Destinos Truncados - Стругацкие Аркадий и Борис 5 стр.


—Por supuesto, a ti eso no te interesa en absoluto —decia Lola—. Vives en la capital, rodeado de actrices y bailarinas... Lo se todo. No pretendas que aqui no sabemos nada de tu dinero loco, tus amantes, tus escandalos constantes... Si quieres saberlo, nada de eso me importa, nunca fui un obstaculo para ti, vivias como querias...

Lo que siempre la hunde es que habla demasiado. Cuando estaba soltera, era callada, tranquila, misteriosa. Hay chicas que saben como comportarse desde la mas tierna infancia. Ella lo sabia. En general, todavia esta bien cuando se sienta y ensena las rodillas... o se lleva la mano a la nuca y se estira. Eso debe de volver loco a un abogado de provincias. Viktor imaginaba una velada casera: la mesita junto al divan, la botella en una cubeta, el cava que burbujea en las copas, la caja de bombones atada con una cinta, y el abogado en persona, envuelto en tela almidonada y atado con un lacito negro. Como en las mejores familias, y de repente, entra Irma...

«Que pesadilla —penso Viktor—. Por supuesto, es una mujer desgraciada...»

—Debes entender que no se trata de dinero —seguia diciendo Lola—, el dinero no pinta nada aqui. —Se habia serenado, las manchas rojas habian desaparecido de su rostro—. Se que, a tu manera, eres un hombre honesto, algo desordenado, extravagante, pero sin maldad. Siempre nos has ayudado, en este sentido no tengo ninguna queja. Pero ahora necesito otro tipo de ayuda. No puedo decir que sea feliz, pero tampoco lograste hacerme una infeliz. Tienes tu vida, yo tengo la mia. A proposito, no soy una vieja, aun tengo mucha vida por delante...

«Tendre que llevarme conmigo a la nina —penso Viktor—. Se ve que ya lo ha decidido todo. Si dejo a Irma aqui, esto sera el infierno. Bien, ?y donde la meto? Se honesto —se dijo—. Basta con ser honesto. No se trata de un juguete. —Recordo con total honestidad su vida en la capital—. Muy mal —penso—. Claro, siempre puedo contratar a una institutriz. Lo que significa alquilar un piso permanentemente. Pero no se trata de eso, la nina debe estar conmigo y no con una institutriz. Dicen que los mejores hijos son los que han sido educados por sus padres. Ademas, ella me gusta aunque sea una nina muy rara. Y, en general, es mi deber. Como persona honesta, como padre. Y soy culpable ante ella. Pero todo esto no es mas que literatura. ?Honestamente? Honestamente, tengo miedo. Porque ella se parara delante de mi como un adulto, sonriendo con su boca grande, ?y que podre decirle? Lee, lee mas, lee todos los dias, no tienes que dedicarte a nada mas, simplemente lee. Ella lo sabe, sin necesidad de que yo se lo diga. Por eso tengo miedo... Pero no estoy siendo totalmente honesto. El problema es que no lo deseo. Estoy acostumbrado a vivir solo. Me encanta vivir solo. No quiero cambiar. Honestamente, esa es la cuestion. Como todas las verdades, tiene un aspecto repelente. Es algo miserable, egoista, cinico. Honestamente.»

—?Por que callas? —pregunto Lola—. ?Pretendes quedarte callado?

—No, te escucho —se apresuro a decir Viktor.

—?Que es lo que escuchas? Llevo media hora esperando a que tengas la bondad de reaccionar. A fin de cuentas, no es hija mia solamente...

«?Y debo ser honesto con ella? —penso Viktor—. No tengo el menor deseo de ser honesto con ella. Me parece que cree que puedo resolver el problema aqui mismo, sin moverme del lugar, entre dos cigarrillos.»

—Entiendeme —proseguia Lola—, no estoy diciendo que te hagas cargo de ella. Yo se que no lo haras, y le doy gracias a Dios por ello, no sirves para eso. Pero tienes relaciones, conocidos, eres una persona bastante famosa, ?ayudame a meterla en alguna parte! Hay institutos de primera, internados, escuelas especiales. Ella es una nina inteligente, tiene talento para los idiomas, las matematicas, la musica...

—Un internado —repuso Viktor—, si, claro... Un internado. Un orfanato... No, perdona, estoy bromeando. Vale la pena pensar en ello.

—?Y que hay que pensar? Cualquier persona estaria satisfecha de poder matricular a su hijo en un buen internado o en una escuela especial. La esposa de nuestro director...

—Escuchame, Lola, es una buena idea e intentare hacer algo. Pero no es tan sencillo, se necesita tiempo. Por supuesto, voy a escribirles.

—?A escribirles! Es lo unico que sabes hacer. No se trata de escribir, sino de ir personalmente, de solicitar, de hacer antesala. De todos modos, aqui no estas haciendo nada. No me digas que te resulta tan dificil, para tu hija...

«Demonios —penso Viktor—, intenta explicarselo ahora.» Encendio otro cigarrillo, se levanto y comenzo a pasearse por la habitacion. Tras la ventana se hacia de noche y seguia cayendo la lluvia, una lluvia densa, pesada, lenta, una lluvia considerable que no se apresuraba a cesar.

—?Ay, que harta estoy de ti! —dijo Lola con rabia inesperada—. Si supieras cuan harta estoy de ti...

«Es hora de irse —penso Viktor—. Comienza la sagrada ira materna, la furia de la mujer que ha sido abandonada, etcetera. De todos modos, hoy no le voy a responder nada. Ni le voy a prometer nada.»

—No se puede contar contigo para nada —seguia diciendo ella—. Inutil como marido, una nulidad como padre, ?vaya, un escritor de moda! No ha sido capaz de educar a su hija. ?Cualquier paleto entiende a las personas mejor que tu! ?Que puedo hacer ahora? No es posible esperar nada de ti. Estoy sola, agotada, soy incapaz de emprender nada. Para ella soy un cero, para ella cualquier mocoso es cien veces mas importante que yo. ?Pero no importa, ya te arrepentiras! ?Si no la educas tu, ellos la educaran! Llegara el momento en que ella te escupira a la cara, como a mi...

—Basta, Lola —dijo Viktor, con el ceno fruncido—. De todos modos, tu siempre... Es verdad que soy el padre, pero tu eres la madre. Para ti, todos a tu alrededor tienen la culpa...

—?Largate!

—Bueno. No tengo la intencion de discutir contigo. Lo pensare. Y tu...

Ella estaba ahora de pie, muy erguida, temblando casi, saboreando por adelantado los reproches, dispuesta a lanzarse a la pelea con pasion.

—Y tu, intenta no ponerte nerviosa —prosiguio el—. Algo se nos ocurrira. Te llamare.

Paso al vestibulo y se puso el impermeable, que aun estaba mojado. Metio la cabeza en la habitacion de Irma para despedirse, pero la nina no estaba. La ventana se encontraba abierta de par en par, y la lluvia repiqueteaba en el antepecho. De la pared colgaba una tela, donde estaba escrito, con letras hermosas: ruego no cerrar nunca la ventana. La tela estaba arrugada, mostraba agujeros y manchas oscuras, como si la hubieran arrancado y pisoteado varias veces. Viktor cerro la puerta.

—Hasta la vista, Lola —dijo, pero Lola no le respondio.

La calle estaba totalmente a oscuras. La lluvia le golpeaba los hombros y el capuchon. Viktor se encogio y metio las manos en los bolsillos.

«En esta plazuela nos besamos por primera vez —penso—. Entonces, ese edificio no existia, habia un terreno baldio, y mas alla un basurero, alli cazabamos gatos con tirachinas. En la ciudad habia una cantidad exagerada de gatos, pero ahora no veo ninguno... En aquellos tiempos no leiamos nada, sin embargo Irma tiene su habitacion llena de libros. En mis tiempos, ?como eran las ninas de doce anos? Seres patilargos, que soltaban risitas por cualquier cosa, llenos de cintas, munecas, cuadros con liebres y florecitas blancas, que andaban en grupos de dos o tres, susurrando, con caramelos en el bolso y dientes echados a perder. Limpias, quejicas, y las mejores entre ellas eran exactamente como nosotros: las rodillas llenas de aranazos, ojos salvajes, como de lince, aficionadas a poner zancadillas. ?Sera que han llegado los nuevos tiempos? No —se respondio—. No se trata de los nuevos tiempos. Bueno, estos tiempos tienen algo que ver... ?No sera que Irma es una nina prodigio? Existen los ninos prodigio. Yo soy padre de una nina prodigio. Algo honroso, pero complicado, no tan honroso como complicado, a fin de cuentas, de honroso no tiene nada... Y siempre me ha gustado esta callejuela porque es la mas estrecha. Un tropezon, y comenzaba la pelea. Es asi, no podemos vivir sin eso, de ninguna manera. Desde el inicio de los tiempos. Y dos contra uno...»

En la esquina habia una farola. Al borde del espacio iluminado se empapaba un coche con techo de lona, y junto al coche, dos tipos que llevaban impermeables brillantes retenian en el suelo a otro, empapado, de negro. Los tres se revolvian sobre los adoquines, con esfuerzo, trabajosamente. Viktor se detuvo, y a continuacion se aproximo. No es extrano que recuerde todo eso tan bien. Viktor descubrio entonces que sus mejillas y la punta de su nariz habian palidecido. Asi era yo entonces, era facil gritarme. Pero el, pobrecillo, no sabia que yo palidecia de rabia, como Luis XIV, y no de miedo... Pero despues de la pelea, no vale. Que importancia tiene la causa por la que uno palidece. No sigamos por ese camino. Mas para recobrar la calma, para poder acicalarme antes de aparecer en publico, para recuperar el color normal de este rostro nada apuesto pero viril, debo recordarle, senor Banev, que si no le hubiera mostrado su panuelito al senor Presidente, tendria ahora una vida floreciente en nuestra famosa capital, y no estaria en este agujero mojado...

De un trago, Viktor se bebio la ginebra y bajo al restaurante.

—Por supuesto, puede que fueran gamberros —dijo Viktor—. Pero en mis tiempos, ningun gamberro se hubiera metido con un gafudo. Que le tiraran una piedra, eso ocurria, pero agarrarlo, arrastrarlo y, en general, tocarlo... Teniamos panico al contagio.

—Os digo que es una enfermedad genetica —intervino Golem—. No son contagiosos en absoluto.

—?Como que no son contagiosos? —objeto Viktor—. ?Si tienen lobanillos, como los sapos! Eso lo sabe todo el mundo.

—Los sapos no contagian lobanillos —dijo Golem placidamente—. Los mohosos, tampoco. Que verguenza, senor escritor. Es verdad que los escritores son incultos.

—Como toda la gente. El pueblo es inculto, pero sabio. Y si la voz del pueblo asegura que los sapos y los ganidos contagian los lobanillos...

—Por ahi viene mi inspector —dijo Golem.

Hacia su entrada Pavor, que venia directamente de la calle, con la capa empapada.

—Buenas noches —dijo el recien llegado—. Estoy mojado hasta los huesos, me apetece beber.

—De nuevo apesta a limo —pronuncio indignado el doctor R. Kvadriga, que despertaba de un trance alcoholico—. Siempre apesta a limo. Como un estanque. O una planta acuatica.

—?Que estais bebiendo? —pregunto Pavor.

—?Quien? ?Nosotros? —respondio Golem—. Yo, como siempre, bebo conac. Viktor bebe ginebra. Y el doctor, de todo, por turno.

—?Que verguenza! —exclamo el doctor R. Kvadriga con indignacion—. ?Escamas! ?Y cabezas!

—?Un conac doble! —le grito Pavor al camarero.

Tenia el rostro mojado por la lluvia, el cabello pegado a la cabeza, y por sus mejillas afeitadas corrian brillantes hilillos de agua. Otro rostro viril, seguramente muchos se lo envidiaban. ?De donde saca semejante rostro un inspector sanitario? Un rostro viril significa: llueve, los proyectores lo iluminan todo, las sombras pasan volando por los vagones oscuros, se distorsionan... Todo es negro y reluciente, solamente negro y solamente reluciente, y no hay conversaciones, no hay habladurias, unicamente ordenes y todos obedecen... Y no tiene que ser en vagones, puede ser en aviones, un aerodromo, y despues nadie sabe donde estuvo, de donde vino... Las chicas se desmayan, y los hombres sienten deseos de hacer algo viril, por ejemplo, enderezar los hombros y meter la panza. A Golem no le vendria mal meter la panza, pero no tiene donde meterla, todo el sitio esta ocupado. El doctor R. Kvadriga si podria hacerlo, pero no podria enderezar los hombros, lleva encorvado demasiados dias, para siempre. Por las noches esta encorvado sobre la mesa, por las mananas sobre el lavabo, y por el dia se encoge a causa de su higado enfermo. Y eso significa que aqui soy el unico capaz de meter la panza y enderezar los hombros, pero es mejor que virilmente me beba un vaso de ginebra.

—Ninfomano —dijo el doctor R. Kvadriga con tristeza, mirando a Pavor—. Ondinomano. Con algas.

—Cierre esa boca, doctor —dijo Pavor, que se secaba el rostro con servilletas de papel, las arrugaba y las tiraba al suelo. Despues, se puso a secarse las manos.

—?Con quien ha peleado? —pregunto Viktor.

—Violado por un mohoso —pronuncio el doctor R. Kvadriga, que a duras penas trataba de separar los ojos que se le habian cruzado sobre el puente de la nariz.

—Por ahora, con nadie —respondio Pavor y miro atentamente al doctor, pero R. Kvadriga no se dio cuenta de ello.

El camarero trajo la copa. Pavor se la bebio lentamente y se levanto.

—Voy a lavarme —dijo, con voz calmada—. Fuera de la ciudad solo hay fango, todo esta hundido en la mierda. —Y se fue, tropezando con una silla por el camino.

—A mi inspector le ocurre algo —dijo Golem, que con un movimiento de los dedos tiro una servilleta al suelo—. Algo de escala mundial. ?No sabreis por casualidad de que se trata?

—A usted le resultaria mas facil saberlo —replico Viktor—, el lo inspecciona a usted, y no a mi. Y ademas, usted lo sabe todo. A proposito, Golem, ?de donde lo sabe usted todo?

—Nadie sabe nada —objeto Golem—. Algunos adivinan. Muy pocos, solo los que quieren hacerlo. Pero no es posible preguntar de donde lo adivinan, seria violar el idioma. ?Adonde va la lluvia? ?Con que sale el sol? Si Shakespeare hubiera escrito algo por el estilo, ?se lo perdonaria? Seguramente a Shakespeare se lo perdonaria. A Shakespeare le perdonamos muchas cosas, pero a Banev... Oiga, senor literato, tengo una idea. Yo me bebo el conac y usted termine con esa ginebra. ?O ya no bebe mas?

—Golem —dijo Viktor—, ?sabe que soy un hombre de hierro?

—Lo adivino.

—?Y que conclusion saca de ello?

—Que teme oxidarse.

—Supongamos —dijo Viktor—. Pero no hablo de eso. Quiero decir que puedo beber mucho y largo rato, sin perder el equilibrio moral.

—Ah, se trataba de eso —dijo de repente el doctor R. Kvadriga, con voz clara—. ?Me he presentado ya, senores? Tengo el honor: Rem Kvadriga, pintor, doctor honoris causa, miembro de honor... A ti te conozco —le dijo a Viktor—. Tu y yo estudiamos juntos y tambien... Pero usted, perdoneme...

—Me llamo Yul Golem.

—Es un placer. ?Escultor?

—No. Medico.

—?Cirujano?

—Soy el medico principal de la leproseria —explico Golem con paciencia.

—?Ah, claro! —respondio el doctor R. Kvadriga, sacudiendo la cabeza como un caballo—. Por supuesto. Perdoneme, Yul... Pero ?por que lo oculta? Usted no es medico alli. Usted cria mohosos... Me hago una idea. Necesitamos personas asi... Perdone —dijo repentinamente—. Ahora vengo.

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