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—Gracias, ya sabéis que me gustan las carreras de caballos, pero antes hablemos de la situación estratégica de Pompeyo —respondió César.
—Pompeyo sospecha que quieres atacar Roma, ha salido de la frontera del Rubicón y ha avanzado con las dos legiones hasta apropiarse del Prissatellum,
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Caes solum32
—Sí, lo he sabido por los correos. Pompeyo ha hecho más o menos lo que hizo Flaminio cuando se puso a esperar la llegada de Aníbal —respondió sonriendo César.
—Exacto, mi César; solo tiene dos legiones y las ha dispuesto en formación de defensa sobre el Rubicón —dijo Marco Antonio.
—¿Y qué más está haciendo para defenderse? —añadió César.
—Pompeyo está amenazando a través de algunos sacerdotes con maldiciones y pérdida de la ciudadanía contra aquellos que osemos atravesar el Rubicón, pero solo lo hace para ganar tiempo y asentar una tercera legión de refuerzo en retaguardia y cubrir mejor la línea defensiva —respondió Marco Antonio.
—¡Mortatibus sui!
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—Parece que sí, César. Y ha anunciado el envío de flamines y vaticanos
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Caes Arena—Sin duda lo veremos. Como representantes de los dioses de Roma tienen acceso a cualquier lugar ocupado por legiones y legionarios romanos —respondió Labieno, el mejor general romano de César.
—¿Y si vinieran, que creéis que harían? —preguntó César.
—Normalmente hacen dos cosas. Negociar una paz en nombre del senado y disuadir a quien quiera atacar Roma o maldecir a todos contra los Dioses y nuestros antepasados guerreros —explicó Labieno.
—Somos mis antepasados y yo los que ya les hemos maldecido y les hemos declarado la guerra mucho antes que ellos —respondió César, sin poder seguir manteniendo la calma.
—¿Es que has hecho oficiar maldiciones y contrasacrificios mágicos a los sacerdotes druidas
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—He hecho todo lo que es necesario para vencerlos y derrotarlos, general Labieno, y esto puede incluir tener buenos legionarios, como vosotros, y bastantes otras cosas —respondió César.
—Es una cosa malvada y prohibida atormentar con sacerdotes a un ciudadano romano o un amigo por intervención divina. Solo a los enemigos de Roma se los puede matar legítimamente por medio de sacerdotes y de los dioses del Hades, sin incurrir en la venganza de los dioses de Roma —respondió Labieno, que, como muchos legionarios romanos, respetaba los preceptos de la religión de Roma.
—Esta vez te equivocas, general Labieno. Soy también Pontefix Massimum
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Mons Jovis37
—¿Y entonces por qué, en lugar de ponernos en contra las maldiciones de nuestros sacerdotes y antepasados, no llegamos a un acuerdo de paz con ellos? —dijo el general Labieno, que no quería guerrear contra Roma.
—Porque ellos se han convertido en enemigos del estado, debido a sus crímenes cometidos contra los ciudadanos y contra nuestros representantes populares y no tendrán de su lado, ni a los dioses, ni a nuestros antepasados. Pero no es con rituales mágicos como pretendo derrotarlos —concluyó César.
—Pues parece que ellos pretenden hacerlo de ese modo, César —respondió Curión.
—Explícate mejor.
—Por lo que he oído decir, tienen la intención de trazar otra raya roja sobre la segunda línea defensiva y hacerla sagrada e inviolable —añadió Curión.
—¿Quieren trazar otra raya roja? ¿No les basta ya con la del Rubicón…? —César empezó a reírse y luego añadió—: ¿… y dónde querrían dibujar esa otra raya roja?
—Inmediatamente después de la primera línea del Prissatellum.
—Claro. Así, en caso de ceder, les bastaría con retirarse detrás de esa línea y piensan que ningún soldado romano osaría atravesarla armado. Pero eso significa también que no tienen muchos legionarios desplegados sobre el Rubicón y tratan de detenernos con el miedo a los dioses —Luego añadió—: Ordenad inmediatamente anular los miedos de nuestros legionarios, con contrasacrificios de druidas y sacerdotes celtas de nuestras legiones galas —ordenó César.
—Eso puede funcionar con los legionarios galos, pues ellos creen más a sus druidas que en los dioses de Roma, pero nuestros legionarios romanos creen en los flamines y nosotros, como sabes, no tenemos sacerdotes flamines que nos sigan —le respondió Curión.
—Lo sé, los sacerdotes flamines están al servicio del senado y no pueden ponerse al servicio de una legión sin autorización de Roma. Sin embargo, pretendo hacer que nuestros legionarios no tengan medio de subgestitis et superstitis
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—Pero habría también otro problema, además de los flamines —dijo Curión a César.
—Explícate.
—Pretenden detener también a nuestras legiones galas sobre la primera línea del Prissatellum.
—¿De qué modo?
—Hay una bruja gorgona
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—¡Mortatibus sibi!
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La bruja del Urgon
Sobre los Apeninos Romañolos todavía existe el nacimiento de un río que aún hoy se lo llama Urgon.
Muchos consideran que el Rubicón nace en ese lugar, porque en el dialecto de la Romaña esa palabra podría significar Rubicón, pero a decir verdad no ay ninguna seguridad sobre esto, porque en dialecto de la Romaña se debería decir Rubgon o, en todo caso, Urbgon, si se habla un romañolo muy cerrado.
Por el contrario, nadie ha advertido que la palabra Urgon significaba en etrusco antiguo gorgona, es decir, una especie de bruja horrible y aterradora similar a la legendaria Medusa y que donde nace el Urgon se encontraba un lugar llamado todavía hoy Strigara.
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Además, un poco más adelante de esa fuente hay otro lugar, todavía hoy considerado como muy misterioso, llamado Gorgoscuro.
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Pero volvamos a Curión mientras se pone a explicar a todos quién es la bruja del Urgon.
—Esta bruja vive y trabaja sin descanso en los montes junto al nacimiento del río.
»También se dice que tiene acceso a los infiernos, ve el pasado, presente y futuro y resucita los cuerpos de los muertos, obligando a sus almas a volver para crear encantamientos y hechizos mágicos.
—¿Y qué? Aunque fuera verdad, no es una diosa, sino solo una intermedium
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—Si es por eso, tampoco los sacerdotes flamines son divinidades, sino solo intermedia entre los hombres y los dioses de Roma —respondió Curión.
—No es verdad, eso es una blasfemia. Los flamines y nuestros otros sacerdotes romanos hablan por boca de los dioses de Roma y son sus vicarios en la tierra —replicó el general Labieno.
—Si es por eso, también se dice que la brujas hablan por boca de los infiernos y de la ultratumba —respondió Curión.
—Sí, pero son inferiores a los flamines. Flaminis super stitiius striges, sed sub stantias Deis
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—No se trata de esto. Están buscando condicionarnos para que no combatamos. Hemos visto muchas cosas similares usadas contra nosotros durante las campañas en la Galia y los legionarios romanos temen poco a las divinidades bárbaras, pero los galos podrían verse frenados y asustados por estas coas. Cuéntanos, Curión, que más sabes de esta bruja gorgona —intervino César para cerrar la discusión.
—Poco antes de llegar a la fuente, hay una presa que ha formado una laguna artificial que sirve para regular el flujo de las aguas del río Prissatellum, que nos separa de las legiones de Pompeyo.
»Además, he oído decir por informadores que pretenden usar a la gorgona para hacer malditas esas aguas y liberarlas en el río en cuanto vean que nos preparamos para atacarlos.
»Naturalmente, harán correr la historia de que quien pasa esas aguas muere en breve, para tratar de impedirnos atravesarlas.
»Luego llenarán las orillas del Prissatellum con cabezas y máscaras de gorgona colocadas sobre estacas que hincarán en el suelo como límite y frontera que traerá desgracias superar. Así nuestros legionarios se sentirán impresionados y temerosos al cruzar ese río
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—También yo soy un poco supersticioso, pero, si ese es el único problema, dejemos que algunos druidas de nuestras legiones galas adopten todas las contramedidas y protecciones oportunas. Algunos de ellos son muy eficaces —respondió un comandante galo presente.
—¿Qué podría hacer un druida para proteger a nuestras tropas? —intervino César de inmediato.
—Los druidas no cuentan mucho de lo que hacen, pero pueden librar de encantamientos y maldiciones, bosques y lugares de las forestas, dejando hadas y duendes de guardia en su lugar, pueden sanar con hierbas todos los males y hechizos de las brujas, hacer milagrosos y mágicos las fuentes y los ríos, lanzar hechizos y maldiciones sobre los enemigos tan poderosos que incluso los pueden paralizar.
»Pero se cuidan de no maldecir directamente a los dioses de los enemigos, solo para derrotarlos en la batalla. Los druidas maldicen lugares y personas, pero no dioses —respondió con convicción el comandante de los galos mientras explicaba todo esto.
—¿Cómo estás seguro de ello? —le preguntó Hortensio.
— En un bosque del norte he acompañado una noche bajo un roble a un druida que nos ha mostrado, a mí y a otros, muchas cosas y lo que acabo de decir.
—¿Y no podía ser un truco o una ilusión?
—No lo creo, pero, aunque lo fuera, los soldados galos creen en los druidas. Y esto supone una diferencia —respondió el comandante de los galos.
—Bueno, entonces se podría usar a los druidas para asegurar las orillas y los bosques de la frontera contra la bruja y para proteger a los galos contra las maldiciones a quien atraviese esa frontera —explicó el comandante Hortensio.
—Estoy de acuerdo contigo, Hortensio —intervino César—. Pompeyo, al no tener fuerzas suficientes, está tratando de impedirnos actuar por medio del miedo. Mañana trata de descubrir que pretenden hacer en ese río y dispón que los druidas estén listos para proteger esos lugares y a nuestros hombres —le ordenó César.
—Así se hará, César —respondió Hortensio.
—Ahora ya basta de dioses y brujas. Pasemos a las fuerzas militares sobre el terreno. Mostradme mejor nuestras líneas y las de Pompeyo —dijo César para tratar de quitarse de encima sin que se apreciara un poco el temor que también él tenía de atravesar el Rubicón.
La disposición de las tropas de César y Pompeyo
Marco Antonio echó mano de un mapa que resumía la situación militar de los dos bandos y, después de ponerlo delante de todos, se puso a explicarla.
—En pocas palabras, la primera línea de Pompeyo está aquí delante de nosotros, inmediatamente delante del río Prissatellum. E inmediatamente detrás hay una nueva línea donde los flamines, como hemos visto, tienen la intención de trazar una nueva línea roja
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DonegalliaCaes solum48
—Sí, continúa.
—La segunda línea actualmente está un poco desatendida y está algo mejor hacia Ariminium,
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ad confluentes—¿Por qué se desdobla en dos el camino? —preguntó Labieno.
—Porque la empalizada del Rubicón tiene dos puertas de acceso: una de entrada y otra de salida, general Labieno —respondió César, que conocía bien cómo se había construido el Rubicón, en lugar de Marco Antonio. Luego añadió—: Continúa con la explicación, Marco Antonio.
—Y finalmente la tercera y última línea del propio Rubicón, todavía más al sur hacia Ariminium, construida sobre el río Pluso
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——Claro —respondió César. Luego explicó—: La primera y segunda líneas a mi juicio se pueden atacar sin muchos problemas, pero para la frontera sagrada del Rubicón tengo en mente un plan para lograrlo sin violar la voluntad de los dioses.
—¿Cómo? —preguntó Marco Antonio.
—No es ahora el momento de comentarlo, pero, cuando lo sea, os informaré a todos. En todo caso, por ahora, ¿qué hemos dispuesto y desplegado en términos de hombres y legiones contra las líneas de Pompeyo? —preguntó César.
—Tenemos las legiones romanas X y XIII acampadas en el interior y hemos desplegado las legiones II y III gálica a lo largo del Caes solum y la Donegallia
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—Está bien, les había prometido esas tierras como premio y recompensa si me seguían hasta aquí. ¿Ya las están poblando? —preguntó César.
—Sí, César, han tomado posesión encantados y se han desplegado delante de las tropas de Pompeyo. Defenderán bien esas tierras —respondió Marco Antonio.
—Tal vez no baste con que las defiendan; diles que pretendo pedirlos que estén dispuestos también a atacar y marchar sobre Roma. Y a cambio les prometeré tierras y honores sobre suelo italiano y no solo aquí en Romandia —respondió César.
—Ya lo saben y bastantes están dispuestos a seguirte, porque has dejado esas tierras a sus veteranos y las tierras donadas a los galos a los parientes que les siguen —respondió sonriendo Asinio Polión.
—¿Cómo iban a saberlo? ¿Mi plan no debía ser un secreto? —respondió César.
—Todos lo saben desde hace meses. Las legiones galas que han llegado aquí desde hace tiempo van diciendo a todos que antes o después se debe atacar y tomar otras tierras en Italia y es por esto por lo que los hombres de Pompeyo lo han sabido —dijo Asinio Polión.
—¿La zona está llena de espías de Pompeyo? —preguntó César, levantando la voz.
—Sí, y deberías ser más cauto a la hora de revelar las promesas y los planes a tus tropas, César —añadió burlándose un poco Asinio Polión, dado que era muy amigo de César y se lo podía permitir.
—Al diablo con los secretos. ¿Cuánto tiempo podríamos tener si decidiéramos tomar Rímini por sorpresa y pasar a las Marcas, general Hortensio? —preguntó César.
—Todo el invierno, César. Son soldados romanos como nosotros y están habituados a no combatir en invierno, pero podrían dedicarse a reforzar las defensas y el territorio. Por tanto, en mi opinión, si queremos atacar el Rubicón, yo actuaría de inmediato –respondió Hortensio.
—Calma. ¿Quién es ahora mismo el comandante de las legiones de Pompeyo al otro lado del Rubicón? —preguntó César.
—El comandante Titano.
—Lo conozco. Como dice su nombre, es gigantesco, un catoniano
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—También yo lo conozco, es un buen soldado que prefiere negociar y al que no le gusta mucho mandar a la masacre a sus hombres por nada. Me pregunto si no podemos hablar con él para acordar una tregua o llegar a un acuerdo —preguntó el general Labieno.
—Veto.
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—Por el contrario, yo tengo un plan para acabar con las defensas y tomar Rímini por sorpresa. Pido permiso para discutirlo ahora —dijo Marco Antonio.
—Licit
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