Anaconda - Quiroga Horacio


I

Eran las diez de la noche y hacia un calor sofocante. El tiempo cargado pesaba sobre la selva, sin un soplo de viento. El cielo de carbon se entreabria de vez en cuando en sordos relampagos de un extremo a otro del horizonte; pero el chubasco silbante del sur estaba aun lejos.

Por un sendero de vacas en pleno espartillo blanco, avanzaba Lanceolada con la lentitud generica de las viboras. Era una hermosisima yarara, de un metro cincuenta, con los negros angulos de su flanco bien cortados en sierra, escama por escama. Avanzaba tanteando la seguridad del terreno con la lengua, que en los ofidios reemplaza perfectamente a los dedos.

Iba de caza. Al llegar a un cruce de senderos se detuvo, se arrollo prolijamente sobre si misma, removiose aun un momento acomodandose y despues de bajar la cabeza al nivel de sus anillos. asento la mandibula inferior y espero inmovil.

Minuto tras minuto espero cinco horas. Al cabo de este tiempo continuaba en igual inmovilidad. ?Mala noche! Comenzaba a romper el dia e iba a retirarse, cuando cambio de idea. Sobre el cielo livido del este se recortaba una inmensa sombra.

– Quisiera pasar cerca de la Casa -se dijo la yarara. Hace dias que siento ruido, y es menester estar alerta…

Y marcho prudentemente hacia la sombra.

La casa a que hacia referencia Lanceolada era un viejo edificio de tablas rodeado de corredores y todo blanqueado. En torno se levantaban dos o tres galpones. Desde tiempo inmemorial el edificio habia estado deshabitado. Ahora se sentian ruidos insolitos, golpes de fierros, relinchos de caballo, conjunto de cosas en que trascendia a la legua la presencia del Hombre. Mal asunto…

Pero era preciso asegurarse, y Lanceolada lo hizo mucho mas pronto de lo que hubiera querido.

Un inequivoco ruido de puerta abierta llego a sus oidos. La vibora irguio la cabeza, y mientras notaba que una rubia claridad en el horizonte anunciaba la aurora vio una angosta sombra, alta y robusta, que avanzaba hacia ella. Oyo tambien el ruido de las pisadas, el golpe seguro, pleno, enormemente distanciado que denunciaba tambien a la legua al enemigo.

– ?El Hombre! -murmuro Lanceolada. Y rapida como el rayo se arrollo en guardia.

La sombra estuvo sobre ella. Un enorme pie cayo a su lado, y la yarara, con toda la violencia de un ataque al que jugaba la vida, lanzo la cabeza contra aquello y la recogio a la posicion anterior.

El hombre se detuvo: habia creido sentir un golpe en las botas. Miro el yuyo a su alrededor sin mover los pies de su lugar; pero nada vio en la oscuridad apenas rota por el vago dia naciente, y siguio adelante.

Pero Lanceolada vio que la Casa comenzaba a vivir, esta vez real y efectivamente con la vida del Hombre. La yarara emprendio la retirada a su cubil llevando consigo la seguridad de que aquel acto nocturno no era sino el prologo del gran drama a desarrollarse en breve.

II

Al dia siguiente la primera preocupacion de Lanceolada fue el peligro que con la llegada del Hombre se cernia sobre la familia entera. Hombre y Devastacion son sinonimos desde tiempo inmemorial en el Pueblo entero de los Animales. Para las Viboras en particular, el desastre se personificaba en dos horrores: el machete escudrinando, revolviendo el vientre mismo de la selva, y el fuego aniquilando el bosque en seguida, y con el los reconditos cubiles.

Tornabase, pues, urgente prevenir aquello. Lanceolada espero la nueva noche para ponerse en campana. Sin gran trabajo hallo a dos companeras, que lanzaron la voz de alarma. Ella, por su parte, recorrio hasta las doce los lugares mas indicados para un feliz encuentro, con suerte tal que a las dos de la manana el Congreso se hallaba, si no en pleno, por lo menos con mayoria de especies para decidir que se haria.

En la base de un murallon de piedra viva, de cinco metros de altura, y en pleno bosque, desde luego, existia una caverna disimulada por los helechos que obstruian casi la entrada. Servia de guarida desde mucho tiempo atras a Terrifica, una serpiente de cascabel, vieja entre las viejas, cuya cola contaba treinta y dos cascabeles. Su largo no pasaba de un metro cuarenta, pero en cambio su grueso alcanzaba al de una botella. Magnifico ejemplar, cruzada de rombos amarillos, vigorosa, tenaz, capaz de quedar siete horas en el mismo lugar frente al enemigo, pronta a enderezar los colmillos con canal interno que son, como se sabe, si no los mas grandes, los mas admirablemente constituidos de todas las serpientes venenosas.

Fue alli, en consecuencia, donde, ante la inminencia del peligro y presidido por la vibora de cascabel, se reunio el Congreso de las Viboras. Estaban alli, fuera de Lanceolada y Terrifica, las demas yararas del pais: la pequena Coatiarita, benjamin de la Familia, con la linea rojiza de sus costados bien visibles y su cabeza particularmente afilada. Estaba alli, negligentemente tendida como si se tratara de todo menos de hacer admirar las curvas blancas y cafe de su lomo sobre largas bandas salmon; la esbelta Neuwied, dechado de belleza, y que habia guardado para si el nombre del naturalista que determino su especie. Estaba Cruzada -que en el sur llaman vibora de la cruz-, potente y audaz rival de Neuwied en punto a belleza de dibujo. Estaba Atroz, de nombre suficientemente fatidico; y por ultimo, Urutu Dorado, la yararacusu, disimulando discretamente en el fondo de la caverna sus ciento setenta centimetros de terciopelo negro cruzado oblicuamente por bandas de oro.

Es de notar que las especies del formidable genero Lachesis, o yararas, a que pertenecian todas las congresales menos Terrifica, sostienen una vieja rivalidad por la belleza del dibujo y el color. Pocos seres, en efecto, tan bien dotados como ellas.

Segun las leyes de las viboras, ninguna especie poco abundante y sin dominio real en el pais puede presidir las asambleas del Imperio. Por esto Urutu Dorado, magnifico animal de muerte, pero cuya especie es mas bien rara, no pretendia este honor, cediendolo de buen grado a la vibora de cascabel, mas debil, pero que abunda milagrosamente.

El Congreso estaba, pues, en mayoria, y Terrifica abrio la sesion. ?Companeras! -dijo-. Hemos sido todas enteradas por Lanceolada de la presencia nefasta del Hombre. Creo interpretar el anhelo de todas nosotras, al tratar de salvar nuestro Imperio de la invasion enemiga. Solo un medio cabe, pues la experiencia nos dice que el abandono del terreno no remedia nada. Este medio, ustedes lo saben bien, es la guerra al Hombre, sin tregua ni cuartel, desde esta noche misma, a la cual cada especie aportara sus virtudes. Me halaga en esta circunstancia olvidar mi especificacion humana: No soy ahora una serpiente de cascabel: soy una yarara, como ustedes. Las yararas, que tienen a la Muerte por negro pabellon. ?Nosotras somos la Muerte, companeras! Y entretanto, que alguna de las presentes proponga un plan de campana. Nadie ignora, por lo menos en el Imperio de las Viboras, que todo lo que Terrifica tiene de largo en sus colmillos, lo tiene de corto en su inteligencia. Ella lo sabe tambien, y aunque incapaz por lo tanto de idear plan alguno, posee, a fuer de vieja reina, el suficiente tacto para callarse.

Entonces Cruzada, desperezandose, dijo:

– Soy de la opinion de Terrifica, y considero que mientras no tengamos un plan, nada podemos ni debemos hacer. Lo que lamento es la falta en este Congreso de nuestras primas sin veneno: las Culebras.

Se hizo un largo silencio. Evidentemente, la proposicion no halagaba a las viboras. Cruzada se sonrio de un modo vago y continuo:

– Lamento lo que pasa… Pero quisiera solamente recordar esto: si entre todas nosotras pretendieramos vencer a una culebra, no lo conseguiriamos. Nada mas quiero decir.

– Si es por su resistencia al veneno -objeto perezosamente Urutu Dorado, desde el fondo del antro-, creo que yo sola me encargaria de desenganarlas…

No se trata de veneno replico desdenosamente Cruzada-. Yo tambien me bastaria… agrego con una mirada de reojo a la yararacusu. Se trata de su fuerza, de su destreza, de su nerviosidad, como quiera llamarsele. Cualidades de lucha que nadie pretendera negar a nuestras primas. Insisto en que en una campana como la que queremos emprender las serpientes nos seran de gran utilidad; mas: de imprescindible necesidad.

Pero la proposicion desagradaba siempre:

– ?Por que las culebras? -exclamo Atroz- Son despreciables. Tienen ojos de pescado agrego la presuntuosa Coatiarita.

– ?Me dan asco! protesto desdenosamente Lanceolada.

– Tal vez sea otra cosa lo que te dan… -murmuro Cruzada mirandola de reojo.

– ?A mi? -silbo Lanceolada, irguiendose-. ?Te advierto que haces mala figura aqui, defendiendo a esos gusanos corredores!

Si te oyen las Cazadoras…" murmuro ironicamente Cruzada. Pero al oir este nombre, Cazadoras, la asamblea entera se agito.

?No hay para que decir eso! gritaron-. ?Ellas son culebras, y nada mas!

?Ellas se llaman a si mismas las Cazadoras! -replico secamente Cruzada-. Y estamos en Congreso.

Tambien desde tiempo inmemorial es fama entre las viboras la rivalidad particular de las dos yararas: Lanceolada, hija del extremo norte, y Cruzada, cuyo habitat se extiende mas al sur. Cuestion de coqueteria en punto a belleza, segun las culebras.

– ?Vamos, vamos! -intervino Terrifica- Que Cruzada explique para que quiere la ayuda de las culebras, siendo asi que no representan la Muerte como nosotras.

– ?Para esto! -replico Cruzada ya en calma- Es indispensable saber que hace el Hombre en la casa; y para ello se precisa ir hasta alla, a la casa misma. Ahora bien, la empresa no es facil, porque si el pabellon de nuestra especie es la Muerte, el pabellon del Hombre es tambien la Muer te, ?y bastante mas rapida que la nuestra! Las serpientes nos aventajan inmensamente en agilidad. Cualquiera de nosotras iria y veria. Pero ?volveria? Nadie mejor para esto que la Nacanina. Estas exploraciones forman parte de sus habitos diarios, y podria, trepada al techo, ver, oir, y regresar a informarnos antes de que sea de dia.

La proposicion era tan razonable que esta vez la asamblea entera asintio, aunque con un resto de desagrado.

– ?Quien va a buscarla? -preguntaron varias voces. Cruzada desprendio la cola de un tronco y se deslizo afuera. ?Voy yo! -dijo- En seguida vuelvo.

– ?Eso es! -le lanzo Lanceolada de atras-. ?Tu que eres su protectora la hallaras en seguida!

Cruzada tuvo aun tiempo de volver la cabeza hacia ella, y le saco la lengua, reto a largo plazo.

III

Cruzada hallo a la Nacanina " cuando esta trepaba a un arbol. -?Eh, Nacanina! -llamo con un leve silbido.

La Nancanina oyo su nombre; pero se abstuvo prudentemente de contestar hasta nueva llamada.

– ?Nacanina! -repitio Cruzada, levantando medio tono su silbido. -?Quien me llama? respondio la culebra.

– ?Soy yo, Cruzada!

– ?Ah, la prima…! ?Que quieres, prima adorada?

– No se trata de bromas, Nacanina… ?Sabes lo que pasa en la Casa? -Si, que ha llegado el Hombre… ?Que mas?

Y, ?sabes que estamos en Congreso?

?Ah, no; esto no lo sabia! -repuso la Nacanina, deslizandose cabeza abajo contra el arbol, con tanta seguridad como si marchara sobre un plano horizontal-. Algo grave debe pasar para eso… ?Que ocurre?

– Por el momento, nada; pero nos hemos reunido en Congreso precisamente para evitar que nos ocurra algo. En dos palabras: se sabe que hay varios hombres en la Casa, y que se van a quedar definitivamente. Es la Muerte para nosotras.

Yo creia que ustedes eran la Muerte por si mismas… ?No se cansan de repetirlo! -murmuro ironicamente la culebra.

?Dejemos esto! Necesitamos de tu ayuda, Nacanina. ?Para que? ?Yo no tengo nada que ver aqui!

?Quien sabe? Para desgracia tuya, te pareces bastante a nosotras, las Venenosas. Defendiendo nuestros intereses, defiendes los tuyos.

– ?Comprendo! -repuso la Nacanina despues de un momento en el que valoro la suma de contingencias desfavorables para ella por aquella semejanza.

– Bueno: ?contamos contigo?

– ?Que debo hacer?

– Muy poco. Ir en seguida a la Casa, y arreglarte alli de modo que veas y oigas lo que pasa.

– ?No es mucho, no! -repuso negligentemente Nacanina, restregando la cabeza contra el tronco-. Pero es el caso agrego- que alla arriba tengo la cena segura… Una pava del monte a la que desde anteayer se le ha puesto en el copete anidar alli…

– Tal vez alla encuentres algo que comer -1a consolo suavemente Cruzada. Su prima la miro de reojo.

– Bueno, en marcha -reanudo la yarara-. Pasemos primero por el Congreso.

– ?Ah, no! -protesto la Nacanina-. ?Eso no! ?Les hago a ustedes el favor, y en paz! Ire al Congreso cuando vuelva… si vuelvo. Pero ver antes de tiempo la cascara rugosa de Terrifica, los ojos de maton de Lanceolada y la cara estupida de Coralina". ?Eso, no!

– No esta Coralina.

– ?No importa! Con el resto tengo bastante.

– ?Bueno, bueno! -repuso Cruzada, que no queria hacer hincapie-.Pero si no disminuyes un poco la marcha, no te sigo.

En efecto, aun a todo correr, la yarara no podia acompanar el deslizar -casi lento para ella- de la Nacanina.

– Quedate, ya estas cerca de las otras -contesto la culebra. Y se lanzo a toda velocidad, dejando en un segundo atras a su prima Venenosa.

IV

Un cuarto de hora despues la Cazadora llegabaa su destino. Velaban todavia en la casa. Por las puertas, abiertas de par en par, salian chorros de luz, y ya desde lejos la Nacanina pudo ver cuatro honbres sentados alrededor de la mesa.

Para llegar con impunidad solo faltaba evitarel problematico tropiezo con un perro. ?Los habria? Mucho lo temi? Nacanina. Por esto deslizose adelante con gran cautela, sobre todo cuando llego ante el corredor.

Ya en el observo con atencion. Ni enfrente, ni ala derecha, ni a la izquierda habia perro alguno. Solo alla, en el corredor apuesto y que la culebra podia ver por entre las piernas de los hombres, un perro negro dormia echado de costado.

La plaza, pues, estaba libre. Como desde el lugar en que se encontraba podia oir, pero no ver el panorama entero de los hombres hablando, la culebra, tras una ojeada arriba, tuvo lo que deseaba en un momento. Trepo por una escalera recostada a la pared bajo el corredor y se instalo en el espacio libre entre pared y techo, tendida sobre el tirante. Pero por mas precauciones que tomara al deslizarse, un viejo clavo cayo al suelo y un hombre levanto los ojos. -?Se acabo! -se dijo Nacanina, conteniendo la respiracion. Otro hombre miro tambien arriba.

– ?Que hay? pregunto.

– Nada -repuso el primero-. Me parecio ver algo negro por alla.

– Una rata.

– Se equivoco el Hombre -murmuro para si la culebra.

– O alguna nacanina.

– Acerto el otro Hombre -murmuro de nuevo la aludida, aprestandose a la lucha.

Pero los hombres bajaron de nuevo la vista, y la Nacanina vio y oyo durante media hora.

V

La Casa, motivo de preocupacion de la selva, habiase convertido en establecimiento cientifico de la mas grande importancia. Conocida ya desde tiempo atras la particular riqueza en viboras de aquel rincon del territorio, el Gobierno de la Nacion habia decidido la creacion de un Instituto de Seroterapia Ofidica, donde se prepararian sueros contra el veneno de las viboras. La abundancia de estas es un punto capital, pues nadie ignora que la carencia de viboras de que extraer el veneno es el principal inconveniente para una vasta y segura preparacion del suero.

El nuevo establecimiento podia comenzar casi en seguida, porque contaba con dos animales -un caballo y una mula- ya en vias de completa inmunizacion. Habiase logrado organizar el laboratorio y el serpentario. Este ultimo prometia enriquecerse de un modo asombroso, por mas que el Instituto hubiera llevado consigo no pocas serpientes venenosas, las mismas que servian para inmunizar a los animales citados.

Pero si se tiene en cuenta que un caballo, en su ultimo grado de inmunizacion, necesita seis gramos de veneno en cada inyeccion (cantidad suficiente para matar doscientos cincuenta caballos), se comprendera que deba ser muy grande el numero de viboras en disponibilidad que requiere un Instituto del genero.

Los dias, duros al principio, de una instalacion en la selva, mantenian al personal superior del Instituto en vela hasta medianoche, entre planes de laboratorio y demas.

Y los caballos, ?como estan hoy? -pregunto uno, de lentes negros, y que parecia ser el jefe del Instituto.

– Muy caidos -repuso otro-. Si no podemos hacer una buena recoleccion en estos dias…

La Nacanina, inmovil sobre el tirante, ojos y oidos alerta, comenzaba a tranquilizarse.

– Me parece se dijo- que las primas venenosas se han llevado un susto magnifico. De estos hombres no hay gran cosa que temer… Y avanzando mas la cabeza, a tal punto que su nariz pasaba ya la linea del tirante, observo con mas atencion.

Pero un contratiempo evoca otro.

– Hemos tenido hoy un dia malo agrego alguno-. Cinco tubos de ensayo se han roto…

La Nacanina sentiase cada vez mas inclinada a la compasion. -?Pobre gente! murmuro-. Se les han roto cinco tubos…

Y se disponia a abandonar su escondite para explorar aquella inocente casa, cuando oyo:

– En cambio, las viboras estan magnificas… Parece sentarles el pais.

– ?Eh? -dio una sacudida la culebra, jugando velozmente con la lengua-. ?Que dice ese pelado de traje blanco?

Pero el hombre proseguia:

– Para ellas, si, el lugar me parece ideal… Y las necesitamos urgentemente, los caballos y nosotros.

– Por suerte, vamos a hacer una famosa caceria de viboras en este pais. No hay duda de que es el pais de las viboras.

– Hum…, hum…, hum… -murmuro Nacanina, arrollandose en el tirante cuanto le fue posible-. Las cosas comienzan a ser un poco distintas… Hay que quedar un poco mas con esta buena gente… Se aprenden cosas curiosas.

Tantas cosas curiosas oyo, que cuando, al cabo de media hora, quiso retirarse, el exceso de sabiduria adquirida le hizo hacer un falso movimiento, y la tercera parte de su cuerpo cayo, golpeando la pared de tablas. Como habia caido de cabeza, en un instante la tuvo enderezada hacia la mesa, la lengua vibrante.

La Nacanina, cuyo largo puede alcanzar a tres metros, es valiente, con seguridad la mas valiente de nuestras serpientes. Resiste un ataque serio del hombre, que es inmensamente mayor que ella, y hace frente siempre. Como su propio coraje le hace creer que es muy temida, la nuestra se sorprendio un poco al ver que los hombres, enterados de que se trataba de una simple nacanina, se echaron a reir tranquilos.

Es una nacanina… Mejor; asi nos limpiara la casa de ratas.

?Ratas?… -silbo la otra. Y como continuaba provocativa, un hombre se levanto al fin.

– Por util que sea, no deja de ser un mal bicho… Una de estas noches la voy a encontrar buscando ratones dentro de mi cama…

Y cogiendo un palo proximo, lo lanzo contra la Nacanina a todo vuelo. El palo paso silbando junto a la cabeza de la intrusa y golpeo con terrible estruendo la pared.

Hay ataque y ataque. Fuera de la selva, y entre cuatro hombres, la Nacanina no se hallaba a gusto. Se retiro a escape, concentrando toda su energia en la cualidad que, juntamente con el valor, forman sus dos facultades primas: la velocidad para correr.

Perseguida por los ladridos del perro, y aun rastreada buen trecho por este -lo que abrio una nueva luz respecto a las gentes aquellas-, la culebra llego a la caverna. Paso por encima de Lanceolada y Atroz, y se arrollo a descansar, muerta de fatiga.

VI

– ?Por fin! exclamaron todas, rodeando a la exploradora-. Creiamos que te ibas a quedar con tus amigos los Hombres…

?Hum!… -murmuro Nacanina.

– ?Que nuevas nos traes? -pregunto Terrifica.

– ?Debemos esperar un ataque, o no tomar en cuenta a los Hombres? -Tal vez fuera mejor esto… Y pasar al otro lado del rio repuso Nacanina.

?Que?… ?Como?… -saltaron todas-. ?Estas loca?

– Oigan, primero.

?Cuenta, entonces!

Y Nacanina conto todo lo que habia visto y oido: la instalacion del instituto Seroterapico, sus planes, sus fines y la decision de los hombres de cazar cuanta vibora hubiera en el pais.

– ?Cazarnos! -saltaron. Urutu Dorado, Cruzada y Lanceolada, heridas en lo mas vivo de su orgullo-. ?Matarnos, querras decir!

– ?No! ?Cazarlas, nada mas! Encerrarlas, darles bien de comer y extraerles cada veinte dias el veneno. ?Quieren vida mas dulce?

La asamblea quedo estupefacta. Nacanina habia explicado muy bien el fin de esta recoleccion de veneno; pero lo que no habia explicado eran los medios para llegar a obtener el suero.

?Un suero antivenenoso! Es decir, la curacion asegurada, la inmunizacion de hombres y animales contra la mordedura; la Familia entera condenada a perecer de hambre en plena selva natal.

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