Scaramouche - Sabatini Rafael 11 стр.


L?andre que, como sabemos, era escaso de entendederas, mir? despreciativamente a su interlocutor y le pregunt?:

– Y t? ?para qu? has nacido?

– Nadie lo sabe -admiti? con candidez-. Ni tampoco se sabe por qu? nac?. Tal es el caso de muchos de nosotros, querido amigo, puedes creerme.

– Pero ?por qu? dices que L?andre se equivoca? -pregunt? Binet frustrando el principio de una bonita discusi?n.

– Porque, por regla general, siempre se equivoca. Y tambi?n porque considero al p?blico de Guichen demasiado refinado para apreciar

Y as?, fanfarroneando, se fue antes de que el se?or Binet, mudo de rabia, pudiera recobrar el habla.

CAP?TULO IV Sale el se?or Parvissimus

El ?xito de la Compa??a Binet en Guichen estaba garantizado. Aquella noche los actores bebieron vino de Borgo?a a expensas del director. La recaudaci?n lleg? a la suma de ocho luises, es decir, el mejor negocio que Binet hab?a hecho en toda su carrera, y estaba tan satisfecho que no cab?a en s?. Incluso lleg? a admitir que parte del ?xito se deb?a al se?or Parvissimus.

– Sus indicaciones -dijo definiendo exactamente su participaci?n en la obra- me fueron de gran ayuda, como advert? desde el primer momento.

– Y tambi?n su pericia cortando las plumas -gru?? Polichinela-. No olvide eso. Es muy importante tener al lado un hombre que sepa cortar bien las plumas, y lo tendr? en cuenta cuando decida meterme a autor.

Pero ni siquiera esta burla pudo malograr la alegr?a del se?or Binet.

El martes se repiti? el ?xito art?stico y aument? el econ?mico. Diez luises y siete libras fue la enorme suma que despu?s de la funci?n Andr?-Louis, el portero, le entreg? a Binet, quien nunca hab?a visto tanto dinero junto. Y menos en una miserable aldea como Guichen, que sin duda era el ?ltimo lugar del mundo donde hubiera podido esperarse semejante caudal.

– ?Ah, es que hay feria en Guichen! -le dijo Andr?-Louis-. Hay aqu? gente de Nantes y de Rennes que viene a comprar y a vender. Ma?ana, ?ltimo d?a de la feria, el p?blico ser? m?s numeroso a?n. Los ingresos aumentar?n.

– ?Aumentar?n? Me conformar?a con que siguieran como hasta ahora, amigo m?o.

– De eso puede estar seguro -afirm? Andr?-Louis-. ?Bebemos otra copa de Borgo?a?

Y entonces ocurri? la tragedia. Se anunci? con una sucesi?n de golpes y trastazos que culminaron en un estr?pito al otro lado de la puerta que hizo que todos se pusieran en pie alarmados.

De un salto, Pierrot corri? a abrir la puerta, y vio en el suelo, al pie de la escalera, a un hombre tendido boca abajo. Se quejaba, por tanto, a?n viv?a. Pierrot se acerc? para darle la vuelta al cuerpo y descubri? que era Scaramouche, haciendo muecas y quej?ndose amargamente.

Todos los comediantes apretujados detr?s de Pierrot se echaron a re?r.

– Siempre te dije que cambiaras tu personaje por el m?o -grit? Arlequ?n dirigi?ndose al ca?do-. Eres excelente cay?ndote. ?Cu?ntas veces lo has ensayado?

– ?Desalmado! -grit? Scaramouche-. He estado a punto de descalabrarme, ?y a?n te r?es de m??

– Es verdad. Deber?amos llorar porque no te has descalabrado del todo. Lev?ntate -contest? Arlequ?n tendi?ndole una mano.

Scaramouche cogi? aquella mano, aferr?ndose a ella para incorporarse, pero lanz? otro grito y volvi? a desplomarse.

– ?Mi pie, mi pie! -se quej?.

Asustado, Binet se abri? paso a trav?s del grupo de actores. No era la primera vez que el destino le jugaba una mala pasada de ese tipo. A eso se deb?a su aprensi?n.

– ?Qu? te pasa en el pie?

– Creo que me lo he roto -contest? Scaramouche.

– ?Roto? ?Bah! Lev?ntate ahora mismo -dijo cogi?ndolo para ponerlo en pie.

Scaramouche se incorpor? sobre un solo pie dando alaridos, y cuando quiso apoyar el otro, se le dobl? y hubiera vuelto a caerse de no ser porque Binet lo sosten?a. El sal?n se llen? con los aullidos del accidentado mientras Binet echaba por la boca sapos y culebras.

– ?Tienes que balar como un ternero, est?pido? Est?te quieto. Pronto, traed una silla.

Lleg? la silla y Scaramouche se derrumb? en ella.

– D?jame echarle un vistazo a ese pie.

Sin hacer caso de sus gritos, Binet le quit? el zapato y la media.

– ?Qu? tiene este pie? -pregunt? examin?ndolo minuciosamente-. Nada que yo pueda ver.

Volvi? a cogerlo, sosteniendo el tal?n en una mano y la punta del pie en la otra, y entonces le dio una vuelta al tobillo. Scaramouche chill? de agon?a hasta que Clim?ne detuvo la maniobra de su padre agarr?ndolo por el brazo.

– ?Dios m?o! ?Es que no tienes sentimientos? -le reproch? a su padre- Se ha hecho da?o en el pie. ?Por qu? le torturas? ?Crees que as? lo vas a curar?

– Es que no veo nada en ese pie, nada que justifique esos gritos. Tal vez s?lo se lo ha rozado…

– Si s?lo se lo hubiera rozado no gritar?a tanto -dijo Madame, asom?ndose por el hombro de Clim?ne-. Tal vez se ha dislocado el tobillo.

– Eso me temo -gimi? Scaramouche.

Binet se apart? muy disgustado.

– Llevadlo a la cama -dijo- y que venga a verlo un m?dico.

As? lo hicieron. Despu?s de ver al enfermo, el m?dico inform? que no era nada grave, que evidentemente al caerse se hab?a torcido un poco el pie, y que bastar?an unos d?as de reposo para que se recuperara.

– ?Unos d?as! -grit? Binet-. ?Redi?s! ?Significa eso que no puede caminar?

– Es imposible, lo m?s que podr?a hacer ser?a dar un par de pasos.

El se?or Binet le pag? al m?dico y se sent? a reflexionar. Bebi? un vaso de Borgo?a de un solo trago y se qued? sentado mirando fijamente el vaso vac?o.

– ?Por qu? tendr?n que pasarme siempre estas cosas? -mascull? sin dirigirse a nadie en particular. Los miembros de su compa??a le miraban en silencio compartiendo su consternaci?n-. Ten?a que haber previsto que algo as? iba a sucederme desde el momento en que la suerte empezaba a sonre?rme en muchos a?os. Ahora todo ha acabado. Ma?ana nos vamos. ?El mejor d?a de la feria, en la cumbre del ?xito, con cerca de quince luises al alcance de la mano! ?Oh, Dios m?o!

– ?Va a suspender la funci?n de ma?ana? -pregunt? Andr?-Louis, y Binet y los dem?s se volvieron a ?l.

– ?Acaso podemos representar el

Binet le observ? mientras le?a. Todav?a estaban cogidos del brazo y Pantalone no lo soltaba.

– Y ahora, amigo m?o -dijo-, escoge entre ser el c?mico Parvissimus y actuar ma?ana como Scaramouche o ser Andr?-Louis Moreau, de Gavrillac, e ir a Rennes a v?rtelas con el procurador del rey.

– ?Y si estuvieras en un error? -dijo Andr?-Louis ocult?ndose tras una m?scara imperturbable.

– Me arriesgar? a equivocarme -dijo Binet-. Delante de m? dijiste que eres abogado. Eso fue una indiscreci?n, querido amigo.

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