Mendigos En España - Кресс Нэнси (Ненси) 6 стр.


– ¡Epa! -dijo Richard-.

¡Epa!

– Brillante -dijo riendo Leisha-. Brillante respuesta.

Ella pudo sentir su sonrisa incómoda: -¿Prefieres ver mis curvas de migración de peces?

– No -sollozó Leisha, y él continuó sosteniéndola, palmeándole la espalda, diciéndole sin palabras que estaba en su hogar.

Camden la esperaba, aunque era más de medianoche. Había estado fumando mucho. Le dijo pausadamente tras el aire azulado:

– ¿La pasaste bien, Leisha?

– Sí.

– Me alegro -dijo él, apagando su último cigarrillo, y subió la escalera, lentamente y algo rígido, pues tenía cerca de setenta ya, rumbo a la cama.

Por casi un año fueron a todas partes juntos: a nadar, a bailar, a los museos, al teatro, a la biblioteca. Richard le presentó a los otros, un grupo de doce muchachos entre catorce y diecinueve, todos inteligentes y vivaces. Todos insomnes.

Leisha aprendió.

Los padres de Tony, como los suyos, se habían divorciado. Pero él, de catorce años, vivía con su madre, quien no había querido especialmente un niño insomne, mientras su padre que sí lo quería había adquirido un

¡Leisha, me hunden! ¡Jack, basta! ¡Leisha, ayúdame!

Leisha rió. Justo antes de ir por Jeanine, captó la mirada de Richard, y la de Tony: Richard gozoso, Tony enojado. Con ella, pero, ¿por qué? ¿Qué había hecho, sino argumentar en favor de la dignidad y el intercambio?

Entonces Jack le arrojó agua, y Carol empujó a Jack hacia las tibias olas, y Richard la rodeaba con sus brazos, riendo.

Cuando se sacó el agua de los ojos, Tony se había ido.

Medianoche.

– Muy bien -dijo Carol-, ¿quién será el primero?

En el claro entre los arbustos, los seis adolescentes se miraron. Una lámpara Y, a baja potencia para crear atmósfera, lanzaba sombras fantasmagóricas sobre sus rostros y sus desnudas piernas. Los árboles de Roger Camden se alzaban espesos y oscuros en torno, formando una barrera entre ellos y los edificios más cercanos de la casa.

Hacía mucho calor. El aire de agosto era pesado. Habían votado en contra de traer un campo-Y de aire acondicionado, porque se trataba de un retorno a lo primitivo, a lo peligroso; y primitivo sería.

Seis pares de ojos se clavaron en el vaso que sostenía Carol.

– Vamos -dijo-. ¿Quién quiere beber? -Hablaba despreocupadamente, teatralmente alto-. Fue bastante difícil conseguir esto.

– ¿Cómo lo lograste? -preguntó Richard, que era, sin contar a Tony, el miembro del grupo con menos contactos familiares y menos dinero-. ¡Y en forma bebible!

– Mi primo Brian es proveedor de farmacia del Instituto Biotech. Y es curioso. -Hubo señales de asentimiento en el círculo; excepto Leisha, eran insomnes precisamente porque tenían parientes relacionados de algún modo con Biotech. Y todos eran curiosos. El vaso contenía interleukin-1, un reforzador del sistema inmune, una de las muchas sustancias que como efecto colateral inducían al cerebro a un sueño rápido y profundo.

Leisha se quedó mirando el vaso. Sintió que le subía un calor en el bajo vientre, no muy distinto del que sentía cuando ella y Richard hacían el amor.

Tony dijo: -¡Dámelo!

Carol lo hizo.

– Recuerda que sólo necesitas un sorbito.

Tony se llevó el vaso a la boca, se detuvo, los miró desafiante por sobre el borde del vaso y bebió.

Carol tomó de vuelta el vaso.

Todos vigilaron a Tony. En un minuto se tendía en el desnudo suelo; en dos cerraba los ojos, dormido.

No era como mirar dormir a los padres, a los hermanos, a amigos. Era Tony. Apartaron la vista, de él y de los demás.

Leisha sintió que el calor en su entrepierna hormigueaba, casi obsceno.

Cuando fue su turno, bebió lentamente, luego pasó el vaso a Jeanine. Comenzó a sentir la cabeza pesada, como rellena de estopa húmeda. Los árboles que bordeaban el claro se hicieron borrosos. La lámpara también… ya no era brillante y clara sino sucia y salpicada; si la tocaba, mancharía. Luego la oscuridad invadió su cerebro, llevándoselo:

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