Si Ella Corriera - Блейк Пирс


s i e l l a c o r r i e r a


(un misterio kate wise —libro 3)


b l a k e p i e r c e

Blake Pierce


Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce también es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicológico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicológico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros).


Blake Pierce es un ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber más y mantenerte en contacto.


Copyright © 2018 by Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto como esté permitido bajo la U.S. Copyright Act of 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida bajo ninguna forma y por ningún medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperación, sin el permiso previo del autor. Este libro electrónico está licenciado solo para su entretenimiento personal. Este libro electrónico no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si usted quisiera compartir este libro con otra persona, compre por favor una copia adicional para cada destinatario. Si usted está leyendo este libro y no lo compró, o no fue comprador para su uso exclusivo, entonces por favor regréselo y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor. Esta es una obra de ficción. Nombre, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son, o producto de la imaginación del autor o son usados en forma de ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Imagen de portada Copyright Tom Tom, usada bajo licencia de Shutterstock.com.


Traducción: Milagros Rosas Tirado

LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE


SERIE DE THRILLER DE SUSPENSE PSICOLÓGICO CON JESSIE HUNT

EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1)

EL TIPO PERFECTO (Libro #2)

LA CASA PERFECTA (Libro #3)


SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE

AL LADO (Libro #1)

LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2)

CALLEJÓN SIN SALIDA (Libro #3)


SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE

SI ELLA SUPIERA (Libro #1)

SI ELLA VIERA (Libro #2)

SI ELLA CORRIERA (Libro #3)

SI ELLA SE OCULTARA (Libro #4)

SI ELLA HUYERA (Libro #5)


SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE

VIGILANDO (Libro #1)

ESPERANDO (Libro #2)

ATRAYENDO (Libro #3)


SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE

UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)

UNA VEZ TOMADO (Libro #2)

UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)

UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)

UNA VEZ CAZADO (Libro #5)

UNA VEZ AÑORADO (Libro #6)

UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7)

UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8)

UNA VEZ ACECHADO (Libro #9)

UNA VEZ PERDIDO (Libro #10)

UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11)

UNA VEZ ATADO (Libro #12)

UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13)

UNA VEZ INACTIVO (Libro #14)


SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE

ANTES DE QUE MATE (Libro #1)

ANTES DE QUE VEA (Libro #2)

ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3)

ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4)

ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5)

ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6)

ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7)

ANTES DE QUE CACE (Libro #8)

ANTES DE QUE ATRAPE (Libro #9)

ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10)


SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK

CAUSA PARA MATAR (Libro #1)

UNA RAZÓN PARA HUIR (Libro #2)

UNA RAZÓN PARA ESCONDERSE (Libro #3)

UNA RAZÓN PARA TEMER (Libro #4)

UNA RAZÓN PARA RESCATAR (Libro #5)

UNA RAZÓN PARA ATERRARSE (Libro #6)


SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE

UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1)

UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2)

UN RASTRO DE VICIO (Libro #3)

UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4)

UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5)

CONTENIDOS


CAPÍTULO UNO

CAPÍTULO DOS

CAPÍTULO TRES

CAPÍTULO CUATRO

CAPÍTULO CINCO

CAPÍTULO SEIS

CAPÍTULO SIETE

CAPÍTULO OCHO

CAPÍTULO NUEVE

CAPÍTULO DIEZ

CAPÍTULO ONCE

CAPÍTULO DOCE

CAPÍTULO TRECE

CAPÍTULO CATORCE

CAPÍTULO QUINCE

CAPÍTULO DIECISÉIS

CAPÍTULO DIECISIETE

CAPÍTULO DIECIOCHO

CAPÍTULO DIECINUEVE

CAPÍTULO VEINTE

CAPÍTULO VEINTIUNO

CAPÍTULO VEINTIDÓS

CAPÍTULO VEINTITRÉS

CAPÍTULO VEINTICUATRO

CAPÍTULO VEINTICINCO

CAPÍTULO VEINTISÉIS

CAPÍTULO VEINTISIETE

CAPÍTULO VEINTIOCHO

CAPÍTULO VEINTINUEVE

CAPÍTULO UNO

Sus nervios estaban al límite y se sentía como si fuera a enfermarse en cualquier momento. En sus manos, los guantes de boxeo se sentían extraños y el protector de cabeza la sofocaba. Ninguna de estas cosas era nueva para Kate Wise —había estado entrenando durante unos dos meses—, pero era su primera vez practicando con una contrincante. Aunque consciente de que todo era por diversión y como parte del régimen de ejercicios, no por ello dejaba de sentirse nerviosa. Estaría lanzando golpes de verdad al cuerpo de alguien y eso no era cosa que alguna vez se hubiera tomado a la ligera.

Miró al otro lado del cuadrilátero a su compañera de prácticas, una mujer más joven a la que se esforzaba en no ver como una oponente. Era otro miembro del pequeño gimnasio que, al igual que ella, había estado siguiendo el programa de boxeo. El nombre de la mujer era Margo Dunn y estaba tomando el curso por la misma razón que Kate; era un gran ejercicio que involucraba todo el cuerpo, y en esencia, no requería demasiada carrera ni levantamiento de pesas.

Margo le sonrió a Kate en tanto su entrenador le ajustaba el protector bucal. Kate asintió en respuesta mientras su entrenador le colocaba a su vez el suyo. En cuanto calzó a la perfección alrededor de sus dientes, Kate sintió como si un interruptor hubiera sido pasado. Ahora estaba en modo boxeo. Sí, los nervios seguían allí, y ella se sentía incómoda con toda la situación, pero era el momento de avanzar, el momento de actuar. Solo había siete espectadores —los entrenadores y dos otros miembros del gimnasio que simplemente eran curiosos.

A un costado del cuadrilátero, alguien hizo sonar la pequeña campana para indicar el comienzo de la pelea. Kate avanzó a la mitad del ring, al encuentro con Margo. Entrechocaron los guantes y dieron dos respetuosos pasos hacia atrás.

Y entonces comenzó. Kate se movió un poco trazando un círculo, encontrando el ritmo con sus pies, el cual le habían enseñado a recordar como si fuera una danza. Dio un paso hacia adelante y lanzó su primer jab. Margo lo bloqueó con facilidad, pero fue bueno para ir calentando. Kate golpeó de nuevo, un pequeño puñetazo en la nuca con su mano izquierda. Margo bloqueó este y respondió con un izquierdazo que alcanzó a Kate de lleno en un costado de la cabeza. El puñetazo fue intencionadamente suave —esto era, después de todo, solo un encuentro para practicar— y aterrizó de lleno en el relleno del protector de cabeza. Con todo, fue suficiente para hacer que Kate se estremeciera un poco.

Tienes cincuenta y seis, se dijo mentalmente a sí misma. ¿Qué diablos estabas pensando?

Sopesaba la pregunta cuando Margo lanzó un gancho de derecha. Kate dio un paso al costado para evadirse. Esquivarlo con tanta facilidad le dio más confianza. Bloquear sin esfuerzo el jab de Margo que vino a continuación, avivó la necesidad de superarla.

Sabes porqué estás haciendo esto, pensó. Nueve semanas aquí y has perdido nueve kilos además de tener el mejor tono muscular de toda tu vida. Te sientes como veinte años más joven y sé sincera… ¿alguna vez te has sentido así de fuerte?

No, nunca. Y aunque no estaba ni así de cerca de dominar el arte del boxeo, sabía que había asimilado las habilidades básicas.

Con esta firme creencia, avanzó con un empuje casi agresivo, amagó un izquierdazo, y dio un gancho de derecha. En cuanto este aterrizó justo en la barbilla de Margo, Kate lanzó un jab de izquierda… y luego otro. Ambos dieron de lleno, sacudiendo un poco a Margo. Sus ojos brillaron de sorpresa mientras retrocedía con estupefacción hacia el ensogado. Sonrió, sin embargo. Al igual que Kate, ella sabía que esto era solo una práctica y acababa de aprender una lección: estar atenta todo el tiempo a los amagos.

Margo respondió con dos jabs al cuerpo, uno de los cuales conectó con las costillas de Kate. En un instante esta se quedó sin aire, y para cuando recuperó el aliento, vio venir por su izquierda un tremendo gancho de derecha. Intentó moverse pero no lo había captado a tiempo. Azotó un costado de su protegida cabeza y la sacudió hacia atrás.

Se mareó por un momento. Su visión se volvió borrosa y sintió algo débiles sus rodillas. Pensó en dejarse caer, solo para recuperar el aliento.

Sí… demasiado vieja para esto.

Pero entonces la respuesta a eso fue: ¿Conoces otras mujeres mayores de cincuenta que al recibir este puñetazo puedan permanecer de pie?

Kate respondió con dos jabs y un golpe dirigidos al cuerpo. Solo uno de los jabs aterrizó pero el impacto en el cuerpo lo sacudió. Margo se fue de nuevo contra las cuerdas, con un poco de pasmo. Regresó del ensogado y lanzó con impaciencia un gancho. No buscaba pegar. Solo era para hacer que Kate alzara sus brazos para bloquearlo, de manera que Margo pudiera entonces conectar unos jabs al indefenso tronco. Pero Kate vio la ligera vacilación en la maniobra, sabiendo cuál era el propósito que había detrás. En lugar de bloquear el golpe, violentamente dio un paso a la derecha, no interrumpió la trayectoria en arco del puñetazo, y entonces lanzó un jab de derecha que conectó con el costado de la cabeza de Margo.

Margo se fue abajo de inmediato. Cayó sobre su estómago y rodó con rapidez. Se deslizó hasta su esquina y expulsó su protector bucal. Sonrió a Kate y sacudió su cabeza en señal de.incredulidad.

—Lo siento —dijo Kate, arrodillándose delante de Margo.

—No hay porqué —dijo Margo—. Honestamente es inconcebible como logras ser así de rápida. Siento que necesito disculparme. Porque por tu edad, supuse que serías… más lenta.

El entrenador de Kate, un sexagenario de pelo entrecano y larga barba blanca, pasó por entre las cuerdas, riendo suavemente, —Yo cometí el mismo error —dijo—. Tuve un ojo morado por cerca de una semana a causa de ello. Recibí el mismísimo puñetazo que te tumbó.

—No tienes de qué excusarte —dijo Kate—. El que aterrizó en mi cabeza fue tremendo. Casi me acaba.

—Debería haber sido así —dijo el entrenador—. Honestamente, fue un poco más fuerte de lo que me gusta ver en estos pequeños encuentros de práctica —miró entonces a Margo—. Depende de ti. ¿Quieres continuar?

Margo asintió y se puso de pie. De nuevo, su entrenador le colocó el protector dental. Ambas mujeres retornaron a sus respectivas esquinas y aguardaron la campana.

Pero no fue la campana lo que Kate escuchó. En su lugar, escuchó sonar su teléfono. Y era el timbre que había asignado para las llamadas que venían del Buró.

Empujó el protector de su boca y extendió sus manos enguantadas a su entrenador. —Lo siento —dijo—. Tengo que atender esa.

Su entrenador sabía acerca de su trabajo de medio tiempo como agente especial. Pensaba que era una dura (en sus palabras, no las de ellas) cuando rehusaba a retirarse del todo de ese trabajo. Así que cuando desató sus guantes, lo hizo tan rápido como fue posible.

Kate se deslizó por entre las sogas y corrió hasta su bolso de gimnasio, que se hallaba recostado de la pared. Siempre lo mantenía afuera y no en los casilleros, por si acaso recibía una llamada. Tomó el teléfono y su corazón se aceleró llevado a un tiempo por la emoción y el desespero cuando vio en la pantalla el nombre del Director Adjunto Durán.

—Habla la Agente Wise —dijo.

—Wise, soy yo, Durán. ¿Tienes un segundo?

—Lo tengo —dijo, mirando hacia al cuadrilatero con ganas de volver allí. El entrenador de Margo estaba trabajando con ella en cómo evitar las fintas—. ¿Qué puedo hacer por ti?

—Esperaba que te incorporaras a un caso. Es efectivo en este momento, y necesitaría que tú y DeMarco tomaran un vuelo esta noche.

—No sé —dijo. Y esa era la verdad. Era muy repentino y ella le había hablado a Melissa, su hija, varias veces en las últimas semanas, acerca de no estar tan disponible para trabajos de ultimo minuto. Había estado pasando mucho más tiempo con Melissa y Michelle, su nieta, por algo más de un mes y finalmente tenían algo bueno que marchaba, algo como una rutina. Algo como una familia.

—Aprecio que pienses en mí —dijo Kate—. Pero no sé si puedo incorporarme a este. Es muy de ultimo minuto. Y tomar un vuelo… eso lo hace ver como que es bastante lejos. No sé si estoy preparada para un largo viaje. ¿Dónde es, en todo caso?

—Nueva York. Kate… Estoy casi seguro de que tiene relación con el caso Nobilini.

El nombre le produjo escalofríos. Su cabeza comenzó a vibrar, y no por el golpe que Margo le había dado hacía unos instantes. Destellos de un caso de hacía casi ocho años surgieron en su mente cual cascada —provocadores, incitantes.

—¿Kate?

—Estoy aquí —dijo. Miró entonces hacia el ring. Margo se estaba estirando y trotaba con suavidad en su sitio, lista para el próximo asalto.

Era una pena que no volviera a subirse. Porque tan pronto como Kate escuchó el nombre, supo que tomaría el caso. Tenía que hacerlo.

El caso Nobilini se le había escapado hacía ocho años —una de las auténticas derrotas que había tenido en su carrera.

Esta era su oportunidad de cerrarlo —de echarle el cerrojo al único caso que la había superado.

—¿Cuándo es el vuelo? —preguntó a Durán.

—Dulles a JFK, sale en cuatro horas.

Pensó en Melissa y Michelle con un peso en el corazón. Melissa no lo comprendería, pero Kate no podía rechazar esta oportunidad.

—Allí estaré —dijo.

CAPÍTULO DOS

Kate consiguió empacar y salir de Richmond en menos de hora y media. Cuando se encontró con su compañera, Kristen DeMarco, en las afueras de uno de los muchos Starbucks en el Aeropuerto Internacional de Dulles, solo disponían de diez minutos antes del despegue; ya la mayor parte de los pasajeros del avión se hallaba a bordo.

DeMarco caminó con rapidez hacia Kate, café en mano, al tiempo que sonreía y meneaba la cabeza. —Si solo te decidieras y te mudaras a Washington, no andarías con estas prisas y casi llegando tarde todo el tiempo.

—No puedo hacerlo —dijo Kate juntándose con ella y apurando el paso hasta la puerta de embarque—. Ya es bastante que este llamado trabajo de medio tiempo me mantenga alejada de mi familia más de lo que me gustaría. Si vivir en Washington fuera un requisito, no lo haría en absoluto.

—¿Cómo están Melissa y la pequeña Michelle? —preguntó DeMarco.

—Les va bien. Hablé con Melissa viniendo para acá. Dijo que comprendía y me deseó suerte. Y por primera vez, creo que en verdad lo sentía así.

—Bien. Te dije que se convencería. Supongo que no será de lo más agradable tener a una arisca como madre.

—Estoy lejos de ser arisca —dijo Kate al tiempo que llegaban a la puerta de embarque. Con todo, pensó en lo que estaba haciendo cuando recibió la llamada y pensó que estaría bien aceptar ese calificativo… al menos en parte.

—Lo último que escuché —dijo Kate—, es que estabas trabajando en un triple homicidio allá en Maine.

—Sí, lo estaba. Lo cerramos hace cerca de una semana —como seis agentes en total en esa cosa. Cuando recibí la llamada de Durán sobre este caso, me dijo que planeaba enviarte y preguntó si quería hacer equipo contigo. Yo, por supuesto, me abalancé sobre esa oportunidad. Le dije que me gustaría hacer equipo contigo siempre que fuera posible.

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