Nate - T. Virginie 2 стр.


Mi hermana reacciona mucho más rápido que yo.

—Ven, te prepararé un café con doble ración de nata y azúcar.

Veo a ambas amigas cogerse del brazo y partir en dirección a la cocina, con Sevana parcialmente apoyada en mi hermana para poder caminar, y me quedo plantada en medio del salón, incapaz de reaccionar ante lo que acaba de pasar. Y la verdad es que no sé lo que acaba de pasar. ¿Cómo podría? Era muy pequeña cuando mis padres murieron. No sabía gran cosa sobre los fateles, aparte del hecho de que poseían poderes que se desarrollaban con la edad y la práctica. Debería haber comenzado mi entrenamiento a los seis años, pero no dio tiempo. No pude adquirir los conocimientos que necesitaba y Ashley, solo cinco años mayor que yo, no sabía lo suficiente para ayudarme. La habían enseñado a utilizar su propio poder, pero aún no le habían hablado de otros. Ese tipo de conocimientos se adquirían con doce o trece años, ya que se consideraban secundarios. Los fateles no estaban del todo equivocados, pues ¿de qué le sirve a una persona saber que alguien puede volar si ella misma es incapaz? Por tanto, ignoraba que hubiera fateles con poderes telequinéticos. De lo que sí estoy segura es de que cada fatel posee un solo don. Entonces, ¿cómo es posible que Sevana pueda también comunicarse telepáticamente? Por no mencionar que mi hermana ha afirmado que era profetisa. Por primera vez en mucho tiempo, mi curiosidad se sobrepone a mi desconfianza y me reúno con las dos, sentadas frente a una taza humeante que, por lo que se ve, me estaba esperando.

—Ha llegado el momento de hablar entre adultas.

No pronuncio palabra, con todos mis sentidos puestos en el más mínimo gesto de Sevana. Ashley me aprieta la mano, pero permanece igualmente callada.

—Como he dicho, soy fatel y también la hembra alfa de una manada. Ashley me ha contado por encima vuestra historia, pero la mía es muy diferente. En pocas palabras, he vivido entre humanos, desconocedora de mis orígenes. Hace unas semanas me atacaron unos metamorfos en el hospital donde trabajaba con Ashley.

Una leve angustia me oprime el pecho. Podría haberle ocurrido a mi hermana. ¿Por qué nadie me cuenta nada? La respuesta es sencilla: me habría presentado en el hospital hecha un basilisco y habría acabado con toda persona, buena o mala, que se hubiera cruzado en mi camino.

—Sam, mírame, todo va bien.

Ignoro por qué los ojos de Ash reflejan destellos de esperanza. Para ella es muy importante que no pierda los estribos. Está acostumbrada a mis cambios de humor y nunca me los ha reprochado, a pesar del dolor que le causan. En esta ocasión, sin embargo, me está suplicando que me controle. Esta historia reviste una importancia fundamental para ella y quiero entender la razón. Mi voz suena ronca cuando invito a Sevana a continuar su relato.

—Tu padre, Peter, me trató extraordinariamente bien, y una manada asociada al gobernador se hizo cargo de mi protección.

—¿Qué manada podía estar interesada? Has dicho que vivías como una simple humana.

—Una manada que odia a los disidentes tanto como nosotras.

—¿Cómo los Treat?

—Sí, solo que ellos los combaten.

Capítulo 2

Sam

¿Una manada que combate a los suyos? Me cuesta imaginarlo. Debo reconocer que Peter nos ha protegido siempre, incluso a pesar de mis excentricidades, y estoy segura de que estaría dispuesto a luchar por nosotras. La diferencia es que él nos acogió cuando éramos pequeñas y se ha encariñado con nosotras como un padre con sus hijas. El caso de esta manada es diferente, combaten para defender a gente desconocida.

—¿Por qué?

—¿Que por qué defienden a personas inocentes, vengan de donde vengan, contra los disidentes?

Asiento con la cabeza.

—Cada uno de los miembros de la manada Ángeles Guardianes tiene sus propias razones.

Eso no es una respuesta, sino más bien una evasiva. Se está escabullendo. Su historia debe ser falsa. Una patraña para convencerme de unirme a su causa.

—Veo que no te convence. La razón de mi compañero, Connor, es la venganza.

Entiendo la venganza. Es un sentimiento que en veinticinco años nunca me ha abandonado y una necesidad que me carcome poco a poco.

—Una manada rebelde asesinó a su familia porque ayudaban a fateles a ocultarse. Cuando el gobernador anunció su intención de combatir los abusos de los metamorfos, se unió a la causa.

La duda me corroe, tengo que saberlo.

—¿Te utiliza?

—¿Qué?

Su expresión de sorpresa y asco me asombra.

—No. Es sobreprotector en exceso. He tenido que amenazarle con colgarle de un árbol para que me dejase venir a verte. Me irrita, gruñe, pero ante todo es lo mejor que me ha pasado en la vida.

Qué sensiblería tan patética. ¡Desde luego, el amor es ciego!

—Solo estás enamorada. Ni siquiera ves lo que está pasando.

—Connor es mi alma gemela, Sam. Y he ganado mucho más que él sellando nuestro vínculo.

—No lo entiendo.

—Vives en una manada, pero me he dado cuenta de que eres bastante… independiente.

Es una bonita manera de decir que vivo al margen de todo y de todos.

—¿Has escuchado hablar de las almas gemelas de los metamorfos?

—No mucho. Es como estar enamorado, ¿no? Pero más animal.

Sonríe, claramente recordando alguna ocasión agradable. ¿Cuándo fue la última vez que viví un momento así?

—El vínculo entre dos almas gemelas es mucho más profundo que el sentimiento de amor corriente. Los metamorfos pueden tener varias compañeras a lo largo de su vida, pero solo tienen un alma gemela. Una vez la encuentran, es lo único que les importa. Se convierte en el centro de su universo. Y una vez unidas, las almas gemelas no pueden vivir la una sin la otra. Literalmente.

Eso quiere decir que si uno muere, el otro también, por lo que se ha asegurado de que él no la matará.

—Entonces no puedes morir.

—¿Cómo?

Ashley toma el relevo.

—Connor jamás haría nada que pudiera herir a su compañera.

—Únicamente porque si la mata, muere.

—No, Sam. No la has escuchado. Nunca le haría daño porque ella lo es todo para él. Es el gran amor de su vida. El único.

—Y porque si me tocase las narices, le patearía el trasero.

¿Perdón? Creo que estas dos románticas empedernidas olvidan algo.

—Los fateles no tienen nada que hacer contra un metamorfo enfadado y decidido.

—En circunstancias normales, es posible, pero yo ya no tengo nada de normal. Estoy vinculada a Connor. Nos hemos unido, de ahí la mordedura.

Hago una mueca al volver a mirarla. La visión de esa marca me resulta casi insoportable, y se me nota en la cara.

—Es la única manera que tiene un metamorfo de unirse definitivamente a su compañera. Jamás ha vuelto a morderme. No está conmigo por mi sangre, Sam.

Tal vez sea lo que él le ha hecho creer, pero a la larga…

—Como ya te he dicho, la que ha salido ganando he sido yo. Siempre he sido profetisa, pero el vínculo de unión me ha otorgado otros poderes.

Abro de par en par los ojos y la observo atentamente. Ni rastro de falsedad. Además, Ash sabría que miente. Nadie puede ocultarle nada a menos que se concentre.

—¿Eres más fuerte que el metamorfo ese?

—Soy más fuerte que Connor. Y aunque me sigue sobreprotegiendo como a una pequeña flor indefensa, también sé que le tranquiliza el hecho de que sea capaz de defenderme contra los rebeldes.

—Sois muy monos, me alegra que hayas encontrado a uno de los pocos metamorfos dignos de confianza que hay en el mundo, pero ¿por qué me estáis contando toda esta historia?

Las miro. Claramente, Sevana está esperando a que Ashley cuente el final de la historia, pero mi hermana no abre la boca y me temo lo peor. Un mal presentimiento se apodera de mí. Me levanto de un salto, con la súbita necesidad de largarme de lo mucho que me hierve la sangre.

—¿Queréis que me una a uno de ellos?

Ashley se apresura a cortarme el paso para que la mire.

—¡No, por supuesto que no! Nunca te pediría algo semejante.

Mi presión sanguínea se relaja un poco, pero permanezco a la espera.

—¿Entonces qué?

—Sevana regresa a su nuevo territorio con los Guardianes y yo voy con ellos.

Mi corazón está destrozado. Mi hermana se va. Abandona definitivamente a los Treat, porque sé que no es posible pertenecer a dos manadas. Y en consecuencia, también me abandona a mí. Me dejo caer en el suelo. Solo quiero estar sola.

—Sam, entiéndeme. No tengo elección.

Yergo la cabeza impetuosamente. ¿Cómo que no tiene elección? ¿Alguien la ha presionado? ¿Nathan sigue buscándole las cosquillas?

—¿Es Nathan quien te obliga a huir?

—No, Nathan está muerto, lo ha matado mi compañero.

El corazón me da un vuelco. Ashley se tapa inmediatamente la boca con la mano, pero su revelación no ha escapado a mi atención, ni muchísimo menos.

—¿Tu compañero?

Mi hermana, incómoda, se balancea de un pie al otro. Sospecho lo que voy a ver, un presentimiento me asalta y rezumo miedo por todos los poros de la piel. Extiendo la mano y le quito el fular. Veo la mordedura en su cuello. Lo sabía. Ashley nunca lleva fular, nunca. Juraría que opuso resistencia. Es una herida horrible y debió hacerle sufrir un martirio. En mi cabeza se baten la rabia, la incomprensión y el sentimiento de traición. Después de todo lo que hemos pasado, se ha rendido y se ha metido en la boca del lobo. Cierro los puños con tanta fuerza que las uñas se me clavan en las palmas.

—Sam, cálmate.

A mi hermana se le llenan los ojos de lágrimas mientras su amiga sangra por la nariz. No soporto verlas dejarse manipular de esta manera. Mi hermana se merece algo mejor.

—Dile a tu compañero que venga.

Esa palabra me desgarra literalmente la boca.

—Tendré que conocerlo si forma parte de la familia.

Mi tono almibarado no engaña a nadie y ambas sacuden la cabeza en señal de negación.

—No mientras te encuentres en este estado mental.

Siento cómo la magia me rodea, tratando de infiltrarse en mi cabeza para sosegarme, pero después de tantos años he aprendido a escudarme de sus poderes y debería saberlo.

—Para.

No quiero hacerle daño. Es mi hermana, la mitad de mi corazón, y sin embargo ahora no confío en ella. Es una sensación desagradable. Siempre he pensado que era la única persona con quien podía sentirme totalmente segura, y en este momento no hay nada más lejos de la realidad.

—Estamos enamorados, Sam.

—Abre los ojos. Eso no es una señal de amor.

Señalo con el dedo las profundas marcas de dientes que le dañan la piel.

—Es una herida horrible que te han obligado a aceptar.

—Sam, déjame enseñártela y explicarme. Te lo suplico.

Sus lágrimas son tan suyas como mías y me culpo por hacerla sufrir así.

—No me pidas que escoja. No sería capaz.

¿No me preferiría a mí antes que a su torturador? ¿Por qué? Respiro profundamente para apaciguar mi tormenta emocional, pero mantengo todos los sentidos alerta.

—¿Qué quieres enseñarme?

Tira un poco de su camiseta y veo una segunda mordedura más limpia.

—Esta es la marca de unión que me ha hecho Sean. Tenías razón, lo otro es una herida y opuse resistencia.

Monto en cólera. ¿Es así como piensa calmarme?

—Fue Nathan. Traicionó a los Treat y quiso reivindicarme a la fuerza. Hizo que me raptara un alfa disidente, pero Sean acudió a mi rescate con Sevana y su compañero.

Mi hermana desaparece y nadie me informa de nada. Esto ya es peor que ser el último mono, es ser insignificante.

—Sean mató a Nathan para protegerme. Y no me obligó a nada. Estaba dispuesto a esperar para reivindicarme. Es muy protector conmigo y no volverá a morderme jamás. No me quiere por mi sangre.

Me he perdido. Los disidentes no luchan entre ellos. Al contrario, comparten la sangre de los fateles para que otras manadas estén en deuda con ellos.

—Quiero conocerlo.

—Y estás en tu derecho, pero antes quiero que te calmes. Es parte de mí, de mi alma, y si le haces daño, sufriré mucho.

Asiento con la cabeza en señal de entendimiento. Sevana coge un pañuelo para limpiarse la sangre seca de la nariz, que ya ha dejado de correr.

—Os dejo en familia, necesito descansar y Connor está preocupado.

—Tú eres una más de la familia, Sevana.

Se sonríen y siento una punzada en el corazón al verlas tan unidas.

—Lo sé, pero acudí en tu ayuda a pesar de que él no quería que estuviera en primera línea y también he tenido que pelearme con él para que me dejase venir a ver a Sam contigo.

Me mira encogiéndose de hombros.

—No quería que me acercase a ti.

Lo entiendo. Tengo una reputación entre los Treat que desde luego no inspira mucha confianza.

—Si no soy considerada con él, lo volveré loco.

Dicho esto, sale de la habitación y de mi casa.

—¿Actúa en contra de la voluntad de su alfa?

Ashley sacude la cabeza.

—Le planta cara a su compañero, que es diferente.

Puede ser. O no. La verdad es que no tengo ni idea.

Tres golpes secos en la puerta me sobresaltan.

—Tranquila, Sam. Es Sean, mi compañero. Antes de abrir la puerta, debo advertirte.

Entrecierro los ojos con expresión suspicaz, a la espera de que continúe.

—Es autoritario. Y tozudo. Vamos, un beta. Un metamorfo beta.

¿Y eso le conviene? ¿A ella que no soporta que le den órdenes?

—Entiendo que tengas dudas, pero es mi alma gemela. Fue un flechazo, ¡aunque no quiere decir que no me ponga nerviosa a veces!

—Ve a abrir. Está esperando y no quiero que me tire la puerta abajo.

En efecto vuelve a golpear la puerta, ahora con más fuerza.

—Pues sí. Rompió la mía cuando Nathan me agredió y yo no podía abrir, así que es perfectamente capaz.

¿Y yo soy la desequilibrada?

Capítulo 3

Sam

Inequívocamente, el hombre que cruza el umbral de mi puerta es metamorfo. Es más alto que Ashley, a quien estrecha contra sí como si se le fuera la vida en ello. Es rubio, y sus penetrantes ojos dorados me juzgan como yo lo juzgo a él. Empieza a gruñir. ¿Por mí o por Ashley? Ni idea, pero queda claro que este tipo es tan inestable como yo, y sé cómo puede convertirse en un animorfo incontrolable. Mi hermana le propina un codazo en las costillas para llamarle la atención.

—¡Para de gruñir!

Todo obediente, deja de gruñir de inmediato, lo cual me desconcierta.

—Perdón. Un acto reflejo.

Cuando la mira, sus ojos pasan de dorado a oro fundido. Me impresiona la intensidad de su mirada, colmada de adoración por mi hermana. Nunca he prestado atención a las parejas de la manada. A decir verdad, nunca he prestado atención a la manada en general. Por tanto, ignoro los pormenores del vínculo de unión y las almas gemelas. Pero quiera o no quiera, lo acepte o no, sus sentimientos por Ashley son evidentes. De nada sirve engañarse, no está con ella por su don ni por su sangre, sino por su persona, y nunca lo habría creído si no los hubiera visto juntos. Mi hermana, de corazón tierno, lo mira exactamente de la misma manera. Es vomitivo. Creo que se han olvidado de que estoy aquí. Están en su mundo, en su burbuja. Me noto algo celosa. Para mí, que a menudo me siento sola e incomprendida, tener esa armonía con alguien se reduce a un mero sueño. Podría ponerme en plan ogro y hacerle sangrar para recordarles que estoy aquí, pero seguramente mi hermana me lo reprocharía.

—Ya tendréis tiempo de miraros más tarde. Sobre todo en otro lugar que no sea mi casa.

Ashley se pone roja hasta las orejas, mirándome con expresión arrepentida.

—Hola, soy Sean, el compañero de Ashley.

Da un paso adelante sin soltar a mi hermana y me tiende la mano. No me gusta que me toquen y el hecho de que me saque más de una cabeza me pone nerviosa. Su aura de poderoso metamorfo dominante me apabulla y me perturba. Ante los ojos suplicantes de mi hermana, hago el esfuerzo de estrecharle la mano durante una milésima de segundo por educación.

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