Casi Perdida - Блейк Пирс 2 стр.


Cassie bajó la mirada rápidamente, por miedo a que su expresión la delatara.

Afortunadamente las distrajo la llegada del vino, y luego de que ordenaran la comida, Jess abandonó el chisme jugoso.

–¿Qué vas a hacer ahora? —le preguntó a Cassie.

Cassie se sintió avergonzada por la pregunta, porque no tenía una repuesta coherente. Deseaba poder decirle a Jess que tenía un plan y que no estaba viviendo un día a la vez, sabiendo que tenía que aprovechar al máximo su estadía en Europa, pero sintiéndose cada vez más insegura acerca de su situación aquí.

–No estoy segura. Estuve pensando en volver a Estados Unidos, buscar trabajo en un lugar más cálido. Florida, quizás. Es costoso quedarse aquí.

Jess asintió con comprensión.

–Cuando llegué compré un auto. Alguien en la casa de huéspedes lo tenía a la venta. Eso se llevó mucho de mi dinero.

–¿Así que tienes un auto? —Preguntó Jess—. ¡Eso es genial!

–Lo he disfrutado mucho. Hice viajes increíbles afuera de la ciudad, pero usar el auto con la nafta y todo lo demás, e incluso la vida diaria me está costando más de lo que esperaba.

Desangrar dinero sin ninguna perspectiva de ganar más la estaba preocupando y le recordaba las batallas que había sufrido cuando era más joven.

Había abandonado su casa a los dieciséis años para escaparse de su padre violento y abusador, y desde entonces tuvo que cuidarse sola. No tenía seguridad, ni ahorros, ni una familia en la que apoyarse, porque su madre se había muerto y su hermana mayor, Jacqui, se había escapado unos años antes y nunca más había vuelto a contactarse.

Vivir sola había significado para Cassie sobrevivir mes a mes. A veces apenas lo lograba. No importaba si a fin de mes comía manteca de maní, había sido su alimentación básica en tiempos difíciles, y tenía el hábito de aceptar trabajos en restaurantes o como barman, en parte porque incluían comida gratis para el personal.

Ahora, la aterrorizaba vivir de los ahorros decrecientes que eran todo lo que tenía en el mundo, y gracias al dinero que le habían robado hoy, esos ahorros eran aun más minúsculos.

–Puedes buscar un trabajo temporal para salir del apuro —le aconsejó Jess, como si le hubiese leído la mente.

–Lo hice. Me presenté en algunos restaurantes e incluso solicité trabajo como barman en algunos pubs, pero me rechazaron inmediatamente. Aquí insisten mucho con tener los papeles en regla y yo solo tengo visa de visitante.

–¿Trabajo en restaurantes? ¿Por qué no como niñera? —preguntó Jess con curiosidad.

–No —lanzó Cassie, antes de recordar que Jess no sabía nada acerca de las circunstancias de su trabajo anterior. Luego continuó.

–Si no puedo trabajar, no puedo trabajar. No tener visa significa no tener visa, y trabajar como niñera es un compromiso a largo plazo.

–No necesariamente —argumentó Jess—. No tiene por qué serlo. Y tengo experiencia como niñera sin tener visa.

–¿De veras?

Cassie estaba decidida. No iba a volver a trabajar como niñera. De todas formas, lo que decía Jess parecía interesante.

–Todos los restaurantes y pubs reciben inspecciones regularmente. No hay forma de que contraten a alguien sin la visa adecuada. Pero trabajar para una familia es diferente. Es una zona gris. Después de todo, podrías ser una amiga de la familia. ¿Quién puede decir que en realidad estás trabajando? El año pasado me quedé en Devon con una amiga por un tiempo, y terminé haciendo algunos trabajos temporales, cuidando niños de los vecinos y de gente de la zona.

–Es bueno saberlo —dijo Cassie, pero no tenía la intención de explorar más esa opción.

Hablar con Jess hacía que se afianzara su decisión de volver a Estados Unidos. Si vendía el auto tendría suficiente dinero para mantenerse allí hasta que pudiera recuperarse.

Por otro lado, había pensado pasar más tiempo viajando. Había esperado con ansias pasar un año entero en el extranjero, y que eso le diera el tiempo que necesitaba para dejar atrás el pasado. Esta era su oportunidad para empezar su vida de cero y volver como una persona distinta. Volver a casa al poco tiempo de haberse ido sería como darse por vencida. No importaba que la gente pensara que no había tenido éxito, ella sentiría que había fracasado.

El mesero llegó con los platos llenos de nachos. Cassie le hincó el diente a la comida, hambrienta porque se había salteado el desayuno.

Pero Jess se detuvo con el ceño fruncido y sacó su teléfono del bolso.

–Hablando de trabajos de medio tiempo, una de las personas para las que trabajé me llamó ayer para ver si podía volver a ayudarlo.

–¿En serio? —preguntó Cassie, pero estaba concentrada en la comida.

–Ryan Ellis. Trabajé para él el año pasado. Los padres de su esposa se mudaban y necesitaban a alguien que cuidara de los niños mientras ellos estaban de viaje. Son personas encantadoras, y sus hijos tampoco están mal, tienen un varón y una nena. Hicimos un montón de cosas divertidas. Viven en un hermoso pueblo costero.

–¿En qué consiste el trabajo?

–Está buscando a alguien para más o menos tres semanas de forma urgente, para residir allí. Esto puede ser justo lo que necesitas, Cassie. Me pagaba muy bien, me daba efectivo y no le importaba para nada que no tuviera visa. Decía que si me habían aceptado en una agencia de niñeras, era porque sin dudas yo era una persona confiable. ¿Por qué no lo llamas y averiguas más?

Cassie se sintió tentada ante la posibilidad de tener efectivo en su bolsillo. Pero ¿otro trabajo como niñera? No se sentía lista. Quizás nunca lo estaría.

–No estoy segura de que sea para mí.

Sin embargo, Jess parecía decidida a solucionarle el futuro a Cassie. Marcó en su teléfono.

–Déjame que te envíe su número de todos modos. Y yo le enviaré un mensaje para decirle que quizás te pongas en contacto, y que yo te recomiendo ampliamente. Nunca se sabe, aun si no trabajas para él, quizás él conozca a alguien que necesite una casera. O a una paseadora de perros. O algo.

Cassie no podía discutir con ese razonamiento, y un minuto después su teléfono vibró por la llegada del mensaje de Jess.

–¿Cómo va tu trabajo? —le preguntó, una vez que Jess terminó de enviar el mensaje.

–No podría ir mejor.

Jess untó guacamole con un nacho.

–La familia es encantadora. Son muy generosos con mi tiempo libre y me dan muchas bonificaciones. Los niños pueden ser traviesos pero nunca desagradables, y creo que yo también les agrado.

Luego dijo en voz baja.

–La semana pasada, con toda la gente que llegaba para el casamiento, me presentaron a uno de los primos. Tiene veintiocho, es muy lindo y dirige una empresa de soporte informático. Creo que le gusto, y digamos que me divierte volver a coquetear.

Aunque estaba contenta por su amiga, Cassie no pudo evitar sentir una punzada de envidia. Ese era el trabajo soñado que secretamente ella había esperado. ¿Por qué a ella le había salido todo mal? ¿Había sido tan solo mala suerte o era, de alguna manera, por las decisiones que había tomado?

De repente, Cassie recordó lo que Jess le había dicho en el vuelo hacia Francia. Le había contado a Cassie que su primera asignación no había funcionado, por lo que la había abandonado y lo había intentado de nuevo.

Jess había tenido suerte en su segundo intento, y eso hizo que Cassie se preguntara si se estaba dando por vencida demasiado pronto.

Cuando terminaron los nachos, Jess miró la hora.

–Mejor me apuro. Harrods me está esperando —dijo—. Tendré que comprar regalos para toda la familia, para los niños y para el hermoso Jacques. ¿Qué le puedo comprar? ¿Qué se le regala a alguien con quien estás coqueteando? ¡Me llevará un buen rato decidirme!

Cassie se despidió de Jess con un abrazo, y con pena de que su almuerzo se hubiera terminado. La conversación amistosa había sido una distracción agradable. Jess parecía muy feliz, y Cassie podía entender por qué. La necesitaban y la valoraban, estaba ganando dinero, tenía un propósito en la vida y estaba segura.

Jess no andaba vagando sola, sin compañía, sin trabajo y con la paranoia de que la estaban buscando porque un juicio por homicidio estaba por empezar.

Unas semanas en un pueblo remoto podía ser exactamente lo que necesitaba ahora, en varios sentidos. Y Jess tenía razón. La llamada telefónica podía llevar a otras oportunidades laborales. Nunca las encontraría si no seguía intentándolo.

Cassie salió del pub lleno de gente para buscar una esquina tranquila, mirando a su alrededor en caso de que pasara algún carterista o ladrón de teléfonos.

Respiró hondo, y antes de que pudiera pensarlo demasiado y perdiera la calma, marcó el número.

CAPÍTULO DOS

Cassie se acercó a la pared para protegerse de la llovizna, aferrando su teléfono. Ahora que había llamado a Ryan Ellis, se sentía cada vez más nerviosa.

Tendría que ganar dinero de alguna forma si quería quedarse más tiempo en el Reino Unido, pero después de lo que había vivido en Francia no estaba segura de que trabajar como niñera fuese la decisión correcta. Aunque el trabajo fuese ideal, ¿la contratarían con tan poca experiencia y sin acreditación?

Cassie se imaginó armándose de valor para preguntar si podía aceptar el trabajo, para luego recibir un “No” vergonzoso como respuesta.

El teléfono sonó tantas veces que temió que la atendiera el correo de voz. En el último momento posible, un hombre atendió y respondió.

–Ryan al habla —dijo él.

Parecía sin aliento, como si hubiese tenido que correr hacia el teléfono.

–Hola, ¿es usted Ryan Ellis? —preguntó Cassie.

Se avergonzó ante la obviedad de la pregunta, pero no lo conocía y no le parecía correcto decir “Hola, Ryan”.

–Sí, soy yo. ¿Con quién hablo, por favor?

No parecía irritado sino más bien curioso.

–Mi nombre es Cassie Vale  y conseguí su número de mi amiga Jess, que trabajó para usted el año pasado. Ella me dijo que estaba buscando a alguien que lo ayudara a cuidar de los niños por un tiempo.

–Jess, Jess, Jess —repitió Ryan, como intentando ubicar el nombre, y luego— Ah, sí, ¡Jess de Estados Unidos! Ahora veo que me envió un mensaje. Qué joven tan agradable. ¿Ella te recomendó? ¿Es por eso que te comunicaste conmigo? Aún no leí el mensaje.

Cassie vaciló. ¿Iba a decir que sí? Hacerlo significaría comprometerse, y no estaba segura de querer dar ese paso aún.

–Quisiera saber más acerca del trabajo —dijo—. Estaba trabajando de niñera en Francia pero mi asignación terminó. He estado pensando en hacer algo a corto plazo, pero aún no estoy segura.

Hubo un breve silencio.

–Déjame ponerte al corriente. En este momento estoy desesperado. Acabo de pasar por un divorcio que me ha dejado bastante conmocionado. Los niños ni siquiera hablan de lo sucedido y necesito a alguien que los anime y con quien divertirse. Encima de todo tengo un proyecto laboral importante, con una fecha límite que está acaparando todo mi tiempo.

Cassie se sorprendió ante el relato de Ryan. No esperaba que estuviera en una situación tan seria. Con razón estaba desesperado por conseguir a alguien que lo ayudara.

El divorció debió haber sido traumático si había afectado tanto a los niños. Supuso que si Ryan los estaba cuidando su esposa debía haberlo dejado, probablemente por alguien más.

No tenía idea de cuál era la respuesta correcta.

–Eso suena muy estresante —dijo finalmente, para llenar el breve silencio.

–Estuve haciendo llamadas porque no he tenido la oportunidad de poner un anuncio, y me siento tan confundido que no creo que pueda seleccionar a alguien nuevo. Todos los que han trabajado para mí no están disponibles. No me importa decírtelo, necesito ayuda. Estoy dispuesto a pagar el triple de la tarifa normal, y el trabajo durará un máximo de tres semanas.

–Bueno… —comenzó Cassie.

No podía forzarse a decir que no. Sería cruel, siendo que este hombre estaba en una circunstancia tan urgente. Sentía pena por él, y sería egoísta rechazar el empleo inmediatamente. Claramente estaba desesperado por conseguir ayuda, y la buena paga junto con el periodo acotado era tentador.

–¿Por qué no vienes a conocernos? —Sugirió Ryan— ¿Tienes auto? Si no, puedo ir a buscarte a la estación. Pagaré por el billete, por supuesto.

–Tengo auto —dijo Cassie.

–Eso lo hace más fácil, te debería llevar unas cinco horas si el tráfico ayuda. Ahora te envío un mensaje con la dirección, y te devolveré el dinero del viaje si no te agradamos.

–Está bien. Saldré mañana en la mañana. Debería llegar a la hora del almuerzo —dijo Cassie.

Cortó el teléfono, aliviada de tener la oportunidad de pasar un tiempo con la familia antes de tomar una decisión. Si le agradaban, podría tener la oportunidad de hacer la diferencia en sus vidas, ofreciéndoles ayuda y apoyo durante un momento difícil.

Cuando Ryan le dijo que se había divorciado recientemente, no esperó sentir tanta compasión hacia él. Al haber crecido en un hogar lleno de conflictos y haber perdido a su madre a temprana edad, ella entendía lo que era. Esta era una situación en la que ella sabía que podía ser útil para la familia.

Cuando dejó su casa siendo una joven de dieciséis años desesperada y traumatizada, estaba decidida a seguir los pasos de su hermana y alejarse de los maltratos de su padre para siempre. Pero luego de escapar de su dominio rabioso, terminó en una relación dañina con su tóxico novio, Zane. Luego de viajar a Francia para huir de Zane, fue a parar a la pesadilla más grande de todas.

Fuera de la ciudad, en un pueblo costero remoto, estaría escondida, a salvo y podría vivir en un ambiente familiar en el que se sentiría útil, esa había sido una de las principales razones por las que había querido trabajar como niñera desde un principio.

Cassie esperaba poder utilizar su tiempo allí para sanar.

CAPÍTULO TRES

El viaje a la casa de Ryan Ellis le llevó más tiempo de lo que Cassie esperaba. Parecía imposible evitar el tráfico que obstruía las carreteras hacia el sur, y había dos zonas con obras viales en las que tuvo que tomar un desvío interminable.

Al estar más tiempo en la carretera, se estaba quedando sin combustible. Tuvo que utilizar lo último que le quedaba del dinero que Jess le había prestado para llenar el tanque. Preocupada por que Ryan pensara que había cambiado de idea, le envió un mensaje para disculparse y decirle que llegaría más tarde. Él respondió de inmediato: “No te preocupes, tómate tu tiempo, conduce con cuidado”.

Se apartó de la carretera dirigiéndose hacia el campo, y el paisaje era idílico. Estiró el cuello para observar, por encima de los arrayanes recortados, las pendientes con los mosaicos de praderas en todos los tonos desde verde profundo a castaño dorado, las granjas pintorescas y los ríos serpenteantes. El paisaje organizado le produjo una sensación de paz, aunque sabía que las nubes que se aproximaban terminarían en una tarde de lluvia, y deseó poder llegar a destino antes de que comenzara.

Después de más de seis horas de haber salido de Londres, llegó al pintoresco pueblo costero. Aún en las penumbras, el pueblo parecía encantador. El auto traqueteaba sobre las calles adoquinadas y los huecos entre las filas de casas le ofrecían vistazos del pintoresco puerto detrás. Ryan le había indicado cruzar el pueblo y conducir por la calle sobre el acantilado. La casa estaba a un par de kilómetros y tenía vista al mar.

Cassie se detuvo ante la verja abierta y observó con asombro que la casa que tenía en frente era casi demasiado perfecta para ser real. Parecía el lugar en el que siempre había soñado vivir. Una casa simple pero maravillosa, con líneas empinadas y detalles en madera que se fundían armoniosamente con el entorno, y que parecía un barco anclado en el puerto, con la diferencia de que esta construcción estaba enclavada en un acantilado y tenía una vista increíble del océano. El patio, bien cuidado, tenía un columpio y un subibaja. Ambos estaban oxidados, y Cassie supuso que eso daba una pista de la edad de los niños.

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