Tuve una infancia maravillosa, pero los años con Katie fueron tan difíciles que son el recuerdo más fuerte que guardo de esta casa: los olores, los ruidos, el papel pintado, los dormitorios, todo me recuerda las noches en vela, los madrugones y las preocupaciones de entonces.
En fin, perdona que últimamente no haya estado en contacto contigo, pero es que intentaba salir de este embrollo. Procuro otorgarle sentido a la frase «todo ocurre por alguna razón» y me parece que por fin he conseguido averiguar cuál es esa razón: fastidiarme.
Cuando ingresé en el colegio pensaba que los alumnos de sexto eran muy mayores y lo sabían todo pese a que no tenían más de doce años. Cuando cumplí los doce calculé que había que esperar a los dieciocho para saberlo todo. Cuando cumplí dieciocho pensé que al terminar la universidad ya sería una mujer madura de verdad. A los veinticinco aún no había ido a la universidad, seguía sin enterarme de nada y tenía una hija de siete años. Estaba convencida de que al llegar a los treinta tendría al menos algún indicio de hacia dónde iba mi vida.
Pues nada, eso no ha sucedido.
Así que estoy empezando a pensar que cuando tenga cincuenta, sesenta, ochenta o noventa años seguirá faltándome mucho para ser una persona sabia y que sabe dónde está. A lo mejor las personas que están en el lecho de muerte, que después de una vida muy larga han visto de todo, han recorrido el mundo, han tenido hijos, han pasado por experiencias traumáticas, han vencido a sus demonios y aprendido las lecciones más duras de la vida estarán pensando: «Dios, seguro que en el cielo la gente lo sabe todo».
Pero apuesto a que cuando por fin mueren se unen a las multitudes de allí arriba, toman asiento, espían a los seres queridos que han dejado atrás y siguen pensando que en su próxima vida lograrán comprenderlo todo.
Aunque me parece que yo ya lo he comprendido, Steph. Llevo años sentada pensando en ello y he descubierto que nadie, ni siquiera el gran jefe de arriba, tiene la más remota idea sobre qué está pasando.
Rosie
De: Stephanie
Para: Rosie
Asunto: La vida
Bueno, ¿y no crees que eso te hace sabia? La edad te ha enseñado algo. Que nadie sabe qué está pasando.
Hola:
Mis más sinceras disculpas por la ridícula nota que te envié la semana pasada. La atribuyo a un fallo momentáneo de concentración, soy un tonto de remate (como bien sabes) y no tengo la más remota idea de en qué estaba pensando. Pero te alegrará saber (espero) que he vuelto a aterrizar en este planeta dándome un buen trompazo y que estoy más que dispuesto a darnos otra oportunidad. Así que no perdamos más nuestro valioso tiempo y centrémonos en lo que importa. ¿Podemos quedar esta noche?
Alex
Capítulo 33
Tiene un mensaje instantáneo de: RUBY
Ruby: ¿Sigues aquí?
Rosie: Ah, no, hoy no, Ruby, por favor. De verdad que no estoy de humor.
Ruby: Empiezas a tenerme bastante harta, Rosie Dunne. Primero dices que te vas a Cork y no lo haces, luego dices que te vas a Boston (otra vez) y no lo haces. Entonces cuento con que por fin manifiestes tu amor a Alex y no lo haces, de modo que sigue sin tener ni idea de lo que sientes. Me cuesta trabajo seguirte con tantas actividades del tipo «abandono el país/cambio de trabajo/dejo a mí marido». A veces pienso que te mereces una buena patada en el trasero por desperdiciar tantas buenas oportunidades. Eres una persona increíblemente frustrante, Rosie.
Rosie: Bueno, soy una persona increíblemente frustrada, ahora mismo. Y no estoy «desperdiciando» buenas oportunidades. Lo que hago se llama «presentar nuevas oportunidades a mi hija».
Ruby: Puedes llamarlo como te dé la gana, pero a fin de cuentas una oportunidad perdida es una oportunidad perdida. Pero no te preocupes. Creo que de todo esto puedes sacar en claro una lección.
Rosie: Por favor, dime que hay alguna razón de peso en todo esto. ¿Cuál es esa lección?
Ruby: Que puedes dejar de preocuparte porque no estás yendo a ninguna parte. Así que dime la verdad, ¿cómo estás?
Rosie: Bien.
Ruby: ¿Seguro? Venga, Rosie, si mi corazón no soporta lo que te está pasando, no quiero ni imaginar cómo tienes que sentirte tú.
Rosie: Bueno, tengo el corazón roto. Dejó de funcionar hace dos semanas.
Ruby: Bueno, menos mal que conoces a un hombre que puede arreglarlo…
Rosie: No, no, no. Es la regla tácita. Él arregla el corazón de los demás, no el mío. Entiendo que así es como tiene que ser ahora.
Ruby: Tengo una idea, Rosie. ¿Por qué no le cuentas a Alex lo que sientes? ¿Por qué no pones de manifiesto tus sentimientos de una vez y aclaras el lío que tienes en la cabeza? Al menos así sabrá que si no vas a Boston no es porque él no te importe, sino que en realidad le amas más de lo que se figura, pero que te ves obligada a quedarte aquí por el bien de Katie. De esta manera la pelota quedará en su tejado. Podrá tomar la decisión de venir en tu busca o no.
Rosie: ¿Y qué pasa con su trabajo? ¿Y con Josh?
Ruby: Eso es decisión suya.
Rosie: Ruby, no puedo. ¿Cómo se lo digo? Si nos hubiésemos mudado a Boston podría haberme dado cuenta de cómo están las cosas, ver qué siente por mí y entonces decírselo. La semana pasada tuvo una cita, por Dios. ¿No ves el ridículo que haría diciéndole que estoy enamorada de él cuando está saliendo con alguien? Sería como repetir otra vez la situación que vivimos con Sally. Es demasiado complicado y ahora mismo lo que menos me preocupa es de qué hombre me enamoro a continuación. Además, ni siquiera contesta a mis llamadas. Piensa que he tomado una decisión estúpida.
Ruby: Dale tiempo. Está disgustado por el cariz que han tomado las cosas.
Rosie: ¿Cómo? ¿Que él está disgustado? Me parece que el resto del mundo y yo tenemos un problema grave de comunicación. ¿Es que todo el mundo cree que estoy extasiada con estas revelaciones? O sea, no es que busque compasión ni nada por el estilo, pero…
Ruby: Sí que la buscas.
Rosie: ¿Perdona?
Ruby: Compasión. La buscas. Ya lo creo.
Rosie: Gracias por descifrarme el mensaje. Bien, quizá no estaría de más que alguien se hiciera cargo de que mi marido ha tenido una aventura, que mi matrimonio se ha roto, que sigo a un millón de kilómetros de Alex y que nunca sabré qué siento por él, que el padre huido de mi hija ha regresado a Irlanda y que ¡NO TENGO TRABAJO! Una palmada en el hombro, una sonrisa comprensiva y un abrazo me vendrían la mar de bien, la verdad.
Ruby: Respira, Rosie.
Rosie: No, que entonces aparecen todos mis problemas. Si no respirara todo me iría mejor.
Ruby: No digas esas cosas.
Rosie: Corta el rollo. No tengo tiempo para suicidarme. Estoy demasiado ocupada sufriendo una crisis nerviosa.
Ruby: Bueno, supongo que eso es una buena noticia, en cierto modo.
¿Qué tal fue tu encuentro con Brian?
Rosie: Bien. Compró un billete de avión para venirse en cuanto colgó el teléfono después de hablar conmigo, así que al parecer se toma muy en serio su nuevo rol de padre. Me contó que ha vivido estos trece años en Ibiza, donde tiene una discoteca. Suministra unos cuantos recuerdos de alcohol de garrafa a los irlandeses borrachínes, salidos y menores de edad que van de vacaciones a la isla.
Ruby: ¿Está moreno y guapo?
Rosie: Nunca se me ocurriría poner las palabras «Brian el Llorica» y «moreno y guapo» en una misma frase. Sigue más o menos como siempre, con menos pelo y con más barriga.
Ruby: ¿Qué sentiste al verle?
Rosie: Tuve que controlarme con todas mis fuerzas para no darle un puñetazo. Katie estaba tan nerviosa por conocerle que temblaba como una hoja y se aferraba a mí. Contaba con que yo fuera la fuerte. Figúrate, alguien confiando en mí. Habíamos quedado en la cafetería del centro comercial de Jarvis Street y, debo reconocerlo, mientras nos acercábamos a la mesa tuve náuseas. Náuseas de rabia porque el hombrecillo miserable para el que iba a hacer un esfuerzo por ser amable durante la hora siguiente con la idea de ayudarlo a pasar a formar parte de la vida de mi hija era la misma persona que me había hecho tanto daño en el pasado. Yo tenía que ayudarlo a él. También me resultó extraño que, a pesar de sentirme débil al llevar a Katie al centro en autobús aquella mañana, y a pesar de sentirme cansada, nerviosa, enfadada y decepcionada por estar haciendo todo aquello, me diera cuenta de que aquellas dos personas me necesitaban. Así que por el bien de la relación de Katie con Brian tengo que guardarme para mí cualquier sentimiento de rencor que me inspire su padre.
Ruby: Hiciste un buena obra, Rosie. Tuvo que ser muy difícil. Y probablemente seguirá resultándote difícil durante mucho tiempo contemplar cómo van trabando amistad.
Rosie: Ya lo sé. Tengo que morderme la lengua para no decirle a Katie que su padre es cualquier cosa menos un héroe cada vez que la pobrecilla me cuenta algunas de las cosas que él ha hecho en la vida.
Ruby: ¿Cómo reaccionó delante de ella?
Rosie: Estaba aún más nervioso que Katie, así que me tocó a mí llevar las riendas de la conversación. Y ¿sabes qué? Ser la más fuerte de los tres me ayudó a ver claro que la decisión que tomé de no mudarnos a Boston fue la más acertada. Katie me necesitaba. Ambos me necesitaban. Él parecía realmente interesado por mi vida y la de Katie. Quiso saberlo todo sobre ella y lo pasé bastante bien contándole nuestras andanzas a lo largo de todos estos años. Al principio no pude evitar hablarle de nuestras vivencias con aire enojado porque él no había estado presente en ninguna de ellas, pero luego me di cuenta de que estaba alardeando y eso extrañamente me animó, y me hizo caer en la cuenta de lo afortunada que he sido, aunque a menudo me queje de las responsabilidades de la maternidad. También me ayudó a ver lo «especial» que es nuestra situación: Katie y yo somos las únicas que compartimos todos esos recuerdos. Y lo que decidimos hacer saber a los demás depende sólo de nosotras. Aunque Brian fastidie todos los demás aspectos de mi vida, al menos habrá contribuido sin querer a que me haya dado cuenta de eso.
No obstante, por desgracia, no es precisamente el mejor momento de mi vida para que reaparezca un ex. En estas situaciones lo deseable es haber progresado mucho durante el tiempo en que no se ha visto al otro, ser feliz y haber tenido éxito en la vida para poder decir: «Mira lo que he hecho mientras tú no estabas». Un matrimonio fracasado, estar sin trabajo y vivir con mis padres no me sirvió para conseguir el efecto deseado.
Ruby: Nada de eso es importante, Rosie. Deberías alegrarte de que Brian haya madurado un poco. ¿Cuánto tiempo estará por aquí?
Rosie: Unas pocas semanas y luego tendrá que regresar a Ibiza una temporada. Los meses de verano son los que le dan más trabajo, lógicamente. Vendrá algunas veces a visitar a Katie, por descontado, y luego contratará a alguien para que se encargue de la discoteca y así poder pasar el invierno en Dublín. Lo cierto es que parece tomarse esto muy en serio y me alegro por Katie. No puede decirse que tener a Brian pululando por aquí me parezca maravilloso, pero si la hace sonreír, merece la pena.
Ruby: ¿Has tenido suerte buscando trabajo?
Rosie: Bueno, acababa de encender el ordenador para ver qué había en internet cuando me has mandado tu mensaje.
Ruby: Vaya. Pues nada, me voy y dejo que seas la madre responsable que tienes que ser. Por cierto, Gary vendrá a clases de salsa conmigo. Miss Behave bebió unas cuantas sangrías de más en la fiesta de verano de la semana pasada y se torció el tobillo con sus plataformas de cuarenta centímetros. ¡Lo único que oímos fue un tremendo CRACK! Me di la vuelta y la vi tumbada de espaldas con una carrera en las mallas y la peluca a su lado, en el suelo.
Rosie: Dios mío. ¿Tuvisteis que llevarla a urgencias?
Ruby: Qué va, sólo se le rompió el tacón del zapato y, puesto que son sus únicos «zapatos de baile», se niega a venir a clase hasta que los haya sustituido por otros. Desgraciadamente sólo se consiguen en una tienda de Nueva York, de modo que tiene que esperar a que se los pidan y se los manden. Total, que estoy sin pareja y no te voy a preguntar si quieres serlo tú porque ya sé que me dirás que no.
Rosie: En efecto. Pero ¿cómo has conseguido que Gary aceptara ir a clases de baile contigo? ¡¿Lo amenazaste con matarle o algo por el estilo?!
Ruby: Sí.
Rosie: Vaya. Pues espero que lo pase bien.
Ruby: ¡No seas ridícula! Le parecerá horrible y me gritará durante semanas, pero al menos me estará hablando otra vez. Bueno, mejor te dejo. Tengo que aprovechar la hora del almuerzo para comprarle unos leotardos y un par de calentadores. Ya sé que en realidad no es obligatorio llevarlos, pero merecerá la pena ver la cara que pone cuando me los saque del bolso.
Rosie: Eres una mujer malvada.
Ruby: Gracias. Ahora busca trabajo. En un hotel. Después de tantos disparates en tu vida, quiero que te conviertas en la empleada de hotel más exitosa del mundo entero. No Más Contratiempos. ¿Me oyes?
Rosie: Alto y claro.
Querido Alex:
¿Cuándo dejarás de hacerme el vacío? Debes comprender que no puedo tomar las decisiones que me dé la gana. También tengo que pensar en Katie. Para ella es importante saber quién es su padre. Tú deberías saber mejor que nadie lo que es velar por el bienestar de un hijo.