Cuentos de mí mismo - де Унамуно Мигель 13 стр.


– ¿Pero a usted le cura bien?

– ¡Oh, eso sí, no tengo la menor queja! Desde que me puse en sus manos, voy a su consulta y sigo sus prescripciones, me va mucho mejor y noto de día en día que voy mejorando; pero… esos escritos… ese hombre no debe andar bien de la cabeza… eso es una olla de grillos…

– No haga usted caso, don Servando; yo le trato mucho, como usted sabe, y nada he observado en él. Es un hombre muy razonable.

– El caso es que sí, cuando se le habla responde de acorde y todo lo que dice es muy sensato; pero…

– Mire usted, yo prefiero que me opere bien, con ojo y pulso seguros, un hombre que diga locuras (y éste no las dice), a no que un señor muy sesudo, soltando sensateces como puños de Pero Grullo, me descoyunte y destroce el cuerpo.

– Así será…, así será…, pero…

Al día siguiente le pregunté al doctor Montarco por Fernández Gómez, y me contestó:

– ¡Tonto constitucional!

– ¿Y qué es eso?

– Tonto por constitución fisiológica, a nativitate, irremediable.

– Yo le llamaría a eso tonto absoluto.

– Tal vez… porque aquí lo constitucional y lo absoluto se confunden; no es como en política…

– Dice que la cabeza de usted debe ser una olla de grillos…

– Y la suya y la de sus congéneres, ollas de cucarachas, que son grillos mudos. Al fin los míos cantan, o chirrían, o lo que sea.

Algún tiempo después publicó el doctor su tercer relato, éste ya agresivo y lleno de ironías, burlas e invectivas mal veladas.

– Yo no sé si le conviene a usted publicar esas cosas -le dije.

– ¡Oh, sí!, necesito echarlas fuera; si no escribiera esas atrocidades acabaría por hacerlas. Yo sé lo que me hago.

– Hay quien dice que no sientan bien a un hombre de su edad, de su posición, de su profesión… -le dije por tentarle.

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