La tercera biblioteca se la regale a la casa de cultura de Paranaisk en el cincuenta y cinco, cuando regrese de Kamchatka.
?Como pude decidirme entonces a solicitar que me licenciaran? En aquella epoca no era nadie, no sabia hacer nada, no conocia la vida civil, llevaba sobre mis espaldas la carga de una esposa caprichosa y a la bella Katia de rizos dorados... No, de haber visto que el ejercito me prometia algo bueno, nunca me hubiera arriesgado. Pero en el ejercito no me esperaba nada: en aquella epoca yo era joven y orgulloso, me aterrorizaba imaginarme como un simple tenientillo, el mismo traductor de siempre, en la division de siempre, durante todos los anos que me quedaban por delante.
Es extrano que nunca escriba sobre esos anos. Es un material que le interesaria a cualquier lector. Cualquier lector lo compraria de buena gana, sobre todo si estuviera escrito de esa manera moderna y audaz que hace tiempo no soporto, pero que, por causas que desconozco, gusta mucho. Por ejemplo:
?Que podia hacer yo? Prometi una vez mas que aquel mismo dia pasaria por alli, y al otro lado del hilo colgaron con ira, con reproche. Me apresure a servirme los restos de vino y bebi para calmarme, mientras pensaba con desesperada claridad que el dia anterior debia haber comprado conac, y no aquel vino asqueroso. O, mejor todavia, vodka de trigo.
Se trataba de que el otono anterior, nuestro secretariado decidio satisfacer la peticion de cierto instituto linguistico, creo que de investigaciones cientificas, de que todos los escritores moscovitas presentaran varias paginas de sus manuscritos para unas investigaciones especiales, algo relacionado con la teoria de la informacion, con una cosa llamada entropia del lenguaje... Ninguno de nosotros entendio bien de que se trataba, con excepcion quiza de Garik Aganian quien, segun dicen, lo comprendio pero no pudo explicarselo a nadie. Solo entendimos que ese instituto necesitaba la mayor cantidad posible de escritores, y lo demas no tenia importancia: ni cuantas paginas, ni que paginas, ni que contenido, nada, solo habia que ir a verlos a la calle Bannaia, cualquier dia laborable, de nueve a cinco. En aquel momento nadie tuvo objeciones, todo lo contrario, muchos se sintieron halagados de participar en el progreso cientifico-tecnico; asi que, segun se comenta, en la Bannaia los primeros dias hubo cola y hasta algun que otro escandalo. Y despues, todo se disolvio, se olvido, y ahora el pobre de Fiodor Mijeievich nos molesta una vez al mes, a veces antes, nos averguenza e insulta por telefono y cuando nos pesca, en persona.
Por supuesto, no es bueno atravesarse en el camino del progreso cientifico-tecnico, y por otra parte, somos personas como las demas: voy por la calle Bannaia y recuerdo que debo pasar por el Instituto, pero no llevo conmigo el manuscrito; o tengo el manuscrito en el bolsillo, me dirijo precisamente hacia la Bannaia y de alguna extrana manera termino en el club. Yo explico todas estas misteriosas desviaciones debido a que, segun creo, no es posible considerar con seriedad este invento de nuestro secretariado, al igual que muchas otras ocurrencias suyas. Pero, ?que entropia del lenguaje puede haber aqui, junto al rio Moscova? Y sobre todo, ?que tengo que ver yo con eso?
Pero no habia manera de huir, y me dedique a buscar la carpeta en la que, recuerdo, guarde el manuscrito hacia mas de dos semanas. La carpeta no estaba encima del escritorio, y en ese momento me acorde de que me dispuse a ir a la Bannaia cuando estaba en la redaccion de
El negro taciturno saco de la oficina el butacon con aquella ruina humana. Cuando salio, el jefe cerro bien la puerta...
?Que negro era aquel? ?Y esa ruina humana? No me acordaba de nada.
?Si, si, me acuerdo! Era un panfleto politico mio... No... no me acuerdo de nada.
Pues si.
Ah, era cuando yo estaba traduciendo a Kipling,
Mil novecientos cincuenta y tres. Kamchatka. Estoy sentado en el puesto de mando, traduciendo a Kipling, ya que cuando no hay un enemigo visible, el traductor no tiene nada que hacer.
Huevos de Conejo:
«Rabbit's Balls».
Y aqui esta
En aquellos tiempos, mis concepciones literarias eran las de un moralista grandioso, y no solo de un moralista, sino del inspirado aeda del reglamento militar. Y mas adelante, camaradas soldados, lo fundamental en este caso que
?Que extrano resulta leer esto hoy! Es como si se lo contaran a uno con ternura, como a un bebe de tres anitos que no ha podido aguantarse y se lo ha hecho encima, delante de todos los invitados. Pero entonces yo no tenia tres anitos, sino veintiocho. ?Cuanto anoraba ver mi nombre impreso, sentirme escritor, jactarme ante todos de ser el preferido de las musas y de Apolo! Y que desilusion cuando en la revista
Ocurrio durante la guardia
No, no les dare mi
Ocurrio durante la guardia
Aparte las «Creaciones de los anos de juventud» y tome otra carpeta, de aspecto totalmente moderno, bien atada con cintas rojas perfectamente conservadas. Habia una etiqueta blanca en la cubierta, que decia: