Los Secretos Del Rubicón - Mariano Bas



Ivo Ragazzini

LOS SECRETOS DEL RUBICÓN

La frontera rojo púrpura de Roma

Título original: I Segreti del Rubicone

Traducido por: Mariano Bas

Título original: I segreti del Rubicone

© 2018 Ivo Ragazzini

Primera edición en papel: noviembre de 2018 – Montag Edizioni

Segunda edición en papel: septiembre de 2020

Primera edición en formato electrónico: agosto de 2019

Segunda edición en formato electrónico: septiembre de 2020

Traducido por: Mariano Bas

Editorial: Tektime – www.traduzionelibri.it

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Prólogo

Había una vez una tierra que los romanos atravesaban y defendían como una frontera sagrada e infranqueable que conducía a Roma.

A esa tierra antiguamente se la llamaba Flaminia, luego fue rebautizada como Romaña por motivos que pronto descubriréis vosotros mismos.

Hoy esa frontera sagrada e infranqueable para los dioses de Roma ya no existe, pero entonces existía y en sus parajes ocurrieron muchas cosas.

Los romanos entonces sabían qué era esa frontera y por qué motivo la habían construido, pero, desde la Edad Media hasta hoy, nadie sabe ya dónde se encontraba realmente y muchos han tratado de descubrirla.

Pero la búsqueda no fue única y aparecieron tres o cuatro hipótesis opuestas entre sí sobre dónde pudo encontrarse ese lugar.

Pero ¿dónde estaba esa frontera? Y, sobre todo, ¿qué ocurrió realmente en sus alrededores?

Muchas personas se lo preguntan todavía hoy y, desde hace siglos, diversos círculos y academias cada cierto tiempo se reúnen en tumultuosas conferencias para decidir, ahora a favor de un lugar, ahora a favor de otro, ahora a favor de un tercero.

Pero a preguntas del tipo:

¿Qué y por qué motivo se construyó por primera vez en esa frontera?

¿Con que objetivo y cómo se construyó?

¿Por qué la llamaban los romanos Puniceus Rubicon?

¿Por qué había arenas rojas que hoy ya no existen?

¿Había un lugar llamado «Malanoche» al borde de esa frontera?

¿César y muchos legionarios romanos tuvieron pesadillas o una mala noche antes de cruzar esa frontera?

Parece que sobre estas y otras muchas preguntas nadie ha tratado de llegar nunca hasta el fondo.

Y es una lástima, porque habrían llegado a descubrir por esas respuestas y muchas más qué era y para qué servía el Rubicón, lo que habría llevado a descubrir también por qué y por quién fue construida esa frontera, más muchas otras cosas que también descubriréis al leer este libro.

En resumen, se lleva siglos discutiendo e investigando dónde estaba el Rubicón, pero antes de descubrir dónde estuvo esta frontera, muchos han omitido averiguar para qué servía y quién y por qué lo construyó originalmente cuando César no había nacido todavía.

Y quien hubiera investigado a fondo estas cosas, estoy convencido de que habría descubierto inevitablemente esto y muchas otras cosas.

Solo añado que este libro, al no ser una reconstrucción de otros trabajos, os llevará a descubrir por primera vez muchos otros misterios y datos sobre la historia de Roma, el Rubicón y la Romaña antigua que no sospechabais.

A caballo entre el ensayo y el relato histórico, abriéndose paso entre veinte siglos de historia y por caminos inexplorados antes, este libro, usando investigación histórica, historias locales olvidadas, investigación etimológica y observaciones no realizadas antes, arroja por primera vez bastantes ráfagas de luz sobre las sombras de aquellos acontecimientos que se disputaron en una frontera rojo púrpura llamada el Rubicón, creando un relato único que no reproduce nada de lo escrito hasta ahora sobre el tema.

Este libro en concreto os explicará por primera vez:

¿Qué era realmente el Rubicón?

¿Por qué se llamaba así?

¿Quién y por qué creó esa frontera mucho antes de César?

¿Qué era la Romaña en esa época?

¿Qué símbolos y enseñas tenían las legiones galas de César?

¿Qué insultos usaban los legionarios y guerreros romanos de la época?

¿Qué era la fiesta de año nuevo en los tiempos de César?

¿Por qué César cruzó el Rubicón inmediatamente después de las elecciones de año nuevo?

Y, a decir verdad, muchas otras cosas que no creo que hayáis sospechado en un crescendo de hechos y revelaciones que os desvelarán muchos hechos y lugares olvidados por la historia en ese periodo turbulento del paso de la república al imperio romano.

Por todo ello, buena lectura y buen redescubrimiento de la historia del Rubicón y de muchas otras cosas más.

Ivo Ragazzini

Donde estaba el Rubicón, estaba también el camino hacia Roma

Romaña, hacia finales del año 50 a.C.

Julio César y su escolta militar se dirigen desde Rávena hacia Cesena

Ubi est Rubico finis, etiam est Roman Via (Donde estaba el Rubicón, estaba también el camino hacia Roma) —dijo César al joven comandante de escolta Quinto Hortensio, que se sentaba a su lado sobre un carro militar, mientras atravesaban desde Rávena la calle custodiada por la Décima Legión

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—Antes de ahora no, pero una vez un centurión me contó algo —respondió el comandante Hortensio en un latín mezclado con galo.

—¿Te dijo al menos quién los creó y por qué se lo llamó Puniceus Rubicon?

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—No.

—Entonces no te explicó gran cosa ese centurión —Cesar sonrió.

—¿Quieres ser mi maestro, general César?

—Está bien, comandante Hortensio.

»Hace muchos años, cuando la Romanvia

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Flaminia

»Sin embargo, pocos años después, un general púnico llamado Aníbal atravesó los Alpes y sorprendió a Roma desde el norte de Italia.

»Así que el tribuno Flaminio es nombrado cónsul y el senado le ordenó que defendiera a marchas forzadas el camino hacia Roma que acababa de finalizar y construir una línea defensiva para impedir el acceso y cerrar el paso de Aníbal hacia Roma.

»Y así el cónsul Flaminio construyó esa serie de líneas defensivas sobre algunos ríos y arroyos entre la actual Caes Arena y Ariminium y llamó Puniceus Rubico

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púnico Aníbal

—Muchas gracias, César. ¿Por qué hoy lo llamamos Rubico finis? —preguntó Hortensio.

—Porque todavía hoy hay una línea rojo púrpura inexpugnable a los enemigos y protegida por los dioses de Roma.

»Esas defensas se cerraron como empalizadas de pinos marítimos talados en los enormes pinares que ves que nos rodean, luego pintados de rúbico,

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Patres

—¿Así que es por eso por lo que está prohibido cruzar armado el Rubicón? —preguntó un poco espantado Hortensio.

—Cierto, pero añadieron también los legionarios para custodiarlo, porque a veces los dioses solos no bastan. Y visto que ahora ha desaparecido la amenaza púnica, la mayoría lo llamamos solo Rubicón y lo mantenemos en pie para evitar el acceso hacia Roma por parte de bárbaros y enemigos desde el norte.

»Legionarios romanos y galos incluidos, naturalmente —añadió César sonriendo.

—¿Así que Rubicón significa rojo púrpura, noble César?

—Sí, es el color sagrado de Roma, el color rúbico que ves todavía en todos nuestros mensajes y notas bordeadas de rojo que enviamos y recibimos de Roma

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—Gracias, César, no lo sabía. ¿Me explicarías también por qué los legionarios romanos tienen miedo de atravesarlo, mientras que los de origen galo no?

—Porque quien es romano y lo atraviesa se convierte en un traidor y se dice que será fulminado por los dioses de Roma, mientras que quien no es romano se verá derrotado con la ayuda de los dioses por los soldados de Roma. O al menos eso dicen algunos sacerdotes flamines que cada cierto tiempo hacen un rito de maldición contra aquellos que traten de atravesarlo en armas —responde todavía sonriendo César.

—¿Y con todas estas maldiciones que lo rodean, no tendrías tú también miedo de atravesarlo, noble César?

—Un poco sí, pero no mucho —respondió César tras pensarlo un poco.

—¿Por tanto es solo por la protección sagrada de los sacerdotes flamines por lo que nuestros legionarios galos estarían dispuestos a atacarlo, mientras que los legionarios romanos no querrían hacerlo? —preguntó reflexionando para sí Hortensio.

—Sí, el problema no es solo militar, sino también religioso —respondió sonriendo César

—¿Entonces el Rubicón se defiende desde esa empalizada roja?

—Sí. Esos palos pintados de rojo púrpura se reponen y reconsagran cada cierto tiempo con la intervención de un flamen Dialis

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—He leído un informe que dice: hay dos legiones de Pompeyo que han salido del Rubicón y han formado casi justo debajo de Cesena —comentó Hortensio, cada vez con más curiosidad por aprender cosas nuevas.

—Sí, pero no es exacto que hayan salido del Rubicón: se han desplegado sobre las tres líneas defensivas que siempre ha tenido el Rubicón desde los tiempos de Flaminio, cuando intentó detener a Aníbal entre Rímini y Cesena.

—¿El Rubicón tiene tres líneas defensivas entre Rímini y Cesena? —preguntó un poco sorprendido Hortensio.

—Sí, comandante Hortensio. El Rubicón se construyó sobre tres líneas defensivas, distanciadas lo suficiente entre sí como para poder maniobrar cómodamente entre ellas y responder a los ataques enemigos, como nuestra táctica bélica romana debería haberte enseñado desde hace mucho tiempo —César sonrió ligeramente, viendo a Hortensio como un alumno joven.

—¿Y cuál de las tres líneas sería entonces el Rubicón?

—Son las tres líneas defensivas del Rubicón, pero solo la última línea roja, la que se encuentra poco antes de Ariminium, construida sobre el río Pluso

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Hortensio se quedó pensativo un momento y luego añadió:

—¿Y si la pasáramos armados?

—Seríamos inmediatamente declarados traidores y enemigos de Roma.

—Entiendo. ¿Por qué se llama Romandía a esa zona? —preguntó Hortensio, como incasable curioso que era.

—Se la llama Romandía porque significa cruce y mandato romano y sirve en tiempo de paz para disolver las legiones antes de entrar en Roma o rearmarlas y reorganizarlas para dirigirse al norte.

»Por otro lado, si has leído el último informe militar, tienen miedo de que atravesemos esa línea y han mandado a toda velocidad dos legiones pompeyanas para situarlas sobre la primera línea al lado de Cesena y reforzar esa zona para impedirnos atravesarla —explicó César.

—Sí, también yo he leído ese informe. Dice que las legiones pompeyanas han salido del Rubicón y se han dispuesto sobre algunos ríos y arroyos bien defendidos y están prácticamente a las puertas de Cesena —respondió Hortensio.

—Exacto, pero quiero mostrarte mejor la situación —dijo César mientras sacaba un mapa del lugar dibujado sobre un pergamino que abrió delante de Hortensio—. Los legionarios de Pompeyo están colocados más o menos aquí, en las cercanías de Caes Arena, como hizo el cónsul Flaminio contra Aníbal. Y su primera línea se encuentra junto a este río que puede acrecentarse desviando las aguas gracias a las esclusas y canales descendientes que se encuentran a unas millas sobre los montes que hay sobre Caes Arena —dijo César mientras indicaba el lugar sobre el mapa.

—¿Y dónde está la segunda línea del Rubicón? —preguntó Hortensio.

—Está aquí, a unas millas más atrás sobre otro riachuelo, en un lugar llamado Ad Confluentes, que puede acrecentarse también desviando las aguas del monte —César mostró el punto sobre el mapa a Hortensio.

—¿Y la última línea dónde está?

—Es esta línea roja que ves dibujada aquí, unas millas todavía más al sur, junto a Ariminium

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¿Cuál era el verdadero Rubicón?

Ya deberíais haberlo entendido por el diálogo entre César y Hortensio, pero tratemos de resumir un poco lo que había sucedido a lo largo del tiempo.

Los historiadores han debatido y se han devanado los sesos durante siglos sobre qué pudo ser el verdadero Rubicón debido al hecho de que, según fuentes históricas, relatos y reconstrucciones geológicas, a veces parecía ser un río que pasaba cerca de Cesena, a veces otros ríos entre Savignano y Santarcangelo di Romagna,

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La confusión se debió al hecho de que hace mucho tiempo, en los tiempos del cónsul Flaminio, los romanos habían creado una defensa compuesta por tres líneas defensivas dispuestas una detrás de la otra, como indicaba la técnica militar de la época, para cerrar el paso nada menos que al cartaginés, o púnico, Aníbal,

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Roman-Dia Roman-ViaTravesía Romana Vía a Roma

De esos términos derivaron después los nombres Romània, Romandiola y la actual Romaña.

La última línea defensiva del Rubicón se trazó casi toda sobre el río que hoy se llama Uso.

Las otras dos líneas del Rubicón eran: una sobre el río Pressatellum, hoy llamado Pisciatello, y la otra sobre el río hoy llamado Fiumicino. Y probablemente ambas, si no las tres, estaban conectadas mediante canales y compuertas hidráulicas con las fuentes montañosas del Urgon, otro río cuyo nombre los historiadores creen que significaba Rubicón en dialecto romañolo, pero que en etrusco significaba algo muy distinto, como leeréis más delante.

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Bastantes millas de esa frontera sobre el río Uso estaban cerradas por una hilera de altas estacas y tablas de madera engarzadas mediante hierros y abrazaderas metálicas y, hasta 1750, todavía existían restos de esas empalizadas sobre las orillas del río Uso, hasta el punto de que los campesinos del lugar solían tomarlos para fabricar aperos agrícolas.

Si pensáis que una obra de este tipo sería bastante grande o imposible para los romanos, deberíais saber que Craso, triunviro contemporáneo de César, hizo en torno al año 70 a.C. una obra similar, dividiendo en dos la Calabria, desde la costa del Tirreno al Jónico, como una empalizada de cuatro metros de alto, para aislar la revuelta de Espartaco y sus gladiadores rebeldes que se habían refugiado en el Aspromonte.

Además, el Rubicón tenía piedras y arenas coloreadas de rojo sobre el río Uso que hoy ya no existen, pero que hasta el siglo XVIII todavía existían, como los historiadores académicos de la época refirieron y discutieron durante mucho tiempo, llegando a suponer que habían sido los romanos los que las habían coloreado de rojo para que se supiera que aquello era el Rubicón.

Sin embargo, no eran realmente piedras y arenas coloreadas a propósito de rojo por los romanos, sino el pigmento rojo púrpura caído al suelo que en su momento coloreaba la empalizada de madera y que poco a poco se fue desprendiendo por las lluvias y las riadas, a medida que pasaba el tiempo y se descomponía la madera de dicha empalizada.

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