Mi Marqués Eternamente - Garay Elizabeth 3 стр.


“Bueno, Octavius, creo que es momento de enfrentar a Estella. Espero que no me odie por haber fracasado en protegerla”.

Hizo un movimiento al caballo para medio galopar y aproximarse al castillo. Al llegar a la entrada, redujo la velocidad y después se detuvo. Dio unos golpecitos en la cabeza de Octavius y después bajó de él. La puerta se abrió y un caballero de edad adulta salió. “¿Puedo ayudarlo?”, preguntó.

“Estoy aquí para ver a lady Warwick”, contestó Ryan. Levantó las riendas de Octavius para que el hombre las tomara. “Necesitaré que mi caballo sea llevado al establo”. Casi rió por la expresión de desconcierto que cruzó por la cara del anciano. ¿No recibían muchos visitantes en el castillo de Manchester? No parecía particularmente cordial...

“Enviaré a un lacayo para que lo lleve por usted”, finalmente respondió. “Permítame un momento”.

Entró al castillo y cerró la puerta. Ryan sacudió su cabeza desconcertado por sus acciones. Al menos no planeaba quedarse mucho tiempo en el castillo. No más de una noche, dos a lo sumo y partiría hacia su propia finca. Tenía cosas por hacer allá y no podía permitirse quedarse más tiempo. Después de varios momentos, la puerta se volvió a abrir, pero no era el viejo que salía de nuevo. Era una mujer con mechones de medianoche, pómulos altos, labios exuberantes rosados y la cara más hermosa que jamás había visto. No sabía quién era, pero quería averiguarlo.

Ella se detuvo, se sorprendió al verlo, pero se recuperó de inmediato. “¿Es normal que en este castillo se espere afuera con un caballo?”.

“No lo sabría”, respondió él. ¿Dónde estaba el viejo? “Esta es mi primera visita al castillo”. Y esperaba que fuera la última...no tendría ninguna otra razón para visitarlo de nuevo.

La dama sonrió y casi le quita el aliento. Parpadeó varias veces y recuperó el control de sus sentidos. Lo último que quería era ser visto como un tonto debido a la belleza de la mujer. Su padre lo había hecho y se había casado con lady Penelope. No se podía confiar en la belleza. Ella dio unos pasos hacia adelante y se detuvo ante Octavius. “Es un hermoso caballo”. La dama empezó a acariciar el cuello de Octavius casi tiernamente, y Ryan se sintió casi celoso de su propio caballo. Había algo muy mal con él.

“Está disfrutando descaradamente su atención”. Ryan miraba la mano de ella mientras acariciaba al caballo. “Si usted sigue haciéndolo, lo echará a perder”.

“No le presta demasiada atención si tan solo con mis escasos esfuerzos llega a estarlo”. Su voz casi era melódica y encantadora. Levantó la vista y sonrió de nuevo. Era como un puñetazo al corazón y él levantó la mano para frotar su dolor. “Tal vez debería acariciarlo más seguido”.

“Lo tomaré en cuenta”.

La puerta se abrió, sacudiéndolo de sus pensamientos. Esto servía como un recordatorio de que nunca quería volver a estar apegado a una mujer. Solo había una mujer que le importaba, y era su prima Estella. Un hombre diferente al que había visto primero se acercó a ellos. “Hola, mi ‘lord’”, lo saludó. “Mi ‘lady’”.

“¿Está usted aquí para llevar mi caballo al establo?”.

“Así es, lord Cinderbury”, contestó él. “Su prima está adentro esperándolo. Me ha pedido que le diga que la encuentra en la sala de estar”.

¿Se suponía que debía deambular por un castillo y esperar que solo encontrara el salón? Nadie lo llevaría hasta allí. El personal era ridículamente grosero e inexperto. Nunca había visto nada como ellos y no estaba seguro de cómo sentirse al respecto. El hombre tomó su caballo y empezó a dirigirse hacia lo que Ryan pensaba era el camino hacia el establo. Frunció el ceño mientras miraba al hombre dirigir a su caballo. Octavius estaría bien, pero todo había sido tan extraño desde su llegada.

“¿Se dirigió a usted como lord Cinderbury?”, la mujer preguntó. Él se volvió hacia ella y respondió: “así es, soy yo”.

“Ya veo”. Ella mordisqueó su labio inferior. Los ojos de él inmediatamente fueron atraídos por esa acción. Estaba desarrollando un serio problema con respecto a la dama. Ryan había estado dolorosamente consciente de ella desde el momento en que había salido del castillo, pero esperaba que ella se marchara y que la sensible impresión que había tenido fuera solo una mera ilusión.

“Así que usted es, ¿el primo de Estella? Yo soy lady Annalise Palmer, su hermanastra”.

Ay...sabía que no podía confiar en ella. Un hermoso rostro escondía también un engaño. Ella estaba relacionada con el tirano que había abusado de Estella. Los músculos de su mandíbula se contrajeron mientras luchaba por el control. Ryan no quería creer lo peor en ella, sin embargo, tampoco podía confiar plenamente en ella.

“¡Ah! Y, ¿por qué se encuentra aquí? ¿Su padre no desaprobaría que pasara algún tiempo en compañía de Estella? ¿No dañaría eso su impecable reputación?”. Él nunca había tenido oportunidad de conocer al hombre con el que su tía había elegido casarse. La única información que tenía sobre el duque o su familia, era sobre su reputación y nada de eso había sido bueno.

Ella retrocedió como si la hubiera abofeteado. Las palabras podían ser armas y Ryan había aprendido esa lección bastante bien cuando era niño. Su madrastra le había lanzado arpones, no pocas veces. Había crecido acostumbrado a ello, cuando un niño no debía estarlo. Algunos días odiaba a su padre por haber estado ciego debido a la belleza de lady Penelope y dejarlo solo a su cuidado. En el fondo, sabía que su padre no había querido morir, pero la pena y el dolor no eran razonables. No lo culpaba por completo, sin embargo, una pequeña parte de él siempre lo haría. Las decisiones de su padre habían dejado a Ryan en el infierno. Debido a eso, tenía dificultad en perdonarlo.

“Mi padre comete errores, y sí, estoy consciente de que son muchos, pero sigue siendo mi padre”.

“Y lo ama”, terminó la frase por ella. Ryan no se sentía tan delirante acerca de su propia familia. Había uno de ellos que merecía su devoción. “O ¿algo como eso?”.

“No iría tan lejos”, contestó ella, sorprendiéndolo. “Pero ha habido momentos en que lo he tolerado”.

Ryan no pudo contener la carcajada. Empezaba a gustarle lady Annalise y eso no podía ser una buena señal. Tenía que haber algo malo en ella. La belleza y la inteligencia eran una mezcla rara de encontrar. Mientras no tuviera un corazón cruel, él podría considerar agradable pasar tiempo en su compañía. “Nunca se han dicho palabras más certeras”. Sonrió él. “Y entiendo el sentimiento. A menudo me siento igual respecto a mi abuelo”.

Ella frunció el ceño. “Yo conocí a su abuelo y tengo que estar de acuerdo. Comparte ciertos rasgos parecidos con mi padre. ¿Cree usted que sea algo que tenga que ver con los duques?”.

“Espero que no”, respondió él. “De lo contrario, odiaría ver en qué me convertiré cuando herede el título. Ese viejo bastardo despreciable repudió a Estella. Ni siquiera creo que alguna vez la haya conocido, y sé que apenas la mencionaba. La única vez que recuerdo que lo hizo fue en una conversación donde reprendía a su padre por no haber tenido un heredero. No creo que le haya gustado mucho la idea de hacerme el próximo en la línea para heredar”.

A Ryan no le interesaba el título. No deseaba ser un gran duque y ser uno de los gobernantes con los dictados de la sociedad. Había cosas mucho mejores que podía hacer con su tiempo. Le gustaba trabajar y generar dinero. El poder podía ganarse de diferentes maneras, y él lo había hecho con los años. Si su abuelo viviera hasta los cien años, estaría bien con eso. El viejo bastardo podía conservar su título. Ryan estaría feliz administrando su negocio y encontrando otras formas en las que invertir su tiempo.

“Algunos hombres son así”. Ella hizo un gesto hacia la puerta. “Supongo que está aquí para ver a Estella. ¿Desea que le muestre dónde está el salón?”.

“Por favor”, contestó él. “¿Todos los sirvientes son como ese?”. No había mencionado al viejo que primero los saludó. “Me resulta extraño que dejen que los huéspedes se las arreglen solos”.

“Es más relajado en Manchester”, coincidió Annalise. “Este es mi segundo día aquí y ha sido bastante reconfortante. Podrían parecer incompetentes, pero en cambio son eficientes y eso es lo que importa”.

Él no había visto eso. Tal vez si pasara cierta cantidad de tiempo en el castillo apreciaría lo que los sirvientes hacen. Se encontró preguntando: “¿Cuánto tiempo pasará en su visita a Estella?”.

“No mucho”, contestó ella mientras caminaban hacia la puerta. Él la abrió y le hizo un gesto para que pasara delante de él. Así lo hizo lady Annalise y él la siguió. Se volteó hacia él. “Mi padre no tiene mucha paciencia. Tengo suerte de que me haya permitido una corta visita”.

“Debe ser difícil vivir con un hombre tan duro y que tiene reglas estrictas”.

“Uno se acostumbra”. No lo miraba y mantenía su mirada al frente. “El castillo es grande, pero no es difícil recorrerlo. Estella y Hannah, lady Manchester, pueden encontrarse en la sala de estar a esta hora del día. Aunque puede ser difícil decir que estarán haciendo allí”.

“¿Perdón?”.

“No se sorprenda si descubre que participan en actividades poco femeninas”. Su tono tenía un poco de humor. “No son mujeres normales”.

Caminaron por un largo pasillo y luego ella lo condujo hacia un salón. Un gran salón que para nada parecía una sala de estar...Ryan no había estado mucho tiempo en el castillo de Manchester, pero había llegado a un par de conclusiones: el castillo y sus ocupantes constantemente lo sorprendían, y su prima podía cuidarse ella misma, era demasiado peligrosa con un florete.

CAPÍTULO TRES

La felicidad que llenaba el castillo de Manchester no se parecía en nada a la casa de Annalise. Atestiguar dicha alegría y tener que abandonarla, odiaba ese pensamiento, aunque se daba cuenta de que en menos de un día tendría que dejarla atrás. En el pasado nunca había envidiado a su hermanastra. Aunque ahora...añoraba lo que Estella tenía. El amor que compartía con su esposo era puro. Incluso lord y lady Manchester tenían algo especial entre ellos.

“¿Qué la tiene tan sensible?”, preguntó Estella.

“Nada”, dijo Annalise. “Al menos, no es algo que pueda cambiarse. Padre nunca permitirá que pueda quedarme más tiempo del que he pasado”. Puso una sonrisa en su rostro, esperando tranquilizar la preocupación de Estella. “¿Cuánto tiempo piensan pasar usted y lord Warwick en el castillo de Manchester? ¿Él no cuenta con una propiedad?”. Eso podía ser suficiente para distraer a su hermanastra. No deseaba comentar lo horrible que podía ser su padre.

“La tiene”, contestó Estella y luego soltó una sonrisita. “Partiremos poco tiempo después de ustedes. Garrick, lord Manchester tuvo la amabilidad de darnos un lugar donde quedarnos por un tiempo. Lo he disfrutado y Hannah es una nueva amiga que nunca había pensado tener”.

“Me alegra que haya encontrado una amiga”. Otro aspecto que agregar a la creciente lista de cosas que envidiaba que Estella tuviera. Si pensaba demasiado en ello, podría empezar a resentirse con su hermanastra. “Me alegro por usted”.

“Algún día encontrará alguien a quien amar”, dijo Estella. “Su padre no siempre estará presente para evitar que usted encuentre esa felicidad”.

Él estará el tiempo suficiente... su padre siempre había tenido la manera de evitar que algún cortejo iniciara. No tenía ninguna posibilidad de encontrar el amor. Era como si tuviera alguna forma de sentir cuando un hombre se interesaba en ella. El duque estaba decidido a elegir un esposo para ella, y Annalise rechazaba a todos los ‘lords’ que ponía delante de ella. Todos eran del tipo de su padre, y por el resto de su vida, no se uniría a otro hombre parecido a él.

“Eso es verdad”, estuvo de acuerdo. “Pero eso no significa que alguna vez no encuentre el amor. Algunas personas están destinadas a estar solas. Yo puedo ser una de ellas”.

“Mi querida Annalise”, dijo Estella y después le sonrió. “Tenga un poco de fe y atrévase a soñar. Tal vez tenga un hada madrina, como yo la tuve”.

Era su turno de reír. “No tengo un amor verdadero del que me mantengan alejada”. De cierta manera, deseaba tenerlo. Nunca se había enamorado, ni siquiera entendía cómo era que alguien la amara. Estella siempre había amado a Donovan. Annalise no tenía a nadie, y probablemente nunca lo tendría. Al menos mientras viviera su padre... “el amor no es para todos. Estaré bien...lo prometo”.

“Bueno, mientras lo prometa”. Estella puso los ojos en blanco. “No sea tan escéptica. En ocasiones los sueños se vuelven realidad. Si no tiene fe, dependerá que yo tenga un poco por usted”.

No quería discutir con Estella. Tenía poco tiempo y pronto su carruaje partiría rumbo a casa. Annalise quería que sus últimas horas fueran de alegría y no de tristeza. Si tener fe sobre que un día podría encontrar el amor, hacía feliz a su hermanastra, Annalise la tendría. No era un secreto que necesitara toda la ayuda que podía conseguir. Con un padre empeñado en hacerla miserable por completo, ella no alejaría a una verdadera amiga. Estella había sido siempre mejor socializando que Annalise. La mayoría de la sociedad la consideraba pretenciosa y cruel. A decir verdad, le resultaba difícil hablar con la gente y así resultaba. Le encantaría tener más amigos, pero no tenía idea de cómo desarrollar ese tipo de relaciones. “Si ocurre un milagro y encuentro el verdadero amor, sabré a quién agradecer”.

“Veré que lo haga”, Estella le guiñó un ojo. “Ahora venga a dar un paseo conmigo al jardín. Hannah está descansando y no deseo pasar tiempo con lady Corinne”.

“¿Quién es ella?”, preguntó Annalise. “No es muy conversadora. Intenté hablar con ella durante la cena y me ignoró por completo”.

La hermosa mujer rubia se había mantenido reservada la mayor parte del tiempo que se encontraba allí. En secreto había estado mirando a Marrok, y a su vez, su hermano había estado mirando a la dama. Algo estaba sucediendo entre ellos.

“De alguna manera está relacionada con lord Manchester, o tal vez fuera su sobrina...”. Estella frunció el ceño. “Ahora lo recuerdo. Es la tía de Amelia. Es la joven sobrina de Garrick. Pobre chica, perdió a sus padres. Lady Corrine era la hermana de su madre. Garrick le permite quedarse durante largas visitas para que Amelia no se sienta sola”.

“Eso es muy amable de su parte”, contestó Annalise. “Es bueno ver que hay un hombre que realmente se preocupa de sus relaciones femeninas”. Sí, su amargura se derramaba con esas palabras. Para su padre, ella no era más que una ficha de intercambio a usar para promover su ganancia personal.

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