—Veo que finalmente vas a descansar un poco. —Agarré un montón de heno y lo dejé caer al suelo junto a su pecho, y él acercó la trompa—. ¡No! —Le aparté la trompa—. Es mi cama lo que te estás intentando comer.
Extendí el heno y me tumbé sobre él, apoyando la cabeza en su trompa enrollada. Dio un gran suspiro, y supe que pronto se dormiría. Me puse de costado y cerré los ojos.
Más tarde esa noche, me desperté sorprendida, ¡alguien se movió a mi lado!