Los cisnes feos
El relato «externo» discurre casi hasta el final por un camino realista, ajeno a cualquier intromision de la fantasia. Los elementos fantasticos pertenecen a la otra mitad de la novela, al relato «interno», cuyos hechos tienen lugar en una extrana ciudad, sumida siempre en la lluvia, donde el escritor Banev, alter ego de Sorokin pero con menos anos y mas furia en el cuerpo, hunde su perplejidad, su inconsistencia y su desprecio ante la realidad en ingentes cantidades de alcohol.
Metales
La ciudad en la que nunca escampa es escenario de un cambio trascendental que nadie se atreve a predecir adonde llevara, Banev, la bella Diana y el doctor Golem ven un mundo que se derrumba en torno a ellos y contemplan el espectaculo con agrado, participando de una u otra forma en un proceso que presumiblemente los destruira a ellos mismos, pues en la nueva realidad no parecen tener sitio. ?Que los mueve? Quiza un deseo de justicia, o el hastio ante una realidad contradictoria, incapaz de avanzar o transformarse. Los ninos, los adolescentes, son los abanderados de lo nuevo, de eso que nace bajo el cuidado solicito de los «leprosos», extranos enfermos que mueren cuando se les aparta del conocimiento.
Raydzan
La tormenta barria Moscu.
La tormenta barria Moscu como si se tratara de una estacion de tren olvidada de Dios en la tundra siberiana. Media hora antes, un taxi habia dado un violento patinazo en el centro de la carretera tras intentar irreflexivamente hacer un giro cerrado, y pense cuantos vehiculos (taxis, autobuses, camiones, hasta rutilantes limusinas negras con neumaticos especiales) derrapaban en aquel mismo momento por toda la inmensa ciudad.
Mis pensamientos, vagos e indefinidos, fluian en varios niveles, obstaculizandose unos a otros. Pensaba, por ejemplo, en los conserjes que limpiaban los patios. En que antes de la guerra no habia quitanieves, no existian esas maquinas de brillantes colores, semejantes a monstruos, esos vehiculos que limpian la nieve, la amontonan y la lanzan hacia las cunetas. En aquella epoca solo estaban los conserjes, con sus delantales, sus escobillones, sus palas cuadradas de madera... Siempre con botas de fieltro. Y recordaba que, por aquel entonces, no habia menos nieve en las calles. Pero quiza, tambien es cierto, los fenomenos atmosfericos no eran tan monumentales...
Y tambien pensaba que, en los ultimos tiempos, a menudo me ocurrian hechos tristes, absurdos, sospechosos incluso, como si quien manejaba mi destino se hubiera vuelto idiota a causa del aburrimiento y estuviera haciendo trucos de magia; pero era tonto y sus trucos resultaban tontos, de tal manera que ni siquiera a el mismo le causaban algo que no fuera incomodidad y una verguenza que hacia encoger los dedos de los pies dentro de los zapatos.
Y tras todo eso, no dejaba de pensar que ahi estaba, arrinconada a la derecha, mi maquina de escribir marca Tippa, con el relieve de la letra zeta gastado desde el principio y con una pagina sin terminar, en la que podia leerse:
...
?Bum! ?Bum! ?Bum!,
Tengo cincuenta y seis anos, pero no he estado nunca con los guerrilleros y tampoco se que es resistir un ataque de tanques. Y si hablamos con rigor, debi haber muerto en la batalla del arco de Kursk. Alli cayo toda nuestra escuela; solamente se salvaron Rafka Rezanov, que perdio ambas piernas; Vasia Kuznetsov, del batallon de ametralladoras, y yo, del de morteros.
Una semana antes de la graduacion, a Kuznetsov y a mi nos mandaron a Kuibishev, al Instituto de Traductores Militares. Se ve que aquel que manejaba mi destino rebosaba aun de entusiasmo hacia mi persona y queria ver que saldria de mi. Y asi pase toda mi juventud en el ejercito y siempre he considerado mi obligacion escribir sobre el ejercito, sobre los oficiales, sobre el ataque de los tanques... aunque con el paso de los anos me venia con frecuencia a la cabeza una misma idea: precisamente por el hecho de que estaba vivo de pura casualidad, no deberia ser yo quien escribiera sobre esos temas.
En eso estaba pensando en aquel momento, mientras contemplaba por la ventana la Tercera Roma
[1]
, barrida por la tormenta. Agarre el vaso y bebi un largo trago. Otros dos coches se habian atascado junto al taxi del derrape, y unas figuras tristes, con palas, vagaban por alli, encorvadas bajo el viento.
Me dedique a mirar las estanterias llenas de libros.
«Dios mio —pense de repente, sintiendo frio en el corazon—, por supuesto, ?esta es mi ultima biblioteca! Ya no tendre otra. Es tarde. Se trata de mi quinta biblioteca, y ahora es ya la ultima.» De la primera solo me queda un libro, que se ha convertido en una rareza bibliografica:
Al querido camarada A. Sorokin. Que este libro le haga recordar la figura del ayudante del general May-Maievski, sustituto del comandante del Ejercito Rebelde de Crimea. Con sinceros saludos guerrilleros, P. V. Makarov. 6/IX/1927. Leningrado.
Me imagino cuanto valoraba ese libro mi padre, Alexandr Alexandrovich Sorokin. A proposito, no me acuerdo de nada de todo eso. Y tampoco de como se salvo el libro cuando una bomba cayo sobre nuestro edificio en Leningrado y la primera biblioteca desaparecio por completo.
De la segunda biblioteca no quedo nada. La fui reuniendo en Kansk, donde imparti clases durante dos anos, antes de que me ocurriera aquel escandalo. Mi salida de Kansk, debido a las circunstancias, fue precipitada y ordenada desde arriba, sin posibilidad de apelacion. Klara y yo logramos empaquetar los libros, e incluso los enviamos a Irkutsk por paqueteria postal, pero solo estuvimos dos dias en aquella ciudad, una semana despues ya estabamos en Korsakov, y a la semana siguiente navegabamos en un barco pesquero hacia Petropavlovsk, de modo que mi segunda biblioteca nunca pudo reunirse conmigo.
Hasta hoy lo sigo lamentando muchisimo. Alli tenia cuatro tomos de
La maquina del tiempo
Explorador Universal;
En el cincuenta y dos, en las Fuerzas Armadas se dio la orden de dar de baja y destruir toda la produccion editorial de contenido ideologicamente danino. Y en los almacenes de nuestra escuela habia una biblioteca de trofeo, que al parecer habia pertenecido a un miembro de la corte del emperador de Manchukuo, Pu Yi. Y por supuesto, nadie tenia ganas de separar las manzanas sanas de las podridas en aquel monton enmohecido, formado por miles de tomos escritos en japones, chino, coreano, ingles y aleman, por lo que se dio la orden de destruirla entera.
El verano estaba en su apogeo, el calor no cesaba y las tapas se retorcian entre llamas del color de la sangre, mientras los cadetes, tiznados cual demonios en el infierno, se afanaban de un lado a otro; y por encima de toda la instalacion volaban ingravidos copos de ceniza; y cada noche, a pesar de la mas estricta prohibicion, nosotros, los oficiales profesores, nos aproximabamos a los montones preparados para el dia siguiente y con ansia devoradora agarrabamos lo que nos caia a mano y nos lo llevabamos a casa. Consegui una excelente
en ingles, una Historia de la investigacion criminal en la era Meiji...Bah, que mas da, de todos modos no tuve tiempo de leer aquello con calma, ni lo tendria ahora.