Si Ella Corriera - Блейк Пирс 3 стр.


Llegaron a la residencia Tucker a las 9:42. A Kate no la sorprendió en lo absoluto ver que la luz del porche, al igual que casi cada luz de la casa, estaba encendida. A juzgar por el atuendo de Jack Tucker, él había salido a trotar por la mañana. La pregunta de porqué su cuerpo había sido hallado en la ciudad, sin embargo, generaba muchas preguntas. Todas esas preguntas presumiblemente conducían a una esposa muy preocupada.

Una esposa preocupada que está a punto de descubrir que ahora es una viuda, pensó Kate. Dios mío, espero que no tengan chicos.

Kate estacionó delante de la casa y se bajaron del auto. DeMarco la seguía, solo que más despacio, como si quisiera dejarle en claro a Kate que no estaba para nada feliz acerca de este detalle en particular. Ascendieron por el camino empedrado que llevaba a la escalinata y Kate observó cómo la puerta principal se abría antes de que ellas siquiera llegaran al portal.

La mujer en la puerta las vio y se paralizó. Se veía como si estuviera haciendo un esfuerzo para encontrar las palabras que quería pronunciar. Al final, todo lo que pudo decir fue: —¿Quiénes son ustedes?

Kate lentamente metió la mano en el bolsillo de su chaqueta para buscar su identificación. Antes de que pudiera mostrarla completamente o dar su nombre, la esposa ya sabía. Lo expresaron sus ojos y el modo en que su rostro lentamente comenzó a arrugarse. Y cuando Kate y DeMarco finalmente llegaron a los escalones del portal, la esposa de Jack Tucker cayó de rodillas en la entrada y comenzó a gemir.

***

Resultó que los Tuckers sí tenían chicos. Tres de siete, diez, y trece. Estaban todavía despiertos, matando el tiempo en el salón de recibo mientras Kate hacía lo que podía para que la esposa—Missy, ella logró presentarse entre lágrimas y gemidos— pasara y se sentara. La de trece años se apresuró a venir al lado de su madre mientras esta asimilaba la devastadora noticia que acababa de recibir, y DeMarco hacía su mejor esfuerzo para alejar a los otros dos niños.

De alguna manera, Kate se dio cuenta que quizás había sido severa con DeMarco. Los primeros veinte minutos que pasó esa noche en el hogar de los Tucker fueron desgarradores. En su carrera solo hubo otro momento así de doloroso. Miró a DeMarco, tanto durante como después de que ella intentara apartar a los niños, y vio la cólera y la actitud desafiante. Kate se figuró que esto podría ser algo que DeMarco tendría en contra de ella por mucho tiempo.

En algún momento en medio de todo esto, Missy Tucker se dio cuenta de que tenía que hallar a alguien que estuviera con sus hijos, si pretendía ser de alguna ayuda para Kate y DeMarco. Entre sollozos, llamó a su cuñado, dándole a su vez las noticias. Él y su esposa también vivían en Ashton, así que salieron casi de inmediato para encargarse de los niños.

En un esfuerzo para darle a Missy y a los niños Tucker algo de privacidad para enfrentar su pena, Kate obtuvo el permiso de Missy para revisar la casa en busca de indicios de lo que podría haber ocurrido para que alguien terminara deseando asesinar a su marido. Comenzaron por el dormitorio principal, registrando las mesitas de noche de los Tuckers y sus objetos personales teniendo como fondo los sollozos de la familia en la planta baja.

—Esto realmente es desagradable —dijo DeMarco.

—Lo es. Lo siento, DeMarco. De verdad. Yo solo pensé que sería más fácil para todos los involucrados.

—¿Realmente es así? —preguntó DeMarco— Sé que todavía no te conozco bien, pero una de las cosas que conozco acerca de ti es que tienes una tendencia a salirte de tu senda para aplicarte toda la presión que puedas. Es porque no puedes solucionar algo tan simple como balancear tu tiempo con el Buró con el tiempo para tu familia.

—¿Perdón? —preguntó Kate, sintiendo una llamarada de indignación.

DeMarco se encogió de hombros. —Lo siento. Pero es cierto. Los policías locales podrían haber hecho esto y nosotros podríamos haber estado en cualquier otro lugar, indagando este caso.

—Sin testigos, la esposa es la mejor apuesta —dijo Kate—. Solo que ella también tiene que lidiar con la muerte de su marido. Es horrible para todos los involucrados. Pero tienes que superar tu propia incomodidad. En el gran esquema de las cosas, ¿quién sufre la mayor tribulación ahora mismo? ¿Tú o la reciente viuda que está allá abajo con su pena?

Kate no estaba consciente de su tono irritado y destemplado hasta que las últimas palabras salieron su boca. DeMarco la contempló por un momento antes de menear su cabeza como una adolescente malcriada sin nada que replicar y salió de la habitación.

Cuando Kate salió a su vez de la habitación, vio que DeMarco estaba revisando un estudio y una pequeña biblioteca justo al final del corredor. Kate la dejó en eso, optando por salir en busca de indicios. No estaba esperando encontrar algo mientras bordeaba los costados de la casa, pero sabía que sería irresponsible no seguir la rutina.

Regresando al interior, vio que el hermano de Jack Tucker y su esposa habían llegado. El hermano y Missy se hallaban enlazados en un trémulo abrazo mientras la esposa se arrodillaba junto a los niños y les daba a todos un abrazo. Kate vio que la de trece años —una chica que se parecía mucho a su padre— tenía una mirada inexpresiva en su rostro. Al verlos, no culpó a DeMarco por estar molesta con ella.

—¿Agente Wise?

Kate se volvió, a punto de dirigirse a los escalones, y vio venir a Missy por el pasillo. —¿Sí?

—Si vamos a hablar, hagámoslo ahora. No sé por cuánto tiempo más pueda mantenerme serena —ya comenzaba de nuevo con los gemidos y los llantos por lo bajo. Considerando que la noticia de la muerte de su marido se sabía hacía apenas una hora, Kate admiró su fortaleza.

Missy no dijo nada más, pero subió los escalones echando un vistazo hacia la sala de recibo donde sus hijos y parientes estaban reunidos. DeMarco se unió a ellas desde donde se encontraba, examinando el gabinete de medicamentos en el baño de la planta alta, y las tres ingresaron al dormitorio principal —el que Kate y DeMarco ya habían revisado.

Missy se sentó en el borde de la cama como una mujer que se despierta de un muy mal sueño, solo para darse cuenta de que el sueño era real.

—Usted me preguntó antes porqué estaba él en la ciudad de Nueva York —dijo—. Jack trabajaba como contador senior para una importante firma, Adler y Johnson. Ellos han estado trabajando día y noche en una gran auditoría para una compañía de energía nuclear que está terminando su contrato en Carolina del Sur. En las jornadas en las que han terminado a altas horas de la noche, él simplemente se había estado quedando en la ciudad.

—¿Esperaba que regresara esta noche o estaba usted pensando que se quedaría en un hotel? —preguntó DeMarco.

—Yo hablé con él como a las siete de esta mañana, antes de que saliera para su carrera matutina. Dijo no solo que planeaba llegar hoy a casa, sino que probablemente vendría temprano, quizás alrededor de las cuatro.

—Supongo que en algún momento comenzó a llamarlo o enviarle mensajes de texto, cuando se dio cuenta de que se estaba haciendo tarde —preguntó Kate.

—Sí, pero no hasta las siete más o menos. Cuando esos hombres se enfrascan en sus trabajos, el tiempo no existe.

—Sra. Tucker, el FBI fue llamado por el asesinato de su marido debido a que la situación refleja los detalles y circunstancias de un caso de hace ocho años. La víctima era otro hombre que vivía aquí en Ashton, asesinado también en Nueva York —explicó Kate—. No hay evidencias firmes que lo sostengan, pero es lo suficientemente parecido para haber alarmado al Buró. Así que es muy importante que usted trate de pensar en alguna persona que se haya vuelto enemiga de su marido.

Kate podía afirmar que Missy estaba luchando de nuevo por retener las lágrimas. Se tragó la necesidad de dar rienda suelta a la pena, tratando de reprimirla.

—No puedo pensar en nadie. No lo estoy diciendo porque ame al hombre, era extremadamente amable. Fuera de unas pocas y pequeñas discusiones en el trabajo, no creo que alguna vez haya sostenido una discusión acalorada.

—¿Qué hay de algún amigo cercano? —preguntó Kate— ¿Hay algunos amigos, hombres en particular, con los que él se juntara que pudieran haber visto otro lado de él?

—Bueno, le gustaba tontear con este grupo de amigos allá en el club de yates, pero no creo que ellos le describirían como alguien negativo.

— ¿Tiene los nombres de algunos de estos amigos con los que pudiéramos hablar? —preguntó DeMarco.

—Sí. Tenía este pequeño grupo… él y otros tres sujetos. Se juntan en el club de yates o se la pasan en el bar y miran los partidos. De fútbol, más que nada.

—¿Por casualidad sabe si alguno de ellos tiene personas que pudiera considerar enemigas? —preguntó DeMarco— ¿Incluso ex-esposas celosas o parientes distanciados?

—No sé. No los conozco tan bien...

El sonido de un llanto sin control en la planta baja la interrumpió. Missy miró en dirección a la puerta del dormitorio con una expresión que conmovió el corazón de Kate.

—Ese es Dylan, nuestro hijo del medio. Él y su padre eran…

Calló entonces, su labio temblaba mientras intentaba mantenerse serena.

—Está bien, Sra. Tucker —dijo DeMarco—. Vaya con sus hijos. Tenemos suficiente para empezar.

Missy se incorporó rápidamente y corrió hacia la puerta, comenzando a llorar. DeMarco la siguió con paso lento, lanzando una mirada de irritación hacia Kate. Esta se quedó parada en el dormitorio un rato más, poniendo freno a sus propias emociones. No, esta parte del trabajo nunca se hacía más fácil. Y el hecho de que hubieran conseguido tan poca información con esa visita lo hacía aún peor.

Finalmente se dirigió de regreso al corredor, comprendiendo porqué DeMarco estaba enojada con ella. Diablos, estaba un poco molesta consigo misma.

Kate bajó y se dirigió a la puerta. Vio que DeMarco ya se estaba subiendo al auto, enjugándose las lágrimas de sus ojos. Kate cerró la puerta suavemente detrás de ella, con el pesar y el llanto de la familia Tucker como un ujier que la iba conduciendo y la hundía más y más en un caso que ya parecía perdido.

CAPÍTULO CUATRO

A las nueve en punto de la mañana siguiente, las noticias del asesinato de Jack Tucker habían comenzado a recorrer Ashton. Era la principal razón por la que fue tan fácil para Kate y DeMarco entrar en contacto con los amigos de Jack —cuyos nombres y números Missy les había proporcionado la noche anterior. No solo sus amigos ya habían escuchado las noticias, también habían comenzado a hacer planes sobre cómo ayudar a Missy y los niños mientras estos lidiaban con su pérdida.

Luego de unas llamadas telefónicas, Kate y DeMarco quedaron en reunirse con tres de los amigos de Jack en el club de yates. Era un sábado, así que el estacionamiento ya se estaba llenando, siendo apenas las nueve de la mañana. El club estaba ubicado justo a lo largo de Long Island Sound y tenía lo que Kate pensó era probablemente la mejor vista del estrecho sin todo el pretencioso desfile de botes.

El club mismo era un edificio de dos plantas que se veía casi de estilo colonial, con un toque moderno, en particular el exterior y el paisajismo. Un hombre parado junto a la entrada saludó a Kate. Estaba vestido con una sencilla camisa con las puntas del cuello abotonadas y un par de pantalones kaki —probablemente adecuado en un fin de semana casual para alguien que pertenecía a un club de yates como este.

—¿Es usted la Agente Wise? —preguntó el hombre.

—Lo soy. Y esta es mi compañera, la Agente DeMarco.

DeMarco solo asintió, con la irritación y la amargura de la noche anterior todavía muy presente. Cuando se separaron al llegar al hotel aquella noche, DeMarco no había dicho ni una sola palabra. Apenas había dicho —buenos días— en el corto desayuno, pero eso había sido todo hasta el momento.

—Soy James Cortez —dijo el hombre—. Hablé con usted por teléfono esta mañana. Los otros están afuera en la veranda, listos y esperando con el café.

Las condujo a través del club, con sus altos techos y su cálido ambiente, extremadamente encantador. Kate se preguntó cuánto costaría la membrecía por un año. Fuera de sus posibilidades eso era seguro. Cuando pusieron un pie en la veranda que dominaba el Long Island Sound, no le quedó duda de su belleza: miraba directamente hacia el agua, con las elevadas siluetas y la bruma de la ciudad al fondo.

Había otros dos hombres sentados ante una pequeña mesa de madera sobre la que descansaba una enorme bandeja con pastas y bollos, al igual que una jarra de café. Ambos levantaron la vista hacia las agentes y se pusieron de pie para saludarlas. Uno de los hombres lucía más bien joven, ciertamente no mayor de treinta, en tanto que James Cortez y el otro hombre fácilmente eran cuarentones.

—Duncan Ertz —dijo el más joven, extendiendo su mano.

Kate y DeMarco estrecharon las manos de los hombres a medida que se fueron presentando rápidamente. El más viejo era Paul Wickers, recién retirado de su trabajo como corredor de bolsa y más que dispuesto a hablar de ello, siendo la segunda cosa que salió de su boca.

Kate y DeMarco se sentaron a la mesa. Kate tomó una de las tazas vacías de café y la llenó, sirviéndose el azúcar y la crema que se hallaban junto a la bandeja de pastas para desayunar.

—Duele pensar esta mañana en la pobre Missy y esos chicos —dijo Duncan, mordiendo una galleta danesa.

Kate recordó el trauma de la noche pasada y sintió la necesidad de ir a ver cómo estaba la pobre mujer. Miró a DeMarco al otro lado de la mesa y se preguntó si necesitaba ver cómo estaba ella, también. Tomando distancia de la situación, Kate comenzaba a comprender que tal vez DeMarco lo había tomado muy a pecho por algo en su pasado —algo que ella aún no había superado.

—Bueno —dijo Kate, —Missy específicamente les mencionó a ustedes, caballeros, como los más cercanos a Jack, fuera de su familia. Esperaba obtener algunas apreciaciones sobre la clase de hombre que era fuera de la casa y el trabajo.

—Bueno, esa es la cosa —dijo James Cortez—. Por lo que sé, Jack era el mismo hombre sin importar dónde estaba. Un hombre sin dobleces. Un alma noble que siempre quería ayudar a los demás. Si tuvo algún fallo, diría que se involucraba demasiado con su trabajo.

—Él siempre era bueno para los chistes —dijo Duncan—. La mayoría no eran graciosos, pero le encantaba contarlos.

—Eso es seguro —dijo Paul.

—¿No hay secretos que él les haya contado? —preguntó DeMarco— ¿Quizás una aventura o incluso el pensar en una?

—Dios, no —dijo Paul—. Jack Tucker estaba locamente enamorado de su esposa. Me sentiría seguro diciendo que ese hombre amaba todo lo que tenía que ver con su vida. Su esposa, hijos, trabajo, amigos…

—Y es por eso que esto no tiene sentido —dijo James—. Quiero decir esto de la manera más respetuosa posible, pero desde la perspectiva de un extraño, Jack era un sujeto bastante normal. Aburrido, casi.

—¿Alguna idea de si podría tener alguna conexión con la víctima de un asesinato que ocurrió hace ocho años? —preguntó Kate— Un sujeto de nombre Frank Nobilini que también vivía en Ashton y fue asesinado en Nueva York.

—¿Frank Nobilini?— dijo Duncan Ertz, meneando su cabeza.

—Sí —dijo James—. trabajaba para esa tremenda agencia de publicidad que hace los trabajos más arteros. Su esposa era Jennifer… tu esposa probablemente la conoce. Encantadora mujer. Metida en proyectos de embellecimiento de la comunidad, y muy activa con la Asociación de Padres y Maestros y otras cosas parecidas.

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