Scaramouche - Sabatini Rafael 12 стр.


Es demasiada coincidencia que dos abogados, en una misma regi?n, tengan que ocultarse al mismo tiempo. Como ves, no hay que ser muy ingenioso para llegar a descubrirte. En fin, Andr?-Louis Moreau, abogado de Gavrillac, ?qu? vas a hacer?

– Hablaremos de eso mientras regresamos -dijo Andr?-Louis.

– ?De qu? hablaremos?

– De un par de cosas. Debo saber cu?l es el terreno que estoy pisando. Caminemos, por favor.

– Muy bien -dijo Binet mientras regresaban, sin soltarle el brazo por temor a que fuera a escaparse. Pero era una precauci?n in?til. Andr?-Louis no era hombre que gastase su energ?a en vano, y sab?a que su fuerza f?sica no era nada comparada con la del corpulento Pantalone.

– Si yo cediera ante tu persuasiva elocuencia -dijo Andr?-Louis suavemente-, ?qu? garant?a me dar?s de no ir a venderme por veinte luises despu?s de que me hayas utilizado como actor?

– Te doy mi palabra de honor -dijo enf?ticamente el se?or Binet.

Andr?-Louis se ech? a re?r.

– ?Oh, ahora me hablas de honor! Realmente, se?or Binet, ?crees que soy un imb?cil?

– Tal vez tengas raz?n -gru?? Binet, furioso, aunque rojo de verg?enza-. Pero ?qu? garant?a puedo darte?

– No lo s?.

– Ya dije que ser? fiel a mi palabra.

– Hasta que te resulte m?s rentable venderme.

– En tus manos est? hacer que sea m?s rentable para m? no perderte. A ti debemos el ?xito que hemos tenido en Guichen. Como ves, lo confieso con franqueza.

– En privado -agreg? Andr?-Louis.

El se?or Binet pas? por alto el sarcasmo.

– Lo que aqu? has hecho por nosotros con

CAP?TULO V Entra Scaramouche

Vestido con el ajustado traje de otros tiempos, todo de negro desde la gorra de terciopelo hasta los zapatos, con la cara embadurnada de blanco y un bigotillo rizado; con su sable corto y una guitarra a la espalda, Scaramouche se contempl? en el espejo, disponi?ndose a mostrarse mordaz.

Pens? que su vida, que hasta hac?a poco hab?a sido esencialmente pac?fica y contemplativa, de pronto era mucho m?s activa. En s?lo una semana, hab?a sido abogado, orador popular, forajido, tramoyista, carpintero, portero, y por ?ltimo estaba a punto de convertirse en buf?n. El mi?rcoles de la semana anterior hab?a despertado la c?lera en el pueblo de Rennes, y este mi?rcoles deb?a despertar la hilaridad en el de Guichen. Antes hab?a arrancado l?grimas, y ahora su misi?n era arrancar carcajadas. A pesar de que hab?a una diferencia, hab?a una semejanza. En ambos casos hab?a sido comediante, y el papel que en Rennes hab?a interpretado se parec?a en algo al que ahora ten?a que representar en Guichen. Al fin y al cabo, ?qu? hab?a sido en Rennes sino una especie de Scaramouche, un astuto intrigante que sembraba la semilla del malestar ingeniosamente? La ?nica diferencia consist?a en que ahora sal?a al escenario con el nombre que mejor encajaba con su talante y su car?cter, mientras que la vez anterior se hab?a disfrazado de respetable abogado de provincias.

Tras hacer una profunda reverencia ante la imagen que le devolv?a el espejo, se insult?:

– ?Buf?n! Al fin has encontrado tu verdadera personalidad. Por fin est?s en posesi?n de tu herencia. Seguramente tendr?s un gran ?xito.

Al o?r que el se?or Binet le llamaba por su nuevo nombre, baj?, y se encontr? a toda la compa??a aguard?ndole en el vest?bulo de la posada. El director le examin? con ojos inquisitoriales, y su hija, la damisela, tambi?n lo hizo mir?ndolo de arriba abajo.

– No est? mal -dijo Binet comentando la caracterizaci?n del nuevo actor-. Al menos tiene la apariencia del personaje.

– Desgraciadamente los hombres no siempre son lo que aparentan -dijo Clim?ne ir?nicamente.

– ?sa es una verdad que a m? no me aplica -dijo Andr?-Louis-. Porque por primera vez en mi vida, parezco lo que soy.

La se?orita hizo un moh?n y le dio la espalda. Pero los dem?s consideraron su frase muy ingeniosa, seguramente porque no la hab?an entendido bien. Colombina le anim? con una sonrisa, y el se?or Binet asegur? que Andr?-Louis conseguir?a un gran ?xito, pues entraba en su papel con mucha vivacidad. Despu?s, con voz que parec?a haber pedido prestada al ruidoso capit?n, el se?or Binet orden? que todos desfilaran solemnemente hasta la plaza del mercado.

El nuevo Scaramouche iba al lado de Rhodomont. El antiguo, cojeando y con muleta, hab?a salido una hora antes para ocupar el sitio del portero ahora vacante por el cambio de funciones de Andr?-Louis.

Con Polichinela a la cabeza, tocando su gran tambor, y Pierrot soplando la trompeta, todos pasaron entre dos hileras de galopines que gozaban de aquel espect?culo sin pagar nada.

Poco despu?s sonaban los tres consabidos golpes de bast?n, alz?ndose el tel?n para mostrar una lamentable escenograf?a -mezcla de jard?n con bosque- donde Clim?ne miraba febrilmente a lo lejos, aguardando impaciente la llegada de L?andre. Entre bastidores, el melanc?lico gal?n, esperaba su turno para entrar en escena. Casi inmediatamente despu?s deb?a seguirle Scaramouche.

En ese momento, Andr?-Louis experiment? una especie de v?rtigo. Trat? de repasar mentalmente el primer acto de aquella comedia de la que era autor, pero ten?a la mente en blanco. Confuso y sudoroso, retrocedi?, hasta llegar a la pared donde, bajo la d?bil luz de un l?mpara, estaba pegada una hoja de papel con un resumen del argumento de la obra. Estaba reley?ndola cuando lo cogieron por un brazo y le arrastraron violentamente hacia los bastidores. Vio vagamente el rostro grotesco de Pantalone, y escuch? su voz ronca:

– Clim?ne ha pronunciado ya tres veces la palabra que apunta tu entrada.

Antes de que pudiera darse cuenta de lo que le dec?an, fue empujado a la escena, donde permaneci? unos instantes alelado, s?bitamente deslumbrado por las candilejas. Estaba tan aturdido que una risotada tras otra fue el saludo que le dedic? el p?blico desde la plaza. Temblando un poco, cada vez m?s asustado y confundido, se qued? all?, inm?vil, recibiendo el ruidoso tributo a su estupidez. Clim?ne le miraba burlona, saboreando de antemano su humillaci?n. L?andre le contemplaba consternado, y entre bastidores, el se?or Binet, daba saltos de rabia.

– ?Maldita sea! -farfull? dirigi?ndose a los miembros de la compa??a que estaban a su alrededor, tan preocupados como ?l-. ?Qu? va a pasar cuando el p?blico descubra que este desgraciado no es un actor?

Pero el p?blico no descubri? nada. El miedo esc?nico que paralizaba a Scaramouche s?lo dur? un momento. Comprendi? que se estaban riendo de ?l, y record? que Scaramouche debe hacer re?r, pero no ser motivo de risa. Ten?a que salvar la situaci?n volvi?ndola a su favor lo mejor que pudiera. Entonces convirti? su confusi?n, su aut?ntico terror, en un terror deliberado, en una confusi?n fingida, mucho m?s exagerada y, por lo tanto, m?s divertida. Mirando en la distancia, dio a entender al p?blico que su espanto se deb?a a alguien que estaba fuera del escenario. Se escondi? detr?s de unos arbustos de cart?n pintados y, cuando las risas disminuyeron, se dirigi? a Clim?ne y a L?andre:

– Perdonadme, bella dama -dijo-, si mi brusca aparici?n os ha podido asustar. Desde mi ?ltimo problema con Almaviva, ya no soy el mismo. Tampoco lo es mi coraz?n. Cuando ven?a hacia ac?, all? en el prado, me encontr? con un viejo que llevaba un garrote, y tuve el horrible pensamiento de que pudiera ser vuestro padre y de que nuestra inocente estratagema para casaros hab?a sido descubierta. Creo que fue el garrote lo que me inspir? esa idea tan descabellada. Y no es que tenga miedo. En realidad, no tengo miedo a nada. Pero no pude menos que reflexionar que de haber sido vuestro padre, me hubiera roto la cabeza con su garrote, y todas vuestras esperanzas habr?an desaparecido conmigo. ?Qu? ser?a de vosotros sin m?, pobres chiquillos?

Las carcajadas del p?blico animaron gradualmente al reci?n estrenado actor hasta hacer que recobrara su presencia de ?nimo. Evidentemente le cre?an un c?mico consumado, mucho m?s c?mico de lo que ?l hab?a imaginado. Aquel histrionismo se deb?a en cierto modo a una circunstancia ajena a su nuevo oficio de actor. El temor a ser reconocido por alguien de Gavrillac o de Rennes, le hab?a obligado a maquillarse y disfrazarse exageradamente. Tambi?n hab?a distorsionado su voz, aprovechando el hecho de que F?garo era espa?ol. En el Liceo Louis Le Grand hab?a conocido a un espa?ol que hablaba un franc?s chapurreado, pr?digo en grotescos sonidos sibilantes. Muchas veces ?l hab?a imitado aquel dejo para hacer re?r a sus condisc?pulos. Oportunamente se hab?a acordado de aquel estudiante espa?ol, y pronunci? todo su parlamento con aquel acento. El p?blico de Guichen lo hall? tan c?mico en sus labios, como antes sus compa?eros de estudios lo hab?an hallado en labios del ridiculizado espa?ol.

Cuando Binet, entre bastidores, escuch? aquella graciosa improvisaci?n que no figuraba en el argumento, sinti? que todos sus temores se disipaban.

– ?Redi?s! -murmur?, riendo entre dientes-. ?Todo su terror era intencionado!

De todas maneras, no le cab?a en la cabeza que un hombre tan dominado por la confusi?n, como en un principio le hab?a parecido Andr?-Louis, hubiese podido recobrar su ingenio tan r?pida y eficazmente. Por eso a?n le quedaban algunas dudas.

Cuando el tel?n cay?, al finalizar el primer acto, que transcurri? con un ?xito nunca antes conocido en los anales de la compa??a -gracias al nuevo Scaramouche sobre quien reca?a el peso de aquella primera parte-, el se?or Binet acudi? al peque?o espacio que hac?a las veces de camerino para hacerle algunas preguntas a Andr?-Louis y as? salir de dudas.

All? estaba toda la compa??a reunida, felicitando al debutante. Scaramouche, un poco excitado por el ?xito -y aunque m?s tarde lo consider? una tonter?a-, aprovech? las preguntas de Binet para vengarse de Clim?ne por haber disfrutado tanto con su pasajero miedo esc?nico:

– No me extra?an tus preguntas -le dijo a Binet-. Es verdad que deb? avisarte de mi intenci?n de hacer desde el primer momento lo que se me ocurriera para predisponer al p?blico a mi favor. Pero la se?orita Clim?ne estuvo casi a punto de arruinarlo todo al negarse a corresponder al terror que yo fing?a. Ni siquiera se mostr? ligeramente asustada. La pr?xima vez, se?orita, avisar? por anticipado todas y cada una de mis intenciones.

La joven se ruboriz? a pesar del maquillaje que embadurnaba su rostro. Pero cuando se dispon?a a contestarle, tuvo que aguantar la rega?ina de su padre, que la culpaba con tanta m?s energ?a cuanto que ?l mismo se hab?a dejado enga?ar por la que ahora se juzgaba como suprema actuaci?n de Scaramouche.

El ?xito de Scaramouche en el primer acto, se repiti? a lo largo de toda la funci?n. Completamente due?o de s? mismo, y con el est?mulo que s?lo da el ?xito, se super? a s? mismo. Imprudente, astuto, gracioso, encarnaba el aut?ntico arquetipo de Scaramouche sin dejar de poner en el personaje mucho de lo que recordaba de Beaumarchais. De este modo, los m?s enterados del p?blico notaban algo del verdadero F?garo, lo cual les hac?a sentirse en contacto con el gran mundo de la capital.

Cuando el tel?n cay? definitivamente, Scaramouche y Clim?ne participaron de los honores del ?xito de aquella noche saliendo a saludar a escena m?s de una vez, pues los espectadores coreaban pidiendo que salieran de detr?s de las cortinas.

M?s tarde, cuando ya el p?blico se retiraba, el se?or Binet se acerc? a Andr?-Louis frot?ndose las gruesas manos. Con aquel joven abogado hab?a llegado la suerte. El inesperado ?xito de Guichen, sin parang?n en la historia de aquella compa??a de la legua, se repetir?a y aumentar?a en otros lugares. Ya se hab?a acabado eso de acampar y dormir a la sombra de los ?rboles y en los graneros. La adversidad hab?a quedado atr?s. Binet le puso una mano en el hombro a Scaramouche, y lo contempl? con una sonrisa aduladora que ni la pintura roja de sus mejillas, ni la colosal nariz postiza, pudieron disimular.

– ?Y ahora, qu? me dices? -le pregunt?-. ?Me equivoqu? al asegurarte que tendr?as ?xito? ?Crees que llevo toda una vida en el teatro para no saber descubrir a un actor nato? Te he descubierto, Scaramouche. Te he descubierto incluso ante ti mismo, te he puesto en el camino de la fama y la fortuna. Y espero que me lo agradezcas.

Scaramouche se ri?, pero no era una risa del todo agradable.

– ?Siempre ser?s Pantalone! -dijo.

El gran rostro de Binet se nubl?.

– Veo que a?n no has olvidado mi peque?a estratagema que al fin y al cabo ha servido para hacerte justicia a ti mismo. ?Perro ingrato! El ?nico prop?sito que me anim? era conseguir tu triunfo. Si sigues haci?ndolo as? de bien, llegar?s hasta Par?s. Podr?s entrar en la Comedia Francesa, y rivalizar con Taima, con Fleury y con Dugazon. Cuando eso ocurra, tal vez sentir?s la gratitud que le debes al viejo Binet. Porque todo se lo debes a este viejo tonto, pero de buen coraz?n.

– Si fueras tan buen actor en la escena como lo eres en la ida privada -dijo Scaramouche-, hace tiempo que hubieras entrado por la puerta grande en la Comedia Francesa. Pero no te guardo rencor, Binet.

Y se ech? a re?r, tendi?ndole una mano que Binet estrech? efusivamente.

– Me alegro -declar? el director de la compa??a-. Tengo grandes planes para ti, muchacho. Ma?ana iremos a Maure, donde hay feria este fin de semana. El lunes nos presentaremos en Pipriac. Y despu?s, ya veremos. Es posible que est? a punto de realizarse el sue?o de mi vida. Creo que esta noche hemos tenido una recaudaci?n de unos quince luises. Pero… ?d?nde diablos est? ese pillo de Cordemais?

Cordemais era el nombre verdadero del antiguo Scaramouche, que tan inoportunamente se hab?a torcido el pie. El hecho de que Binet le llamara por su nombre real indicaba a las claras que en la compa??a hab?a dejado de ser para siempre el int?rprete de Scaramouche.

– Vamos a buscarle y luego brindaremos en la posada con una botella de Borgo?a. O tal vez con dos botellas…

Pero no encontraron a Cordemais. Ninguno de los miembros de la compa??a le hab?a visto desde el final de la funci?n. El se?or Binet se dirigi? a la entrada. All? tampoco estaba. Al principio, Binet se disgust?, y despu?s, mientras gritaba en vano su nombre, empez? a inquietarse. Por ?ltimo, cuando Polichinela, descubri? la muleta de Cordemais, abandonada detr?s de la puerta de la taquilla, el se?or Binet se alarm? en serio. La terrible sospecha que le asalt? le hizo palidecer incluso bajo la capa de maquillaje rojo.

– Pero si esta noche no pod?a caminar sin muleta -grit?-. ?C?mo la ha dejado aqu? y se ha marchado?

– Tal vez ha ido a la posada -sugiri? alguien.

– Pero si no pod?a andar sin la muleta -insisti? Binet.

Como era evidente que no estaba en el teatro improvisado en la plaza, ni en todo el espacio que abarcaba el mercado, todos decidieron ir a la hospeder?a donde ensordecieron a la posadera con sus preguntas.

– S? -contest? ella-. El se?or Cordemais estuvo por aqu? hace ya bastante rato.

– ?D?nde est? ahora?

– Volvi? a irse enseguida. S?lo vino por su maleta.

– ?Por su maleta? -Binet estaba a punto de sufrir un ataque de apoplej?a-. ?Cu?nto tiempo hace de eso?

La posadera mir? el reloj que estaba encima de la chimenea.

– Har? una media hora. Poco antes de que pasara la diligencia de Rennes.

– ?La diligencia de Rennes! -el se?or Binet apenas pod?a hablar-. ?Pod?a… pod?a caminar? -pregunt? con ansiedad.

– ?Caminar? Cuando sali? de aqu? corr?a como una liebre, cosa que me pareci? un poco rara, pues ayer cojeaba mucho. ?Sucede algo?

El se?or Binet se derrumb? en una silla. Ocult? el rostro entre las manos y empez? a llorar.

– El muy granuja ha estado actuando todo el tiempo -exclam? Clim?ne-. Su ca?da fue un treta. ?Todo lo plane? para robarnos!

– ?Quince luises, por lo menos, tal vez diecis?is! ?Oh, maldito traidor! ?Robarme a m?, que he sido como un padre para ?l!… ?Y, sobre todo, robarme en este momento!

Del atribulado y silencioso grupo de miembros de la compa??a, todos pensando que sus salarios se ver?an reducidos, brot? una carcajada.

El se?or Binet mir? al grupo con los ojos inyectados en sangre.

– ?Qui?n se r?e? -rugi?-. ?Qui?n tiene el atrevimiento de re?rse de mi desgracia?

Andr?-Louis, a?n aureolado por el reciente ?xito de su Scaramouche, dio un paso al frente sin dejar de re?r:

– ?Eres t?? No te reir?as tanto si se me ocurriera resarcirme de esta p?rdida como yo s?.

– ?Imb?cil! -dijo Scaramouche con desd?n-. ?Elefante con cerebro de mosquito! ?Qu? importa que Cordemais se haya ido con quince luises, si nos ha dejado algo que vale veinte veces m?s?

El se?or Binet le mir? sin comprender.

– Creo que has bebido m?s de la cuenta.

– S?, he bebido en la fuente de Tal?a. ?Es que no te das cuenta? ?No ves el tesoro que Cordemais nos ha dejado tras de s??

– ?Qu? rayos nos ha dejado?

– Una idea genial para un nuevo argumento. Lo veo todo clar?simo. La nueva comedia se titular?

CAP?TULO VI Clim?ne

Las m?s exhaustivas investigaciones llevadas a cabo entre los muchos argumentos para los actores que improvisaban en la ?poca, no han podido sacar a la luz el original de

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