor, la forma en que se veía. Ella lo meció y lo sostuvo firmemente, todo envuelto en mantas. Gwendolyn se sentía llena de olas de amor por él, de agradecimiento. Ella casi no lo podía creer; había tenido un bebé.
En cuanto lo colocaron en sus brazos, el bebé de repente dejó de llorar. Se quedó muy quieto, se dio vuelta, abrió los ojos y la miró bien.
Gwen sintió una sacudida por su cuerpo, mientras sus miradas se encontraban. El bebé tenía los ojos de Thor – de color gris, ojos brillantes que parecían venir de otra dimensión. Se miraron detenidamente. Mientras lo miraba, Gwendolyn sintió como si ya lo hubiera conocido en otro tiempo. De todo el tiempo.
En ese instante, Gwen sentía un vínculo más fuerte que con nada ni nadie en su vida. Ella lo apretó fuerte y juró que nunca lo dejaría ir. Caminaría a través del fuego por él.
"Se parece a ti, mi señora", le dijo Thor, sonriendo mientras se inclinaba y miraba junto con ella.
Gwen sonrió, llorando, abrumada por la emoción. Ella nunca había estado tan feliz en su vida. Esto era todo lo que ella siempre había querido, estar aquí con Thorgrin y su hijo.
"Sus ojos se parecen a los tuyos", respondió Gwen.
"Lo que aún no tiene es un nombre", dijo Thor.
"Tal vez deberíamos llamarlo como tú", le dijo Thor a Gwendolyn.
Él movió la cabeza, inflexible.
"No. Es hijo de su madre. Lleva tus rasgos. Un verdadero guerrero debe llevar el espíritu de su madre y las habilidades de su padre. Necesita las dos cosas. Va a tener mis habilidades. Y debemos llamarlo como tú".
"Entonces, ¿qué propones?", preguntó ella.
Thor pensó.
"Su nombre debe sonar como el tuyo. El hijo de Gwendolyn debería llamarse… Guwayne".
Gwen sonrió. Al instante le encantó su sonido.
"Guwayne", dijo. "Me gusta".
Gwen sonrió ampliamente mientras sostenía con firmeza al bebé.
"Guwayne", le dijo al niño.
Guwayne se dio vuelta y abrió los ojos nuevamente, y al mirarla, ella podría jurar haberlo visto sonreír. Sabía que él era demasiado joven para eso, pero vio un destello de algo y estaba segura de que aprobó el nombre.
Selese se inclinó hacia adelante y aplicó un bálsamo en los labios de Gwen y le dio algo de beber, un líquido espeso, oscuro. Gwen inmediatamente se sintió reanimada. Ella sintió que volvía lentamente a ser ella misma.
"¿Cuánto tiempo he estado aquí?", preguntó Gwen.
"Ha estado dormida casi dos días, mi señora", dijo Illepra. "Desde el gran eclipse".
Gwen cerró los ojos y recordó. De pronto recordó todo. Recordó el eclipse, el granizo, el terremoto… Nunca había visto nada igual.
"Nuestro bebé presagia grandes augurios", dijo Thor. "El reino entero fue testigo de los acontecimientos. Ya se había hablado de su nacimiento, en todos lados".
Mientras Gwen sostenía al niño con fuerza, sintió un calor a través de ella, y sintió lo especial que era él. Su cuerpo entero se estremeció mientras lo abrazaba, y supo que no era un niño común y corriente. Se preguntó qué clase de poderes corrían en su sangre.
Miró a Thor, sorprendida. ¿Este muchacho es un druida, también?
"¿Llevas aquí todo este tiempo?" le preguntó a Thor, al darse cuenta de que había estado a su lado todo este tiempo y llena de gratitud hacia él.
"Así es, mi señora. Vine en cuanto me enteré. Menos anoche. Pasé la noche en el Lago de las Tristezas. Orando por tu recuperación".
Gwen se puso a llorar otra vez, incapaz de controlar sus emociones. Ella nunca se había sentido más contenta en su vida; sostener a este niño la hacía sentir completa de una manera que no creía posible.
A pesar de sí misma, Gwen recordó ese momento fatídico en el Mundo de las Tinieblas, en la elección que fue obligada a tomar. Ella apretó la mano de Thor y sujetó al bebé con fuerza, queriendo a ambos cerca de ella, queriendo que ambos estuvieran con ella para siempre.
Sin embargo, sabía que uno de ellos tendría que morir. Ella lloraba y lloraba.
"¿Qué pasa, mi amor?", preguntó Thor, finalmente.
Gwen meneó la cabeza, incapaz de decirle.
"No te preocupes", dijo. "Tu madre todavía vive. Si por eso estás llorando".
Gwen recordó de repente.
"Ella está gravemente enferma", agregó Thor. "Pero todavía hay tiempo para verla".
Gwen sabía que tenía que hacerlo.
"Tengo que verla", dijo. "Llévame con ella ahora".
"¿Está segura, mi señora?", preguntó Selese.
"En su condición, usted no se debe mover", añadió Illepra. "Su parto fue anormal, y debe recuperarse. Tiene suerte de estar viva".
Gwen meneó la cabeza, inflexible.
"Voy a ver a mi madre antes de que muera. Llévenme con ella. Ahora".
CAPÍTULO CINCO
Godfrey estaba sentado en el centro de la larga mesa de madera, en la taberna, con una jarra de cerveza en cada mano, cantando con el grupo grande de los MacGil y los McCloud, aporreando sus tarros en la mesa, con el resto de ellos. Todos se balanceaban hacia adelante y hacia atrás, golpeando sus tarros para puntuar cada frase, la cerveza se derramaba sobre el dorso de sus manos y sobre la mesa. Pero a Godfrey no le importaba. Estaba inmerso en la bebida, como había estado todas las noches esta semana, y se sentía bien.
A cada lado de él estaban sentados Akorth y Fulton y al mirar de un lado a otro, se sintió satisfecho de ver a decenas de MacGil y McCloud alrededor de la mesa, antiguos enemigos, todos en este evento para consumir bebidas, que él había organizado. Godfrey había tomado varios días peinando la zona montañosa, para llegar a este punto. Al principio, los hombres habían sido cautelosos; pero cuando Godfrey había rodado los barriles de cerveza, entonces las mujeres empezaron a llegar.
Había comenzado con pocos hombres, desconfiando unos de los otros, manteniendo sus propios lados de la sala. Pero mientras Godfrey intentaba llenar la taberna, encaramada aquí en esta cumbre de la zona montañosa, los hombres empezaron a tomar confianza, a interactuar. Godfrey sabía que no había nada como el señuelo de cerveza gratis para reunir a los hombres.
Lo que los había llevado al extremo, lo que les había hecho ser como hermanos, fue que Godfrey había llevado mujeres. Godfrey había llamado a todos sus contactos en ambos lados de la zona montañosa para despejar los burdeles y había pagado a todas las mujeres generosamente. Llenaron la taberna con los soldados, la mayoría sentados en el regazo de un soldado, y todos los hombres estaban contentos. Las mujeres bien pagadas estaban felices, los hombres estaban felices, y en la taberna entera había alegría y ánimo, mientras los hombres dejaban de centrarse en los demás y en cambio se enfocaban en la bebida y las mujeres.
Mientras avanzaba la noche, Godfrey comenzó a escuchar la conversación entre ciertos MacGil y McCloud acerca de convertirse en amigos, haciendo planes para ir a patrullar juntos. Era exactamente el tipo de vinculación que su hermana le había enviado a lograr, y Godfrey se sentía orgulloso de sí mismo por haberlo logrado. También se había divertido en el camino, sus mejillas estaban rosadas con tanta cerveza. Se dio cuenta de que había algo, en esta cerveza McCloud; era más fuerte en este lado del altiplano e y se subía directamente a la cabeza.
Godfrey sabía que había muchas maneras de fortalecer el ejército, de unir a la gente y gobernar. La política era una cosa; el gobierno era otra; la aplicación de la ley era otra. Pero ninguna llegaba a los corazones de los hombres. Godfrey, por todas sus faltas, sabía cómo llegar al hombre común. Él era el hombre común. Aunque tenía la nobleza de la familia real, su corazón siempre había estado con las masas. Tenía cierta sabiduría, nacido de las calles, que todos esos caballeros de Los Plateados brillantes nunca tendrían. Estaban por encima de todo. Y Godfrey los admiraba por eso. Pero Godfrey se dio cuenta de que había cierta ventaja al estar por debajo de todo, también. Le daba una perspectiva diferente a la humanidad – y a veces uno necesitaba ambas perspectivas para entender al pueblo. Después de todo, los mayores errores que los reyes siempre habían cometido, provenían de no estar en contacto con la gente.