Posdata: Te Amo - Ahern Cecelia 22 стр.


Lo más extraño fue que Ciara ni siquiera lo puso en duda. -Dentro de dos semanas es mi cumpleaños.

Holly lo había olvidado por completo. -Ya lo sé -dijo con naturalidad.

– Verás, papá y mamá quieren que vayamos a cenar fuera la familia al completo…

Holly soltó un bufido.

– Exacto -convino Ciara, y gritó apartando el auricular-: ¡Papá, Holly dice lo mismo que yo!

Holly rió por lo bajo al oír a su padre maldecir a lo lejos. Ciara añadió en voz muy alta para que su padre la oyera:

– Bien, mi idea es que sigamos adelante con la cena familiar, pero que también invitemos a unos cuantos amigos para que realmente sea una velada agradable. ¿Qué opinas?

– Suena bien -convino Holly. Ciara volvió a gritar:

– ¡Papá, Holly está de acuerdo con mi plan!

– Me parece muy bien -oyó Holly que vociferaba su padre-, pero no pienso pagar la cena de toda esa gente.

– Tiene razón -agregó Holly-. Escucha, ¿por qué no organizamos una barbacoa? Así papá estará en su salsa y no resultará tan caro.

– ¡Es una idea genial! -Ciara despegó el auricular una vez más-. Papá, ¿y si montamos una barbacoa?

Silencio.

– Le encanta la idea. -Ciara se echó a reír-. Don Superchef volverá a cocinar para las masas.

Holly también rió al pensarlo. Su padre se entusiasmaba como un crío cuando hacían barbacoas, se lo tomaba muy en serio y permanecía continuamente al lado de la barbacoa sin quitar ojo a sus maravillosas creaciones. Gerry se comportaba igual. ¿Qué les ocurría a los hombres con las barbacoas? Probablemente era lo único que ambos sabían cocinar en realidad, o eso o eran pirómanos frustrados.

– Estupendo. Entonces ¿avisas tú a Sharon y John, y a Denise y su novio locutor? ¿Puedes pedirle a ese tío, Daniel, que también venga? ¡Está para comérselo! -Ciara soltó una risa histérica.

– Ciara, apenas lo conozco. Dile a Declan que lo invite, se ven muy a menudo.

– No, prefiero que le digas sutilmente que lo amo y que quiero ser la madre de sus hijos. No sé por qué, pero tengo la impresión de que Declan se vería en un aprieto haciendo eso.

Holly chasqueó la lengua.

– ¡Basta! -soltó Ciara-. ¡Es mi capricho de cumpleaños!

– De acuerdo -dijo Holly, dándose por vencida-. Pero dime una cosa. ¿Por qué quieres que vayan mis amigos, qué pasa con los tuyos?

– Holly, he perdido contacto con todo el mundo, he pasado mucho tiempo fuera. Mis demás amigos están en Australia y los muy cabrones no se han molestado en llamar ni una sola vez -concluyó enfurruñada.

Holly sabía muy bien a quién se refería.

– Pero ¿no crees que ésta sería una gran oportunidad para ponerte al día con tus viejas amistades? Ya sabes, los invitas a una barbacoa, es un ambiente distendido y agradable.

– Sí, claro, ¿y qué les digo cuando empiecen a hacerme preguntas? ¿Tienes trabajo? Mmm… no. ¿Tienes novio? Mmm… no. ¿Dónde vives? Bueno… en realidad todavía vivo con mis padres. ¿No resultaría patética?

Holly se dio por vencida.

– Como quieras… De todas formas, llamaré a los demás y… Ciara ya había colgado.

Holly decidió quitarse de en medio la llamada más incómoda cuanto antes y marcó el número de Hogan's.

– Hogan's, buenas noches.

– Hola, ¿podría hablar con Daniel Connelly, por favor?

– Sí, no cuelgue. -La dejaron en espera y de pronto comenzó a sonar música de los Greensleeves.

– Diga?

– Hola. ¿Daniel?

– Sí. ¿Con quién hablo?

– Soy Holly Kennedy. -Deambuló nerviosa por la habitación, esperando que reconociera su nombre.

– ¿Quién? -gritó Daniel, pues el ruido de fondo aumentó de volumen. Holly se dejó caer en la cama, un tanto violenta.

– Soy Holly Kennedy. La hermana de Declan.

– Ah, Holly, qué tal. Espera un momento, que voy a un sitio más tranquilo.

Holly se quedó escuchando a los Greensleeves otra vez, se puso de pie y comenzó a cantar en voz alta.

– Perdona, Holly -dijo Daniel, sonriendo al coger de nuevo el auricular-. ¿Te gustan los Greensleeves?

Holly se ruborizó y se dio un golpe en la cabeza.

– Bueno… no, no mucho. -No supo qué más decir y de pronto se acordó del motivo de su llamada-. Sólo te llamaba para invitarte a una barbacoa.

– Vaya, qué bien. Sí, me encantará ir.

– Dentro de dos viernes es el cumpleaños de Ciara. ¿Te acuerdas de mi hermana Ciara?

– Eh… sí, la del pelo rosa.

– Exacto. Ha sido una pregunta estúpida. Todo el mundo conoce a Ciara. En fin, me ha pedido que te invitara a la barbacoa y que te dijera sutilmente que quiere casarse contigo y ser la madre de tus hijos.

Daniel se echó a reír.

– Sí, desde luego has sido muy sutil.

Holly se preguntó si estaría interesado en su hermana, si sería su tipo.

– Cumple veinticinco -agregó sin saber muy bien por qué.

– Ah… muy bien.

– Bueno, Denise y tu amigo Tom también irán, y Declan estará allí con su grupo, por supuesto, así que conocerás a un montón de gente.

– Tú irás?

– ¡Claro!

– Estupendo. Así aún conoceré a más gente, ¿no? -bromeó Daniel.

– Qué bien. Ciara estará encantada de que vayas.

– Sería muy grosero por mi parte no aceptar la invitación de una princesa. Al principio Holly pensó que estaba flirteando con ella, pero entonces cayó en la cuenta de que se refería al documental, de modo que farfulló una respuesta ininteligible. Justo cuando Daniel se disponía a colgar el auricular a Holly la asaltó una idea.

– Ah, una cosa más.

– Dime.

– ¿Sigue vacante ese puesto detrás de la barra?

CAPÍTULO 25

Menos mal que era un día precioso, pensó Holly mientras cerraba el coche y se dirigía al jardín trasero de casa de sus padres. El tiempo había cambiado drásticamente aquella semana y había llovido sin cesar. Ciara estaba histérica por lo que iba a pasar con su barbacoa y había estado de un humor insoportable toda la semana. Afortunadamente para el bienestar de todos, el tiempo había recuperado su anterior esplendor. Holly estaba bastante morena, ya que llevaba un mes tomando mucho el sol (una de las ventajas de no tener trabajo) y le apetecía lucir su bronceado. Por eso se había puesto una falda tejana muy corta que había comprado en las rebajas de verano y una camiseta blanca muy simple pero ceñida, que resaltaba aún más el moreno.

Estaba orgullosa del regalo que le había comprado a Ciara, pues sabía que le encantaría. Era un aro para el ombligo con forma de mariposa que tenía un cristal rosa en cada ala. Lo había elegido para que combinara con la mariposa que su hermana se había tatuado hacía poco, y con el rosa de su pelo, por descontado. Siguió el sonido de las risas y se alegró al ver el jardín lleno de familiares y amigos. Denise ya había llegado con Tom y Daniel y los tres se habían tumbado en el césped. Sharon había llegado sola y estaba sentada junto a la madre de Holly enfrascada en una conversación, sin duda comentando los progresos de ésta en la vida. Bueno, había salido de casa, ¿no? Aquello era un milagro en sí mismo.

Holly puso ceño al advertir que, una vez mas, Jack no estaba presente. Desde que la había ayudado a vaciar y limpiar el armario ropero de Gerry, se había mostrado inusualmente distante. Incluso de niños, Jack siempre había comprendido mejor que nadie las necesidades y los sentimientos de Holly sin que ésta tuviera que manifestarlos, pero cuando le dijo que necesitaba un poco de espacio después de la muerte de Gerry no se refería a que deseara verse completamente ignorada y aislada. Era impropio del carácter de Jack que llevara tanto tiempo sin ponerse en contacto con ella. Los nervios le provocaron un retortijón de tripas y rezó para que su hermano preferido estuviera bien.

Ciara se hallaba en mitad del jardín gritando a diestro y siniestro, encantada de ser el centro de atención. Lucía un biquini rosa a juego con el pelo y unos pantalones cortos vaqueros.

Holly se acercó a ella con su regalo, que le fue arrebatado de inmediato y abierto sin miramientos. No debería haberse molestado en envolverlo tan cuidadosamente.

– ¡Oh, Holly, me encanta! -exclamó Ciara, y abrazó a su hermana.

– Pensé que te gustaría-dijo Holly, feliz de haber acertado en la elección, ya que de lo contrario su querida hermana sin duda se lo habría hecho saber.

– Voy a ponérmelo ahora mismo -dijo Ciara, arrancándose el aro que llevaba en el ombligo y clavando la mariposa en su piel.

– ¡Oh…! -Holly se estremeció-. No me hacía ninguna falta ver esto, muchas gracias.

Flotaba un delicioso aroma a carne asada en el aire y a Holly se le hizo la boca agua. No se sorprendió al ver a los hombres apiñados alrededor de la barbacoa, su padre ocupando el sitio de honor. Los cazadores tenían que proporcionar alimento a sus mujeres.

Holly divisó a Richard y se dirigió resueltamente hacia él. Haciendo caso omiso de la charla sobre temas triviales arremetió directamente.

– Richard, ¿has arreglado tú mi jardín?

Richard levantó la vista de la barbacoa con expresión de desconcierto.

– Perdona, ¿que si he hecho qué?

Los demás hombres dejaron de hablar para escuchar, expectantes.

– ¿Has arreglado mi jardín? -repitió Holly, los brazos en jarras. No sabía por qué se comportaba como si estuviera enojada con él. Quizás era la fuerza de la costumbre, pues si Richard lo había arreglado, le había hecho un inmenso favor. Sólo que resultaba molesto ver otra parte del jardín limpia y despejada cada vez que llegaba a casa y no saber quién estaba haciéndolo.

– ¿Cuándo? -Richard echó un vistazo a los demás, agobiado como si lo hubiesen acusado de asesinato.

– Yo qué sé -le espetó Holly-. Durante estas últimas semanas.

– No, Holly-replicó Richard-. Algunos de nosotros trabajamos, ¿sabes? Holly lo fulminó con la mirada y su padre decidió intervenir.

– ¿Qué ocurre cariño? ¿Alguien está trabajando en tu jardín?

– Sí, pero no sé quién -murmuró Holly, frotándose la frente y tratando de pensar con calma-. ¿Eres tú, papá?

Frank negó rotundamente con la cabeza esperando que su hija no hubiese perdido el juicio.

– ¿Has sido tú, Decían?

– Tú qué crees, Holly?

– ¿Has sido tú? -preguntó a un desconocido que estaba al lado de su padre.

– Yo… no. Acabo de llegar a Dublín… para pasar… el fin de semana -farfulló con acento inglés.

Ciara se echó a reír.

– Deja que te ayude, Holly. Alguno de los presentes está trabajando en el jardín de Holly? -gritó a los demás. Todos interrumpieron lo que estaban haciendo y negaron con la cabeza perplejos-. ¿No ha sido mucho más fácil? -Ciara rió socarronamente.

Holly miró a su hermana con expresión de asombro y se reunió con Denise, Tom y Daniel en el otro extremo del jardín.

– Hola, Daniel.

Holly se agachó para saludar a Daniel con un beso en la mejilla.

– Hola, Holly, cuánto tiempo sin verte.

Le tendió una lata de las que tenía a su lado.

– ¿Todavía no has encontrado a ese duende? -preguntó Denise, sonriendo.

– No -dijo Holly estirando las piernas delante de ella y apoyándose en los codos-. ¡Y resulta tan extraño!

Explicó lo ocurrido a Tom y Daniel.

– ¿No es posible que lo organizara tu marido? -soltó Tom, y Daniel lanzó una mirada a su amigo.

– No -repuso Holly apartando la vista, enojada de que un desconocido conociera sus asuntos privados-. No forma parte de eso.

Puso mala cara a Denise por habérselo contado a Tom.

Denise hizo un ademán de impotencia con las manos y se encogió de hombros. Holly se volvió hacia Daniel, ignorando a los otros dos.

– Gracias por venir, Daniel.

– No hay de qué, me alegro de estar aquí.

Era raro verlo vestido sin ropa de invierno. Llevaba una camiseta azul marino y un pantalón corto de explorador, también azul marino, que le llegaba por debajo de las rodillas con un par de zapatillas de deporte del mismo color. Holly le sorprendió que estuviera tan en forma.

– Estás muy moreno -comentó Holly, improvisando una excusa tras haber sido sorprendida admirando sus bíceps.

– Y tú también -dijo Daniel, mirándole intencionadamente las piernas. Holly rió y dobló la piernas.

– Es gracias al paro. ¿Cuál es tu excusa?

– Estuve en Miami el mes pasado. -¡Uau, qué suerte! ¿Lo pasaste bien?

– Disfruté mucho -respondió Daniel sin dejar de sonreír-. ¿Has estado allí alguna vez?

Holly negó con la cabeza.

– Al menos las chicas nos vamos a España la semana que viene. Me muero de ganas. -Se frotó las manos con entusiasmo.

Daniel volvió a sonreír entornando un poco los ojos.

– Sí, ya me he enterado. Menuda sorpresa os habréis llevado.

– Y que lo digas. -Holly meneó la cabeza, como si no acabara de creérselo. Siguieron charlando un rato sobre las vacaciones de Daniel y sus vidas en general. Holly renunció a comer su hamburguesa delante de él, ya que aún no había descubierto la manera de hacerlo sin derramar ketchup y mayonesa por la boca cada vez que la abría para hablar.

– Confío en que no fueras a Miami con una mujer, o la pobre Ciara no lo superará -bromeó, y de inmediato lamentó haber sido tan entrometida.

– Qué va-contestó Daniel con seriedad-. Rompimos hace unos meses.

– Vaya, lo siento -dijo Holly sinceramente-. ¿Llevabais juntos mucho tiempo?

– Siete años.

– Eso es mucho tiempo.

– Sí.

Daniel desvió la mirada y Holly comprendió que no se sentía cómodo hablando del asunto, por lo que se apresuró a cambiar de tema.

– Por cierto, Daniel -prosiguió Holly casi en un susurro haciendo que él inclinara la cabeza-, quería darte las gracias por cuidar de mí como lo hiciste después de la emisión del documental. Casi todos los hombres salen despavoridos cuando ven llorar a una chica. Tú no lo hiciste, y te lo agradezco. -Holly le sonrió.

– No hay nada que agradecer, Holly. No me gusta verte disgustada. Daniel le devolvió la sonrisa.

– Eres un buen amigo -dijo Holly pensando en voz alta.

– ¿Por qué no salimos todos de copas o a cenar antes de que os marchéis? -sugirió Daniel.

– Hombre, quizás así consiga saber tanto acerca de ti como tú sabes de mí. -bromeó-. Creo que a estas alturas estás al corriente de la historia de mi vida.

– Sí, eso estaría bien -convino Daniel, y acordaron la fecha.

– Oye, por cierto, ¿ya le has dado a Ciara tu regalo de cumpleaños? -preguntó Holly, nerviosa.

– No. Ha estado muy… ocupada.

Holly se volvió y vio a su hermana flirtear con uno de los amigos de Declan, para mayor disgusto de éste. No pudo evitar reírse de su hermana. Sobre todo por querer tener hijos con Daniel…

– Voy a llamarla, ¿te parece?

– Por mí, adelante -dijo Daniel.

– ¡Ciara! -gritó Holly-. ¡Tengo otro regalo para ti!

– ¡Uau! -exclamó Ciara, y de inmediato abandonó al decepcionado muchacho-. ¿Qué es? -Se arrodilló en la hierba junto a ellos.

Назад Дальше