Maktub (spanish) - Coelho Paulo 4 стр.


E l maestro pidió a sus discípulos que consiguiesen comida. Estaban de viaje, y no podían alimentarse correctamente. Los discípulos volvieron al final de la tarde. Cada uno traía lo poco conseguido de la caridad ajena: frutas ya podridas, pan duro, vino rancio. Uno de los discípulos, sin embargo, traía un saco de manzanas maduras. -Haré siempre todo lo posible para ayudar a mi maestro y a mis hermanos -dijo él, compartiendo las manzanas con los demás. -¿De dónde has sacado esto? -preguntó el maestro. -Tuve que robarlas -respondió el discípulo-.La gente sólo me daba comida pasada, aun sabiendo que predicamos la palabra de Dios. -Pues márchate con tus manzanas, y no vuelvas nunca más -dijo el maestro-. Aquel que roba por mí, acabará robándome también a mí.

P artimos por el mundo en busca de nuestros sueños e ideales. Muchas veces ponemos en lugares inaccesibles lo que está al alcance de la mano. Cuando descubrimos el error, sentimos que hemos perdido el tiempo, buscando lejos lo que estaba cerca. Nos culpamos por los pasos equivocados, por la búsqueda inútil, por los disgustos que causamos. Dice el maestro: Aunque el tesoro esté enterrado en tu casa, sólo lo descubrirás cuando te alejes. Si Pedro no hubiese experimentado el dolor de la negación, no hubiese sido escogido jefe de la Iglesia. Si el hijo pródigo no lo hubiese abandonado todo, no habría sido recibido con honores por su padre. Hay ciertas cosas en nuestras vidas que tienen un sello que dice: «Sólo te darás cuenta de mi valor cuando me pierdas y luego me recuperes.» No sirve de nada querer acortar el camino.

E l maestro se reunió con su discípulo preferido y le preguntó cómo iba su progreso espiritual. El discípulo respondió que había conseguido dedicar a Dios todos los momentos del día. -Entonces, sólo falta que perdones a tus enemigos -dijo el maestro. El discípulo se volvió, sorprendido. -¡Pero no es necesario! ¡No siento rabia hacia mis enemigos! -¿Crees que Dios siente rabia hacia ti? -preguntó el maestro. -¡Claro que no! -respondió el discípulo. -Pero aun así pides Su perdón, ¿no es verdad? Haz lo mismo por tus enemigos, aunque no sientas odio hacia ellos. Quien perdona lava y perfuma su propio corazón.

E l joven Napoleón temblaba como una vara verde durante los feroces bombardeos del cerco de Toulon. Un soldado, al verlo así, lo comentó con los demás: -¡Mirad, está muerto de miedo! -Sí -respondió Napoleón-. Pero sigo combatiendo. Si tú sintieses la mitad del pavor que yo siento, ya habrías huido hace mucho tiempo. Dice el maestro: El miedo no es señal de cobardía. Es él el que nos da la posibilidad de reaccionar con bravura y dignidad ante las situaciones de la vida. Quien siente miedo, y a pesar de ello sigue adelante, sin dejarse intimidar, está demostrando su valentía. Quien, sin embargo, se enfrenta a situaciones arriesgadas sin darse cuenta del peligro, simplemente demuestra irresponsabilidad.

E l viajero está en una fiesta de San Juan, con tenderetes, tiro al blanco, comida casera. De repente, un payaso comienza a imitar todos sus gestos. La gente se ríe, y él también se divierte. Al final, lo invita a tomar un café. -Comprométete con la vida -dice el payaso-. Si estás vivo, tienes que sacudir los brazos, saltar, hacer ruido, reír y hablar con la gente, porque la vida es exactamente lo opuesto a la muerte.»Morir es quedarse siempre en la misma posición. Si estás muy quieto, no vives.

U n poderoso monarca llamó a un santo padre, del que todos decían que tenía poderes curativos, para que lo ayudase con sus dolores de columna. -Dios nos ayudará -dijo el hombre santo-. Pero antes vamos a entender la razón de estos dolores. La confesión hace que el hombre se enfrente con sus problemas, y lo libera de muchas cosas. Y el sacerdote empezó a preguntarlo todo sobre la vida del rey, desde cómo trataba a su prójimo hasta las angustias y aflicciones de su reinado. El rey, molesto por tener que pensar en problemas, se volvió hacia el hombre santo. -No quiero hablar de esos asuntos. Por favor, traedme a alguien que cure sin hacer preguntas. El padre salió y volvió media hora después con otro hombre. -Este es el hombre que necesitáis -dijo él-. Mi amigo es veterinario. No acostumbra a hablar con sus pacientes.

D iscípulo y maestro iban por el campo una mañana. El discípulo pedía una dieta necesaria para la purificación. Por más que el maestro insistiese en que todo alimento es sagrado, el discípulo no quería creerlo. -Debe de existir una comida que nos acerque a Dios -insistía el discípulo. -Bueno, tal vez tengas razón. Aquellas setas de allí, por ejemplo -dijo el maestro. El discípulo se animó, pensando que las setas le traerían la purificación y el éxtasis. Pero soltó un grito en cuanto se acercó: -¡Son venenosas! ¡Si me como una, moriré al instante! -exclamó, horrorizado. -Aparte de ésta, no conozco ninguna otra manera de acercarse a Dios por medio de la alimentación -respondió el maestro.

E n el invierno de 1981, el viajero camina con su mujer por las calles de Praga, cuando ve a un muchacho dibujando los edificios de su alrededor. Le gusta uno de los dibujos y decide comprarlo. Al tenderle el dinero, se da cuenta de que el muchacho no lleva guantes, a pesar de la temperatura de cinco grados bajo cero. -¿Por qué no usas guantes? -pregunta. -Para poder coger el lápiz. Conversan un poco sobre Praga. El muchacho decide dibujar el rostro de la mujer del viajero, sin cobrar nada. Mientras espera a que el dibujo esté listo, el viajero se percata de que algo extraño ha ocurrido; ha hablado durante casi cinco minutos con el muchacho, sin que ninguno de los dos hablase la lengua del otro. Habían sido simplemente gestos, sonrisas, expresiones faciales, pero la voluntad de compartir algo hizo que entrasen en el mundo del lenguaje sin palabras.

U n amigo llevó a Hassan hasta la puerta de una mezquita, donde un ciego pedía limosna. -Este ciego es el hombre más sabio de nuestro país -dijo. -¿Cuánto tiempo hace que sois ciego? -preguntó Hassan. -Desde que nací -respondió el hombre. -¿Y qué fue lo que os convirtió en sabio? -Como no me conformaba con mi ceguera, intenté ser astrónomo -respondió el hombre-.Ya que no podía ver el cielo, me vi obligado a imaginar las estrellas, el sol, las galaxias. A medida que me iba acercando a la obra de Dios, me fui acercando a su Sabiduría.

E n un remoto bar de España, cerca de una población llamada Olite, hay un cartel escrito por su dueño: «Justo cuando conseguí encontrar todas las respuestas, cambiaron todas las preguntas.» Dice el maestro: Siempre estamos muy ocupados buscando respuestas; consideramos respuestas cosas importantes para comprender el sentido de la vida. Es más importante vivir plenamente, y dejar que sea el propio tiempo el que se encargue de revelarnos los secretos de nuestra existencia. Si estamos demasiado ocupados en encontrar un sentido, no dejamos que la naturaleza actúe, y somos incapaces de leer las señales de Dios.

U na leyenda australiana cuenta la historia de un hechicero que paseaba con sus tres hermanas cuando se les acercó el más famoso guerrero de aquellos tiempos. -Quiero casarme con una de estas tres bellas doncellas -dijo. -Si una de ellas se casa, las otras sufrirán. Busco una tribu en la que los guerreros puedan tener tres mujeres -respondió el hechicero, apartándose. Durante tres años, caminó por el continente australiano, sin conseguir encontrar tal tribu. -Por lo menos una de nosotras podría haber sido feliz -dijo una de las hermanas, cuando ya estaban viejos y cansados de tanto andar. -Estaba equivocado -respondió el hechicero-.Pero ahora ya es tarde. Y transformó a las tres hermanas en bloques de piedra, para que quien por allí pasase pudiese entender que la felicidad de uno no significa la tristeza de otros.

E l periodista Wagner Carelli fue a entrevistar al escritor argentino Jorge Luis Borges. Al terminar la entrevista, se quedaron conversando sobre el lenguaje que existe más allá de las palabras, y sobre la inmensa capacidad que el ser humano tiene para entender a su prójimo. -Le voy a poner un ejemplo -dijo Borges. Y empezó a decir algo en una lengua extraña. Al final, le preguntó de qué se trataba. Antes de que Wagner pudiese decir nada, el fotógrafo que estaba con él respondió: -Es el padrenuestro. -Exacto -dijo Borges-. Y lo estaba recitando en finlandés. Un domador de circo consigue mantener a un elefante aprisionado porque usa un truco muy simple: cuando el animal aún es una cría, amarra una de sus patas a un tronco muy gordo. Por más que lo intente, el pequeño elefante no consigue soltarse. Poco a poco, se va acostumbrando a la idea de que el tronco es más poderoso que él. Al hacerse adulto, y dueño dé una fuerza descomunal, basta con rodear con una cuerda la pata del elefante y amarrarla a una estaca, ya que no intentará soltarse, porque recuerda que ya lo intentó muchas veces y no lo consiguió. Al igual que los elefantes, nuestros pies también están amarrados a algo pequeño; pero, como desde niños, nos acostumbramos al poder de ese tronco, no osamos hacer nada. Sin saber que basta un simple gesto de coraje para descubrir toda nuestra libertad.

N o sirve de nada pedir explicaciones sobre Dios; puedes escuchar palabras muy bonitas pero, en el fondo, son palabras vacías. Del mismo modo, puedes leer toda una enciclopedia sobre el amor y no saber lo que es amar.Dice el maestro: Nadie conseguirá demostrar que Dios existe, o que no existe. Ciertas cosas en la vida fueron hechas para ser experimentadas, nunca explicadas. El amor es una de esas cosas. Dios, que es amor, también lo es. La fe es una experiencia infantil, en el sentido mágico que Jesús nos enseñó: «De los niños, es el Reino de los Cielos.» Dios nunca entrará por tu cabeza, la puerta que Él usa es tu corazón.

E l padre Pastor acostumbraba a decir que el padre Juan había rezado tanto que ya no tenía por qué preocuparse más, sus pasiones habían sido vencidas. Las palabras del padre Pastor acabaron llegando a oídos de uno de los sabios de Sceta. Éste llamó a los novicios después de la cena. -Habéis oído decir que el padre Juan ya no tiene tentaciones que vencer -dijo él-.La falta de lucha enflaquece el alma. Vamos a pedir al Señor que envíe una tentación bien poderosa al padre Juan. Y, si vence esa tentación, pediremos otra y otra. Y cuando se vea luchando de nuevo contra las tentaciones, rezaremos para que jamás vuelva a decir «Señor, aparta de mí este demonio». Rezaremos para que pida: «Señor, dame fuerza para enfrentarme al mal.»

H ay un momento del día en el que es difícil ver bien: el crepúsculo. Luz y tinieblas se encuentran, y nada es realmente claro o totalmente oscuro. En la mayor parte de las tradiciones espirituales, este momento es considerado sagrado. La tradición católica nos enseña que a las seis de la tarde debemos rezar el avemaría. En la tradición quechua, si nos encontramos con un amigo por la tarde y todavía estamos con él en el crepúsculo, debemos comenzar de nuevo, saludándolo otra vez con un «buenas noches». En el momento del crepúsculo, se pone a prueba el equilibrio del planeta y del hombre. Dios mezcla sombra y luz, quiere ver si la Tierra tiene el coraje de seguir girando. Si la Tierra no se asusta con la oscuridad, la noche pasa, y un nuevo sol vuelve a brillar.

E l filósofo alemán Schopenhauer caminaba por una calle de Dresde, buscando respuestas a preguntas que lo atormentaban. De repente, vio un jardín, y decidió quedarse durante horas observando las flores. Uno de los vecinos vio el comportamiento extraño de aquel hombre, y llamó a la guardia nacional. Minutos después, un policía se acercaba a Schopenhauer. -¿Quién es usted? -preguntó el policía, con voz dura. Schopenhauer miró de arriba abajo al hombre que estaba delante de él. -Si sabe usted responder a esa pregunta -dijo el filósofo-, le estaré eternamente agradecido.

U n hombre en busca de sabiduría decidió irse a las montañas, pues le habían dicho que cada dos años Dios se aparecía allí. Durante el primer año, comió todo lo que la tierra le ofrecía. Al final, la comida se acabó, y tuvo que regresar a la ciudad. -¡Dios es injusto! -exclamó-. No vio que estuve aquí durante todo este tiempo, esperando oír su voz. Ahora tengo hambre, y vuelvo sin oírlo. En ese momento, apareció un ángel. -A Dios le gustaría mucho conversar contigo -dijo el ángel-. Durante un año te dio alimento. Esperaba que tú te encargases de tu alimentación al año siguiente. Sin embargo, ¿qué plantaste? Si un hombre no es capaz de conseguir comida en el lugar donde vive, no está preparado para conversar con Dios.

N osotros pensamos: «Bueno, realmente parece que la libertad del hombre consiste en escoger la propia esclavitud. Trabajo ocho horas al día y, si me ascienden, pasaré a trabajar doce horas. Me casé, y ahora ya no tengo tiempo para mí mismo. Busqué a Dios, y me veo obligado a ir a cultos, misas, ceremonias religiosas. Todo lo que es importante en esta vida, amor, trabajo, fe, acaba transformándose en una carga demasiado pesada.» Dice el maestro: Sólo el amor nos hace escapar. Sólo el amor a lo que hacemos transforma la esclavitud en libertad. Si no podemos amar, es mejor parar ahora. Jesús dijo: «Si tu ojo izquierdo se escandaliza, arráncatelo. Es mejor estar ciego de un ojo que hacer que todo tu cuerpo perezca en las tinieblas.» La frase es dura. Pero es así.

U n ermitaño consiguió ayunar durante un año, comiendo sólo una vez a la semana. Después de tanto esfuerzo, le pidió a Dios que le revelase el significado de un determinado pasaje bíblico. No escuchó ninguna respuesta. -¡Qué desperdicio de tiempo! -dijo el monje para sí mismo-. ¡Hice todo este sacrificio y Dios no me responde! Es mejor salir de aquí y encontrar a otro monje que sepa el significado de este texto. En ese momento, apareció un ángel. -Los doce meses de ayuno sólo te han servido para que te creyeses que eras mejor que los demás, pero Dios no escucha a los vanidosos -dijo el ángel-. Pero en cuanto mostraste humildad y pensaste en pedir ayuda a tu prójimo, Dios me envió. Y el ángel reveló al monje lo que quería saber.

D ice el maestro: Reflexionad sobre cómo ciertas palabras fueron construidas para mostrar claramente lo que quieren decir. Tomemos la palabra «preocupación», y dividámosla en dos: pre y ocupación. Significa ocuparse de algo antes de que ocurra. ¿Quién, en todo este universo, puede tener el don de ocuparse de algo que todavía no ha ocurrido? Nunca te preocupes. Estáte atento a tu destino y a tu camino. Aprende todo lo que necesites aprender para manejar bien la espada de la luz que te fue confiada. Reflexiona sobre cómo luchan tus amigos, tus maestros y tus enemigos. Practica bastante, pero no cometas el peor de los errores: creer que sabes cuál es el golpe que tu adversario va a dar.

E s viernes, llegas a casa y tomas algunos periódicos que no puedes leer durante la semana. Enciendes la tele sin sonido, pones un disco. Usas el mando a distancia para pasar de un canal a otro, mientras hojeas algunas páginas y prestas atención a la música que está sonando. Los periódicos no traen ninguna novedad, la programación de la tele es repetitiva, y ya has escuchado ese disco decenas de veces. Tu mujer está cuidando de los niños, sacrificando lo mejor de su juventud, sin entender muy bien por qué lo hace. Una disculpa pasa por tu cabeza: «Bueno, la vida es precisamente esto.» No, la vida no es esto mismo. La vida es entusiasmo. Piensa dónde dejaste tu entusiasmo escondido. Toma a tu mujer y a tus hijos, y vete a buscarlo, antes de que sea demasiado tarde. El amor nunca impidió a nadie seguir sus sueños.

L a víspera de Navidad, el viajero y su mujer hacían un balance del año que terminaba. Durante la comida en el único restaurante de un pueblo de los Pirineos, el viajero comenzó a quejarse por algo que no había ocurrido como deseaba. La mujer miraba fijamente el árbol de Navidad que adornaba el restaurante. El viajero se dio cuenta de que a ella ya no le interesaba la conversación, y cambió de tema: -Bonita, la iluminación de este árbol -dijo. -Es verdad -respondió la mujer-. Pero si te fijas bien, en medio de esas decenas de bombillas hay una que está fundida. Me parece que, en vez de ver el año como decenas de bendiciones que brillaron, te estás fijando en la única bombilla que no iluminó nada.

– ¿V es a aquel hombre santo, humilde, andando por la carretera? -dijo un demonio a otro-. Pues voy a ir hasta allí a conquistar su alma. -No te hará caso, porque solamente presta atención a cosas santas -respondió su compañero. Pero el demonio, astuto como siempre, se vistió como el arcángel Gabriel y se le apareció al hombre. -He venido a ayudarte -dijo. -Tal vez me confundes con otra persona -respondió el hombre santo-. Nunca en mi vida he hecho nada como para merecer la visión de un ángel. Y continuó su camino, sin saber de lo que se había librado.

Á ngela Pontual asistía a una obra de teatro en Broadway, y salió para tomar un whisky en el descanso. La sala de espera estaba llena; la gente fumaba, conversaba, bebía. Un pianista tocaba. Nadie prestaba atención a la música. Ángela comenzó a beber y a mirar al músico. Él parecía aburrido, haciendo aquello por obligación, loco por que acabase el descanso. Al tercer whisky, ya un poco bebida, se acercó al pianista. -¡Es usted un aburrido! ¿Por qué no toca sólo para usted? -vociferó. El pianista la miró, sorprendido. Y, al instante, comenzó a tocar las piezas que le gustaría estar tocando. En poco tiempo, la sala de espera estaba en completo silencio. Cuando el pianista acabó, todos aplaudieron con entusiasmo.

S an Francisco de Asís era un joven muy popular cuando decidió dejarlo todo y construir su obra. Santa Clara era una bella mujer cuando hizo voto de castidad. El beato Ramón Llull conocía a los grandes intelectuales de la época cuando se retiró al desierto. La búsqueda espiritual es, sobre todo, un desafío. Quien la usa para huir de sus problemas no llegará muy lejos. De nada le vale retirarse del mundo a aquel que no consigue hacer amigos. No vale de nada hacer voto de pobreza porque se es incapaz de ganar el propio sustento. No vale de nada ser humilde cuando se es cobarde. Una cosa es tener, y renunciar. Otra cosa es no tener, y condenar a quien tiene. Es muy fácil para un hombre impotente pregonar la castidad absoluta, pero ¿qué valor tiene eso? Dice el maestro: Alaba la obra de Dios. Véncete a ti mismo mientras te enfrentas al mundo.

C omo es fácil ser difícil. Basta permanecer alejados de los demás y, de esta manera, no sufriremos nunca. No correremos los riesgos del amor, de las decepciones, de los sueños frustrados. Como es fácil ser difícil. No debemos preocuparnos por llamadas telefónicas que tenemos que hacer, de personas que piden nuestra ayuda, de la caridad que hemos de hacer. Como es fácil ser difícil. Basta fingir que estamos en una torre de marfil, que jamás derramamos una lágrima. Basta con pasar el resto de nuestra existencia representando un papel. Como es fácil ser difícil. Basta con coger lo mejor de la vida.

E l paciente se volvió hacia el médico: -Doctor, el miedo me domina, me quita la alegría de vivir. -Aquí en mi consulta hay un ratón que se come mis libros -dijo el médico-. Si me desespero con este ratón, se esconderá de mí, y no haré otra cosa en la vida hasta que lo cace.»Sin embargo, coloco los libros más importantes en un lugar seguro, y lo dejo roer otros.»De esta manera, él sigue siendo un ratón y no se convierte en un monstruo. Ten miedo de algunas cosas, y concentra todo tu miedo en ellas, para que tengas coraje ante el resto.

D ice el maestro: Muchas veces es más fácil amar que ser amado. Tenemos dificultades para aceptar la ayuda y el apoyo de los demás. Nuestra tentativa de parecer independientes no permite que el prójimo tenga la oportunidad de demostrar su amor. Muchos padres, en la vejez, roban a los hijos la oportunidad de dar el mismo cariño y apoyo que recibieron cuando eran niños. Muchos maridos (y mujeres), al ser alcanzados por ciertos rayos del destino, se sienten avergonzados de depender del otro. Y, así, las aguas del amor no se extienden. Es preciso aceptar el gesto de amor del prójimo. Es preciso permitir que alguien nos ayude, nos apoye, nos dé fuerzas para continuar. Si aceptamos este amor con pureza y humildad, comprenderemos que el Amor no es dar o recibir, es participar.

E va paseaba por el Jardín del Edén cuando la serpiente se le acercó. -Come esta manzana -dijo la serpiente. Eva, muy bien instruida por Dios, se negó. -Come esta manzana -insistió la serpiente-, porque tienes que ponerte más guapa para tu hombre. -No la necesito -respondió Eva-, porque no tiene a otra mujer más que a mí. La serpiente se rió: -Claro que sí. Y como Eva no la creía, la llevó hasta lo alto de una colina, donde había un pozo. -Está dentro de esta caverna; Adán la escondió ahí. Eva se inclinó y vio, reflejada en el agua del pozo, una linda mujer. En ese mismo momento, sin titubear, comió la manzana que la serpiente le ofrecía.

P árrafos de una anónima «Carta al corazón»: «Corazón mío: jamás te condenaré, te criticaré o sentiré vergüenza de tus palabras. Sé que eres una criatura querida de Dios, y que Él te guarda en medio de una luz radiante y amorosa. «Confío en ti, corazón mío. Estoy de tu lado, siempre pediré bendiciones en mis oraciones, siempre pediré para que encuentres la ayuda y el apoyo que necesitas.»Confío en tu amor, corazón mío. Confío en que compartirás este amor con quien lo merezca o lo necesite. Que mi camino sea tu camino, y que caminemos juntos en dirección al Espíritu Santo.»Y te pido: confía en mí. Que sepas que te amo, y que procuro darte la libertad necesaria para que continúes latiendo con alegría en mi pecho. Haré todo lo que esté a mi alcance para que jamás te sientas incómodo con mi presencia a tu alrededor.»

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