Samarcanda - Maalouf Amin 4 стр.


A continuacion se acercan los dignatarios religiosos, esperados con curiosidad y tambien con recelo. Son mas de veinte. Abu Taher no ha tenido dificultad en convencerlos de que vinieran. Desde el momento en que han manifestado ampliamente su resentimiento, perseverar por ese camino seria buscar el martirio, lo que ninguno de ellos desea.

Alli estan, presentandose ante el trono e inclinandose lo mas profundamente posible, cada uno segun su edad y sus articulaciones, esperando una senal del principe para incorporarse. Pero la senal no llega. Pasan diez minutos. Luego veinte. Ni siquiera los mas jovenes pueden permanecer indefinidamente en una postura tan incomoda. Sin embargo, ?que hacer? Incorporarse sin haber sido autorizado a ello seria designarse para la venganza del monarca. Uno despues de otro caen de rodillas, actitud igualmente respetuosa y menos agotadora. Solo cuando la ultima rotula ha tocado tierra, el soberano hace la senal de levantarse y retirarse sin discurso. Nadie se asombra del cariz que han tomado los acontecimientos; es el precio que hay que pagar, esta en el orden de las cosas del reino.

A continuacion se acercan unos oficiales turcos y grupos de notables, asi como algunos

V

– Una poetisa de Bujara; la llaman Yahan. Yahan, como el vasto mundo. Es una joven viuda con amores tumultuosos.

El tono es reprobador, pero el interes de Omar se agudiza aun mas por ello y no puede apartar su mirada de Yahan. Esta se ha levantado ya el velo dejando al descubierto unos labios sin afeites; declama un poema agradablemente compuesto en el que, cosa extrana, no se menciona ni una sola vez el nombre del kan. No, se elogia sutilmente el rio Sogd que dispensa sus beneficios a Samarcanda tanto como a Bujara y va a perderse el desierto, ya que ningun mar es digno de recibir su agua.

– Has hablado bien. Que tu boca se llene de oro -dice Nasr, repitiendo la formula que le es habitual.

La poetisa se inclina sobre una gran bandeja de dinares de oro y comienza a introducirse las monedas en la boca una a una, mientras los asistentes las van contando en voz alta. Cuando Yahan reprime un hipo a punto de atragantarse, la corte entera, con el monarca a la cabeza, suelta la carcajada. El chambelan hace una sena a la poetisa para que vuelva a su sitio; se han contado cuarenta y seis dinares.

Solo Jayyam no rie. Con los ojos fijos en Yahan intenta comprender sus sentimientos hacia ella; su poesia es tan pura, su elocuencia tan digna, su intervencion tan valiente… y sin embargo ahi esta, atiborrada de metal amarillento, entregandose a esa humillante recompensa. Antes de bajarse el velo, lo levanta algo mas, liberando una mirada que Omar recoge, aspira y quisiera retener. Instante inapreciable para la multitud y eternidad para el amante. El tiempo tiene dos caras, se dice Jayyam, tiene dos dimensiones; la longitud va al ritmo del sol, la densidad al ritmo de las pasiones.

El cadi interrumpe ese momento bendito entre todos; da unos golpecitos en el brazo de Jayyam, que se vuelve. Demasiado tarde, la mujer ha desaparecido, ya no es mas que velos.

Abu Taher quiere presentar a su amigo al kan y guarda las formas:

– Vuestro augusto techo ampara en este dia al sabio mas grande de Jorasan, Omar Jayyam. Para el las plantas no tienen secretos, las estrellas no tienen misterio.

No es una casualidad que el cadi haya distinguido la medicina y la astrologia entre las numerosas disciplinas en las que Omar destaca; siempre han gozado del favor de los principes, la primera por esforzarse en preservar su salud y su vida, la segunda por querer conservar su fortuna.

El principe se muestra complacido, dice que se siente honrado, pero no esta de humor para entablar una conversacion erudita y, equivocandose aparentemente sobre las intenciones del visitante, juzga oportuno reiterar su formula preferida.

– ?Que su boca se llene de oro!

Omar esta desconcertado y reprime un respingo. Abu Taher se da cuenta y se inquieta. Temiendo que una negativa ofenda al soberano, mira a su amigo grave e insistentemente y le empuja por los hombros. En vano, Jayyam ha tomado su decision:

– Que Su Grandeza se digne excusarme, estoy en periodo de ayuno y no puedo llevarme nada a la boca.

– ?Sin embargo, el mes de ayuno se termino hace tres semanas, si no me equivoco!

– En la epoca del

El cadi se asusta, la asistencia se agita, el rostro del soberano es ilegible. Se decide por interrogar a Abu Taher:

– Tu que estas enterado de todas las minuciosidades de la fe, ?puedes decirme si

El cadi adopta el mas neutro de los tonos:

– Estrictamente hablando, lo que entra por la boca puede constituir una ruptura del ayuno. Y ha sucedido que se traguen una moneda por error.

Nasr admite el argumento, pero no se queda satisfecho e interroga a Omar:

– ?Me has dado la verdadera razon de tu negativa?

Jayyam duda un momento y luego dice:

– No es la unica razon.

– Habla -dice el kan-, no tienes nada que temer de mi.

Entonces Omar pronuncia estos versos:

?Es la pobreza lo que me ha conducido hasta ti?

Nadie es pobre si sabe conservar sus deseos sencillos.

No espero nada de ti, sino que me honres,

si sabes honrar a un hombre recto y libre.

– ?Que Dios ensombrezca tus dias, Jayyam! -murmura Abu Taher para si mismo.

No piensa lo que dice, pero su miedo es real. Aun resuena en sus oidos el eco de una demasiado reciente colera y no esta seguro de poder domar a la fiera una vez mas. El kan permanece silencioso, inmovil, como petrificado por una insondable deliberacion; sus allegados esperan su primera palabra como un veredicto, algunos cortesanos prefieren marcharse antes de la tormenta.

Omar aprovecha el desconcierto general para buscar con los ojos a Yahan; esta apoyada en una columna con el rostro oculto entre las manos.

– ?Sera por el por quien ella tambien tiembla?

Al fin el kan se levanta. Camina resueltamente hacia Omar, le da un fuerte abrazo, le toma la mano y se lo lleva con el.

«El senor de Transoxiana», cuentan las cronicas, «tenia tal estima por Omar Jayyam que lo invitaba a sentarse cerca de el en el trono.»

– Ahora ya eres amigo del kan -lanza Abu Taher en cuanto abandonan el palacio.

Su jovialidad esta a la medida de la angustia que ha secado su garganta, pero Jayyam responde friamente:

– ?Has olvidado el proverbio que reza asi: «El mar no tiene vecinos, el principe no tiene amigos»?

– No desprecies la puerta que se abre. ?Tu carrera me parece trazada en la corte!

– La vida de la corte no es para mi; mi unico sueno, mi unica ambicion es tener algun dia un observatorio, con un jardin de rosas y contemplar el cielo hasta perderme en el, con una copa en la mano y una hermosa mujer a mi lado.

– ?Hermosa como esa poetisa? -rie burlonamente Abu Taher.

Omar no tiene otra cosa en la mente, pero se calla. Teme traicionarse a la menor palabra que se le escape. Sintiendose un poco frivolo, el cadi cambia de tono y de tema:

– Tengo que pedirte un favor.

– Eres tu quien me colma de favores.

– ?Lo admito! -concede rapidamente Abu Taher-. Digamos que quisiera algo a cambio.

Han llegado ante el portico de su residencia y le invita a proseguir su conversacion en torno a una mesa bien surtida.

– He concebido un proyecto para ti, un proyecto de libro. Olvidemos un momento tus

Jayyam no dice ni una palabra. Abu Taher prosigue:

– Es en esos campos del conocimiento donde espero de ti el libro ultimo y ese libro quiero que me lo dediques.

– No pienso que haya un libro ultimo en esos campos y precisamente por eso hasta el presente me he contentado con leer y aprender, sin escribir nada yo mismo.

– ?Explicate!

– Consideremos a los antiguos, los griegos, los indios y los musulmanes que me han precedido. Ellos han escrito profusamente sobre todas esas disciplinas. Si repito lo que han dicho, mi trabajo es superfluo; si les contradigo, como constantemente estoy tentado de hacer, otros vendran despues de mi para contradecirme. ?Que quedara manana de los escritos de los sabios? Solamente las criticas hacia aquellos que les han precedido. Se recuerda lo que destruyeron de la teoria de los otros, pero lo que desarrollan ellos mismos sera indefectiblemente destruido, ridiculizado incluso, por aquellos que vengan despues. Esta es la ley de la ciencia; la poesia no conoce semejante ley, no niega jamas aquello que la ha precedido y lo que la sigue jamas la niega, atraviesa los siglos con toda tranquilidad. Por eso escribo mis ruba'iyyat . ?Sabes lo que me fascina de las ciencias? Que encuentro en ellas la suprema poesia: con las matematicas, el vertigo embriagador de los numeros; con la astronomia, el enigmatico susurro del universo. Pero ?por favor, que no me hablen de verdad!

Se calla un instante, pero prosigue inmediatamente.

– Me he paseado por los alrededores de Samarcanda y he visto ruinas con inscripciones que nadie sabe ya descifrar, y me he preguntado: ?Que queda de la ciudad que antano se elevaba aqui? No hablemos de los hombres, son las mas efimeras de las criaturas, pero ?que queda de su civilizacion? ?Que reino ha subsistido, que ciencia, que ley, que verdad? Nada. Por mas que he rebuscado en esas ruinas, no he podido descubrir mas que un rostro grabado en un cascote de ceramica y un fragmento de pintura en una pared. Eso es lo que seran mis miserables poemas dentro de mil anos, cascotes, fragmentos, ruinas de un mundo enterrado para siempre. Lo que queda de una ciudad es la mirada indiferente que habra posado sobre ella un poeta medio borracho.

– Comprendo tus palabras -balbucea Abu Taher un poco desconcertado-. Sin embargo, ?no querras dedicar a un cadi chafeita unos poemas que huelan a vino!

De hecho, Omar sabra mostrarse conciliador y, lleno de gratitud, aguara su vino, por decirlo asi. Durante los meses siguientes comienza la redaccion de un libro muy importante consagrado a las ecuaciones cubicas. Para presentar la incognita en ese tratado de algebra, Jayyam utiliza el termino arabe

con mis versos y mis risas. Si alguna vez pensara en casarse conmigo, empezaria por encerrarme.

Emergiendo con dificultad de su torpor, Omar no capta nada del discurso de Yahan y cuando se decide a pronunciar sus primeras palabras se dirige menos a ella que a si mismo o a una sombra:

– Cuantas veces, adolescente, y mas tarde, despues de la adolescencia, me he cruzado con una mirada, con una sonrisa; por la noche sonaba que esa mirada se convertia en presencia, se hacia carne, mujer, deslumbramiento en la oscuridad. Y de pronto, entre las sombras de esta noche, en este pabellon irreal, en esta ciudad irreal, estan aqui, mujer, bella, poetisa por anadidura, ofreciendote a mi.

Ella rie.

– ?Ofreciendome? ?Tu que sabes! No me has rozado, no me has visto y sin duda no me veras, puesto que partire mucho antes de que el sol me expulse.

En la densa oscuridad un largo y confuso frufru de seda, un perfume. Omar contiene la respiracion, su piel esta alerta; no puede contener una pregunta con la ingenuidad de un colegial:

– ?Llevas aun tu velo?

– No llevo mas velo que la noche.

VI

Todos los dias, en palacio, se cruzan y evitan mirarse por temor a traicionarse. Cada noche Jayyam se apresura hacia el pabellon para esperar a su amada. ?Cuantas noches les otorgara el destino? Todo depende del soberano. Cuando se marche, Yahan lo seguira. Pero el principe no anuncia nada de antemano. Una manana saltara sobre su caballo de batalla, nomada e hijo de nomada, y tomara el camino de Bujara, de Kix o de Penyikent; la corte perdera la cabeza por alcanzarlo. Omar y Yahan temen ese momento, cada beso tiene el sabor del adios, cada abrazo es una huida sin aliento.

Una noche entre otras, aunque una de las mas sofocantes del verano, Jayyam sale a la terraza del pabellon a esperar a Yahan; muy cerca de el le parece oir las risas de los guardias del cadi y se preocupa, aunque sin motivo, puesto que Yahan llega y le tranquiliza; nadie se ha dado cuenta de su presencia. Se besan primero furtivamente, luego con mas insistencia, es su manera de terminar el dia de los demas y de comenzar su noche.

– ?Cuantos amantes crees que habra en esta ciudad que en este instante se encuentran como nosotros?

Es Yahan la que cuchichea con picardia. Omar se ajusta con aire docto su gorro de noche, hincha las mejillas y ahueca la voz:

– Veamos el asunto detenidamente: si excluimos a las esposas que se aburren, a las esclavas que obedecen, a las prostitutas que se venden o se alquilan, a las virgenes que suspiran, ?cuantas mujeres quedan, cuantas amantes iran esta noche al encuentro del hombre que han elegido? Igualmente ?cuantos hombres duermen junto a la mujer que aman, una mujer sobre todo que se entregue a ellos por otra razon que no sea la de no poder evitarlo? Quien sabe… quiza no haya esta noche en Samarcanda mas que una amante, quiza solo haya un amante. Diras, ?por que tu?, ?por que yo? Porque Dios nos ha hecho amantes como ha hecho venenosas a algunas flores.

El rie, y ella deja correr las lagrimas.

– Entremos y cerremos la puerta, podrian oir nuestra felicidad.

Muchas caricias despues, Yahan se incorpora, se cubre a medias y separa dulcemente a su amante.

– Tengo que confesarte un secreto. Me lo ha dicho la esposa de mayor edad del kan. ?Sabes por que esta en Samarcanda?

Omar la interrumpe. Piensa que es algun cotilleo de haren.

– Los secretos de los principes no me interesan, queman los oidos de los que los oyen.

– Escuchame primero, ese secreto tambien nos pertenece puesto que puede cambiar completamente nuestra vida. Nasr Kan ha venido a inspeccionar las fortificaciones. Al final del verano, cuando la canicula haya pasado, espera un ataque del ejercito selyuqui.

Jayyam conoce a los selyuquies, pueblan sus primeros recuerdos de la infancia. Mucho antes de convertirse en los amos del Asia musulmana se habian aduenado de su ciudad natal, dejando por generaciones el recuerdo de un Gran Miedo.

Esto sucedia diez anos antes de su nacimiento. Los habitantes de Nisapur se habian despertado una manana con su ciudad totalmente rodeada por los guerreros turcos. A la cabeza de ellos dos hermanos, Togrul Beg «el Halcon» y Xagri Beg «el Gavilan», hijos de Mikael, hijo de Selyuq, por aquel entonces oscuros jefes de clan, nomadas recientemente convertidos al Islam. Los dignatarios de la ciudad recibieron este mensaje. «Se dice que vuestros hombres son altivos y que el agua fresca corre en vuestra ciudad por canales subterraneos. Si intentais resistiros, vuestros canales pronto estaran a cielo abierto y vuestros hombres estaran bajo tierra.»

Fanfarronadas, frecuentes en el momento de los asedios. Sin embargo, los dignatarios de Nisapur se apresuraron a capitular a cambio de la promesa de que los habitantes salvarian la vida, sus bienes, sus casas y sus huertos, y sus canales serian respetados. Pero ?que valen las promesas de un vencedor? En cuanto la tropa entro en la ciudad, Xagri quiso soltar a sus hombres por las calles y en el bazar. Togrul se opuso alegando que estaban en el mes del ramadan y no se podia saquear una ciudad del Islam durante el periodo de ayuno. El argumento surtio efecto, pero Xagri no depuso las armas. Unicamente se resigno a esperar que la poblacion no estuviera ya en estado de gracia.

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