Ciclo de fuego - Clement Hal 20 стр.


Eran unos electricistas bastante competentes y excelentes ingenieros civiles. Su química parecía bastante buena, lo que resultaba en cierto modo sorprendente para una raza cuyos químicos dependen principalmente de la vista. La astronomía, naturalmente, era casi inexistente, y las disciplinas más profundas de la física estaban fuera, de momento, de su alcance. Poseían elementos radioactivos, pero por supuesto que no tenían la mínima idea sobre la causa de su comportamiento.

Por supuesto, muchas de las preguntas de los humanos enigmaban a Dar, y en algunos casos esto no era debido a su ignorancia de la ciencia humana. Por lo que podía decir, los hombres estaban intentando averiguar lo que pensaban estos Profesores sobre la gente de Dar, esto es, si les gustaban, les respetaban, les odiaban como a inferiores, o si simplemente les contemplaban como una pequeña aunque importante molestia. Dar recordaba que uno de los seres allí presentes había alegado amistad con él debido a vínculos de sangre, aunque no podía decir por su vida cómo se había determinado dicha relación. Esta pregunta también se le ocurrió al biólogo, que era de los que habían estado escuchando cuando la intercepción de la primera conversación radiofónica de Kruger con el Profesor y había posteriormente pedido una traducción. En cierto modo, para sorpresa de Dar, el Profesor tenía una respuesta.

— Preparamos las circunstancias o al menos la localización de la muerte de muchos de nuestros antepasados. Dentro de poco tiempo, la gente de este poblado será obligada a dirigirse al cráter donde Dar y Kruger estuvieron tiempo atrás atrapados; allí podemos observar la muerte y el principio de las nuevas vidas, pudiendo seguir la pista de quién es descendiente de quién. También preparamos morir nosotros en los sitios preseleccionados cuando la época «fría» está a punto de comenzar, tratando de aprender de los Profesores «fríos» la situación de varios lugares donde sus nuevos grupos son capturados al comienzo de su época de vida: salen al descubierto para cazar nueva gente, que en aquella época no son sino animales salvajes.

— Supongo que no conseguirán capturar unos cuantos.

— Efectivamente, por lo que podemos decir. De vez en cuando aparece un miembro de nuestra raza, o incluso a veces un pequeño grupo, cuyo padre debe haber sobrevivido toda la estación fría en plan de animal salvaje; al menos no tenemos ningún registro suyo.

— ¿No sabe cuántos hijos tiene una persona determinada?

— Es casi imposible decirlo, ya que depende de cosas tales como su peso.

— Pero eso no parece variar demasiado.

— Durante la vida normal, no, pero en el momento de morir uno puede haber sufrido la falta de comida durante mucho tiempo, o por otra parte haber comido mucho y recientemente; todo depende de las oportunidades. Es también imposible decir si alguno de los niños han sido comidos por animales salvajes antes de ser capturados, en el caso de la gente de Dar Lahg Ahn, ya que no cuidan verdaderamente de ellos como nosotros.

— Ya veo.

También Dar, por buena que fuera su memoria, recordaba poco de su breve existencia antes de ser «capturado», y lo poco que recordaba estaba ocupado por lo que el Profesor dijo. Se preguntó la razón de que sus propios Profesores no tomaran precauciones al igual que éstos, dándose cuenta después de que no tenían oportunidad; o la gente «caliente» debería cooperar, lo que no parecían dispuestos a hacer, o su propia raza tendría que mantener a un grupo de los otros bajo control durante el período caliente, como hacía esta criatura con los habitantes del poblado durante el frío. Esto parecía, por decirlo finamente, difícil; la otra raza estaba lo suficientemente delante de ellos técnicamente para tener un control casi completo de la situación. Dar empezaba a sospechar que este Profesor no dijo toda la verdad; había más razones aparte de su personal desaprobación de la ciencia detrás de sus objeciones a la introducción de la sabiduría humana.

Este pensamiento se fue desarrollando en su cabeza conforme avanzaba la conversación, dando origen a otros. Fue Dar Lang Ahn, después de que el robot empezara a regresar al módulo, quien hizo la sugerencia de que contactaran con algunos otros Profesores de las regiones calentadas por volcanes y les hicieran unas preguntas; e incluso Kruger, quien le conocía mejor que cualquier otro ser humano, no se dio cuenta de lo que el otro quería exactamente descubrir.

XIV. BIOLOGÍA; SOCIOLOGÍA

Una y otra vez Abyormen giró alrededor de su órbita, que casi era semejante a la de un cometa, y más y más cercano, Theer emanaba sus llamas. Abyormen, muy despacio, se iba calentando. Para sus nativos esto era asunto de poco tiempo; la temperatura no había llegado aún al punto capaz de activar las bacterias cuyo proceso biológico llenaría la atmósfera de nitrógeno. Hasta que eso sucediera a la gente de Dar les importaba poco que los océanos de su planeta se helaran o hirvieran.

La temperatura tampoco importaba a los científicos humanos. La mayoría de ellos habían estado llevando desde el principio unos trajes protectores muy complejos que virtualmente les aislaban del medio. Sin embargo, sabían que pronto sería necesaria más protección. Experimentos con la vida nativa, usando no sólo bacterias, sino también animales y plantas lo suficientemente grandes para ser observados directamente, les habían dicho lo que debían esperar.

Kruger estaba más que satisfecho con la situación. Su amigo había sido completamente absorbido por la fiebre de adquirir conocimientos de los visitantes humanos. Kruger no podía siempre quedarse con él, pero ya no le importaba eso. Si había algo cierto era que Dar Lang Ahn tenía recogida ya información suficiente para poder transmitirla toda a sus Profesores antes del final de la vida normal. No habría más alternativa que él se quedara detrás del cobertizo debajo del casquete de hielo cuando éste fuera cerrado, lo que significaría quedar convertido automáticamente en Profesor.

Una o dos veces la conciencia del chico le remordió un poco; se preguntaba si no habría sido más legal explicarle a Dar lo que significaría necesariamente todo el tiempo que había pasado con sus visitantes humanos. Cada vez que pensaba en ello, sin embargo, conseguía convencerse de que el nativo era lo suficientemente mayor para saber lo que estaba haciendo.

De cualquier forma, no hubiera estado de más que hubiera sacado el tema a colación.

Aunque los científicos humanos pudieran, por supuesto, trabajar en la época caliente, sus acciones serían mucho más pesadas. Por tanto, estaban intentando conseguir la información básica antes de que ocurriera el cambio. Dar contemplaba dentro de lo posible todo lo que pasaba; Kruger perdió mucho entusiasmo después de ver una de las pruebas biológicas.

Esto ocurrió después del descubrimiento de la reacción en cadena que el calor producía en la bacteria. Una muestra de tierra del planeta había sido utilizada para cubrir el suelo de una cámara herméticamente cerrada donde se habían introducido también varios animales del tipo de los que Dar y Kruger encontraron en el cráter. También crecían varias plantas nativas; los biólogos habían tratado de reproducir en miniatura el medio ambiente del planeta. Hecho esto, procedieron a ir elevando la temperatura gradualmente, para minimizar las oportunidades de que un impacto del calor complicara la situación.

La cámara se hallaba lo suficientemente aislada para impedir que el vapor se concentrara en sus paredes, con lo que era posible ver lo que pasaba dentro. Parte del agua, por supuesto, estaba aún en estado líquido, ya que al hervir el resto había aumentado considerablemente la temperatura; y casi de repente, un metro empezó a subir de la posición cero.

Este era simplemente un galvanómetro, pero estaba montado en serie con una resistencia consistente en una pequeña y abierta redoma de agua dentro de la cámara. La resistencia del líquido estaba bajando y ninguno de los presentes dudó del motivo. En unos segundos se hizo evidente, incluso a simple vista, ya que la atmósfera de la cámara adquirió un débil pero inconfundible color marrón rojizo. La bacteria estaba operando; se estaban formando óxidos de nitrógeno, que hacían que se volviera ácida cualquier agua que pudiera estar aún presente en forma líquida, y haciendo algo todavía mucho más drástico a la vida en la cámara.

Los animales dejaron de moverse, excepto por un incómodo girar de sus cabezas. Se habían separado un poco de sus vecinos y dejado de mordisquear las plantas. Durante varios segundos, experimentados y experimentadores se quedaron a la vez quietos mientras aumentaba el suspense.

Entonces la mayor de las pequeñas criaturas se murió de repente y en un período de treinta segundos las otras la siguieron. Kruger lanzó una mirada a Dar, pero éste no lo advirtió. Tenía ambos ojos fijos en la cámara. El chico miró de nuevo a los animales y se sintió súbitamente enfermo. Las pequeñas criaturas estaban perdiendo su forma, convirtiéndose en charcos irreconocibles de protoplasma. Los charcos permanecían separados, incluso aunque dos de las criaturas hubieran muerto bastante juntas. Los montoncillos de gelatina aún con vida se movían conmovedoramente, y al ver esto se le revolvió a Kruger su estómago. Corrió hacia fuera.

Dar no parecía afectado; permaneció durante la media hora siguiente, que fue el tiempo que tardó el último de los charcos en organizarse en cincuenta pequeñas cosas con un aspecto gusanoide que no guardaban el menor parecido con el animal a partir de cuyo cuerpo se habían formado. Gateaban por la cámara aparentemente capaces de cuidarse por sí mismos.

Las plantas habían también cambiado, aunque no mediante el mismo proceso. Las hojas de las mayores se cayeron y los troncos se marchitaron ligeramente. Al principio, los observadores supusieron que estaban simplemente siendo matadas por el calor, pero esta hipótesis fue eliminada por la aparición de cientos de pequeñas excrecencias en forma de bultos en los marchitos troncos. Se hincharon despacio, al parecer a expensas de la planta padre, y finalmente se liberaron en una lluvia de esferas que duró varios minutos.

Las plantas más pequeñas parecidas a la hierba se habían limitado a marchitarse, pero otras cosas estaban germinando rápidamente en sus lugares. Menos de una hora fue necesaria para transformar la cámara de una respetable representación del paisaje del exterior del módulo en algo totalmente extraño para todos, incluido Dar Lang Ahn.

— ¡Así que ésta es la historia! — gritó por fin uno de los biólogos. Ni él ni ninguno de sus colegas se habían sentido tan afectados por la visión como Kruger. Desde luego, ninguno tenía los mismos sentimientos personales por Dar —. Supongo que debíamos esperar una descendencia bastante elevada por individuo si es éste su único medio de reproducción.

La población de este planeta debe ser algo tremendamente adecuado después del cambio estacional.

Uno de los otros biólogos meneó la cabeza negativamente.

— Esa parte está bien — dijo —, pero hay algo más que no lo está. En este preciso momento estamos antes de uno de los cambios y hay aún muchos animales por ahí, tanto carnívoros como herbívoros, y la vegetación no parece demasiado apolillada. Me temo no poder aceptar que no haya aquí ningún otro medio de reproducción.

— ¿No dependería la necesidad de esto del tiempo que transcurre entre las estaciones?

Si ésta es la proporción normal, significa que alrededor de uno de cada cincuenta individuos vive a lo largo de la estación.

— De acuerdo, y la estación que ahora comienza dura alrededor de cuarenta años terrestres. Me niego a creer que una proporción tan grande de supervivientes pueda esperarse de cualquier animal salvaje durante un período así. Sabemos que comen tanto en comparación con su paso como sus animales correspondientes en la Tierra. ¿Qué opinas, Dar? ¿No empiezan nuevos animales a vivir durante tu período?

— Ciertamente — replicó el nativo —. Cualquier parte de un animal que sea lo suficientemente grande generará otro nuevo. De cualquier modo, los animales cuya carne comemos lo hacen; siempre dejamos algo de la criatura con ese propósito. ¿No pasa lo mismo con vuestros animales?

— ¡Uf! Hay algunas criaturas en la tierra capaces de ello, pero son formas bastante primitivas. No veo cómo se puede matar nada en este planeta.

— Bueno, algunos animales no dejan lo suficiente de sus víctimas para que ésta pueda volver a crecer, por supuesto. También pueden morirse de hambre o sed, aunque el hambre tarda mucho en arrugar algo lo suficiente para que llegue al punto en que no pueda vivir más.

Uno de los científicos miró pensativamente a una de sus manos, donde en lugar de dos dedos tenía sendos muñones, consecuencia de un accidente de su niñez.

— Supongo, Dar, que sería estúpido preguntarte si tu raza posee también dicha habilidad para la regeneración.

— No veo por qué iba a ser estúpido. Sí la tenemos; aunque en una comunidad civilizada haya, por supuesto, poca necesidad de ella. Ocasionalmente, una víctima de un accidente en planeador o algo por el estilo tiene que reponer un brazo o una pierna.

— ¿O una cabeza?

— Ese es un caso especial. Si la herida es de las que interrumpen los procesos regulares de vida, los tejidos vuelven al «principio» y se reorganizan en uno o varios nuevos individuos. En lo que respecta al individuo original, la muerte le ha sobrevenido.

Como decía, este tipo de accidentes acontecen muy raramente.

Sorprendió algo a los biólogos que se encontrase una explicación del fenómeno. Sin embargo, varias semanas de trabajo con todos los medios que el Alphard podía ofrecer dieron una respuesta razonable. Richter, jefe del departamento de biología, se alegró de podérselo explicar al comandante Burke. Aquel oficial había venido a preguntarle específicamente sobre dichos asuntos.

— Estoy un poco preocupado con esta gente. Richter — dijo Burke para abrir la conversación —. Como sabe, todos los comandantes de nave que salen de la Tierra reciben una larga amonestación sobre los riesgos de introducir especies nuevas en ningún medio. Nos hablan de los conejos en Australia y los escarabajos japoneses en Norteamérica hasta que acabamos hartos de todo lo relacionado con la ecología. Me parece que nos hemos encontrado con lo que puede ser un serio competidor para la humanidad, si lo que me han dicho sobre la gente de Dar Lang Ahn es correcto.

— Supongo que ha leído nuestro informe sobre la regeneración. Admito que esta gente es bastante sorprendente en algunos aspectos, pero no creo que constituyan ningún tipo de peligro.

— ¿Por qué no? ¿No se ajustan a la imagen de una criatura que entra en un nuevo medio donde sus enemigos naturales están ausentes y que se multiplica sin control?

Estos seres barrerían a los hombres en pocos años.

— No lo veo así. La gente de Dar tiene los mismos enemigos naturales que el hombre, que cualquier tipo de animal carnívoro, a la vez que sus usuales enfermedades. Dar confirma que las tienen. Algo así les sucedería.

— Pero el agente primario que mata a esta gente es el calor. ¿Qué sucedería si se estableciesen en la Tierra, o en Thanno, o en Hekla, o en cualquier otro de los muchos mundos que podría citar? Serían virtualmente inmortales.

— Aceptando que necesitaran el calor para morir «normalmente», creo que está olvidando una cosa. También lo necesitan para reproducirse.

— O eso o el desmembramiento. ¿Qué pasó en Chesapeake en los días en que los hombres-ostra pensaron que podían librarse de las estrellas de mar simplemente cortándolas en pedazos y arrojándolos al mar?

— No comprende bien, comandante…, y me temo que el joven Kruger tampoco. El hecho realmente importante es que la gente de Dar Lang Ahn tiene que morir para reproducirse.

¿Lo había pensado así? — hubo un largo silencio antes de que el comandante respondiera.

— No, no puedo decir que lo haya hecho. Eso cambia el cariz de la situación — hizo una nueva pausa a la vez que meditaba —. ¿Tiene alguna idea de por qué ocurre esto? o más bien, ya que es un obvio desarrollo evolutivo para un planeta como éste, ¿cómo ocurre esto?

— La tenemos. Fue difícil de imaginar, principalmente porque hay una gran evidencia de que este drástico cambio climatológico empezó a ocurrir en los últimos diez millones de años, más o menos; pero un organismo de nuestro propio planeta nos dio la pista.

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