Ciudad Maldita - Стругацкие Аркадий и Борис 9 стр.


—?Para que? —pregunto Selma.

—?Como que para que? Para ser alguien... Para ser ingeniera, maestra... Podrias haber ingresado en el partido comunista, luchar por el socialismo...

—Dios mio, dios mio —balbuceo Selma con voz ronca, se dejo caer de repente en el sillon y se cubrio el rostro con las manos.

Andrei se asusto, pero a la vez se sentia orgulloso y percibia la fuerza formidable de la responsabilidad.

—Tranquila, tranquila —dijo, acercandose a ella con movimientos torpes—. No importa que hubo, eso quedo atras. Se acabo. No te preocupes. Posiblemente es mejor que todo haya resultado asi: aqui podras recuperar lo perdido. Yo tengo muchos amigos, todos ellos son verdaderos seres humanos... —Recordo a Izya y fruncio el entrecejo—. Te ayudaremos. Lucharemos juntos. ?Aqui hay muchisimas cosas que hacer! Hay mucho desorden, bastante caos, basura... cada persona es necesaria. ?No puedes imaginarte cuanta porqueria ha venido huyendo para aca! Por supuesto, uno nunca lo pregunta, pero a veces entran ganas de saber para que han venido aqui, quien necesita semejante basura. —Estaba a punto de darle a Selma una palmada amistosa, fraternal quizas, en el hombro.

—?Eso quiere decir que aqui todos son asi? —pregunto la chica interrumpiendolo, sin apartar el rostro de las manos.

—Asi, ?como?

—Como tu, Idiotas.

—?Quien te crees que eres?

Andrei se apeo de la mesa de un salto y comenzo a caminar en circulo por la habitacion. Que burguesa. Para colmo, ramera. Asi que para no aburrirse... Ademas, la sinceridad de Selma lo impresionaba. La sinceridad era lo mejor. Cara a cara, a traves de las barricadas. No era el caso de Izya, por ejemplo, que nunca se sabia si estaba contigo o no, siempre resbaladizo como un gusano, siempre capaz de escapar por cualquier resquicio...

Selma solto una risita a su espalda.

—?Por que das esas carreritas? —dijo—. No tengo la culpa de que seas tan idiota. Bueno, perdona.

Sin soltar vapor, Andrei hizo un gesto brusco en el aire con la mano.

—Escucha una cosa, Selma, eres una persona que se ha abandonado totalmente y hara falta mucho tiempo para dejarte limpia. Y te ruego que no te hagas la idea de que estoy furioso contigo personalmente. Es con la gente que te dejo caer tan bajo, con ellos tengo cuentas que arreglar. Pero contigo, no. Estas aqui, y eso significa que eres nuestra camarada. Si trabajas bien, seremos buenos amigos. Y vas a tener que trabajar bien. Aqui es como en el ejercito: si no sabes, te ensenamos, si no quieres, ?te obligamos! —Le encantaba oirse hablar, le recordaba los discursos de Liosha Baldaiev, el lider de los jovenes comunistas de la facultad. En ese momento se dio cuenta de que Selma habia apartado finalmente el rostro de las manos y lo miraba con curiosidad y miedo: le hizo un guino, tratando de alentarla—. Si, si, te obligaremos, ?que te creias? A la obra venia cada holgazan... al principio solo querian ir a tomar cerveza y despues, a dormir al bosque. ?Pero los educamos! ?Y como! Sabes, el trabajo humaniza hasta a un mono.

—?Y aqui los monos andan paseandose siempre por las calles?

—No —dijo Andrei, en tono mas lugubre—. Solo a partir de hoy. En honor a tu llegada.

—?Los van a humanizar? —pregunto Selma sigilosamente.

Andrei no pudo hacer otra cosa que reirse.

—Depende, si surge la necesidad —respondio—. Es posible que haga falta humanizarlos. El Experimento es el Experimento.

A pesar de su escarnecedora demencia, no le parecio que aquella idea careciera de cierto principio racional. Le paso por la cabeza que seria bueno formular por la noche esa pregunta. Pero en ese mismo instante se le ocurrio otra cosa.

—?Que vas a hacer esta noche? —pregunto.

—No se, cualquier cosa. ?Que suelen hacer aqui?

Llamaron a la puerta. Andrei miro el reloj. Ya eran las siete, comenzaba la reunion.

—Esta noche te quedas conmigo —le dijo a Selma en tono categorico. A aquella persona tan consentida solo se la podia tratar con firmeza—. No te prometo mucha diversion, pero conoceras a gente interesante. ?De acuerdo?

Selma solo encogio un hombro y se dedico a arreglarse el cabello. Andrei fue a abrir. Ya estaban golpeando con los pies. Se trataba de Izya Katzman.

—?Quien esta ahi, una mujer? —pregunto el recien llegado desde el umbral—. ?Cuando vas por fin a poner un timbre?

Como siempre al llegar a la reunion, Izya estaba cuidadosamente peinado, con el cuello de la camisa bien almidonado y los punos impecables. La corbata, estrecha y bien planchada, ocupaba con total precision el espacio definido por una linea que iba desde la nariz hasta el ombligo. Pero, de todos modos, Andrei hubiera preferido en ese momento ver a Donald o a Kensi.

—Pasa, pasa, charlatan. ?Que te ocurre hoy, que has llegado antes que los demas?

—Pues sabia que tenias una mujer de visita —respondio Izya, frotandose las manos y riendose por lo bajo—, y vine corriendo a echarle un vistazo.

Entraron en el comedor; Izya se encamino hacia Selma.

—Izya Katzman —se presento, con voz aterciopelada—. Basurero.

—Selma Nagel —respondio ella sin mucho entusiasmo, ofreciendo su mano—, ramera.

Izya rechino de placer y beso delicadamente la mano de la chica.

—?A proposito! —dijo, volviendose primero hacia Andrei, y despues hacia Selma—. ?No lo habeis oido? El consejo de representantes regionales estudia un proyecto de resolucion. —Levanto un dedo y bajo la voz—. «Sobre la preservacion del orden en la situacion creada por la presencia en el casco urbano de grandes concentraciones de monos cinocefalos». ?Uf! Se propone la inscripcion de todos los monos, a los que se les pondra collares metalicos y placas con sus nombres propios, y a continuacion seran adscritos a instituciones y ciudadanos particulares que, de ahi en adelante, seran responsables de ellos. —Solto una risita, gruno y comenzo a dar punetazos con la mano derecha en la palma de su mano izquierda, mientras proferia gemidos largos y agudos—. ?Es grandioso! Lo han parado todo, en todas las fabricas se preparan con urgencia los collares y las placas. El senor alcalde adoptara personalmente a tres simios sexualmente maduros y llama a la poblacion a imitar su ejemplo. ?Adoptaras una mona, Andrei? ?Selma se opondra, pero el Experimento lo exige! Como todos saben, el Experimento es el Experimento. Espero que usted no ponga en duda, Selma, que el Experimento es precisamente un experimento, no un excremento, ni un exponente, ni un permanente, sino exactamente el Experimento...

—?Vaya charlatan! —logro intercalar Andrei, entre risotadas y gemidos.

Eso era lo que mas temia. Ese nihilismo, ese pasotismo debia influir de manera desastrosa en los recien llegados. Por supuesto, era mas divertido ir de casa en casa riendose y burlandose de todo, en lugar de arremangarse y...

Izya dejo de reirse y, nervioso, comenzo a pasear por la habitacion.

—Quiza no sea mas que un rumor —dijo—. Es posible. Pero tu, Andrei, como siempre, no entiendes nada de la psicologia de los jefes. En tu opinion, ?a que debe dedicarse la direccion?

—?A dirigir! —respondio Andrei, aceptando el reto—. A dirigir y no a parlotear, ni a difundir rumores. A coordinar las acciones de los ciudadanos y las organizaciones...

—?Detente! A coordinar las acciones, ?con que objetivo? ?Cual es el objetivo final de esa coordinacion?

—Es elemental —respondio Andrei, encogiendose de hombros—. El bienestar general, el orden, la creacion de condiciones optimas para el avance del progreso...

—?Oh! —Izya volvio a levantar el dedo. Entreabrio la boca y abrio mucho los ojos—. ?Oh! —repitio y volvio a callar. Selma lo miraba con asombro—. ?El orden! —proclamo Izya—. ?El orden! —Sus ojos se abrieron todavia mas—. Y ahora, imagina que en la ciudad que diriges aparecen incontables manadas de babuinos. No puedes echarlos, pues no cuentas con fuerzas suficientes para ello. Tampoco puedes alimentarlos de manera centralizada: no tienes suficiente comida, no te alcanzan las reservas. Los monos mendigan por las calles, creando un desorden insoportable: ?aqui no hay ni puede haber mendigos! Los monos ensucian, no recogen sus desperdicios, y nadie tiene la intencion de hacerlo por ellos. ?Que conclusion se saca de todo esto?

—Pues, en todo caso, nada de ponerles un collar —respondio Andrei.

—?Correcto! —dijo Izya, en tono aprobatorio—. Por supuesto, nada de ponerles un collar. La primera conclusion practica: ocultar la existencia de los babuinos. Hacer como si no existieran. Pero, por desgracia, eso tampoco es posible. Son demasiados, y por el momento nuestro gobierno es asquerosamente democratico. Y de repente, surge una idea de una sencillez aplastante: ?controlar la presencia de los babuinos! Legalizar el caos y el desorden, y convertirlos de esa manera en elementos de un orden riguroso, como corresponde al estilo de gobierno de nuestro bondadoso alcalde. En lugar de manadas de mendigos y gamberros, tendremos dulces mascotas domesticas. ?Todos amamos a los animales! La reina Victoria amaba a los animales. Darwin amaba a los animales. Dicen que hasta Beria amaba a algunos animales, y que decir de Hitler...

—Nuestro rey Gustavo tambien ama a los animales —intervino Selma—. Tiene gatos.

—?Excelente! —exclamo Izya, dandose punetazos en la palma de la mano—. El rey Gustavo tiene gatos, y Andrei Voronin tiene un babuino personal. Y si ama lo suficiente a los animales, hasta dos babuinos...

Andrei se desentendio con un gesto y fue a la cocina, a revisar sus reservas. Mientras registraba los estantes, olisqueando con precaucion y dando la vuelta a unos paquetes polvorientos con restos rancios y ennegrecidos, la voz de Izya seguia retumbando en la sala y de vez en cuando se oia la risa sonora de Selma y los gemidos y grunidos del propio Izya.

No quedaba nada de comer: una patata ya germinada, una sospechosa lata de sardinas y una flauta de pan petrificada. Entonces, Andrei metio la mano en el cajon de la mesa de la cocina y decidio contar el dinero que le quedaba. Le llegaria exactamente hasta el dia del cobro, siempre que ahorrara y no invitara a nadie sino, por el contrario, se dejara invitar.

«Me llevaran a la tumba —penso Andrei, preocupado—. Al diablo, basta ya. Les sacare las tripas a todos. ?Que se creen que es esto, un comedor publico o que? ?Babuinos!»

Llamaron de nuevo a la puerta y Andrei fue a abrirla con una mueca siniestra en el rostro. Por el camino, se dio cuenta de que Selma estaba sentada sobre la mesa con las manos debajo de los muslos y la boca pintada hasta las orejas, ay, que putita, mientras Izya seguia derrochando elocuencia delante de ella, haciendo amplios ademanes con sus brazos de babuino, perdida toda elegancia: el nudo de la corbata bajo la oreja derecha, los pelos de punta y las mangas de la camisa grises.

El recien llegado era el ex suboficial de la Wehrmacht Fritz Geiger, en compania de su mejor amigo, el soldado de ese mismo ejercito Otto Frijat.

—Se presentan dos efectivos —los saludo Andrei con su sonrisa siniestra.

Fritz entendio aquel saludo como una burla contra la dignidad de un suboficial aleman y su rostro se hizo impenetrable, mientras que Otto, un hombre blando y de rasgos espirituales imprecisos, se limito a entrechocar los tacones y a sonreir con gesto obsequioso.

—?A que viene ese tono? —pregunto Fritz con voz gelida—. ?No sera mejor que nos vayamos?

—?Habeis traido algo de comer? —pregunto Andrei.

—?De comer? —repitio Fritz la pregunta con un movimiento enigmatico de la mandibula inferior—. Pues... como decirte... —Y miro a Otto con expresion interrogante: este, a su vez, sonrio avergonzado y se saco del bolsillo de los pantalones una botella plana que le tendio a Andrei como si fuera un pase, con la etiqueta hacia arriba.

—Esta bien... —dijo Andrei, ablandandose, y cogio la botella—. Pero, muchachos, tened en cuenta que no hay nada de comer. ?No tendreis al menos un poco de dinero?

—?Y al menos nos dejaras que acabemos de entrar? —inquirio Fritz, que habia vuelto la cabeza de lado levemente, con la oreja hacia la puerta, y escuchaba con atencion las carcajadas femeninas que salian del comedor.

—?Dinero! —dijo Andrei, dejandolos entraren el vestibulo—. ?El dinero sobre la mesa!

—Ni siquiera aqui podemos evitar el pago de indemnizaciones de guerra, Otto —dijo Fritz, abriendo su monedero—. ?Ahi tienes! —Metio varios billetes en la mano de Andrei—. Dale un cesto a Otto, dile que hay que comprar y que vaya.

—Esperad un momento —dijo Andrei, y los condujo al comedor.

Mientras los tacones entrechocaban, se inclinaban cabelleras bien peinadas y se escuchaban piropos mas bien bastos, Andrei llevo a Izya a un lado y, sin explicarle nada, le registro los bolsillos, cosa de la que su amigo ni siquiera parecio darse cuenta. Se limito a tratar de quitarlo del camino para poder terminar la historia que estaba contando. Despues de reunir todo lo que pudo hallar, Andrei se aparto y se puso a contar el monto de la indemnizacion recaudada. No era ni tanto ni tan poco. Miro a su alrededor. Selma seguia sentada sobre la mesa, moviendo las piernas. Su melancolia se habia esfumado y parecia alegre. Fritz le encendia un cigarrillo. Izya se disponia a contar una nueva historia, entre risitas y exclamaciones. Otto, ruborizado, se sentia inseguro de sus modales en presencia de la chica, movia constantemente sus grandes orejas y permanecia de pie en medio de la habitacion, en posicion de firmes.

Andrei lo agarro por la manga y tiro de el hacia la cocina.

—Ven, no te echaran de menos.

Otto no se resistio, al parecer hasta sintio satisfaccion. Al llegar a la cocina, se puso a trabajar de inmediato. Le quito a Andrei la cesta para las verduras, la sacudio sobre el cubo de la basura (cosa que nunca se le hubiera ocurrido a Andrei), con rapidez y precision cubrio el fondo con periodicos viejos, y encontro enseguida una bolsa de malla que Andrei habia perdido el mes anterior.

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