El Despertar de los Dragones - Морган Райс 2 стр.


Esto la ponía incómoda. No le gustaba llamar la atención, y ella no sentía ser bonita. No le interesaba la apariencia, sólo el entrenar, el valor y el honor. Preferiría haberse parecido más a su padre como sus hermanos, el hombre al que admiraba y amaba más que a nada en el mundo, en vez de tener sus rasgos delicados. Siempre se miraba al espejo buscando algo de él en sus ojos, aunque sin importar qué tanto se esforzara, no podía encontrarlo.

“¡Dije que me suelten!” gritaba Aidan con una voz que llegaba hasta ahí.

Al escuchar la voz de preocupación de su hermano menor, un niño al que Kyra amaba más que a cualquier otro en el mundo, se levantó en un solo movimiento como un León cuidando a su cría. Leo igualmente se tensó con su pelo levantándose en su costado. Ya que su madre se había ido hace tiempo, Kyra se sentía obligada de cuidar a Aidan, de suplir a la madre que nunca tuvo.

Brandon y Braxton lo arrastraban por el camino alejándolo de la fortaleza por el descuidado camino que iba hacia el bosque, y vio como ellos trataban de que sostuviera una lanza, una muy grande para él. Aidan se había convertido en un objetivo fácil de sus burlas; Brandon y Braxton eran abusivos. Eran fuertes y hasta algo valientes, pero tenían más bravuconería que habilidades reales y siempre parecían meterse en problemas de los que no podían escapar. Era enloquecedor.

Kyra se dio cuenta de lo que pasaba: Brandon y Braxton arrastraban a Aidan con ellos a una de sus cacerías. Pudo ver los sacos de vino en sus manos y supo que habían estado bebiendo; eso la enfureció. No era suficiente el que fueran a matar a un animal indefenso, sino que también arrastraban a su hermano menor junto con ellos a pesar de sus protestas.

El instinto de Kyra se encendió y saltó a la acción corriendo cuesta abajo para enfrentarlos, con Leo corriendo a su lado.

“Ya eres lo suficientemente grande,” le dijo Brandon a Aidan.

“Es hora de que te vuelvas hombre,” dijo Braxton.

Bajando por las familiares colinas, no le tomó mucho a Kyra el alcanzarlos. Salió hacia el camino y los detuvo bloqueando su paso, respirando con dificultad, con Leo a su lado y dejando a sus hermanos boquiabiertos.

Inmediatamente pudo ver el alivio en el rostro de Aidan.

“¿Estás perdida?” se burló Braxton.

“Estás en nuestro camino,” dijo Brandon. “Vuelve a tus flechas y palos.”

Los dos se rieron burlonamente, pero ella frunció el ceño, sin inmutarse, mientras Leo gruñía a su lado.

“Aleja a esa bestia de nosotros,” dijo Braxton tratando de sonar valiente pero con el miedo asomándose en su voz mientras apretaba más su lanza.

“¿Y a dónde creen que llevan a Aidan?” preguntó con seriedad, observándolos sin parpadear.

Hicieron una pausa y fruncieron sus rostros.

“Lo llevamos a donde nosotros queramos,” dijo Brandon.

“Va a una cacería para aprender a ser un hombre,” dijo Braxton, enfatizando la última palabra como dirigiéndola a ella.

Pero ella no cedería.

“Es muy joven,” replicó firmemente.

Brandon frunció el ceño.

“¿Quién lo dice?” preguntó.

“Lo digo yo.”

“¿Y tú eres su madre?” preguntó Braxton.

Kyra se enrojeció llena de rabia, deseando que su madre estuviera aquí más que nunca.

“Tanto como tú eres su padre,” respondió.

Todos se mantuvieron ahí en silencio, y Kyra miró a Aidan, que le regresaba la mirada con ojos asustados.

“Aidan,” dijo ella, “¿es esto algo que quieres hacer?”

Aidan miró al piso, avergonzado. Él se mantuvo ahí, en silencio, evitando su mirada, y Kyra supo que tenía miedo de hablar, de provocar la desaprobación de sus hermanos mayores.

“Pues ahí lo tienes,” dijo Brandon. “No tiene objeción.”

Kyra no se movió, llena de frustración, deseando que Aidan hablara pero sin poder obligarlo.

“No es muy sabio de su parte llevarlo a cazar,” dijo ella. “Viene una tormenta. Pronto oscurecerá. El bosque está lleno de peligros. Si quieren enseñarlo a cazar, llévenlo cuando sea mayor, otro día.”

Esto los molestó.

“¿Y tú qué sabes de cazar?” preguntó Braxton. “¿Qué has cazado además de tus árboles esos?”

“¿Alguno de ellos te ha mordido recientemente?” añadió Brandon.

Ambos rieron y Kyra enmudeció pensando en qué hacer. Sin que Aidan hablara, no había mucho que pudiera hacer.

“Te preocupas mucho, hermana,” dijo Brandon al fin. “Nada le pasará a Aidan bajo nuestro cuidado. Queremos endurecerlo un poco, no matarlo. ¿De verdad crees que tú eres la única que se preocupa por él?”

“Además, nuestro Padre está observando,” dijo Braxton. “¿Quieres decepcionarlo?”

Kyra inmediatamente miró por encima de sus hombros y arriba en la torre pudo divisar a su padre de pie en la ventana arqueada, observando. Sintió una gran decepción al ver que él observaba sin hacer nada.

Trataron de moverla, pero Kyra se mantuvo ahí, bloqueando el camino decididamente. Pareció como que estaban por empujarla, pero Leo se puso entre ellos gruñendo y lo pensaron dos veces.

“Aidan, no es muy tarde,” le dijo. “No tienes que hacerlo. ¿Quieres regresar a la fortaleza conmigo?”

Lo miró y pudo ver lágrimas en sus ojos, pero también pudo ver su tormento. Pasó un gran silencio, sin nada que lo rompiera además del aullido del viento y la cayente nieve.

Finalmente, se retorció.

“Quiero cazar,” murmuró a medias.

Sus hermanos la pasaron de imprevisto, golpeando con sus hombros, arrastrando a Aidan, y mientras se apuraban por el camino, Kyra se volteó y miró mientras sintió un malestar en el estómago.

Se dio vuelta hacia la fortaleza y miró hacia la torre, pero su padre ya se había ido.

Kyra observó mientras sus tres hermanos se perdían de vista entre la creciente tormenta hacia el Bosque de las Espinas, y sintió un hueco en el estómago. Pensó en tomar a Aidan y traerlo de vuelta, pero no quería avergonzarlo.

Sabía que tenía que dejarlo ir, pero no podía. Algo dentro de ella no se lo permitía. Sintió peligro, especialmente a inicios de la Luna de Invierno. No confiaba en sus hermanos mayores; sabía que no dañarían a Aidan, pero eran descuidados y muy rudos. Y lo peor de todo, confiaban demasiado en sus habilidades. Era una mala combinación.

Kyra no pudo soportarlo más. Si su padre no iba a actuar, entonces ella lo haría. Ahora era lo suficientemente mayor, no tenía que responderle a nadie más que a ella misma.

Kyra empezó a correr bajando por el camino solitario con Leo a su lado, dirigiéndose justo hacia el Bosque de las Espinas.

CAPÍTULO DOS

Kyra entró al tenebroso Bosque de las Espinas al oeste de la fortaleza, un bosque tan espeso que apenas se podía ver a través de este. Caminando lentamente junto a Leo, con la nieve y hielo crujiendo bajo sus pies, miró hacia arriba. Se sintió pequeñísima al ver los árboles de espinas que parecían no tener final. Eran antiguos árboles negros con ramas retorcidas que parecían espinas y gruesas hojas negras. Sintió que el lugar estaba maldito; nada bueno había salido nunca de este. Los hombres de su padre siempre regresaban heridos de las cacerías y más de una vez un troll, atravesando por Las Llamas, se había refugiado aquí utilizándolo como plataforma para atacar aldeanos.

Kyra sintió un escalofrío al entrar. Aquí estaba más oscuro, más frío, el aire era más húmedo, el olor de los árboles de espinas se sentía pesado como el de una tierra decadente, y los enormes árboles borraban lo que quedaba de la luz del día. Kyra, en guardia, se sentía furiosa hacia sus hermanos. Era peligroso aventurarse aquí sin la compañía de varios guerreros—especialmente al atardecer. Cada ruido la sobresaltaba. Se escuchó el lamento lejano de un animal y ella volteó tratando de hallarlo. Pero el bosque era denso y no pudo encontrarlo.

Sin embargo, Leo gruñó a su lado y se fue en busca de este de repente.

“¡Leo!” gritó.

Pero ya se había ido.

Suspiró molesta; siempre desobedecía cuando se encontraban un animal. Aunque ella sabía que regresaría—eventualmente.

Kyra continuó sola mientras el bosque se volvía más oscuro, luchando para seguir el rastro de sus hermanos—cuando escuchó una risa distante. Volvió toda su atención hacia ese ruido y pasó deprisa los gruesos árboles hasta que pudo divisar a sus hermanos a la distancia.

Kyra se quedó atrás, manteniendo la distancia, sin querer ser descubierta. Sabía que si Aidan la veía, se avergonzaría y le diría que se fuera. Se decidió a observar desde las sombras, sólo cuidando que no se metieran en problemas. Era mejor para Aidan que no se sintiera avergonzado, que sintiera que era un hombre.

Una rama se rompió debajo de sus pies y Kyra se agachó, temiendo que el ruido la delatara—pero sus borrachos hermanos mayores lo ignoraron, pues a casi treinta yardas de distancia y caminando deprisa, el ruido se vio apagado por sus risas. Pudo ver por el lenguaje corporal de Aidan que estaba tenso, casi a punto de echarse a llorar. Apretaba su lanza con fuerza, como tratando de probar que era un hombre, pero era obvio que la lanza era muy grande y tenía problemas para soportar su peso.

“¡Deprisa!” gritó Braxton volteándose hacia Aidan, que se quedó unos pies atrás.

“¿De qué tienes miedo?” le dijo Brandon.

“No tengo miedo—” insistió Aidan.

“¡Silencio!” dijo Brandon de repente y se detuvo mientras ponía su palma en el pecho de Aidan, por primera vez con una expresión seria. Braxton también se detuvo mostrándose tenso.

Kyra se escondió detrás de un árbol mientras observaba. Se quedaron al borde de un claro, mirando hacia enfrente como si hubieran visto algo.

Ella se acercó despacio y en alerta tratando de ver mejor, y mientras pasaba entre dos grandes árboles se detuvo, pasmada, al darse cuenta de lo que estaban viendo. Ahí, de pie en el claro, buscando bellotas, estaba un jabalí. Pero no era un jabalí ordinario; era un monstruoso Jabalí de Cuernos Negros, el más grande jabalí que ella había visto, con largos y enrollados colmillos blancos y tres largos y afilados cuernos negros, uno saliendo de su nariz y dos de su cabeza. Era una extraña criatura de casi el tamaño de un oso, famosa por su crueldad e impresionante velocidad. Era un animal muy temido, y uno con el que los cazadores no querían encontrarse.

Significaba problemas.

Kyra, con los bellos de punta, deseó que Leo estuviera ahí—pero al mismo tiempo estaba agradecida de que no estuviera, pues seguramente se lanzaría contra él sin saber si ganaría la confrontación. Kyra se acercó tomando lentamente el arco de sus hombros e instintivamente doblándose para tomar una flecha. Trató de calcular qué tan lejos estaba el jabalí de los chicos y qué tan lejos estaba ella—y sabía que esto no era bueno. Había muchos árboles en el camino para conseguir un impacto directo y, con un animal de este tamaño, no había oportunidad de fallar. Dudaba que una flecha pudiera derribarlo.

Kyra notó el terror en la cara de sus hermanos, después vio a Brandon y Braxton cubriendo su temor con una cara de valentía—una que ella sintió se debía a la bebida. Ambos levantaron sus lanzas y caminaron hacia adelante. Braxton miró a Aidan petrificado y se volteó, lo tomó de sus hombros y lo hizo caminar también.

“Esta es una oportunidad para que te vuelvas hombre,” dijo Braxton. “Mata a este jabalí y cantarán canciones sobre ti por generaciones.”

“Trae su cabeza y serás famoso de por vida,” dijo Brandon.

“Tengo…miedo,” dijo Aidan.

Brandon y Braxton se rieron burlonamente.

“¿Miedo?” dijo Brandon. “¿Y qué diría nuestro padre si te escuchara decir eso?”

El jabalí, alertado, levantó su cabeza mostrando sus brillantes ojos amarillos, y los miró mientras de su rostro escapaba un gruñido con rabia. Abrió su boca mostrando sus colmillos y babeando, mientras al mismo tiempo emitía gruñidos que parecían venir desde lo más dentro de él. Kyra, incluso estando lejos, sintió un punzón de miedo—y sólo podía imaginarse el miedo que estaba sintiendo Aidan.

Kyra se precipitó tratando de seguir al viento, determinada a llegar antes de que fuera muy tarde. Cuando estaba a sólo unos pies de sus hermanos gritó:

“¡Déjenlo en paz!”

Su áspera voz cortó el silencio, y sus hermanos emitieron un chillido claramente impresionados.

“Ya se divirtieron,” añadió. “Fue suficiente.”

Mientras que Aidan se miró aliviado, Brandon y Braxton la miraron con enojo.

“¿Y tú qué sabes?” respondió Brandon. “Deja de interferir con los verdaderos hombres.”

Los gruñidos del jabalí crecieron mientras se acercaba a ellos, y Kyra, tanto temerosa como furiosa, se adelantó.

“Si son tan tontos como para enfrentar a esta bestia, entonces háganlo,” dijo ella. “Pero dejarán que Aidan se venga conmigo.”

Brandon frunció el ceño.

“Aidan estará bien aquí,” replicó Brandon. “Está a punto de aprender a pelear. ¿No es así, Aidan?”

Aidan se quedó mudo, paralizado por el miedo.

Kyra estaba a punto de dar otro paso y tomar el brazo de Aidan cuando se oyó un ajetreo en el claro. Miró al jabalí acercándose, un paso a la vez, amenazante.

“No atacará si no lo provocan,” dijo Kyra a sus hermanos. “Déjenlo ir.”

Pero sus hermanos la ignoraron, ambos volteándose y levantando sus lanzas. Caminaron hacia adelante, hacia el claro, como si quisieran probar lo valientes que eran.

“Yo apuntaré a su cabeza,” dijo Brandon.

“Y yo a su garganta,” acordó Braxton.

El jabalí gruñó más fuerte, abriendo su boca más y dejando caer su saliva mientras daba otro paso.

“¡Retrocedan!” gritó Kyra desesperada.

Pero Brandon y Braxton se acercaron más, levantaron sus lanzas y las arrojaron repentinamente.

Kyra miró en suspenso mientras las lanzas volaban en el aire, preparándose para lo peor. Para su consternación, miró como la lanza de Brandon rozó su oreja, lo suficiente para hacerlo sangrar—y provocarlo—mientras que la lanza de Braxton pasó por un lado, pasando muy lejos de la cabeza.

Por primera vez, Brandon y Braxton se miraron asustados. Se quedaron ahí, con la boca abierta y una mirada tonta en sus rostros, con el brillo de la bebida rápidamente convirtiéndose en miedo.

El jabalí, enfurecido, bajó su cabeza y gruñó con un sonido horrible mientras se abalanzaba.

Kyra miró con horror como se lanzaba contra sus hermanos. Era lo más rápido que había visto para su tamaño, saltando en la hierba como si fuera un ciervo.

Mientras se acercaba, Brandon y Braxton corrieron por sus vidas, saltando en direcciones opuestas.

Esto dejó a Aidan sólo, petrificado, sin poder moverse por el miedo. Abrió su boca y dejó caer su lanza en el piso. Kyra sabía que no haría mucha diferencia; Aidan no habría podido defenderse aunque hubiera tratado. Ni un hombre adulto hubiera podido. Y el jabalí, casi dándose cuenta de esto, apuntó hacia Aidan y se lanzó sobre él.

Kyra, con su corazón retumbando, se lanzó hacia la acción sabiendo que sólo tendría una oportunidad. Sin pensarlo se lanzó hacia adelante esquivando los árboles, con su arco ya en las manos sabiendo que sólo podría disparar una vez y que tendría que ser un disparo perfecto. Iba a ser un disparo difícil, pues además de que el jabalí estaba moviéndose, ella estaba en estado de pánico—pero aun así tendría que ser un disparo perfecto si querían sobrevivir.

“AIDAN, ¡AGÁCHATE!” gritó.

Primero no se movió. Aidan bloqueaba el camino previniendo un disparo limpio, y mientras Kyra levantaba su arco y corría hacia adelante se dio cuenta de que si Aidan no se movía, su único disparo se perdería. Lanzándose por el bosque, con sus pies resbalándose en la nieve y tierra húmeda, por un momento sintió que todo estaba perdido.

Назад Дальше